Ani, mi prima de 23 años estaba insoportable últimamente. Me había peleado con ella, según su punto de vista, por boludeces. A mí no me cabía tanto que muestre sus tetas por Instagram, o se saque fotos poniendo cara de petera, o que haga historias subidas de tono. En realidad, quería hacerle entender que no sería más mujer, o más feminista, popular o innovadora haciendo esas cosas. Y menos por despecho. Ella venía de una relación de tres años de novio con un estúpido que, a lo único que aspiraba en la vida era cobrar planes, ir a ver a Boca, de vez en cuando a cualquier bandita de rock, y por ahí, si la vagancia no le pesaba demasiado, ayudar a los padres de mi prima con el kiosquito familiar. Pero, se separaron cuando Ani le dijo que estaba embarazada. Así que, la muy boluda se deprimió, después salió a bailar, se agarró un par de mamadas feroces, volvió a deprimirse, se enfiestó con un par de pibes, le robó plata a su madre para hacerse un viajecito a las cataratas, se hizo un tatuaje poco feliz en el brazo, y siguió cayendo en la debacle de su pobre importancia personal. No es que yo no me pusiera en su lugar, o no fuese empática con ella. Es que, ahora tenía a un bebé en la panza, y yo no comprendía del todo su comportamiento. Como es de una familia católica, ni en pedo se le pasó por la cabeza abortar, o darlo en adopción. Sus padres echaban chispas de furia cada vez que hablaban con mi vieja de Ani. Yo intentaba no opinar. Hasta que un día, hablé con Éric, otro primo en común, y traté de convencerlo de ir a visitarla juntos, alguna tarde. Él también había discutido con Ani, por lo mismo que yo, y por otros asuntos de guita. Me costó, pero lo logré. Así que, un sábado le mandé un mensaje a Ani, para tantear el terreno. No tenía ganas de fumarme su histeria gratuitamente. Como la escuché buena onda en la respuesta que me envió, contándome que su embarazo seguía creciendo normal, que tenía antojos todos los días, y que necesitaba una pija urgente porque no se bancaba ni ella la calentura que le quemaba las entrañas, “textuales palabras”, le sugerí lo de nuestra visita. Sin mencionarle claramente que, por ahí, Éric se sumaba. Quedamos para el sábado, después de asegurarnos que no había rencores, ni reproches. “Todo en paz”. Aunque nos puso como condición, que le llevemos un kilo de helado. Chocolate, dulce de leche con arándanos, y tiramisú, o frutos rojos. Sin embargo, ese sábado llovió como la puta madre, y se nos postergó la visita. Por lo tanto, con Éric quedamos en ir el domingo, y caerle de sorpresa. Sabíamos que sus padres, o sea, nuestros tíos los domingos cerraban el kiosco y viajaban a lo de mis abuelos, y que la pobre Ani estaría sola en la casa. ¿Qué mejor oportunidad para alegrarle el día?
¡Dale nena! ¡Abrí, que tu hermano se pegó un palo con la moto! ¡Necesito llevarle los documentos!, le gritaba Éric por la ventana, después de tocar varios timbrazos. Por supuesto, era mentira. Pero como ellos no se habían perdonado del todo, él tenía miedo que ella no lo deje entrar. Cuando nos abrió asustada, y le dijimos que era una cuartada para que nos deje pasar, a él le dio una cachetada, y a mí me dijo que era una puta arrastrada, mientras me sacaba el pote de helado de las manos, con cara de orto, y arrancándome un mechón de pelo.
¡Boluda, no te calentés! ¡Sabés que Éric es un chamullero! ¡Ayer no pudimos venir, porque se llovió todo! ¡Así que, ahora desculpate conmigo, porque, te traje helado!, le explicaba a Ani, mientras tanto Éric como yo la veíamos alucinados. Tenía una remera ancha y larga, bastante estirada en el escote, de la que sobresalían unas tetas impresionantes con dos pezones erectos y grandes como dos aceitunas.
¡Obvio que sé que éste, es un pelotudo! ¡Pero, si no recuerdo mal, no me habías dicho que venías con él! ¿Y vos? ¿Cómo me vas a mentir con una cosa así?, nos señalaba ella, a medida que entrábamos en la cocina. Luego agarró una cuchara sopera del cajón de cubiertos, echó un poco de desodorante ambiental para tapar el olor a fritura reciente del almuerzo, cerró las cortinas para evitar el calor de la resolana, y nos dijo que tomemos o comamos lo que quisiéramos, señalándonos la heladera y un mueble en el que solían guardar todo tipo de galletitas, alfajores y demás golosinas.
¡Che prima, ya fue, te perdono por la guita que me debés! ¡Y vos, perdoname por todas las boludeces que dije! ¡Me fui de boca, y lo reconozco! ¡Aparte, ya somos grandes! ¿Y te prometo que no vuelvo a hacerte una joda como esta! ¡Ni a meterme en tu vida! ¡Aunque, bueno, ya sabés que soy un salame!, le largó Éric, acariciándole la espalda como a un gatito muerto de frío. Parecía ablandarse al ver el estado de mi prima. Es que, tenía una panza imposible de esconder, unas ojeras tremendas, el pelo despeinado y desarreglado, los pómulos hinchados, y cierto descuido en la piel. Olía rico, y se la veía de buen humor, a pesar de todo. Pero, tenía la remera manchada, y un shortcito rojo. Bueno, al menos, eso me había parecido al principio. Cuando la vi mejor, supe que era un culote estirado, que encima tenía un agujero en uno de los cachetes de la cola.
