Mi amiga Valeria me recibió de buen grado en su casa. No nos veíamos hacía por lo menos 5 años, y yo, me había mudado de nuestra ciudad por cuestiones laborales, y de pareja. En casa de mi madre, las cosas estaban complicadas, por razones de espacio, y por algunos temas familiares. Yo tuve que volver por una serie de trámites. Por lo tanto, solo disponía de una semana para visitar amigos, familia, ex compañeros de mis viejas actividades deportivas. Vale me fe a esperar a la terminal, y juntos tomamos un café en un barcito sin demasiados lujos. ahí supe que estaba en pareja.
¡Igual, no te preocupes, que Rocío no va a tener problemas con que te quedes ¡¡Ya lo hablamos, y la mejor! ¡Ella sabe que somos amigos hace una bocha, y, aunque se ponga celosa, ese es un mambo de ella! ¡Vos, tranqui, que todo va a estar bien!, me trataba de convencer mientras compartíamos un tostado. Hablamos de nuestras vidas, nos pusimos al día sobre muchas cosas que ninguno sabía del otro, a pesar que nos comunicábamos por celular. Y de golpe, ya estaba en su casa, colgando mi campera en una de sus sillas, pensando en descansar un rato, ya que eran las 7 de la tarde, y en el colectivo apenas había dormido. Entonces, apareció Rocío.
¡Hola! ¡Vos sos Matías! ¡Yo soy Rocío, la novia de tu amiga!, me decía, mientras me plantaba un tímido beso en la mejilla derecha. A golpe de vista, no era nada del otro mundo. Sin embargo, lo fuerte fue que estaba vestida apenas con un mini short que evidenciaba la ausencia de ropa interior, y un top deportivo.
¡Vestite Ro, que no estamos solas!, le advirtió Valeria desde la cocina, poniéndose a la tarea de hacer un guisito, mientras también preparaba el mate. Yo, acaso involuntariamente dije: ¡Tranqui Vale, que no me jode! ¡Esta, es tu casa!
¡Sí, pero, tenemos Visitas Mati! ¡Ya lo hablamos Ro!, dijo a modo de advertencia consensuada, acomodando las cosas del mate sobre la mesa para continuar la charla que teníamos camino a su casa. Rocío se levantó, y a regañadientes desapareció por una puerta. Le vi las piernas, y me quedó clarísimo que jugaba al fútbol, en el único equipo femenino de la ciudad.
¡Boludo, mi hermana me lo dijo! ¡SI salís con una baby, vas a renegar hasta para que se vista! ¡Pero no sé, me re mueve el piso! ¡Habitualmente ella cocina, hace las cosas de la casa, y bueno, después, cuando yo vengo del trabajo, recién nos vemos! ¡Por ahora no estudia! ¡Le dije que al menos termine el secundario!, me explicaba en voz baja, tal vez por miedo a que Rocío esté escuchando detrás de la puerta. Yo pensaba en que, la diferencia de edad entre ellas no era tan significativa. ¡Solo diez años! Pero Rocío no tenía más ambiciones que jugar al fútbol, y ya tenía 23 años. Por más que sea una crac, difícilmente podían llevársela a jugar a las grandes ligas. Siempre buscan a pendejas excelentes para poder formar.
¡Bueno, pero, sacando esas cosas, imagino que la pasan bien! ¿Vos estás enamorada? ¡Ella parece un poco fría!, le dije, respetando el tono de su voz. Ella, se acercó para susurrarme al oído: ¡Mati, te juro que me vuelve loca! ¡Es una bomba en la cama! ¡Nunca, nadie, en la vida, me chupó la concha como ella!
Inmediatamente se puso colorada por su confesión, y se echó a reír. Yo disimulé acerca del tema que hablábamos, por las dudas.
¿Viste que yo andaba perdida? ¡No me ponía de acuerdo, si pija, si concha, o qué carajo! ¡Pero esta bombona, me convenció! ¡Sabe besar como una genia! ¡Y, le encanta la onda de disfrazarse, o de ponernos en distintos roles! ¡Una vez nos vestimos de porristas, y salimos a la cancha para alentar a su equipo, el día que jugaba la reserva! ¡También hizo de ladrona, y yo de policía! ¡Salimos a la noche, a la costanera, y yo la perseguí, hasta que la agarré en una arboleda! ¡No sabés lo puta que me pone! ¡Perdón amigo, pero, sabés que de estas cosas no puedo hablar con nadie!, me seguía confiando a media voz, entre mate y mate, mientras en la tele pasaban imágenes de cortes de rutas en la capital. Le dije que no tenía que disculparse conmigo, al tiempo que en mi cabeza se entretejían todas las imágenes que ella me convidaba, inocentemente.
¡Me hace escenas de celos para después matarnos en cualquier parte de la casa! ¡Me huele la ropa cuando vuelvo del trabajo! ¡Me revisa la cartera! ¡Me come la boca delante de sus amigas, o de sus compañeras del club, como si quisiera marcar su territorio! ¡Está hecha una loca! ¡Y a mí me encanta!, agregaba mientras el mate no parecía calmar mis ansias de tener un momento privado. Es que, mi pene empezaba a reaccionar a sus confesiones, y más allá que sea mi amiga, los ratones no entienden de lazos humanos o fraternos.
¡Che, por las dudas digo! ¿No habrán hecho nada arriba de la mesa? ¡Porque, acabo de comerme un pan con queso, que estaba acá arriba!, le decía, para hacerla reír, y distender un poco el tendal de hormonas dispersas por el aire. Y entonces, apareció Rocío. Ahora tenía un vestido largo hasta el inicio de los tobillos, y una especie de vincha de tela en el pelo. Tenía un perfume exquisito. ¿O tal vez era su propio aroma el que me desconcertaba?
¿Así está bien amor? ¿No me parezco a una monjita?, le decía Rocío con una falsa delicadeza, corriendo la silla en la que estaba sentada Vale para sentarse sobre sus piernas. De inmediato arrancaron un besuqueo feroz, sin demasiado ruido, pero cargado de suspiros. Especialmente provenían de la boca de rocío. Vale intentaba silenciarla, chistándola de vez en cuando. Yo miraba para otro lado, para no incomodarlas.
¡Amor, dale, vamos a preparar la comida, que Mati debe estar cansado! ¡Son como, ocho horas en bondi, de córdoba a Escobar! ¿No Mati?, dijo Vale, como para serenar un poco el lívido de su novia. Yo le dije que, al menos esta vuelta fueron como diez horas, porque había mucho quilombo en la ruta.
¡Bueno, ahora les cocino a los dos! ¡Vos, quedate charlando con él, que hace mucho no se ven! ¡Son muy tiernos cuando están juntos! ¡Aparte, Mati, siempre habla re bien de vos! ¡Debés ser un buen tipo! ¡Así que, ahora me pongo! ¡Pero te extrañaba gordita puta!, dijo Rocío, con autoridad y picardía. Y, aunque la última frase intentó ser un susurro, yo no pude evitar escucharla, como tampoco los chupones que se dieron a continuación. El aire se viciaba cada vez más de adrenalina, y mi cansancio se convertía en pura bruma de ciudad, como si pudiera dibujarse en los cristales de un colectivo andando desbocado en medio de la noche.
Rocío se puso a cocinar, y con Vale seguíamos hablando de nuestras cosas. De vez en cuando, la piba se acercaba para comerle la boca, o para darle un piquito, o para traerle una nueva pava de agua. En un momento, mientras Rocío golpeaba unos bifes con un martillo de madera para ablandarlos, Vale me confió expresamente: ¡Mati, ya vengo! ¡Te juro que, si no me cambio la bombacha, me muero!, y desapareció por la misma puerta que antes lo había hecho su chica.
