Eran fines de los 90- acá, en Argentina, internet apenas aparecía. La mayoría de la gente no sabía lo que era, y los demás, se quejaban de lo mismo. Una herramienta útil, pero lenta. Nosotros, éramos unos guachos y nos matábamos a pajas. Pero no teníamos porno tan accesible como ahora. Existía, lo veíamos como se podía, y nos las ingeniábamos para buscar cosas allí. Pero estaba difícil para aquellos que tenían un fetiche, o tipo de búsqueda específica, o para descubrirlas. En la escuela, yo tenía medio módulo a las 7. Luego, todos subir a la planta alta, izábamos la bandera y continuábamos con las clases. El día que comenzó a darse esta historia, la directora nos dijo que luego de izar la bandera podíamos retirarnos, ya que el resto de los docentes que teníamos avisaron de su ausencia. Muchos de mis compañeros también habían faltado. Por lo que yo pensaba en llegar a mi casa vacía, sin deberes ni un carajo, puteando por haberme levantado temprano al pedo, y por no tener química con la mayoría de mis compañeros, como para de última, hacer alguna travesura por ahí. Y de pronto, antes de poner un pie en la vereda de la escuela, me cruzo con Rodrigo, un pibe de mi curso, muy callado, casi tanto o más que yo. Rubio, bajito, delgado, medio afeminado, y poco apto para los deportes. Le di la mano cuando me iba, pero él me pidió que lo espere un momento.
¿Ya te vas?, preguntó, mirándome como si lo hiciera por primera vez.
¡Sí, obvio! ¡No hay nada para hacer acá! ¿Vos?, le respondí.
¡Me voy a mi casa! ¡Vivo por acá cerca! ¿Querés venir?, me dijo. me sorprendí, porque nunca nadie me había invitado a su casa. Iba a decirle que no. Pero el pibe necesitaba amigos, tanto como yo, aunque no quisiera reconocerlo. Además, el resto de mis compañeros ya andaban por la ruta, o la plaza, o en la casa de alguno. Nadie me iba a ver saliendo de la escuela con él, lo que me ahorraría cargadas al día siguiente. Así que, le dije que sí.
Rodrigo vivía en un edificio con pinta de abandonado, pero en un lindo departamento, solo con su madre. Nunca se supo mucho acerca de su padre. Como la mujer trabajaba hasta las 3 e la tarde, tuvimos tiempo de hablar de un montón de cosas. En especial, nos pusimos a sacarle el cuero a los boludos que nos caían mal. Estábamos solos y tranquilos. Hasta que empezamos a tocar temas de la escuela, y seguro que mi cara de aburrimiento me vendió. De hecho, en la escuela solían decirle que era un traga. Pero, mis expresiones fueron lo que hizo que pronunciara las palabras mágicas.
¡Che, tengo una película! ¿Querés que la veamos?, preguntó con buena onda. Le dije que sí, creyendo que podía ser alguna de acción, o terror. Nos sentamos en el sofá, después que él pusiera el VHS en la videocasetera, que era lo que había en esos tiempos. La emoción me encendió cuando le dio Play con el control. Efectivamente, era una porno. Era bastante normal. Una chica con buenas tetas, pero claramente operadas peteaba a un tipo. Después se le sumaba otro para que lo pajee y se la escupa con verdaderas ganas. Hasta que a uno de ellos le da un infarto. De golpe llamaron a una ambulancia, de la que descendieron un médico y una enfermera que, trataron al moribundo con más sexo.
Yo cruzaba y descruzaba las piernas, tratando de manejar y ocultar mi erección. Después de todo, era fuerte ver, y escuchar a esas minas gemir, y a esos tipos pedir y jadear. A rodrigo no le importaba demasiado. Tanto que, en un instante peló la pija como si nada. Desde donde yo estaba sentado, vi que la tenía más chiquita que yo.
