"Otros ratones": Obediente por el Griego

 

- Acá está. ¡Te la traje, como te lo prometí! -, me dijo Gabriela, de pie, entre la puerta y su hermana. Florencia, para la ocasión no se había producido nada, al margen de un toque de maquillaje. Usaba medias blancas y zapatillas deportivas, una calza Animal Print, y una remera comunacha. Llevaba el larguísimo pelo atado en una cola alta, y una sonrisa que relucía en sus dientes perfectos.

- ¡Te dije que te la prestaba! ¿No? -, agregó, al ver mi cara de sorpresa, mientras yo caminaba alrededor de la chica, como un depredador estudiando a una presa indefensa. Le toqué las tetas, y ella dio un paso hacia el costado. Se cubrió el pecho, instintivamente. Pero luego dejó caer sus brazos. Yo, le aparecí detrás para palparle el culo. lo tenía firme, grande y suculento. No sé qué cara habrá hecho ante la ausencia de mi mirada, pero me alegré al notar su tanga debajo de su calza. Pasé mi mano por su entrepierna para tantearle la conchita, y un calor húmedo me la calentó de una.

- ¡Y? ¿Qué te parece la nena? ¡Está como para romperla toda, armarla y romperla de nuevo! ¿No? -, dijo Gabi, con una pizca de ansiedad. Por supuesto que Florencia era muy atractiva. Pero no la quería para casarme, después de todo.

- ¡Y así me la traés, puta? -, le dije a Gabi, clavándole la mirada como si estuviese profundamente disgustado.

¿Andá al dormitorio, y vestila como corresponde-, le ordené sin sentirme culpable. Ella quedó sorprendida por mi respuesta. Y tal vez más al verme tirarle el pelo a Flor para llevarla al cuarto casi a la arrastra, entre sus gemiditos y protestas. Una vez allí, bajo la penumbra y el encierro del cuarto, la empujé en la cama con fuerza.

-Quedate en tetas y descalza-, le pedí a la extrañada chica, mientras buscaba una bolsa en el placar. Ella me miró con cierto desprecio, quitándose la remera. Quizás esperaba otra cosa de mí, ya que no nos conocíamos, y bueno, se habría ilusionado con alguna cita estúpida que, podría terminar en un pete, o una chupada de tetas común y corriente. No obstante, yo estaba seguro que esa chica precisaba mano dura para gozar al máximo. Y eso era algo que yo podía darle, gracias a la generosidad de su hermana que me la trajo como a un perrito faldero. Gabriela miraba, toqueteándose el vestidito suelto que traía, con la boca abierta y una evidente impaciencia en el rostro. Yo, entretanto le bajé la calza a Flopy, y aproveché para manosearle una vez más esa cola pecosa. Esta vez no me contuve, y le lamí las nalgas, mientras la espiaba de reojo. Aquello le gustaba a la perra. Y de repente extraje la bolsa que había dejado Enel suelo, y le tiré el contenido a Gabriela, diciéndole: ¡Tomá nena, vestila con esto!

Gabi obedeció como esperaba que lo hiciera. Le cambió la tanga por una bombacha un poco más grande, pero igual de sexy, le puso las medias, y un portaligas.

¿Vamos, de rodillas, chancha-, dije de golpe, y me reí automáticamente al ver que ambas se arrodillaban.

-No, solo ella Gabi-, aclaré, sabiendo que la otra no lo tomaría bien. Gabi se puso de pie y se sonrojó.  Incluso pude leer la puteada que me hicieron sus labios por lo bajo. Sabía que luego me lo discutiría hasta el cansancio. Pero yo ponía las reglas del juego. De todos modos, volvió a sonreír cuando le puse a Flopy un collarcito con su respectiva correa. Y más lo disfrutó cuando le dije: ¡Vamos, gateá atrás mío!

La llevé de nuevo a la sala, cada tanto pegándole un tirón a la correa para obligarla a gatear más rápido, y así también provocarle algo de dolor. Los pasos de Gabriela me seguían con entusiasmo. Tuve que hacerla callar cuando al fin até la correa a la pata de una silla, porque gritó con demasiado éxtasis encima. Entonces, agarré un diario de la mesa y le clavé los ojos a Flopy, diciéndole: ¡Quietita acá, hasta que vuelva!

La nena asintió. Yo caminé al baño, y Gabi me siguió, ahora con la mirada en el piso, como si tuviese miedo de que sus pies no la sostengan. Abrí la puerta en toda la intención de dejarla así, para que Florencia pueda ver perfectamente desde su posición.