Durante la noche, una vez que disfrutamos del espectacular guiso de arroz, carne y verduras, tomamos un café, mientras Rocío hablaba por teléfono con su madre. Luego, ayudé a armar lo que sería mi cama. Constaba de un colchón bastante alto acomodado en la pequeña sala que oficiaba de comedor. La casa tenía una sola habitación con el baño en frente, una cocinita, un patio diminuto, un lavadero repleto de cachivaches, y no mucho más. ¡Y pensar que por alquilar allí le pedían una torta de guita! La cosa es que, luego de hablar con mi esposa por celu en una llamada breve, de saludar a mis hijos para que tengan una buena noche, y de ponerle la funda a mi almohada, me acosté a dormir. Vale me saludó con un beso en la mejilla, y se fue tras los pasos de Rocío, que me saludó desde lejos. Entonces, todo fue silencio. Todo, menos la erección de mi pija ingobernable. Empecé a darme vueltas para un lado y para el otro, imaginando a esa guacha vestida de colegiala, de mucama, azafata, de policía, y a mi amiga persiguiéndola, sometiéndola, o tal vez dejándose llevar por sus encantos. ¿Qué tan fatal podía ser en la cama? ¡Y con esa carita de guiso lavado! ¡Bueno, pero tenía un culo hermoso, y unas piernas tremendas! Cuando quise acordar, estaba frotándome la pija por encima del calzoncillo. ¡No podía clavarme una paja en la casa de mi amiga! ¡Y menos entre sus sábanas de invitado! Para colmo, en un momento Rocío se levantó al baño, y no cerró la puerta. ¡Fue demasiado para mis impulsos nerviosos escucharla hacer pis como si nada! Así que, de igual modo, una vez que pasaron varios minutos hasta que rocío volvió a su cama, me levanté al baño para descargar. ¡No podía creer el palo que tenía encima! ¡Y, para más detalles, cuando pasé por la puerta de la pieza de las chicas, oí un claro besuqueo acompañado por unos gemiditos! Valeria, tal vez alertada de mis movimientos, le dijo algo así como: ¡Shhh, pará amor, que Mati se levantó, y te va a escuchar bebé!
Al día siguiente me costó despertarme. Me dolía un poco la espalda, gracias a lo incomodo de las butacas del puto colectivo. Pero al menos había dormido bien. Desayuné con Rocío, porque Valeria ya se había ido a su trabajo. Ella se levantó cuando yo ya había preparado un termo con café. Al verla en remera ancha, descalza, y con apenas un culote azul, intenté todo el tiempo mirar para otro lado. En definitiva, esa era su casa, y a mí no me correspondía decirle nada.
¡Che, espero que hayas dormido bien! ¡Tu amiga salió temprano! ¡Uuuh, se olvidó el paraguas! ¡Parece que afuera está lloviendo con todo!, decía, mientras acomodaba cosas, ponía su celu a cargar, y se sentaba, puesto que yo le había preparado una taza de café con unas tostadas. Era lo menos que podía hacer, después de alojarme allí, desinteresadamente. Entonces, hablamos de fútbol, de bandas de rock, de política, y de mis planes para ese día. Tenía que visitar a mi madre, a mi primo que andaba con algunos inconvenientes legales, y a varios amigos.
¡Vale y vos se conocen de chicos! ¿No?, me preguntó de repente. Le dije que sí, y le juré que había dormido de maravillas cuando reiteró su preocupación.
¿Y, era torta de chiquita? ¡Bueno, yo sé que salió con chabones, antes de mí, y con algunas chicas!, me largó, mientras le ponía pilas nuevas al control remoto.
¡Y, mirá, no sé tanto de su vida sexual! ¡Pero, sé que es una buena mina! ¡Nunca te va a dejar a gambas, ni es capaz de ocultar nada! ¡Se siente muy mal si no dice lo que siente!, le aclaré, y a ella se le llenaron los ojos de lágrimas.
¿Y a vos, no te jode verla con una chica? ¡Bueno, a veces, ella me pide que me vista, o que me esconda! ¡Parece que tiene vergüenza de mí!, decía luego, abriendo las piernas y corriendo la silla para alejarse de la mesa.
¡No creo que quiera esconderte Ro! ¡Por ahí, le da pudor que, cuando vienen a verla, vos, quizás, estés media desnuda! ¡Pero, a pesar que no hablamos mucho de esta relación que tienen, estoy seguro que te quiere!, le dije, tratando de no mirarle las piernas, ni de incomodarla de ningún modo. Al rato, yo ya estaba caminando por la humedad de una ciudad que no avanzaba a pesar de los años, yendo a lo de mi madre. No podía ser que tuviese la pija parada otra vez. Pero, de lo que estaba convencido, es que no se trataba de Rocío. ¿O sí?
Ese día, volví a lo de Valeria recién a la noche. ella me abrió medio somnolienta, me preguntó si necesitaba algo, y me pidió disculpas por no poder quedarse a matear conmigo. Me dijo que mañana debía levantarse temprano, y yo le dije que no se angustie, que mañana hablábamos. Entonces, me desvestí y me acosté, luego de responder varios mensajes de WhatsApp. Tal vez había empezado a soñar, o quizás, ni siquiera había traspasado las barreras de Morfeo, cuando de pronto un sobresalto me sacude las entrañas.
¡Dale gorda, que mañana tengo que levantarme temprano!, se quejaba Vale, con cierto fastidio.
¡Bueno, pero, es un ratito, nada más! ¡Tu nena tiene hambre, y quiere guerra mamu! ¿Vos no me extrañaste? ¡Dale, dejame olerte la tanga!, se le encimaba pronto la voz de Rocío, sin importarle si alguien, o sea yo, la escuchaba. Valeria la chistaba incómoda, y entonces, unas palabras amortiguadas sonaban a discusión, o a un no acuerdo. Pero, parece que hubo reconciliación, o algo positivo entre ellas, porque al rato, unos gemidos cada vez más agudos, cargados de deseo, y ciertas palabritas empezaron a escaparse de aquel cuarto, para refugiarse en mis oídos.
¡Dale mami, colame todo, asíii, comeme toda, dame bomba mamu, colame más, sacame todo el juguito!, Decía la vocecita impune de Rocío, mientras Vale intentaba razonar, o bajarle intensidad, diciéndole: ¡Shhh, tarada, calladita, que no estamos solas! ¡Y basta de oler mi tanga! ¡Damelá, que sabés que no estuve con nadie! ¡Yo trabajo todo el día nena!
Claramente, no encontré limitaciones para mi pene, ni me obligué a no sobármelo. Aunque, tenía miedo de acabarme encima. A pesar que, podía bañarme si lo deseaba. De modo que, mientras luego las escuchaba besarse, moverse en la cama, acaso nalguearse, o pegarse en algún lado del cuerpo teniendo en cuenta los sonidos de azotes, me dejé llevar, y me enchastré hasta la remera con mi lechazo. Apenas reparé en eso, me levanté sigilosamente para meterme en el baño, luego de haber agarrado mi toallón, un bóxer, otra remera y mis ojotas. Tal vez cuando cerré la puerta del baño, Valeria se dio cuenta que la puerta de la pieza estaba abierta, y se enojó el doble con Rocío. Lo supe por el tono de su voz, aunque no entendiera del todo las palabras. Y, entonces, vi un canasto hasta la mitad de ropa sucia. Ropa de las dos, seguramente. Abrí la ducha, y pensé largamente en si llegar a más. Y siempre el deseo, la curiosidad y las ansias le ganan a la moral. Así que, me encontré con remeras sudadas, bombachitas y bóxers femeninos, corpiños, medias, y el culote azul que le vi puesto por la mañana a Rocío. Olí toda la ropa, y gracias a ese culote, pude detectar cuál era el aroma de cada una de ellas. ¡Jamás había tenido curiosidad por los aromas de mi amiga! Pero, es que, sin miedo a equivocarme, el olor de Rocío tenía una frescura mezclada con salvajismo imposible de evitar. El olor de Vale, acaso era más penetrante, pero sin arrogancias. Lo claro es que, la pija se me volvió a parar, y no evité clavarme una nueva paja, pasándome una a una las bombachitas y los corpiños de las chicas por la nariz. Una vez que volví a explotar en semen, me duché, implorando que mi pseudo adolescencia sexual terminara pronto, y luego de secarme, me vestí, me envolví en el toallón y regresé a mi cama. Ahora la pieza de las chicas estaba silenciosa, casi tanto como los latidos de mi corazón.