¡Ya fue Éric! ¡Obvio que todo quedó en el pasado! ¡Siempre nos llevamos bien! ¡Aparte, ahora ando re sensible, y re maricona! ¡Así que, no me hagas llorar!, le decía con la voz tomada por una repentina angustia, y abrazó a mi primo. Al menos hasta que él le pellizcó una nalga, y ella lo insultó, y juguetearon de manos unos minutos. Él aprovechó a manosearle las tetas. Algo en el aire buscaba la forma de encendernos. ¿O era una sensación mía?
¡Chicos! ¿No les jode que vayamos a la pieza? ¡La verdad, necesito acostarme! ¡De última, charlamos ahí! ¡Es que, el bebote no me deja pensar! ¡Ya estoy de 6 meses, y les juro que no lo soporto más! ¡Ustedes, lleven lo que quieran para allá! ¡Mate, gaseosa, jugo, birra, o lo que quieran! ¡Lo único, no fumen, porque el olor a pucho me da tremendas ganas de vomitar!, nos dijo, mirando con cariño el pasillo que nos conducía a la pieza. Obviamente nosotros aceptamos. La dejamos ir a su cuarto, mientras Éric preparaba el mate, y yo ponía galletitas en un voul, cortaba un budín de chocolate y abría un paquete de papitas. Al rato, entramos a la pieza de Ani, que ya se había revoleado en su preciosa cama de dos plazas. No se tapó en primera instancia porque hacía calor. Pero, de a ratos, se tapaba porque se le destemplaba el cuerpo, y luego volvía a destaparse. Éric no paraba de mirarla, y a mí, se me hacía difícil no fijarme en sus tetas. Se le bamboleaban cada vez que se sentaba para tomarse un mate, porque, a pesar de tener su pote de helado, jamás le decía que no a los mates cebados por mí.
¡Che Ani! ¿Y, estás contenta de ser mamá? ¡Yo, creo que me pego un tiro si me quedo embarazada a los 25! ¡Bueno, que, dicho sea de paso, los cumplí el martes, y ninguno de ustedes me saludó! ¡Son unos forros!, les dije, recordando ese detalle, mirándolos con cara de asesina. Éric sonrió y me dijo que tenía un regalito para mí, dibujando una hoja de mariguana en el aire con las manos.
¡Y, contenta, lo que se dice contenta, no sé! ¡Pero, al menos no estoy asustada! ¡Creo que va a ser parto normal, si todo sale bien! ¡Che, vos dejá de mirarme las gomas nene! ¿Nunca viste las tetas de una embarazada?, se explicaba Ani, reprimiendo a mi primo, que pareció no haberla escuchado.
¡No, nunca se las vi! ¡Nunca imaginé que podían ser tan sexys!, le dijo, corriendo la silla en la que estaba sentado para acercarse a mí. Yo le di un mate, y Ani se mandó una cucharada de helado. Y de golpe, sonó el timbre.
¡Uuuy, capaz que viene Nicolás! ¡Bueno, es uno de mis ex compas del secu! ¿Lo conocen ustedes?, nos preguntó. Éric y yo le dijimos que sí con la cabeza. Era un pibe bastante buena onda, fanático de La Renga, al que solíamos encontrarnos en un montón de recitales. Yo me ofrecí para abrirle, mientras Éric hacía el intento de cebarle un mate a Ani. ¿El hijo de puta era peor que yo haciendo tragos!
En cuestión de segundos, Nico se había sumado a la ronda de mates, sentándose al otro lado de la cama. O sea, a la derecha de Ani. Yo estaba a su izquierda, al lado de Éric, al que ya le había pispeado el bulto. ¿Por qué se le había parado tanto la pija? Vi que Nico casi le come la boca a Ani cuando se saludaron, y ella ni protestó.
¡Che boluda! ¡Ayer soñé que me llamabas para invitarme a un boliche! ¡Y después, terminamos en un telo! ¡No cogíamos, ni nada! ¡Pero, de la nada empezaste a decirme que necesitabas hacer un buen pete, que te morías por hacerle un pete a un vago!, expuso Nicolás, en total confianza. Era evidente que se había fumado un fasito por cómo tenía los ojos, y por lo mal que modulaba al hablar. Ani se le cagó de risa, pero parecía muy interesada en querer saber más.
¡No boluda, posta que no pasó nada! ¡O sea, no te hice nada! ¡Después, soñé que me pajeaba en la cocina de tu casa, y cuando me desperté, tenía la verga en la mano!, le dijo Nico, cagándose de risa y poniéndose colorado cuando Ani le insistía para que le cuente más.
¡Hey, qué ordinario loco! ¿Cómo le vas a contar semejante guarangada?, estallé, sin entender el por qué de mi reacción. Después de todo, él es su amigo, y tenía todo el derecho de contarle las cosas que quisiera.
¿What? ¿Ahora me vas a decir que vos nunca soñaste nada zarpado? ¡Todas las pibas son iguales loco! ¡Dicen que somos ordinarios, que nos vivimos pajeando y todo eso, y las que tienen sueños húmedos, son ellas! ¿O no amigo?, decía Nico, incluyendo a Éric en sus observaciones. Él, obviamente estaba de acuerdo con Nico. De hecho, decía cosas como: ¡Ni hablar! ¡Yo siempre sueño que me culeo a una embarazada! ¡O a una lesbiana! ¡Y, cuando me despierto, la mayoría de las veces, o tengo manso pegote en las manos, o estoy en pelotas, con la pija como un termo!