-Subite la pollera, sentate ahí, y no te bajes la bombacha-, le pedí a Gabi. Ella me obedeció, pero me miró con cierta desconfianza.

-Dale, meate puta-, le exigí, elevando la voz. Le saqué las tetas de adentro del vestido sin corpiño que traía, y Gabi empezó a mearse. Vi en su rostro cómo se esforzaba por cumplirme. La orina le empapaba la bombacha, y seguía su camino, bordeando la tela hasta caer en el agua limpia del inodoro.

-Ahora, sacate eso, y metétela en la boca-, le dije luego, exultante.

¿La puedo retorcer un poco primero?, me preguntó ella, advirtiendo el No de mi rostro. Entonces, regresé a la sala y busqué a Flopy, quien me siguió gateando una vez que tomé la correa con mis manos, mientras Gabi degustaba el sabor de su bombacha empapadísima. Puse a la más joven frente al inodoro, y le di unos latigazos en la cola con la correa.

- ¡Dale, tomá chancha, ¡que no quiero que te dé sed! -, le dije. Ella me miró con odio, y los músculos tensos de la cara. Buena cosa que llevaba el diario conmigo. De modo que, lo enrollé y le pegué con él en el hocico. Me sentí pleno cuando la vi lloriquear.

-Dale, tomátelo todo, ahora-, le pedí. Ella metió la cabeza dentro del inodoro y trató de beber, usando un poco la lengua como los perros. De pronto la cacé de las mechas, le escupí la cara y forcé nuevamente su cabeza contra el borde.

-Ahora, lamé, perrita--, le susurré. Florencia lamió todo el borde, borrando su cara de odio, alternando con alguna sonrisa tímida esta vez. No sé por qué había cambiado de idea, o de sentimientos tan rápido. No sé qué acuerdos tenían, ni supe cómo fue que Gabi la convenció de venir a mi casa, sabiendo que sería mi esclava por un rato. Pero seguro que no le costó poca cosa. O al menos eso esperaba.

Después, manoteé la correa y llevé nuevamente a Florencia a la sala. Gabriela nos seguía, ya sin su bombacha metida en la boca. Puse dos montañitas de arroz en el suelo, y le pedí a Flopy que se arrodille sobre ellas. Esta vez sí se entrevió un poco de dolor en el rostro. ¡Qué ingenua!, pensé. Aquello era solo el inicio.

Enseguida, una vez que le pedí a Gabi que le lama la cara, justo donde una lagrimita hacía un caminito, le coloqué unas pinzas en las tetas, procurando que le presione bien los pezones, al tiempo que le mordisqueaba las aureolas. Eso le hizo estallar varias lágrimas más, mucho más auténticas. Las que yo procedí a lamer.

-Tus lágrimas son muy dulces, chancha-, le susurré en el oído. La imagen de Flopy de rodillas, con sus patas delanteras detrás de la espalda, lagrimeando por el dolor en sus tetas y rodillas, era sublime. Pero necesitaba más. Yo, y puede que ella también. Se le veía en la carita. Así que agarré su pelo largo con una mano, y mi flogger con la otra para empujarla hacia adelante.

-Ni se te ocurra moverte-, le dije. Azoté su nalga derecha, y un poco más fuerte la izquierda. Flopy gimió, creo que de placer. Repetí lo mismo, pero más fuerte. Una, y otra vez más, mientras Gabi suspiraba. Hasta que vi las marquitas recorriéndole el culo.

- ¡Sabés por qué te pasa esto? ¿Por qué te hago esto, pendeja? -, le pregunté.

- ¡Nooo, Nooo! -, me respondió ella, ya llorando. Otra vez la agarré del pelo, volví a escupirle la cara y la forcé a mirarme.

- ¡No amo, se dice, tarada! -, le corregí. -Marrón lo tenés… te toca castigo, chancha-, le recriminé.

Esta vez la manoteé del pelo y de la correa para llevarla contra la pared, donde ya había esparcido más arroz para que sus pies lo pisen. la forcé un poco para que quede con la cola para afuera y las manos sobre el muro, bien inclinadita. Me saqué el cinto, y Gabi exhaló un suspiro de sorpresa.

- ¡No te sabés limpiar el culo vos?, le grité. Después, azoté, azoté y volví a azotarla, una y otra vez, por varios minutos continuamente, amoratándole más y más el culo, mientras ella lloraba y lloraba, me rogaba, y le rogaba a su hermana. Gabriela, para colmo le repetía que ella se lo había buscado, por sucia.