Al día siguiente, Rocío no se levantó hasta las 11 de la mañana. Yo, tenía que esperarla para que me abra, y de esa forma cumplir con el resto de mis actividades. Pero, no podía importunarla. Cuando apareció por la cocina, me dijo: ¡Mati, no seas boludo! ¡Despertame la próxima! ¡Soy una gila! ¡Me quedé re dormida! ¡Perdón! ¡Aaah, y espero que no te haya jodido lo de anoche!
¡No ro, yo no voy a molestarte! ¡Todo bien! ¡Y, por lo de anoche, nada, me gusta que la pasen bien!, le dije, otra vez intentando no mirarla. Esta vez apareció en bóxer femenino, con una musculosa, y nada más.
¡Che, no hace falta que mires a otro lado cuando aparezco! ¡No me jode si me miran los tipos! ¡Por más que sean re pajeros! ¡Igual, vos sos el amigo de Vale! ¡Aaah, y lo de anoche, Sory! ¡Es que, tenía muchas ganas de coger, y extrañaba mucho a tu amiguita!, dijo entonces, mientras dejaba el manojo de llaves en la mesa, se cebaba un mate y repasaba un poco las migas que había en la silla en la que al fin se sentó después.
¡Bueno, Ro, me parece que no corresponde! ¡O sea, todo bien con tus ganas, y eso! ¡Yo lo respeto! ¡Pero, son cosas de ustedes! ¡No sé si es bueno, o sano que hablemos de tu relación, tan abiertamente!, le dije, eligiendo sin éxito las palabras, queriendo que no suene tan importante y a la vez, que le quede claro.
¡Hey, Mati, todo bien! ¡Ya te dije que no me jode hablar de eso! ¡Aparte, como vos y Vale se conocen, supuse que no hay problemas! ¡Igual, no me vas a negar que no es excitante!, dijo luego, antes de sorber el mate y de llevarse una galletita a la boca.
¿Excitante? ¿Qué cosa?, le dije, sabiendo que me metía en un callejón sin salida.
¡Lo de quedarte en la casa de dos chicas, que encima, bueno, cogieron! ¡Es el sueño de todos los varones! ¡Tener una amiga lesbiana! ¡Aunque, no te preocupes, ni te ilusiones, que no te vamos a incluir!, dijo, riéndose por primera vez, y embelleciendo un poco mas las facciones de su rostro. Luego se levantó moviendo el culo como si estuviese perreando en su imaginación, agarró sus cigarrillos de una mesita, y yo aproveché ese momento para salir. Tenía una reunión con mis hermanos.
¡Sé que nos escuchaste Mati, y te pido perdón! ¡También en nombre de ella! ¡Y no me lo niegues! ¡Es que, bueno, ni me di cuenta que no cerré la puerta, antes de sacarme la ropa! ¡Después, ella me abordó, y todo se fue al carajo!, me decía Vale por la tarde, mientras tomábamos un café en una panchería. Me había dicho que necesitaba hablar conmigo en un lugar que no sea su casa. Yo le dije que estaba todo bien, que no tenía por qué perdonarla, y que no debía ponerse mal por eso.
¡Es que, es insaciable Mati! ¡A veces, no entiende que no puedo, y que, no es que no quiera! ¿Entendés? ¡Ella, se la pasa en la casa, porque no quiere estudiar, y se aferra al fútbol! ¡Yo, se lo permito, y todo bien! ¡Pero, ayer, me sacó! ¡No me dejó dormir!, se quejaba mi amiga, revolviendo inútilmente su café, ya que ni siquiera le había puesto azúcar.
¡Bueno, pero, igual la pasás bien con ella! ¿O no? ¡O sea, se gustan! ¡Se quieren! ¡Es como que, veo muchas dudas!, le sinceré, y ella se acercó a mí para hablar un poco más bajo.
¡Es una provocadora Amigo! ¡Yo la amo! ¡Me encanta, me calienta, me excita, y vivo re alzada con ella! ¡Pero, parece que hay cosas que no entiende! ¿Cómo se levantó en las mañanas? ¿Desayunaron juntos? ¡Ella me dijo que sí!, me confió. Yo le conté los vestuarios de sus amaneceres, y no le sorprendió.
¡Cuando viene una amiga a quedarse, me hace lo mismo! ¡Se levanta en bombacha, o en bolas, o en corpiño y con shortcitos súper ajustados! ¡Después, a mí me cela cuando tengo perfume de otra chica, o de algún pibe! ¡Pero viste que en el negocio todo se mezcla! ¡Trabajo en una perfumería, y no le entra en la cabeza! ¡Es caprichosa, malcriada, y no se pone en mi lugar! ¡A veces, parece que estoy con una nena! ¡Es más, hay noches que hasta se hace pichí en la cama y todo!, se abrió totalmente a mis esperanzas por serenarla. Le expliqué cómo veía yo las cosas, y me reconoció que, a los 35 años, la paciencia no es la misma que cuando éramos más jóvenes.
¿Cómo es eso que se hace pis en la cama? ¡Eso, me parece que no es algo simple!, le dije. Valeria me confeso que suele tener pesadillas. Pero, que otras veces, si está muy excitada, o si se enoja demasiado, se mea en la cama.
¡Che Mati, y, así entre nos: ¿Te gustó ver cómo mueve el culito?!, me largó de repente. No le respondí, pero al notar el desconcierto de mi rostro agregó: ¡No te voy a decir nada bobo! ¡Es, solamente saber si, por ejemplo, a vos se te para cuando le mirás la cola! ¡O esta mañana, al verla en bóxer! ¡No me enojo, te lo prometo! ¡Sabés que somos amigos! ¡Además, vos estás casado con Agus, y está todo más que bien con ella! ¡No?
¡Bueno, no te voy a negar que tiene una cola re zarpada! ¡Pero, no la miré como a una mujer! ¡O sea, boluda, es tu novia!, le dije, mientras ella empezaba a largar una carcajada, mientras me hacía gestos obscenos con los dedos y la lengua. Le prometí que jamás me zafaría con ella, y ella me creyó rotundamente.
¡Boludo, pero si yo no digo que te la vayas a mandar, o que te la quieras coger! ¡Solo, te pregunté si te gusta, o si te parece linda! ¡Aunque, es obvio que no me vas a decir que se te para la pija cuando nos escuchás besarnos, o nos ves! ¡Eso, no se lo puedo creer a nadie!, dijo después, mientras a los dos nos sonaba el celular. En el caso de ella, era su jefe. Yo, en cambio, hablaba con mi esposa de unos papeles que no encontraba, de la prueba que tendría uno de mis hijos, y de la enfermedad de nuestro perro.
¡Imagino que, con Agus, cogen todos los días, con los chicos, el perro enfermo, el negocio y tus suegros! ¿No?, me decía luego mi amiga, una vez que culminaron nuestras llamadas. Le sinceré, con la misma ironía, que lo hacíamos 5 veces al día, y ella me dijo que a lo mejor necesitaba delegar algunas actividades. Además de irnos de la casa de mis suegros, sacrificar al pobre perro, y tener alguna que otra luna de miel con Agus.