¡Bueno che, pero, yo no soy igual que el resto de las mujeres! ¡Y también sueño chanchadas! ¡Y ahora, preñada como estoy, ni se imaginan! ¡Posta que, hay veces que ni la paja me satisface!, dijo Ani, tal vez sin darse cuenta que las piernas se le abrían solas, y que no estaba tapada.
¡Bueno che, igual no te enrosques primi! ¡Como si el sexo, o la paja, fuese lo más importante! ¿Ya sabés si el bebé, va a ser nene o nena?, tiré como para cortar un poco la tensión. Aunque, sin mucho éxito.
¡Nena, por suerte! ¡Mi vieja quiere que le ponga un nombre horrible! ¿Creo que Jorgelina, o Rosalía! ¡Ya decidí ponerle Rocío! ¡Y al que no le guste, la chupa! ¡Y, en cuanto al sexo, vos lo decís porque tenés novio! ¡Seguro que cogés seguido!, me dijo, generando el murmullo de los chicos, que ahora me miraban como si fotografiaran mis pensamientos.
¡Eeeeesaaaa! ¡Parece que la prima le da duro a la matraca!, dijo Éric, con esa risa de bobo que le salía cuando quería hacerse ver.
¡Mirá vos che, la rockerita! ¿Seguís de novia con el diablo? ¡Para mí, es un boludo! ¡En serio, no sé qué le viste Nati! ¡Encima, al loco le pinta el reggaetón!, me largó Nicolás, con la boca llena de budín. Ani se sumó al coro de arengas sexuales y críticas.
¡Paren che, que yo ni siquiera dije si sigo de novia! ¡Cómo les gusta meterse en la vida de los demás! ¡El diablo, y la monjita, cortaron hace una semana! ¡Pero no fue por sexo! ¿Saben?, me revelé graciosamente, aunque con cierto dramatismo, un poco imitando a Ani cuando se ponía en ese papel. Ahora los tres me aplaudieron, felices por haberme sacado a ese plomo de encima.
¡Natu, igual, no maquines amiga! ¿Te van a sobrar los machos, con ese lomo que te echaste!, dijo Éric, acariciándome la pierna, tan cerca de volcarse el mate encima como de generarme una electricidad extraña en los rincones de mi intimidad.
¡Sí chabona, ni te mambees! ¡aparte, que yo sepa, vos no tenés ni un pelo de monja! ¡Y lo que dice tu primo, es cierto! ¡Esas gomas terroristas, y ese totó, rajan la tierra!, agregó Nicolás, dando saltitos en la cama. Después decidió sentarse en una silla, para que todos nos miremos las caras. Ani murmuraba cosas por lo bajo, pero nadie entendía lo que decía. Y los chicos seguían levantándome el ánimo.
¡Hey Nico! ¿O no que, si esta se pone a poguear temas de los Redondos, no le cree nadie? ¡Demasiado buen orto para una rockera!, decía Éric, salpicando migas de galletitas para todos lados mientras hablaba.
¡Obvio amigo! ¡Y demasiadas gomas! ¡Ninguno la querría tocar, por miedo a que se le exploten! ¿Qué comés Nati? ¡La última vez que te vi, fue en la casa de Valeria, en la pileta! ¡Tenías un bikini re de perra! ¡Pero, no me acordaba que tenías esas gomas!, continuó Nicolás, con los ojos desorbitados. Ani seguía comiendo helado, y recibiéndome mates, con una cara de culo que iba en aumento. Yo empezaba a sentirme rara, atractiva, caliente y capaz de cualquier cosa. Eran sensaciones inexplicables. Además, me acordaba de las cogidas que tuvimos con Éric desde pendejos, y sentía que las palpitaciones me golpeaban las muñecas. Y Nicolás, no estaba nada mal. Le miraba la boca, y me imaginaba sus labios sorbiéndome los pezones. Y para colmo, Éric tenía la chota empaladísima, y estaba cada vez más pegado a mí. El calor de la tarde colaboraba con la charla encendida y los recuerdos, y Ani, parecía en otro lado.
¡Boludos, ustedes lo dicen porque me quieren, y todo eso! ¡Ni estoy tan perra, ni rajo nada, ni levanto un cuerno! ¡Aparte, qué pajereada eso de las tetas y el culo! ¡No es lo único que importa! ¡Bua, aunque, a los hombres, parece que sí!, tiré, como para intentar aplacarme un poco, mientras Nicolás se ofrecía para calentar más agua. Siempre fuimos re materos, y si estábamos al pedo, y era domingo, ¡ni hablar! Entonces, Éric siguió haciéndome sentir la mejor mina del mundo.
¡Che, igual, no te digo esto porque sos mi prima! ¡De verdad, vos sos inteligente, graciosa, copada, sabés pararte en el mundo, y estás re perra! ¡O sea, tenés todas las de ganar!, dijo, rozándome la pierna con la suya, y dado que ambos estábamos en short, el contacto era absolutamente fuerte. Por suerte, a Nico se le cayó algo en la cocina cuando Ani dijo en voz alta: ¡Y sí, es obvio que vas a decir eso, si te la re garchaste! ¡Y desde bien guachita! ¿Qué pasa Éric? ¿Todavía te quedaste con las ganas? ¡Pobre! ¡Por ahí, en ese tiempo, la copada no sabía chupar bien la pija!
En ese momento, los dos intentamos callarla, para que Nicolás no lo sepa. Era algo que nos habíamos prometido guardar como un secreto familiar, y listo. Y, en cuando todavía los ojos de Ani parecían luciérnagas venenosas, apareció Nico con el termo, y más galletitas.