¿Y qué más vamos a hacer?, dijo él, algo agitado. Entonces, cuando Rodri empezó a hacerse la paja, yo saqué mi pija y lo imité, aunque con un poco más de timidez. Pero enseguida acabamos. Nos limpiamos, casi sin hablarnos, preparamos unas hamburguesas para comer, y volvimos a mirar porno. Yo me hice una paja. Rodri llegó a clavarse tres más. Incluso, con la última gimió un poco, y su voz afeminada se me antojó como la de cualquiera de nuestras compañeras. Yo me fui un ratito antes de que llegue su madre. No quería cruzármela de la vergüenza que me acaloraba las mejillas.
¿Qué hacés el sábado?, me preguntaba mientras me acompañaba a la puerta.
¡Nada! ¡No tengo planes! ¡Pero te aviso cualquier cosa!, le dije, pensando en desmayarme.
¿No me acompañás a cortarme el pelo?, me sugirió. Quise decirle que no, pero automáticamente le dije que sí. Imagino que, porque intuía que allí tendría otras películas, y entonces aprovecharía a pedirle que me preste alguna. Así que, el sábado nos reunimos en la pelu a las 2 de la tarde. Lo que me pareció raro, porque a esa hora siempre comía con la madre. me presentó al peluquero, un tal Fede, un tipo de unos veintipico, muy prolijo, y re afeminado. Me cayó bien. Le recortó el pelo a Rodri en unos pocos minutos, y enseguida puso el cartel de “Cerrado” en la puerta.
¿Vamos arriba, chicos?, nos preguntó, con una mirada más que cómplice con Rodrigo.
¡Imagino que no le habrás contado mucho de nuestros secretitos!, le dijo Fede a Rodri, masajeándole los hombros, mirándome de reojo. Él negó con la cabeza, se puso de pie y lo siguió con paso apurado. Yo los seguí sin entender bien por qué. Arriba, era casi un monoambiente bien perfumado. Había un baño, una camita, varios sillones y un televisor de unas 30 pulgadas. Rodri se sentó en el primero que vio, y peló el pito, como si aquello fuese normal. O, mejor dicho, como si aquello entre ellos fuese de todos los días. Y sin más, Fede se arrodilló frente a él, y se metió el pito de mi amigo en la boca para chupárselo con unas ganas tremendas.
¿Nunca te la chuparon a vos, bebé?, me preguntó, todavía con su pito sobre los labios del tal Fede. Yo le dije que era un puto de mierda, que qué se creía, y otros insultos irrepetibles.
¡Naaah, no entendés nada vos! ¡El puto es él! ¡Puto es el que chupa, o el que se deja! ¿O no Fede?, se defendió Rodri.
¡Sí, es verdad! ¡Y yo soy re puto!, dijo Fede, mientras se sacaba el pito de mi amigo de la boca. Y enseguida volvió a petearlo. Yo protesté, y demandé que me abran la puerta para tomarme el palo. Pero no me dieron ni un carajo de pelota.
¿Ya cogiste?, me preguntó Rodri, sin importarle nada de mis emociones confusas. Yo lo puteé.
¡Mirá, él tiene una propuesta para vos!, insistió el muy forro.
¡Dejame chuparte la pija, nene! ¡Si me dejás, vuelvan la semana que viene, que te consigo un buen par de tetas, que seguro eso sí que te gusta!, me dijo Fede, de lo más tranquilo, sin mirarme, al tiempo que pajeaba a Rodrigo. Era tentador, pero mi verga estaba súper dormida. Casi tanto como mi poder de imaginarme perdido entre unas lindas tetas. aquello había sido demasiado para mi adolescencia.
¿Tenés alguna porno para poner?, le solicité. Fede se incorporó del suelo, buscó un VHS y lo puso a reproducir sin darle el menor interés, mientras volvía a la pija de Rodri, murmurando: ¡Un poco para todos! ¿No les parece?