Al rato estábamos comiendo pizza en su casa, con algunas cervezas, y ella cigarrillos. Rocío todavía no había llegado de sus entrenamientos. Hacía mucho calor, y Vale me había traído su ventilador de pie. Para colmo, los mosquitos estaban fatales. De golpe, un sueño inhumano pareció apoderarse de ambos. Ella renegó de Rocío y su retraso, ya que eran las 12 de la noche. yo me quité las zapatillas, y me acosté a dormir. Ella debía levantarse temprano nuevamente. Al fin, al cabo de una hora, las llaves de Rocío giraban en la cerradura, y su voz sonó como un sutil lamento en la noche, diciendo algo como: ¡Amor, vení, ayudame! ¡Me hice pis en el taxi! ¡Y, no me queda plata para pagarle al tachero!
Valeria se levantó con cierto fastidio, y sin encender la luz salió a la calle. Yo, a esa altura tuve que hacerme el dormido. Creí que Rocío ya había venido, o que, en su defecto le había avisado a Vale que volvería al otro día. Obvio, que solo eran mis suposiciones. Y de repente, las dos hablaban en la cocina.
¿Por qué tan tarde gorda? ¿Y por qué te hiciste pis? ¿Estuviste tomando birra con las pibas?, le preguntaba Vale con mal genio.
¡No mamu! ¡Me re meaba, y no llegaba a casa! ¡Eso es todo! ¡Y, llegué tarde porque nos agregaron una hora más de entrenamiento, y después, el bondi no pasó nunca! ¡Por eso pedí un taxi!, se justificó Rocío, mientras Vale le pedía que levante las piernas, que colabore para algo que no entendí, y que tome un poco de agua.
¡Te juro que no me hice pichí por las etas de ninguna de esas zorras! ¡Solo quiero mearme en tus brazos gorda! ¡Te amo, y quiero que hagamos el amor ahora!, decía Rocío, evidenciando por primera vez un balbuceo inocultable en la voz. Era obvio que bebió algo, y que se le había ido la mano. En el momento quise taparme con algo más que la sábana. No tenía acolchado por el tremendo calor que hacía, y solo estaba en calzoncillo. Confiaba en que no encenderían la luz. Pero la erección de mi pija ya estaba alcanzando un grado importante de anchura y calor.
¡Basta nena, dejá de decir pavadas! ¡Así como estás, te sacás ese short, la bombacha, y te metés a bañar! ¡Mañana vamos a hablar de esto! ¡Yo te entiendo, pero no podés llegar así a casa!, le decía Vale, con un poco más de calma, recordándole que no debía hablar fuerte porque yo dormía.
¿Tu amigo decís? ¡Ese, seguro que no duerme un carajo! ¡Debe estar re despierto, escuchando cómo me retás!, le decía Rocío, y evidentemente vale le hizo algo, porque al toque la escuché sollozar, reprochándole que no quería bañarse. Por momentos, era una especie de borracha melancólica, culpándose de a ratos, echándole la culpa a una tal Elena, disculpándose, diciéndose que es una mierda, jurándole a Vale que lo más importante en la vida son ellas, y demás desequilibrios.
¡Entonces, vas a dormir en el suelo! ¡Yo, así, meada y transpirada, y con olor a birra no te quiero en la cama!, le dijo Vale, sirviendo agua caliente en una taza, tal vez para hacerle un té. Luego de todo eso, los ánimos se calmaron, y las dos chicas entraron en la pieza. La puerta se cerró, y yo me levanté con todo el cuidado del que fui capaz para acercarme a la habitación. No oí nada, y me decepcioné un poco. La punta del glande me latía irrazonablemente, y afuera el viento comenzaba a soplar con mayor intensidad.
¡Mati! ¡Perdón, casi nos chocamos! ¿Prendé la luz cuando quieras ir al baño, que no pasa nada!, me dijo de repente la voz de mi amia, quien había abierto la puerta de su habitación repentinamente, llevando la ropa de Rocío en las manos. Yo me disculpé por asustarla, y festejé que no se hubiese dado cuenta que intentaba espiarlas.
¡Ahora la peque duerme! ¡Fue difícil calmarla! ¡Siempre me hace lo mismo! ¡Se pone a tomar birra con las pibas, y le pinta el bajón después! ¡Hacía mucho que no volvía meada a casa! ¿Viste que te dije que es una nena en el fondo?, me decía en voz baja, mientras bostezaba y lavaba la taza de té en la cocina. Yo la acompañé, haciéndome el dolobu, onda para preguntarle qué había pasado.
¿En serio no escuchaste nada? ¡Fue divertido en el fondo! ¡Le agarró el pedo melancólico! ¡Bueno amigo, pero, yo creo que, algo tenés que haber escuchado!, me soltó entonces, poniendo sus manos sobre la mesita de la cocina. Yo le aseguré que no escuché nada.
¡Mmm, qué raro! ¡En un momento, cuando pasé por al lado tuyo, te vi con el pito re parado amigo! ¡Ya te dije que, no me jode que te pase eso! ¡Es difícil estar en una casa en la que mi novia se exhibe como quiere! ¡Solo espero que ella no te provoque, o no te moleste!, me dijo entonces, sin preocupaciones, enfilando nuevamente hacia su pieza. Aunque volvió sobre sus pasos para darme un beso y decirme bajito: ¡Dormí bien Mati, y tranqui, que conmigo no hay drama!
Yo, esperé a que transcurran unos minutos, y volví al baño. Necesitaba pajearme una vez más. Sabía que no sería difícil encontrar la ropita de Rocío en el canasto, y eso me envalentonaba peor. De hecho, Vale dejó el shortcito, la bombacha y la remera de su novia en el escaloncito de la ducha, como para lavarla inmediatamente al día siguiente. Entonces, apenas pe acerqué la bombachita verde a la nariz, aspiré unos segundos y me dejé llevar por su esencia de hembrita caliente, empecé a sobarme la pija como un adolescente cebado, inexperto y ansioso, hasta que un torbellino blanco comenzó a caer ruidosamente sobre el inodoro. Nunca me había atraído en absoluto el olor a pichí en la ropa o la piel de una mujer. Pero, el aroma de Rocío, poco tenía que ver con lo conocido, lo razonable o lo convencional. Oler su ropita nada más ya te nutría de unas ganas terribles de saltarle encima para devorarla a chupones.
A la mañana siguiente, ni bien me sonó el despertador me levanté para prepararme un café. Pero no daba para salir a la calle, porque, el temporal estaba más que fiero. Truenos, lluvia con viento, una humedad pesada y abrumadora, y poco ánimo para mojarme a poca ropa que traía. Suspendí la reunión con una pareja amiga con la que quedamos en almorzar, y me dediqué a resolver algunas cosas para el negocio que tenemos con mi esposa en córdoba. Balances, pedidos, números y planillas. Y, cuando quise acordar, eran las 12 y moneditas. Reaccioné, en realidad, cuando oí la voz de Rocío desde su cuarto que me decía: ¡Matiii, porfi, necesito que me traigas un vaso de agua, para tomar una pastilla!
Yo me había olvidado a dónde estaba, y que Valeria me había dicho que, tal vez tenía que quedarme unas horas con Rocío, porque ella no almorzaba en su casa. De modo que le llevé el vaso de agua, y casi se me cae de las manos cuando entré a su pieza, y la vi. Estaba en bolas, tirada sobre la cama, boca arriba, y con las piernas abiertas como una confesión. Ni se inmutó por taparse, o cubrirse con algo.
¡Uy, perdón! ¡Ahí me tapo! ¡Aunque, todo bien si me mirás! ¡Ahora, igual estoy hecha un asco! ¡Me re duele la cabeza, y tengo aliento a birra! ¡Si no me tomo un analgésico, dudo que pueda levantarme!, decía, en el momento en que mi mano le alcanzaba el vaso a la suya. Recién ahí se tapó el pubis con la sábana. Aunque, mis ojos ya le habían detallado a mi cerebro el contorno de su vulva, la forma imprecisa aunque perfecta de sus tetitas, y el arito que tenía en el ombligo.