¿En qué estábamos che? ¡Aaah, Anita, perdón, pero se me volcó un poco de azúcar! ¡Ya lo limpié!, iba diciendo Nico, mientras se acomodaba en su silla, tras devolverme las cosas para que yo siga cebando mates.
¡Che Nati! ¡Tenemos que buscarte un novio entonces! ¡Porque, si en el barrio se enteran que estás sola, olvidate! ¡Te van a querer hacer la cola, como mínimo!, se atrevió a decir Nicolás, cuando yo creí que el tema se había terminado. De hecho, me había puesto a hablar con Ani del final de una novela horrible que daban por la tele. Y Éric, se le acopló, agregando: ¡Vamos a tener que ser sus monigotes, seguirla a donde vaya, y cagarnos a trompadas con todos! ¡Y pobre del que quiera manosearle el orto! ¡Aparte, usa perfumes importados la careta! ¿Viste?
¡Hey, boludos! ¿Qué mierda les pasa? ¿Por qué no se van al carajo de mi casa? ¿Vinieron a verme a mí? ¿O a tirarle los perros a Nati? ¡Desde que entraron que no paran de elogiarle el orto, las tetas, y toda esa mierda! ¡Perdón si no me depilé las piernas! ¡Pasa que, estoy embarazada, y no tengo tiempo para estar perrísima, como vos Natu!, explotó al fin Ani, revoleando la fuente con galletitas al suelo, y haciendo sonar su celular contra la pared. Los tres nos sorprendimos. Al punto que intentamos calmarla, diciéndole que era obvio que veníamos por ella, y que ella estaba divina, que no era importante lo de sus piernas, y otras cosas que no recuerdo.
¡Aparte, Ani, estás hecha una bebota, con la remera toda manchada de helado! ¡Y, no es por nada, pero, con esa pancita y todo, matás nena!, le dijo Nicolás, agarrándole un pie. ¡Los tenía chiquitos y preciosos la guacha!
¡Sí Ani, no te pongas mal, que se te va a amargar la leche para el bebé! ¡Hablábamos de Ani, porque creímos que estabas en cualquiera! ¡Andabas media bolada! ¿Te fumaste algo antes que lleguemos?, agregó Éric, acariciándole el otro pie, mientras yo buscaba qué decirle. Hasta que se me ocurrió levantarme y acercarme para darle un beso, y pedirle que nos perdone por no incluirla. Pero, aquel beso estuvo muy cerca de juntarnos las bocas, y eso también me puso re loquita. ¡No tendría que haber fumado faso antes de visitarla! Ani sonrió, como si se hiciera la boluda. O tal vez, ni lo notó. Es que, al toque Nicolás empezó a amasarle una goma, diciéndole que tenía demasiada leche para un bebé diminuto, casi insignificante.
¡Pero, en serio nena! ¡Acá hay toneladas de leche! ¡Para tu guacho, es demasiado! ¡Hay otros guachos que, también tomamos leche!, le decía Nicolás como para que le dé un ataque de risa, mientras Éric lo deliraba con eso de “Tomarse la leche”. Aunque, de golpe se levantó de la silla, murmurando: ¡Bueno che, a ver, déjenme mirar!, y se puso a sobarle la otra teta. Para lo cual yo tuve que correrme.
¡Che, pero, tendrías que sacarte esta remeruli nena! ¡Te la manchaste toda con helado, y mate!, le decía Nico.
¡Sí Ani, es cierto! ¡No es un babero! ¿O estás practicando para cuando tu bebé te vomite encima? ¡Dale, levantate, así te la sacamos! ¡Total, estás preñada, y no podés hacer cosas chanchas con nosotros! ¡Le puede hacer mal a ese bombito!, le decía el zarpado de Éric, acariciándole la panza con sus últimas palabras, convenciéndola al menos de sentarse en la cama. Luego de eso, entre los dos le sacaron la remera con una facilidad asombrosa, porque la gorda tenía menos estabilidad que una bolsa de papas. ¡Aunque, conociéndola bien, sabía que actuaba un poco más de la cuenta!
¡Hey! ¿Y quién les dijo que una embarazada no puede hacer cosas chanchas? ¡Yo leí que, de hecho, es muy bueno que se estimulen, por ejemplo! ¿Vos Ani, te tocás por lo menos?, intervine, casi tan afectada por la calentura como ellos. A Éric parecía que se le iba a agujerear el pantalón por el palo que traía.
¡Che, parece que tu prima ya estuvo embarazada! ¡O quieren que le dejen un bebito en la panza! ¡Está bastante informadita! ¿Viste chabón?, le decía Nicolás a Éric, que no cerraba la boca ni dejaba de amamantarle las gomas con los ojos a Ani. Yo los deliré con una mirada asesina, y unos chasquidos con la lengua.
¡Y sí nena, es obvio que se toca! ¿No viste cómo tiene la bombacha? ¡Se nota a la legua que no se la cambió, y que ayer, de mínima se metió algún dedito, porque la tiene mojada! ¡Se le re nota, porque se le dibuja la coneja!, dijo Éric, trastornándonos los sentidos con sus palabras, llevándonos a un callejón cada vez más peligroso. Fue obvio que los tres le miramos la bombacha, y que ella se puso un poco tensa. Sin embargo, las piernas se le abrían más, y ni siquiera les prohibió a las manos de Éric llegar hasta un tramo del elástico para estirársela un poco. Cuando le chicoteó la piel, mi prima gimió como tantas veces la había escuchado cuando intentaba seducir a los pibes del boliche, en nuestras épocas de joda juntas.