¡Amo! ¡Por favor, no me castigue más! ¡Soy una puta estúpida, que no se sabe limpiar el culo! ¡Pero mi inmunda hermana tampoco me enseñó como se hace! ¡Yo sé que no valgo nada, pero mis agujeros todavía son usables! ¡Puede sacarse la leche en mi ojete, y después hacer que me trague su leche, y yo con gusto, y hasta con orgullo! ¡Satisfacer a su dueño es el mayor honor que una chancha inmunda puede tener, pero obediente!, me decía, sin dejar de llorar. Entonces, paré de azotarla por un segundo.

-Tenés razón. Tu hermana no te enseñó bien. Ella merece un castigo por esto-, le susurré al oído, y su cara se iluminó. Cuando miré a Gabi de reojo, parecía asustada. Entonces, puse una vez más a Flopy en el piso, y sus músculos se relajaron un poco.

¿Qué se dice?, le pregunté.

¡Gracias, amo, por educar a esta puta estúpida para que sea más puta, y menos estúpida! ¡A lo mejor así, un día soy digna de estar en su presencia, y lamer el barro de sus zapatos!, me respondió con seguridad. Florencia aprendía rápido, y eso me excitaba.

Pero entonces, le tocó el turno a Gabi. La agarré del cuello y la coloqué detrás de su hermana.

-Masajeale el ojete con tus tetas-, le ordené. Ella le corrió la bombacha, escupió varias veces su culo y apoyó uno de sus pezones contra el ano lubricado de la nena. Entretanto, yo me arranqué la verga del encierro de mi ropa y la coloqué en el hocico de Flor. Poco a poco empecé a coger esa boquita inmunda, asquerosa y caliente. Le apreté el cuello para aumentar paulatinamente la velocidad de mis ensartes. Además, verificaba que las pinzas no se suelten de sus tetas. gocé como nunca escuchando sus arcadas, viendo sus lágrimas correr por sus mejillas, y su saliva por la comisura de sus labios. De tanto en tanto paraba para permitirle respirar. Ahí aprovechaba a pegarle con la verga babeada en la cara, o de enredarla en su cuidadísimo pelo. En esos momentos, Flopy me convencía más de cuan rápido aprendía.

-Gracias, gracias amo por permitir que esta basura de mierda respire. No lo merezco-, me decía. Su cara se inflamaba a causa de sus lágrimas. Me calentaba mucho ver su maquillaje corrido, mientras que detrás, Gabi seguía escupiéndole el culo y restregándole las tetas, esas tetas inmensas que tenía. Lo cierto es que ambas putitas eran más que cogibles, y seguro se bancaban a una jauría de hombres derrotados por la abstinencia.

Tras un rato, viendo y disfrutando de cómo Flopy se bancaba la cogida por el hocico como una campeona, la tomé del mentón ensalivado, la obligué a mirarme, le escupí el ojo derecho y le comí la boca.

-Te portás bien chancha. Incluso, mejor de lo esperado. Pero la otra puta no, y no me siento en condiciones de determinar su castigo ahora mismo. Así que, creo que lo haremos mañana. ¿Vos qué opinás, perra? -, le dije a Flopy, que me sonreía de oreja a oreja mientras yo le colocaba un collar con correa a su hermana. Gabi protestó, y dijo que no era parte del trato, además de buscar apoyo en su hermana. Por toda respuesta, obtuvo mis cuatro dedos marcados en su cara de trola. Flopy se le cagó de risa con ganas.

Las llevé al dormitorio. A Gabi la até a los pies de mi cama, con suficiente espacio para moverse por la habitación todo lo que se le plazca, pero no para salir de ella.

-Si te llegás a mear durante la noche, triple castigo-, le advertí. A Flopy, como buena cachorra obediente, le permití dormir a los pies de mi cama. Para eso la desvestí, dejándole solo el collarcito. Ella se acurrucó enseguida. Hasta le acaricié su hermoso pelo, para que al fin se quede dormida. Sabía que el impacto de todo lo que había vivido la obligaría a recuperar fuerzas, y que, para eso, nada mejor que un buen descanso. Sin embargo, yo sabía que no podría dormir de corrido. Y no me equivoqué, por suerte. Unas horas después me desperté con la boquita de Gabi, mamándome la pija. La puso muy dura al instante, y la humedeció toda escupiéndola como sabía que me gusta, mientras mis pies se rozaban con el cuerpo inerte de su hermana.