¿Che, y te dejan jugar con ese arito ahí?, le dije, evidenciándole que la había mirado bien. Ella sonrió, dando por obvio que sí, y se metió un Tafirol en la boca para rebajarlo con agua. El perfume de su piel mezclaba resabios de resaca, sudor, pis, nubes de alcohol y el perfume que se ponía en el cuello unos minutos antes de irse.
¡Mati, perdón que te joda! ¿No me traerías un té? ¡Y, un par de galletitas de la alacena!, me solicitó, justo cuando la erección de mi verga volvía a calentarme el bóxer con sus deslices involuntarios.
¡Dale, te traigo! ¿Con azúcar? ¡Aaah, Ro, es posible que, yo salga, ¡en un rato! ¡Así que, te traigo el té, las galletitas, y, bueno! ¿Vos podrás abrirme?, le dije, improvisando un poco. Empezaba a entender que no podía quedarme un segundo más a tan poca distancia de esa cachorra en celo. ¡Tenía razón mi amiga! ¡Es híper provocadora, se regala muy fácil, y no le importan las formas!
A la tarde, Valeria me mandó un mensaje por WhatsApp. Me contaba que ya estaba en casa, y que, si tenía tiempo, podía tomar unos mates con ella. Rocío había salido. Así que, pagué los tres discos que me había comprado, me tomé un colectivo, y enseguida ya estábamos mateando en el patio.
¡Matu, espero que Ro no te haya hecho renegar mucho! ¿Sabés si comió, o tomó algo? ¡Me había dicho que no iba a entrenar! ¡Pero, bueno, parece que le tira la pelota, y no puede estar sin jugar!, me decía Vale, en medio del canto de unas chicharras insoportables. Por suerte había salido un poco de sol, aunque la humedad era más fuerte que por la mañana. Yo le dije que le hice un té, del percance de haberla visto en bolas, y que se tomó un Tafirol.
¿La viste? ¿Posta? ¡Seguro que ni amagó a taparse la chancha!, me dijo con una mueca de risa, y un brillo especial en los ojos.
¡Ahora me podés decir la posta! ¿Qué te parece? ¿Viste que tiene las tetas chiquitas? ¡Ya sé que es una desubicada! ¡Pero, como me dijiste vos ayer! ¡Si la pasamos bien, no importan los demás! ¡Aparte, con vos no hay secretos!, se explayó, mientras el mate nos enlazaba como siempre, y mi celular vibraba arriba de la mesa.
¡Debe ser Agus! ¡Atendela! ¡Pobre Agus, si supiera! ¡Creo que, si ahora estarías con ella, le echarías un polvo tras otro, en nombre de todo lo que viviste acá! ¡Yo, me siento un poco culpable!, dijo luego, sorprendiéndome con sus conclusiones.
¡Naaah Vale, tranqui, que, si estuviese con ella, ni en pedo podría pensar en ustedes! ¡Las mujeres se dan cuenta de todo! ¡Y aparte, nada, no es la primera vez que veo a una chica desnuda! ¡Acordate que tengo una hermana, apenas un año menor que ella! ¿¡Yo le cambiaba los pañales, y a veces la bañaba, cuando mi vieja laburaba!, le dije, rememorando aquellos recuerdos, saboreando un bizcochito de grasa. Mi celu vibró una vez más, y no pude con n l curiosidad. Pero solo eran llamadas perdidas de Spam, y un par de chats de unos amigos.
¡Uuuy, sí, y encima, seguro que olía a pichí de bebé! ¡Te juro que no quiso bañarse!, dijo Vale, y su voz hizo que mi pito reviente de lujuria.
¿Qué onda amigo? ¿Te gusta? ¡Digo, que se haga pis, o que haya dejado la ropa de ella en el baño! ¡O sea, yo me di cuenta esta mañana, que su ropa no estaba como yo la había dejado! ¡Yo dejé la bombacha adentro del short! ¡Esta mañana, cuando me levanté, vi toda la ropa revuelta!, me reveló, seguro que, disfrutando de los colores de mi rostro, porque, jamás se me dio bien eso de mentirle a los amigos. Traté de decirle que nada que ver, que yo ni sabía de esa ropa, y andá a saber qué otra pavada.
¡Pero Mati! ¡Todo bien che! ¡Solo quiero que me digas, si, te hiciste la paja oliendo la bombacha de mi novia! ¿Qué pensás? ¿Que te voy a mandar a la mierda, o te voy a pedir explicaciones? ¡Yo entiendo, que estés caliente amigo! ¡Es natural! ¿No? ¡Y más, después de haberla visto desnuda!, me calmó con sus palabras como tiernas caricias al alma. Mi cuerpo se aflojó de inmediato, y mi boca terminó aceptando que sí me hice una paja, y que pensaba en Agus mientras olía esa bombacha húmeda. Ella hizo un gesto de incredulidad, y me palmeó la espalda, como dando aquel asunto por terminado. Y, de repente, cuando entramos a la cocina, porque los mosquitos parecían decididos a taladrarnos la piel, ambos nos sorprendimos al encontrarnos a Rocío.
¡Amor, llegaste antes! ¡Che, pero, me habías dicho que no ibas al club! ¿Estás bien, después de la borrachera de anoche?, le preguntaba mi amiga, acercándose para comerle la boca. Ella respondió el beso, pero no le hablaba.
¡Bueno gordi, después hablamos! ¡Pero, ahora cambiate, o, mejor dicho, vestite, que está Mati! ¿Te bañaste?, le decía Vale, separándose de a poco de sus brazos, como temiendo cierto peligro en la actitud de Rocío. Yo me senté después de saludarla, y me enfrasqué en mi celular.
¡Sí, me bañé, y no fui a entrenar! ¡Pasé por la casa de mi hermana para que me preste plata! ¡Y, estoy bien de la borrachera! ¡Nada que no haya hecho antes! ¡Aaah, y no te preocupes, que ya no tengo olor a pichí de bebé!, se despachó Rocío, en un tono dulce y amable, pero que invitaba al conflicto, o a seguirlo más tarde. Vale se puso en guardia, y le dijo que la espere en su cuarto para hablar. Pero Rocío no le hizo caso. Empezó a pasearse por la casa, hasta que el toallón que le cubría el cuerpo recién bañado se le cayó por completo. Ahora lucía una bombacha blanca con dos pompones en la cola, y nada arriba, ni en los pies. El arito de su ombligo brillaba más que su pulserita de plata, y aunque no buscaba ni ordenaba nada en concreto, parecía a punto de estallar. Claramente, se le tiraba encima a Vale para darle besos en el cuello. En un momento, evidentemente se lo mordió, porque la oí decirle: ¡No muerdas nena, que me duele!
¡Sí, sé que te duele! ¡A mí, sabés que no me duele que me muerdan el cuello, o que me chupen los dedos de los pies, o que me arranquen los pompones con la boca! ¡Dale gorda, vamos a la cama, que quiero que me cojas! ¡Ya te hice caso, y me bañé!, le decía Rocío, sin importarle el volumen de sus aseveraciones. Valeria estaba incómoda. No le retribuía los besos con el mismo entusiasmo, y eso fastidiaba a su novia.
¿Te lavaste la ropa? ¡Hay mucha ropa tuya para lavar, y otra para doblar y planchar!, le dijo en un momento, cuando al parecer, Rocío se había puesto pesada con los besos. Además, estaba decidida a lograr que mi amiga le roce o le frote la vagina.