¡Mirá boluda, cómo se te ponen las gomas! ¡Creo que, están pidiendo que alguien les saque un poquito de leche! ¿Vos qué decís Natu? ¿La probamos?, dijo Nico, apropiándose totalmente de una de sus tetas. Se la amasaba, le estiraba el pezón y mostraba los dientes con un morbo en la cara que te convencía. Ella, mientras tanto decía: ¡Hey, hey, no se zarpen chicos! ¡Tampoco es para tanto! ¡Y, ayer no me toqué! ¡Fue esta mañana!
¡Seguro clavaste un video chancho, de negros culeándose a preñadas!, dijo Éric, acercándose a la panza de Ani para acariciársela.
¡Ni en pedo! ¡No necesito poner videos para tocarme! ¡Ustedes, ni se imaginan el calor que se siente acá adentro! ¡La concha se te hace como de fuego, y es como si, tuvieses ganas de meterte algo todo el tiempo, y a la vez, ganas de hacerme pis encima!, seguía explicándose Ani, mientras Éric se atrevía a juntarle las plantas de los pies, y Nico continuaba mimoseándole las tetas, de a una por vez. Hasta que yo, totalmente confundida y fuera de mis cabales le susurré: ¡Dale Nico, probala, y decinos a qué sabe! ¡Por ahí, de tanta chocolatada que tomó cuando era nena, tiene leche con chocolate mi primi!
Nicolás, dudó un segundo. Aunque, dio la sensación que fue solo para tomar aire, porque pronto empezó a ponerme los pelos de punta cada succión de sus labios al pezón de Ani. En medio de esa chupada de tetas, Éric y yo nos sumamos a besuquearle la panza, y yo especialmente, a frotarle la vulva sobre su bombacha húmeda. Ani suspiraba extasiada, y Nicolás nos juraba que la leche que ya le salía a mi prima estaba deliciosa.
¡Heeey, chicos, les pedí que no se zarpen! ¿Ustedes, también andan calentitos? ¡Ojo, que, si me empiezan a estimular, van a tener que apagarme después! ¿y, patea el bebé primis? ¡Aaay, qué rico, chupame más vos, tarado! ¡Al menos, ahora te fijás en mis tetas!, decía Ani, intentando conectar su cerebro con la realidad y las sensaciones que entre todos le regalábamos.
¡No sé si patea! ¡Pero, posta, este bombito está para darle mucho cariño, y una rica lechita!, le dijo el descarado de mi primo, mientras yo le tanteaba el paquete con una mano, y con la otra seguía frotándole la conchita a mi prima, que de a ratos se chuponeaba con Nico, y luego volvía a ofrecerle las tetas para que se no pare de mamárselas.
¡Tenés la bombacha muy mojada mami! ¿Pero, te acabaste encima? ¿O te measte, chanchona?, le pregunté al oído a Ani cuando Nico le dio un respiro, y ella giró la cara para comerme la boca de un chupón tan ruidoso que, los chicos no pudieron hacer otra cosa que mirarnos, y pedirnos más besos con lengua. De modo que, durante un par de minutos, Ani y yo estuvimos comiéndonos las bocas, yo con una rodilla sobre la cama, y ella medio sentada, con las tetas chorreando gotitas de leche, y saliva de Nicolás. Hasta que, de repente sentí las manos de alguno de los dos sobre mis hombros, y luego, el descenso brusco de mi short por mis piernas. Enseguida, varios chirlos en la cola, y la voz de mi primo diciéndome: ¡Qué hermosa tanguita Natu! ¡A esta no te la conocía!
Entonces, el mundo se volvió loco. Ya casi no podíamos hilar una charla coherente, ni prometernos paz, ni llegar vivos a una tregua más que razonable. Ni bien se detuvieron las nalgadas de Éric, vi que Nicolás se quedaba en calzoncillos para arrodillarse al otro lado de la cama. Ani le agarró la pija con las manos, y después de morderme los labios por última vez, se dispuso a pajeársela un rato, para finalmente comenzar a atragantarse como una loca, entre chupones, escupidas y unas succiones tan ordinarias como apasionadas.
¡Dale Natalia, ponele onda! ¡Agarrame la verga, y apretámela un ratito, si te encanta apretar el ganso de tu primo favorito!, me dijo Éric desde el fondo de un silencio, apenas roto por las arcadas y eructos de Ani, que ya se había metido la pija de Nico en la boca, y no parecía resignarse a sacarle hasta la última gota de leche. Yo, terminé buscando la verga de mi primo, y apenas se la empecé a pajear, él se quedó en cueros, con un bóxer de Nirvana a punto de caerse de su cintura, y no se le ocurrió otra cosa que apoyarme el paquete en el culo, estirándome la bombacha hacia arriba para que se me entierre toda, y para rozarme la chucha con sus dedos. Pero, de repente, los tres le chuponeábamos la panza a Ani, que solita se amasaba las tetas con una mano, y le pajeaba la verga a Nicolás.
¡Che, se ve que tus primitos, todavía se tienen ganas! ¡Y vos, Ani, seguís siendo la mejor petera de la escuela, aunque ya no vayamos!, le decía Nico, mientras subía con sus besos hasta sus tetas para volver a succionárselas. Éric y yo nos re transábamos encima de la piel de mi prima, yo todavía con mi mano en su pija durísima, y él intentando colarme un dedo en la concha. De hecho, nos cacheteamos la cara un par de veces, y él me arrancó el pelo.