¿Hacemos lo que te dije con la pibita?, me susurró, todavía con mi glande pendiendo de sus labios. Yo asentí. Ella tomó la cámara de mi mesa de noche, y encendió las luces. Yo acomodé a una muy dormida y relajada Flopy. También, por efectos de un somnífero muy suave que le había puesto en un vaso de agua que le había dado. Le separé las piernas, y cuando Gabi me indicó que ya estaba filmando, apenas me posé sobre su cuerpo para penetrarla, así, semi inconsciente. La cogí varios minutos mientras ella roncaba, sabiendo que debía ser cuidadoso con mis envestidas. Para colmo, con la tremenda calentura que me había agarrado durante todo el día, sentí unas ganas de acabar tremendas. ¡Estaba que explotaba! De modo que, retiré mi pija de su vagina radiante de flujos, y me pajeé contra su cara, hasta acabarle en el hocico, la frente y el pelo. Después, la acurruqué como estaba al principio, y dejé que Gabi me limpie la cabeza de la chota con la lengua, mientras la cámara seguía filmándonos. A los minutos, ambos dormíamos nuevamente, como personas que no hubiesen cumplido ninguna fechoría.

Cuando me desperté, el cuerpo de Flopy ya no pesaba en el colchón, y Gabi, predeciblemente, se había meado toda. Me levanté de golpe, busqué el periódico, lo enrollé y le pegué en el hocico.

¡Chancha! ¡Sos una asquerosa, una bebota muy pelotuda! ¡Cuando me vaya, lo vas a limpiar con la lengua! ¡Pero, ahora, abrí bien el hocico!, le grité. Ella me hizo caso, y yo vertí mi primera orina, la que caía copiosamente directo en su boca. Gabi tragó todo lo que pudo. Pero otro bastante caía inexorable al piso para mezclarse con la suya. De modo que tendría más para limpiar. A la trola parecía gustarle el sabor. Pero a mí no me gustaba nada el hedor nauseabundo que ya recorría mi habitación. Eso también debería pagarlo.

En la cocina, Flopy preparaba el desayuno, desnuda, pero con su collar de perrita domesticada al cuello. Tal como la había dejado la noche anterior. Una vez que me senté a tomar mi café, esperamos un largo rato a Gabi. Para cuando ella se nos unió, yo puse el video en la tele tras conectar la cámara, y nos pusimos a desayunar como una familia, viendo cómo me había cogido a una inconsciente Flopy. La cara de calentura de la piba era impresionante.

- ¡Te gusta que te usen! ¿No? -, le dije. Ella solo asintió sonriendo. Yo, entretanto, ya tenía en mente el castigo para la otra chancha, y era hora de ponerla en práctica. Cuando terminé mi café, me levanté para agarrar a Gabi de las mechas. La llevé a un rincón donde la arrodillé y até con las manos atrás del cuerpo, y las muñecas contra uno de los aparadores más pesados que tenía. quedó muy incómoda, y con casi nada de espacio para moverse. Así que, le muse un gag en el hocico.

-Este va a ser tu castigo, putita. Te quedás acá. No podés participar, ni tocarte, ni mucho menos hablar, o acabarte encima. La vas a pagar, por ser tan estúpida--, le dije, viendo que unas lágrimas impotentes le resbalaban por la cara. De modo que, no le quedó otra que mirar cómo volvía con su hermana para recostarla panza arriba en el suelo.

-Los talones contra las nalgas, y las manos en los hombros-, le exigí. Una vez que ella me obedeció, apreté y sujeté bien fuerte sus extremidades con cinta scotch. Después la cacé del pelo, y a los tirones logré acomodarla al revés, de forma que quedara en cuatro patas, apoyada sobre sus rodillas y hombros. Entonces, tomé dos pesas de dos kilos cada una, y las amarré con sendas cadenas terminadas en pinzas, pinzas que ajusté a sus labios vaginales. Ella pegó un gritito al sentirlas apoderarse de su sexo. Yo me senté en un sillón al otro lado de donde estaba Gabi, y le ordené:¡Vení, lameme las pelotas un rato, puta!

Saqué mis genitales del pantalón, al tiempo que poco a poco, con pesar y mucho dolor, Flopy gateó hacia mí, llorando y quejándose en cada centímetro que avanzaba, pero sin pedirme en ningún momento que la liberase. Al otro lado, Gabi trataba de decirnos algo. Pero se jodía porque la re ignorábamos.