¡No, la ropa del entrenamiento, y en la que me hice pis ayer, todavía no la lavé! ¡Pero todo lo que estaba en la mesita del patio, esa sí! ¡¿Ahora sí? ¡Dale, vamos a coger un ratito! ¡Te prometo que yo cocino! ¡Les cocino a los dos! ¿Qué quieren comer?, insistió Rocío, bajo los chistidos y los intentos de Valeria por serenarla. Yo salí al patio para fumar un cigarrillo. De paso hablé por teléfono con mi esposa, regué un par de plantitas y vi algunas boludeces de Instagram, mientras escuchaba el segundo tiempo de un partido de Independiente en una radio portátil. Tenía claro que, esta vez, no quería escucharlas pelearse, o amarse, o cogerse. Mis testículos no me lo perdonarían. ¿¿Cómo podía ser que mi amiga esté de novia con una chica tan particular?
Sin embargo, a eso de las diez, percibí el olor del horno encendido, y tuve la necesidad de entrar. Los mosquitos me estaban devorando, y poco a poco, volvía a llover. En la cocina, había una fuente de milanesas a la Napolitana esperando entrar al horno. La tele emitía un reality de supervivencia, y por entre los silencios que aparecían en la noche, se escuchaban gemidos. Entonces, caminé en puntas de pie hasta la puerta del cuarto de las chicas. ¡Y tuve miedo de gritar de felicidad al ver cómo mi amiga le chupaba la concha a esa pendejita rebelde! Las dos estaban desnudas, y Valeria tenía las nalgas enrojecidas, acaso por los chirlos que la otra le habría ofrendado. Pero, llegué justo cuando al parecer, el orgasmo de Rocío culminaba íntegro y desaforado en la boca de mi amiga. Cuando la vi levantarse, descubrí que la sábana estaba empapada, y que había un consolador de dimensiones bastante considerables al lado de la pierna de Rocío.
¡Me encanta garcharte así amor! ¡Pero, sabés que tenemos que hablar! ¿No? ¡Así que, esta noche, ya que te hice acabar, me vas a escuchar! ¡Y yo a vos, como siempre!, le decía Valeria, mientras se subía la calza negra que reposaba en sus tobillos. Rocío no le contestó, pero de inmediato salió de la cama, diciendo algo como: ¡Las milanesas! ¡Las dejé para ponerlas en el horno! ¡Me visto y las pongo! ¡Dale?
Yo supe que era el momento ideal para rajar, guardando cada pedacito de sus gemidos, movimientos y chillidos en mi mente. Aunque, creo que me di cuenta recién cuando empezamos a preparar la mesa, que mi calzoncillo se había empapado de mi propia eyaculación. ¿Cómo pudo haberme sucedido? Lo cierto es que las milanesas estuvieron estupendas. Casi tanto como la ensalada de tomates, palta, aceitunas negras, atún y un salseado de morrones y cebolla de verdeo que yo nos preparé. A Las dos les gustó mucho, por suerte. Al fin Rocío y Valeria estaban animadas, y pudimos intercambiar varios temas de conversación, sí que se introduzca el sexo. ¿Al fin? ¿Pero, por qué mi cabeza seguía buscándole el doble sentido a todo? Hasta que, llegamos al tema de mi relación de pareja.
¡Bueno, pero, se dice que las parejas, a los treinta y pico, tienen ganas todos los días! ¿A vos no te pasa con tu esposa? ¡Yo la vi por fotos, y tiene unas tetas hermosas!, me consultó Rocío bajo la mirada asesina de Valeria, que parecía decirle que no se pase de la raya.
¡Bueno, es como todo! ¡Hay veces que da, y otras que no! ¡La cagada es que los chicos son chiquitos todavía! ¡Ninguno usa pañales! ¡Pero, hay que estar con ellos, jugar, leerles cuentos, ayudarlos con las cosas de la escuela, lavarlos, vestirlos, sacarlos a pasear, y un montón de cosas! ¡Cuando nos vamos a la cama, lo que menos tenemos es energía para hacer chanchadas!, me sinceré, sintiendo el pegote de mi escroto gracias a las pequeñas vibraciones de mi pene.
¡Yo, tengo ganas siempre, todo el día! ¿No amor? ¡Si un día Vale y yo no cogemos, no sé, me siento vacía! ¡Aparte, siempre se hace la difícil, y cuando me cuesta convencerla, es cuando más me caliento!, decía Rocío, bajo un nuevo coro de chistidos incómodos de Valeria.
¡Ro, pará la mano che! ¡Todo bien, pero no te pases, hey! ¡Además, no todo es sexo en la pareja! ¡Por ahí, Agus y Mati, se besan, o se hacen unos mimos, y ya está! ¿Vos qué pensás Mati?, me tiró la pelota Vale, queriendo salir de las infidencias de su novia.
¡Sí, es cierto! ¿A veces, cuando no podemos, o sea, coger como dios manda, ella me ayuda, o yo a ella, y con eso, más o menos tiramos! ¡Encima, tenemos que estar pendientes de que estén mis suegros o no! ¡Es un mambo!, dije, cada vez más acalorado, a pesar que había bajado un poco la temperatura de la noche.
¿Cómo es eso que se ayudan? ¿Vos querés decir, que ella te hace la paja, y vos a ella?, dijo Rocío, que no limitaba el movimiento de sus tetas bajo una musculosa diminuta. Debajo, se había puesto el culote azul con el que la conocí. ¿O acaso era otro parecido?
¡Ro, no seas tan zarpada para preguntar! ¡Es obvio que se trata de eso!, dijo Valeria, mezclando risas, refunfuños y ganas de arrancarle el pelo, o de morderle las tetas, porque no paraba de mirárselas. Pero, de repente, Rocío empezó a bostezar, y aquel fue el indicador preciso para que cada uno ocupe la cama que le correspondía. Vale volvió a darme otro beso en la mejilla antes de irse, justo cuando yo me descalzaba. Solo que, en vez de desearme una buena noche, me susurró: ¡Cómo te ponen las tetitas de Ro amigo! ¡A mí también! ¡Tratá de dormir, y, si lo necesitás, tocate, que sabés que acá no hay problema! ¡Hasta mañana chancho!
Los grillos se hacían oír en medio de algún que otro auto que pasaba por la calle. Yo no podía dormir, ni tampoco quedarme despierto. Además, se colaban algunos ruiditos desde la pieza de las chicas. Esta vez no quise ir a espiar, aunque me muriera de ganas. ¡Tenía que parar con esta locura, o ella me conduciría a las puertas de un infierno del que, no estaba seguro si podría salir ileso! Me puse los auriculares para buscar algún programa piola en la radio. Puse una playlist en Spotify de rock nacional, y mi mente empezó a divagar en sus pensamientos, los que eran interrumpidos por la voz de Rocío, y la carita de inocencia de mi amiga. ¡Seguro que ahora mismo, las dos estaban enroscaditas en la cama, frotándose las conchas! Y el sueño no llegaba, aunque sí una especie de relax con olor a somnífero. Me tapaba y me destapaba, porque todavía el calor apretaba un poco las sienes.
¡Hey boludo! ¡Soy yo! ¿Estás bien?, me decía la voz de, ¿Valeria? ¿Eran sus manos las que me quitaban los auriculares?
¡Amigo, te escuché balbucear! ¡Yo justo, salía del baño! ¡Faaaa, debe ser por esto! ¿Viste cómo la tenés? ¿Qué andabas soñando, cochino?, seguía diciendo, mientras yo no sabía si quería abrir los ojos. Pero, era real. Valeria estaba sentada sobre el colchón, a la altura de mi pecho, con mis auriculares en una mano. Con la otra me tocaba la cara.
¡Vale, perdón! ¡A veces, hablo dormido! ¡Pero, está todo bien!, balbuceé, porque, evidentemente me había ganado el sueño.