¡Che Ani, no te quejes, que seguro el guacho la debe estar pasando genial! ¡Tenés mansa compañía bebé! ¡Y, por lo menos yo, planeo quedarme hasta que te tomes toda la mamadera! ¡Por ahí, tu primo también te la quiere dar!, le decía Nicolás, mientras volvía a meterle el pito en la boca. Solo que esta vez, primero se la refregó por toda la cara, y se la hizo oler un buen rato, además de pedirle que le pase la lengua por los huevos.
¡Sí Prima, y también tenés manso olor a pichí en la bombacha! ¿Se la sacamos Éric?, dije yo ni bien detecté ese detalle, el que, lejos de repeler a mis sentidos, me llenó de curiosidades. ¡Algo me decía que tenía que chuparle la concha a mi prima! ¿Pero cómo lo haría? ¡Yo, nunca se lo había hecho a ninguna chica!
¡Sí nena, sacame la bombacha! ¡Y vos Éric, no te hagas el boludo, y cogeme!, dijo con dificultades mi prima, porque aún seguía prendida de la pija de Nicolás, quien lentamente empezaba a aumentar sus pulsaciones, gruñidos y envestidas voraces en su boquita. Entre Éric y yo se la bajamos hasta las rodillas, y él se la sacó de un tirón mientras mis dedos comprobaban la humedad de su vagina, y la cantidad de vello púbico que ocultaba las bondades de su clítoris en llamas. Éric se puso a oler la bombacha de Ani, hasta que se acercó para ponérsela en la cara a Ani, mientras Nicolás comenzaba a detonar sus chorros de semen en la boca, y en cualquier parte del rostro de mi prima. También la ligó su pelo, el cuello y las gomas. Pero a ella no parecía importarle nada. Recién ahí, con la boquita desocupada, y aunque no le entusiasmaba oler de su propia esencia, empezó a pedirnos que nos olvidemos que estaba embarazada, y que la hagamos gozar.
¡Cómo te patea el guacho amor! ¡Parece que quiere jugar a la pelota! ¡Y su mami, quiere que se la metan hasta los huevos!, le decía yo, mientras el flujo de su conchita se multiplicaba entre mis dedos, que ya le frotaban el clítoris, y navegaban en la oscuridad de esa cueva totalmente empantanada. Y, como estaba casi echada sobre sus piernas, Éric aprovechó a frotar su carne ahora desnuda en el culo. Notaba que se pajeaba entre mis nalgas, y que boludeaba con subirme y bajarme la bombacha. Entonces, Nicolás tomó su celular y le sacó fotos a la cara y a las tetas de Ani, y luego a nosotros. Yo, incluso no tenía problemas en chuparme los dedos que retiraba pegoteados de la concha de mi prima. ¡Me sentía con la euforia de hacer lo que quisiera! Hasta que, de golpe y porrazo los dedos de mi primo se me enterraron en el cuello, y luego de un breve: ¡Ahí la tenés guachona!, sentí que lo mismo hacía su pedazo de músculo en el interior de mi concha; justo cuando Ani le gritaba: ¡Dale bobo, arrancale la tanga y dale bomba, que se te quiebra la verga por cogértela otra vez!
¿Cómo? ¿Eso quiere decir, que, estos dos ya se cogieron? ¡se lo tenían bien guardadito, cochinos!, exclamó Nicolás entre divertido y maravillado. No paraba de sacar fotos bajo los reproches de Ani, quien le prometía cortarle la garganta si llegaba a publicar lo que sea. Sabíamos que no era capaz de hacerlo. Obviamente, no era nuestra intención quemarnos bajo ningún punto de vista. Y menos por las redes sociales. Pero él, le decía que se las iba a mostrar a todos sus primos, y a los nuestros. Eso comenzó una pequeña guerra de almohadas entre todos, que terminó al fin cuando Éric, que apenas había entrado y salido un par de veces de mi concha, aprovechó que Ani se sentó en la cama con los pies en el suelo para meterle la pija en la boca.
¡Dale zorrita, probá el sabor la conchita de tu prima! ¡Sacame la lechita nena, así le damos un poquito a la bebé!, dijo Éric, sin elegir sutilezas ni cariño, arrancándole el pelo para penetrarle todo lo que pudiera de su garganta. Ahora Ani sí que eructaba con razones mas que suficientes cada vez que su glande salía empapado en saliva de esa boca golosa, que no paraba de saborearse. En un momento me dijo: ¡Me gusta el sabor de tu concha Nati! ¿Por qué nunca me dejaste probarla nena? ¿Ves que sos mala conmigo?
Los tres estallamos en risas nerviosas y calientes, mientras Éric volvía a ofrecerle su verga para que se la mame, y Nicolás le agarraba los pies para pajearse con ellos. El pibe ya la tenía parada, pero no lo necesario como para sumarse a cogerle la concha, por ejemplo, en la que mis dedos seguían embebiéndose de sus jugos. Hasta que yo me arrodillé, le manoteé la pija a Nico, y me puse a chupársela como una putita del porno amateur. Él, mientras tanto le tocaba la conchita a Ani, y estiraba una de sus manos para apretarle las tetas, logrando que algunos gotones de leche se derramen impertinentes de sus pezones hinchados. Cuando los dos nos percatamos de semejante brote de la naturaleza, nos acercamos para chupárselas, y en ese momento, mi prima me pasó la pija de Éric con su boca, directamente a la mía. ella se echó en la cama para que Nicolás continúe comiéndole las tetas, mientras le gimoteaba: ¡Dale guacho, subite arriba mío, y garchame! ¡Si querés, me das vuelta, y me culeás bien culeada! ¡Pero la quiero adentro, ahora!