Tras un minuto o dos, Flopy logró ubicarse entre mis piernas. Pronto sentí su lengua chiquita en mis bolas. Me las lamía despacio, con paciencia, como si yo fuese a retarla de repente. Se metía una en su hocico caliente, después la otra, y al fin ambas bolas. Me las llenaba de saliva como una maestra. Ni amagaba con tocarme la verga. Y era lo que correspondía, porque no se lo había ordenado.

- ¡Chancha, asquerosita! ¡Serás estúpida, pero muy obediente! ¿Eee? Creo que, a lo mejor, si seguís así de cochina, te ganás un premio-, la alagaba un poco mientras le acariciaba el pelo. Ella paró de mamarme las pelotas un segundo. Descubrí una sonrisa sincera en su boca tan llena de saliva y mis bolas. Luego prosiguió, aunque solo unos segundos más. Es que elegí pararme, escupirle el culo y dedeárselo, ante las protestas ininteligibles de Gabi, que seguía contemplándonos, muy frustrada, y calculo que re caliente.

Esta vez, mi esclavita estúpida fue más inteligente. Como mis dedos salieron limpitos de su culo, le puse un Plug anal y empecé a dilatar su recto. Para ese momento, el peso de su cuerpo en hombros y rodillas debía ser bastante doloroso, aunque no lo suficiente para satisfacer mi sadismo. Le puse mi poronga en la cara y le ordené lubricarla toda con su baba, mientras yo arreglaba su larguísimo pelo en dos colitas laterales. Volví tras mis pasos, le retiré el Plug del culito, y se lo penetré de golpe. Debió dolerle como tal vez pocas cosas en la vida, porque gritó muy fuerte.

-Ahora andá, y comele las tetas a tu hermana_, le ordené. Ella gateaba lentamente, mientras yo sacaba y metía mi verga de su hermoso culo esponjoso y con unas pecas divinas, persiguiéndola para no darle tregua, en una acción que no era del todo cómoda, pero que valía la pena pelarse las rodillas así. Una vez que llegó y empezó a mamarle una teta a Gabi, tiré fuerte de sus colitas como riendas.

-Mordela fuerte, mordela toda, que esta puta está acá para que la usemos-, le decía al oído, mordisqueándole las orejas. Gabriela lloró cuando al fin su hermana le dejó los dientes marcados. Volví a maniobrar la cabeza de Flopy de los pelos para dirigirla a la otra teta, para que le lastime el otro pezón. Tuvo que gustarle mucho, porque lo hizo con mayor entusiasmo. Tras un rato de mordidas, escupidas y laceraciones de los dientes de Flopy por las tetas y abdomen de su hermana, sentí que la leche me explotaría en el cerebro.

- ¡Tomá, basura! ¡Te acabo todo en el culo! -, le grité a Florencia, mientras la otra se quejaba, y me juraba que, si la soltaba, me iba a violar con lo que tuviese a mano. Mientras tanto, mi leche invadía el culo de Flopy como un bólido de arenas movedizas, al mismo tiempo que ella orgasmeaba como loca, y se meaba toda en el piso, soltando un agudo gemido de placer mezclado con un dolor intensísimo. Entonces, saqué despacito mi chota de su ojete abiertito, y liberé sus brazos y piernas.

-Gracias, amo, por haberme usado así. Y perdón por mearme como una estúpida-, me dijo Flopy entre jadeos.

-Te portaste muy bien, boludita. Te ganaste tu premio-, le decía dirigiéndome al sillón. Me acomodé sobre él boca abajo, y tomé el celular.

-Ahora, podés chuparme el culo una hora de corrido-, le instruí, mientras me ponía a jugar a un juego Online. Flopy, detrás de mí, separó mis nalgas con sus patas delanteras.

- ¡Y Gabi? -, me preguntó temerosa.

-Se queda ahí, porque está castigada-, le dije con indiferencia. Durante la siguiente hora Flopy gozó y se nutrió de mi culo con su lengua caliente y húmeda. Se lo merecía, por puta y estúpida. Por supuesto, Gabi se quedó atada, refunfuñando y buscando la forma de zafarse. No le permití acabar ni una sola vez ese día.     Fin


Comentarios

  1. Prometo escribir una secuela para esta historia... algún día

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    1. por favos segui con este relato
      abrazo

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    2. El Griego11/3/25

      Preparate, Marce, que ya lo escribí y envié a Ambar ;)

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