¿Seguro? ¡Hey, no me gusta verte así de empalado! ¡Nene, posta, te va a hacer mal! ¿Te tocaste como te dije?, me decía mi amiga, dejando que su cuerpo poco a poco se recueste al lado del mío.
¡Vale, en serio, no te preocupes, que yo me arreglo! ¿Qué hora es? ¿Y rocío?, decía yo, intentando correrme para no rozarla ni con la ropa.
¡Son las 4 de la madrugada, y Rocío duerme! ¡La hice acabar dos veces, y quedó casi desmayada la pobre! ¡Pero, ahora, hay que hacer algo con esto! ¡Esto no tiene por qué saberlo nadie Mati!, me dijo vale, esta vez apoyando su mano tibia en mi pene, moviéndolo hacia los costados con avidez, y posando acaso sin querer una de sus tetas sobre mi pecho. ¡Ahí supe que las tenía desnudas!
¡Ayer te vi, parado en la puerta, cuando yo le comía la chuchi a Ro! ¡Me viste el culo Mati! ¡Me calentó eso! ¿Sabés? ¡No porque seas mi amigo, o porque seas vos! ¡Siempre me cabió eso de que, un tipo me vea con una mina! ¡Y, aparte, tuve que explicarle a Ro que a vos no te gusta su olor a pichí! ¡Sí, la muy zorra escuchó toda nuestra charla en el patio! ¡Estaba escondida! ¡Pero ahora, eso no importa! ¡Ya arreglé las cosas con ella! ¡Pero, esto, todavía no está arreglado! ¡Tengo una sorpresa, si te portás bien! ¡Aaah, y tranqui, que Agus no tiene por qué enterarse!, me decía, mientras poco a poco metía su mano adentro de mi bóxer para rodear mi pene con sus dedos, y darse a la tarea de estirar el cuerito, de presionarme el glande y de subir una de sus piernas sobre mi cuerpo.
¡Hey, nena, o sea, no está bien esto!, tartamudeé como un estúpido.
¡No está bien, pero es lo que necesitás! ¡Yo, también necesito algo adentro de la concha! ¡Hace rato que Ro no me penetra! ¡Todo es para ella! ¿Viste? ¡Te habrás dado cuenta que es algo egoísta!, me decía, mientras me ponía las tetas en la cara, comenzando a temblar levemente, murmurando un tímido: ¡Comelas amigo, comeme las tetas! ¡Quiero que me las chupes, mientras yo te caliento la lechita con las manos!
Yo, no pude pensarlo, ni reusarme a semejante propuesta. Mis temores más libertinos y prohibidos habían golpeado las ventanas de mi ser, y yo no tenía elementos para no dejarlos entrar. De modo que, empecé a mamarle las tetas a Valeria, a saborear sus pezones calientes, a estirarlos con los labios, a lamerle las tetas enteramente, mientras ella apretaba y soltaba mi glande. En un momento se escupió la mano para lubricarme el pito, y ahí fue cuando tuve todas las ganas del mundo de ensartarla toda.
¡Qué putita es mi amiga! ¡Vale, posta, estás re loquita nena!, le dije en un momento, cuando ella me frotaba sus tetas en la cara, y ya no me dejaba chupárselas.
¡No estoy loquita nene! ¡Estoy caliente, alzada como una perra! ¡Así que, ahora te vas a portar bien con tu amiguita! ¡Pensalo como una forma de agradecerme por la estadía!, me decía, riéndose, subiéndose al fin a mi cuerpo. Al ratito, noté que estiraba una mano hacia el suelo, y casi sin advertirme, me dijo: ¡Te la traje amiguito! ¡Dale, olela, ahora que está sequita! ¡Es re rico el olor a putita de Ro! ¡Y, vos te pajeaste con su bombacha! ¿Quién está más loquito de los dos? ¿Quién se porta más mal de los dos, amiguito? ¡Dale, olela, y chupala! ¡quiero escuchar cómo chupás la bombacha de Ro!
Al mismo tiempo, mi pene duro como una roca yacía fuera del encierro de mi calzoncillo, y comenzaba a friccionarse contra la entrepierna de Valeria, que movía su vientre con lentitud, pero sin detener algunos pequeños saltitos.
¡Boluda, estás de remate! ¿Tan caliente estás? ¿Posta querés que cojamos?, le decía, mientras el olor intacto a pichí de su novia me endulzaba las neuronas. Y, cuando al fin esa tanguita terminó súper impregnada con mi saliva, me la intercambió por sus tetas.
¡No quiero que cojamos! ¡Quiero que nos saquemos la calentura! ¡Es algo natural amigo! ¡No me gusta verte con la pija dura, porque yo soy culpable de no ponerle límites a esa perra! ¿O, querés cogértela a ella? ¡Ahí sí que no te aseguro discreción!, me decía, cagándose de risa de su propia manera de chantajearme. Vale tenía una calza puesta, por lo que no podía cogerla como el mandato lo ameritaba, y eso me ponía de los pelos. Hasta que, de pronto, se levantó de mi cuerpo y me puso el culo en la cara, sin bajarse la calza.
¡Dale Mati, mordeme el culo! ¡Amo que me claven los dientes en el culo! ¿Amasame bien el orto, y rozame el agujerito con un dedo! ¡Dale, que no aguanto más las ganas de sacarte la lechita!, me decía, con la voz más baja que podía, pero con las emociones tan turbadas como mi desenfreno. De modo que lo hice, aunque no por mucho tiempo. Mientras se lo amasaba, pellizcaba y frotaba con los pulgares, empecé a bajarle la calza, hasta comprobar que no tenía bombacha. Eso me desencajó por completo. Le di dos chirlos, y ella de inmediato me pidió que pare, prácticamente asfixiándome cuando se me sentó en la cara.
¡Se va a despertar la bebé, y ahí sí que cagamos! ¡La puerta de la pieza es una mierda! ¡Se escucha todo! ¡Así que, seamos prudentes amiguito!, me dijo al oído, unos segundos después, mientras me lamía la oreja, y le daba pequeñas cachetadas a mi pija hinchada. Yo no podía procesar nada en absoluto. Supongo que, gracias a esas imposibilidades, cuando se me subió, no tuve ni un poco de sentido común en dejar que mi pija se resbale completamente hasta el interior de su vagina húmeda. Ahí empezamos a comernos la boca, a clavarnos uñas y coraje, a movernos en sincronía con su clítoris y mi glande, a probar nuestra saliva y nuestros cuellos.
¿Te gusta nena? ¿Te calienta la pija todavía? ¡Parece que, a vos, no te va a dejar de gustar la mamadera! ¿O me vas a decir que no te mojabas mirándome la pija parada? ¿Eee, putita? ¡Y te vuelve loca esa nena, porque es más chiquita que vos!, le decía yo, ardiendo de deseo, sin la menor intención de acabarle tan rápido, ni de dejarla con las ganas. Aunque se me hacía difícil.
¡Sí nene, sabés que soy re histérica! ¡Hoy quiero pija! ¡La pija de mi amigo, que se pone loquito por el orto de mi novia, y se pajea con sus bombachitas meadas! ¡Sos un perversito nene! ¡Y, ojalá te quedes más días!, decía ella, jadeando en mi oído, deslizando la dureza de sus pezones en mi pecho, convidándoselos a mi boca para que se los succione, y moviendo el pubis para que mi pene llegue hasta el fondo de su infidelidad más riesgosa.
¡Te gusta coger con otro, sabiendo que tu nena duerme!, le dije, nalgueándola sin arrepentirme.
¡y a vos, te calienta que mi nena esté durmiendo, desnuda y acabadita en mi cama! ¿Te calentó que hable de las tetas de Agus? ¿Ella te coge así amiguito? ¿Te come toda la pija con la concha? ¿Te traga la lechita?, me decía, cada vez más agitada, haciéndome comer trozos de su cabello negro, clavándome sus dedos en la cintura, o algún codo en el costado.