De nuevo el mundo se volvió loco. En una fracción de segundos mágicos, Ani terminó sobre la cama, en cuatro patas, con las manos de Nicolás nalgueándole el culo, y con Éric y yo prendidos de sus tetas. Le salía una especie de leche insípida, tibia, pero evidentemente deliciosa para el morbo de nuestras pasiones, porque no dejábamos de sorber, chupar y morderle los pezones.
¡Boluda, posta que, si te la bancás, te la clavo toda! ¡Ya estoy al re palo otra vez! ¡Aparte, no podés tener este pedazo de orto, putita!, escuché que Nico le expresó, sin dejar de chirlearle el totó, mientras yo volvía a petear a mi primito, y él seguía mordisqueándole las tetas a Ani. Hasta que la oímos gritar, y le aire de la habitación pareció quebrarse en mil pedazos. Lo que nos hizo dar cuenta que al fin Nicolás decidió penetrarle la concha, sin dejar de pellizcarle el culo, ni de arrancarle el pelo. Éric se avivó, para que los vecinos que solían romper las bolas por la música fuerte y todo eso, no vengan a tocarnos el timbre. Así que, me prohibió el sabor de su pija hermosa para encajársela en la boca a Ani, diciéndole cosas como: ¡Dale gila, tomate la mema del primo Éric, que siempre tiene buena leche! ¡Abrí más esa boca, cochina, lecherita inmunda! ¡Me encanta verte gordita, saber que estás preñada, y que me estés chupando la verga así mamu! ¡Dale, dale guacha, que bien que te la pasaste subiendo fotitos en tetas al IG, o tirando piquitos, o mostrando la panza! ¡No sabés las pajas que le dediqué a ese bombito!
¡Faaaa, boludo! ¡Yo, ni hablar! ¡Y ahora, no sabés lo caliente que tiene la zorra! ¡Me va a explotar la pija en cualquier momento! ¡Así bebé, sentila toda, que te vuelve loca la verga! ¡Así chancha, estás hecha una gorda chancha, pero hermosa! ¡Cómo te entra toda putoncita!, agregaba Nicolás, haciendo exhaustivo el sonido de su mete y saque violento, jugoso y rítmico, mientras yo seguía alimentándome de la leche de las tetas de Ani. Ella gemía atragantada, porque Éric se la mandaba hasta la campanilla, sin escatimarle cachetaditas con la pija cada vez que se la sacaba de la boca, como para que no se olvide de respirar.
¡Dale perro, cogeme más fuerte! ¡Y, dejá de decirme chancha! ¡Porque, el que se está cogiendo a una embarazada, sos vos! ¡Aparte, sos re cagón, porque no me cogés el culo!, empezó a decirle Ani, cuando tuvo unos segundos de sobriedad, justo cuando yo le chupaba la pija un ratito a Éric, y Nico la seguía ensartando con todo su repertorio. El sudor nos igualaba en colores, olores, palpitaciones y revoluciones. Cuando de repente, otro grito de Ani partió al techo de la habitación en varios trozos de eco insoportable.
¡Ahora sí guacha, todita en el culo la tenés! ¡Cómo se ve que ya te lo abrieron! ¡Uuuf, qué rico culito nena! ¡Calentito, igual que tu zorra!, nos aclaró de golpe Nicolás, que ahora se movía con más energía que antes, haciendo restallar su pubis contra esas nalgas impresionantes. A Éric, que siempre le había dado un poco de impresión el tema de los pelos en las mujeres, estaba maravillado mirándole la conchita peluda, mientras yo volvía a mamársela. Hasta que no lo soporté más. En un impulso no tan propio de mí, me bajé la bombacha, le tomé la mandíbula a mi prima con mis dos manos y coloqué su boca exactamente en el centro de mis piernas. Solo tuve fuerzas para decirle: ¡Chupame la concha putita, dale, mientras tu amiguita te culea bien rico!
La verdad, pensé que me ganaría flor de cachetazo, teniendo en cuenta el genio de mi prima, tan impredecible como exasperante a veces. Sin embargo, su lengua se deslizó sin problemas por el orificio de mi vagina, y enseguida su nariz fue un torbellino de respiraciones agitadas contra mi concha. Uno de sus dedos buscó mi clítoris, y por un momento tuve miedo de mearle la cara de lo alzada que me sentía. Además, gracias al bombeo de Nicolás en su culito, su boca se resbalaba con imprecisas delicias, su lengua me lamía desencajada y sus dedos chapoteaban como eléctricos en toda la profundidad de mi sexo. Éric me acariciaba el culo, hasta que regresó a pajearse entre mis glúteos. Y lo que tanto me hizo presagiar, se terminó dando. ¡Los 19 centímetros de pija de mi primo, cruzaron los umbrales de mi culo, y ya no pude evitar gritar como una loca endemoniada! Eso envalentonaba a Nicolás para darle más duro a Ani, y a ella para chuparme la concha sin una pizca de sensualidad.
¿Viste primi? ¡Era buena la idea de mostrar las tetas! ¡Ustedes, son unos anticuados! ¡Ahora se están enfiestando con, “La Puta Embarazada” !, dijo Ani a viva voz, mientras los jugos de mi concha le dificultaban la respiración.