¡Sí bebé, la Agu se la traga toda! ¡Es igual de chancha que vos, y a veces, usa calcitas sin bombacha, como vos, perrita! ¿y vos, te imaginás a Rocío, comiéndole las tetas a Agus?, le intercambiaba imágenes a su mente, cuando nuestra descarga sexual estaba cada vez más cerca de hacernos explotar en la noche perdida, ventosa y llena de terrores.
¡Cómo me gustaría que me dejes embarazada amigo, que me llenes toda de leche, y que le guardes lechita para Ro! ¡Ella también se comió un par de pijas! ¡Es más, juntas lo hicimos, una vez, a dos pibes! ¡Bueno, en ese momento no éramos nada! ¡Así, dale guacho, garchame más, cogeme toda, rompeme la concha nene! ¿Dale Mati!, me pedía, cada vez más cerca del cielo, y yo, poco a poco me las ingeniaba para ponerla boca arriba, y de esa forma tomar el control de tantos caballos galopando en las praderas de la inconsciencia. En un momento, Vale creyó escuchar la puerta de la pieza. Pero yo no la dejé distraerse, porque en ese instante arranqué un bombeo frenético en su concha, golpeando su pubis con el mío, y rozándole el agujerito del culo con un dedo. Al punto tal que logré metérselo y todo. Tuvimos que mordernos los labios para acallar los grititos que se le escapaban. Y, para colmo, en un golpe de vista me encontré con el shortcito de Rocío, colgado de la silla que oficiaba de mi mesita de luz. Lo tomé, y entre los dos empezamos a olerlo, lamerlo, besuquearlo y mordisquearlo, mientras mi pija no paraba de entrar y salir de su conchita. Ella, logró tener un orgasmo fatal, todavía con mi dedo enterrado en el culo. Pero, a mí me costaba liberarme, soltar todo lo que amenazaba con destruirme.
¡Tranqui amigo, que yo, ya no puedo más! ¡Me vas a reventar hijo de puta!, me decía vale, mientras salía de los embates de mi cuerpo insaciable. Se las arregló para acostarme boca arriba, y casi sin proponerme nada, tomó mi pija con los labios y me la empezó a mamar. Me la besuqueaba con una cantidad de saliva que me volvía loco. Recuerdo que se pegó con mi pija en las tetas varias veces, y que luego volvió a petearme con un ahínco inusitado. Ya no le importaba que su garganta sonara como un constante gargarismo, ni que sus eructos al retirarla de la faz de su campanilla sean como disparos en medio del canto de los grillos.
¡Dame la leche amigo, dale, acabame en la boquita, si sabés que amo la mamadera, amo mamar vergas! ¡Dale Matu, pensá en la Agus si querés, o en la concha de Ro, o en su bombachita meada, o en ese culazo que tiene! ¡Dame tu semen amiguito!, me decía Vale con la pija sobre sus labios, rozándola con sutileza con la lengua. Y entonces, un impulso que no tenía que ver con mis fuerzas, me obligó a morder un puño de mi mano para no gritar, al mismo tiempo que un estruendoso chorro de leche empezó a brotar de mi pija, directo a la boca y a las tetas de mi amiga. Ella sorbía todo lo que podía, recogía las gotas de semen que brillaban en sus tetas y se lamía los dedos, y se mordía los labios. También besaba con ternura a mi verga, la acunaba entre sus tetas, y la olía con un amor que poco se parecía al que le profesaba a Rocío.
¡Mati, escuchame, yo me voy a bañar, porque, así, no puedo acostarme al lado de Rocío! ¿Vos, te bañás después? ¿O preferís mañana? ¡Igual, hay que ventilar, porque hay mucho olor a sexo! ¡Rocío, tan tonta no es!, me decía Valeria, como si todo lo que acababa de suceder entre nosotros hubiese sido una ronda de mates con facturas. En realidad, yo no podía moverme de la cama. Me había quedado impávido, alucinando, pensando en todo lo que podía destruirse para ambos, si la verdad de esta noche salía a la luz. Pero, no podía quitarle mérito a la boquita de Vale, a sus formas de engatusarme, a la fiebre de su vagina, al sabor de sus tetas, y a su necesidad imperiosa de una pija en su sexo.
¡Me baño mañana Vale! ¡Vamos a hacer mucho bardo me parece! ¡Bañate vos, y descansá! ¡Pero, igual, no sé qué pensar ahora! ¡Obviamente, somos amigos, y eso no lo va a cambiar nada! ¡Solo, no quiero confusiones!, le dije, tratando de hilar mis propios temores, augurios y rebeldías mal curadas. Ella se me acercó, y mientras me cubría el cuerpo con la sábana, sin pasar por alto algunos mimitos para mi pija, me dijo: ¡Mati, yo te adoro, y nada va a cambiar! ¡Te lo prometo! ¡Vos, necesitabas coger, y yo también! ¡Bah, o sea, yo necesitaba un pito! ¡Y, a vos, tanta carga sexual te iba a hacer mal! ¡Tranqui, que mañana va a ser el día más difícil! ¿Ya preparaste todo? ¡Bueno, ahora, dormí, que yo voy a ver si la bebé se hizo pis en la cama!
Entonces, mientras aún reverberaba el beso que me dio en la mejilla, entre todo lo demás, pensé en que el día siguiente, debía partir a la terminal. Córdoba, mi familia, el negocio y un sinfín de actividades me esperaban. Ni siquiera sabía cómo íbamos a mirarnos las caras Vale y yo. Pero, me consolaba el hecho de que, ella no haría nada para perjudicarnos.
¡Chicos, estuve pensando algo esta mañana! ¡Digo, ya que ustedes son amigos, y que está todo bien, a lo mejor, podrían hacernos un favor! ¡Igual, lo digo para más adelante!, dijo Rocío durante el almuerzo del día siguiente. Vale y yo ni nos miramos para evitar suspicacias. Aunque estábamos segurísimos que Rocío no podía saber nada.
¡No sé amor! ¿Vos, Mati, podrías hacerle un bebé a Vale? ¡O, bueno! ¿A mí? ¡Viste que, nosotras somos tortas, y es un bardo eso de alquilar vientres, o adoptar! ¡Pero, si ustedes lo hacen, ya está!, aclaró al fin, logrando que a vale se le caiga el tenedor de la boca, y que mi pija vuelva a estallar de felicidad.
¡No amor! ¡Estás re loca! ¿Cómo voy a tener sexo con Mati, solo para quedar embarazada? ¿Qué va a pensar el pobre Mati de nosotras?, se apuró a interceder Valeria, antes que yo empiece a balbucear pelotudeces.
¡Va a pensar, simplemente, que queremos ser madres, y que alguna de las dos tiene que poner el vientre! ¡Y bueno, él es una buena persona, y tiene semen, que es lo que necesitamos!, dijo Rocío, y los tres nos empezamos a reír, tan nerviosos como divertidos. Ese mediodía Rocío tenía un corpiño de encajes, y una bombachita infantil. Valeria me pellizcó el culo cuando yo me acerqué a saludarla. El taxi había tocado bocina dos veces, y mi colectivo salía a las 4 de la tarde de Retiro. Sin lugar a dudas, aquel fue el viaje más intranquilo, caliente y mejor guardado de mi vida. Todavía Vale y yo no volvimos a encontrarnos. Aunque, supe que su historia con Rocío terminó. Vale no pudo seguir disimulando sus ganas de una mamadera caliente. Fin
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¿Qué es lo único mejor que un par de tetas? Varios pares, por supuesto ;)
ResponderEliminardigamos que, varios pares de tetas, y cositas calientes para la boca de Vale! Al parecer, nunca pudo despedirse del todo de su amiguito, ni de otros amiguitos! Jejejejeje!
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