¡Te la voy a largar toda bebé! ¡Te voy a enlechar todo este culo de perra que tenés! ¡Pedime la leche pendeja! ¿Dale, así tu bebé también toma un poquito!, le gritaba Nicolás, tratando de meterle hasta los huevos, percutiendo sin limitaciones, ni cuidados, ni más libertades que la de su glande apretadito en ese túnel oscuro, dilatado y afiebrado. Y, a pesar que Ani le rogó para que su amigo le acabe adentro de la concha, mis gritos al sentir cada centímetro de mi primo en el culo y la lengua alocada de mi prima en mi sexo, no le quedó otra que armarse de voluntades, y al fin derramarle toda la leche en lo más profundo de ese culo que pudiera. Daba unos alaridos temibles por momentos, mientras Ani se quejaba, le decía que era un bruto de mierda, que no sabía tratar a una embarazada, y que la próxima vez, ella le metería sus consoladores en el orto.
¡Dale perra, dejá de gritarle a ese tarado, y comeme la concha, que este me está puerteando el orto re rico! ¡Dale, que te voy a mear la cara pendeja!, le grité a mi prima, presa de un pánico que me hacía flotar, mientras Nicolás le juraba que ni bien se descuide, le iba a mear las tetas.
¡Y sí amigo! ¿Viste que todas las embarazadas huelen a pis? ¡Eso es porque les fascina que sus bebés se meen a upa de ellas!, decía Nicolás, todavía encendido, con ganas de nalguearle el culo a mi prima, y con la pija a media asta, brillante de su propia leche y colorada en la punta. Cuando se la vi, tuve toda la tentación de chupársela. Pero los alaridos que Éric me arrancaba con su pija lacerante en mi culo, no me dejaban pensar en otra cosa que en pedirle más. A él, y a la lengua de mi prima. Hasta que Éric, al borde de un ataque de nervios, me la sacó del culo, nos pidió a Nico y a mí que ayudemos a Ani a sentarse sobre él, una vez que se sentó en la cama, y durante un rato, vimos cómo Éric le atravesaba la concha a mi prima, con la pija más gorda y cabezona que nunca. Yo me sumé a chuponearme con ambos, y Nicolás seguía enceguecido con las tetas de Ani. Se las amasaba, lamía, mordisqueaba, succionaba y pellizcaba a placer. Seguía diciéndole al oído que se las iba a mear, y que él sería el primero en tomar de su leche una vez que nazca su bebé.
¡Por esto te hicieron este bombito primi! ¡Porque te encanta la fiesta! ¡Te vuelve loca la pija, coger así, y que te re contra cojan la concha, y el culo! ¡Así nena, seguí saltándome así, quebrame la pija guacha, dale, así te doy toda la lechita caliente, y el Nico después te mea toda! ¿Te gusta que te meen las tetas?, le decía Éric, asegurándose que cada porción de su poronga se empape de sus jugos, que su glande se estrelle contra el tope de su canal vaginal, y consciente que no le faltaba mucho para germinarle las entrañas con su acabada.
¡Sí Nico, se las vas a mear todas! ¡Seguro que esta va a ser otra de las que se pajea la concha, mientras el bebé le chupa las tetas! ¡Seguí bebé, escupite las tetas, y dejá que la Nati te pase la lengua por toda la carita! ¡Por esa carita de petera que tenés!, seguía diciéndole mi primo, mientras yo hacía exactamente eso, y ella se babeaba como si tuviese una enfermedad mental, pidiéndole más pija, más ritmo, y toda la leche adentro. Finalmente, eso fue lo que sucedió, casi que sin posibilidades de retrasarlo más. La gorda empezó a tener un calambre mientras Éric le gritaba: ¡Tomáaa, gorda putaaaa, te embarazo otra vez mi amoooor, asíiii, te dejo todo mi semen adentroooo, toda la lechita, gorda sucia!
Yo, la verdad, no sabía que después de semejante polvazo, habría lugar para otros episodios. Tampoco sabía cómo iba a reaccionar al verlo. Pero, apenas Ani se recuperó de su contractura en las piernas, Nicolás la recostó en la cama, apuntó su pija al abdomen voluminoso de mi prima, luego de chuparle una vez más esas tetas babeadas y llenas de pellizcos, y empezó a mearla toda. Desde el inicio del pecho hasta la concha. ¡Y la muy chancha, mientras toda esa lluvia amarilla la cubría cada vez más copiosamente, se metía dedos en la concha para frotarse el clítoris, o se pegaba en las piernas! Era claro que eso la hizo alcanzar un orgasmo que, al menos yo no comprendía del todo. Pero, también estuvo claro que no era la primera vez que lo hacían. Entretanto, Éric y yo nos chuponeábamos pegados al ropero, incrédulos de lo que veíamos, pero más alzados que antes.
¡Che Natu, vos también tenías olorcito a pipí! ¡No te hagas la limpita acá mamu!, me dijo Ani, una vez que se recuperó un poco de los terremotos que le gobernaban el cuerpo. Nicolás se echó a reír, ya casi vestido por completo, y le sacó un par de fotitos. Ani seguía meada, con marcas por toda su anatomía, y aún con algunos resabios de su calambre. Pero tenía la mirada feliz, una expresión de triunfo en el rostro, y ganas de reírse por cualquier cosa.
¡Si no fuera por este bombito, no la habrían pasado tan bien! ¿Vieron que no soy tan forra? ¡Después de todo, nos echamos un tremendo domingo! ¿O no? ¡Bueno, ahora me van a tener que ayudar a bañarme, cambiarme, y a ordenar un poco este cuarto! ¡Aaah, y, además, a cambiar las sábanas!, nos dijo en modo autoritario, imitando a la perfección la voz de mi tía. O sea, de su madre. Los tres nos negamos por completo. De hecho, los dos se pusieron de acuerdo para silenciarla con sus pijas. ¡Esta vez, estuvo chupando casi que, por espacio de una hora, y no paró hasta sacarles la lechita! Fin
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