Esta era una porno bisexual, como sabría más adelante. Yo me senté al lado de mi compañero de escuela, cada vez más entregado. Al principio todo estaba bien. Eran dos minas muy lindas en una escena lésbica, que luego se convertía en un trío cuando aparecía un tipo enorme. Y enseguida se transformaba en un cuarteto cuando llegaba otro más petizo y gordo, pero dueño de un pijón terrible, según las palabras de Fede. Yo me pajeaba tratando de ignorar a Rodri y a Fede. Pero no tenía demasiado éxito. Y menos me salía cuando en la pantalla se juntaron los nenes con los nenes, y las nenas con las nenas. Estuve a punto de volver a putearlos, cuando Fede se dedicó a pajear a Rodri, y acercó su boca a mi pija para empezar a chupármela. Al mismo tiempo en la pantalla se mataban a puro sexo oral. Mi instinto fue meterle una piña en las costillas, gritarle que era un puto de mierda, y cagarlo a patadas en el piso. Por eso, seguro que, intuyendo el peligro, Rodri me agarró del antebrazo y me dijo: ¡Dale un minuto!
Se lo di, y no hizo falta esperar tanto. Creo que a los 30 segundos ya lo estaba disfrutando.
¿Y? ¿Te gusta?, me preguntó Rodri, ansioso y afeminado como siempre.
¡Cuando no lo miro sí!, le sinceré. Mi respuesta había sido muy boluda. A mi lado, un pibe se hacía la paja con una ansiedad que lo hacía gemir. En la pantalla, una especie de 69 entre dos tipos. Y abajo, en la realidad de mis piernas, un puto peteándome. La escena no podía ser más gay, y, sin embargo, estaba re caliente. Aunque no podía admitirlo, ni reconocerlo. En mi mente era otra cosa. Una bola de sensaciones desconocidas, y emociones que se trompeaban por hacerme sentir tan insignificante y poderoso al mismo tiempo.
Fede chupaba un poco mi pija, y otro poquito la de Rodri, que gemía como nena cuando se la escupía. Nos re pajeaba cuando su lengua no revoloteaba en nuestras chotas cada vez más calientes. Había que reconocer que era muy hábil, porque nos llevó al borde del orgasmo simultáneamente.
¿Me van a dar toda la lechota? ¡Vamos, que me la quiero tragar! ¿No ven lo putito que soy chicos? ¡Necesito dos machitos que me la den todo el tiempo!, decía casi sin privarse gemidos, suspiros y besos ruidosos por nuestras piernas y huevos.
Fede nos pajeaba muy fuerte, con unos sonidos de saliva y huecos de palmas sudadas que estremecían. Hasta que Rodrigo se paró como una tormenta feroz, y se la mandó hasta el fondo en la boca a Fede. Lo que terminó siendo lógico. Fede nos mostró con deleite cómo la leche de mi amigo le burbujeaba en la boca, y cómo se la tragaba de a poquito, saboreando cada gota. Entonces, yo no pude aguantar más. Ni siquiera supe cuándo fue que me puse de pie. Pero, lo cierto es que me saltaron dos chorrazos de leche que impactaron de lleno en la cara y el pelo de Fede. Ellos dos se echaron a reír, aunque estaba claro que no se reían de mí. Aún así yo me limpié y les aclaré que necesitaba irme. Rodrigo me abrió la puerta. En la semana casi no nos hablamos. Y menos en la escuela. Yo pasé por la peluquería un par de veces. Me ilusioné cuando desde afuera, vi que Fede trabajaba con una chica, una morocha de buenas tetas y labios rojos. Pensé que esas eran las que me había prometido, y el pito se me paró de una. Y, si no era así, no me importaba demasiado. Mi plan era cobrarme de alguna manera. Con lo que me prometió, o con sus herramientas de trabajo. Sí, era un pendejo creído que, si me lo proponía podía llevarme el mundo por delante. ¿Y qué si le choreaba la peluquería?
El viernes siguiente esperé a Rodri a la salida de la escuela, y le pregunté si iría a la pelu el finde. Me respondió con un rotundo Si, pero no me sacó más charla. Así que al otro día fui hacia allí a eso de las 2 de la tarde, como la vez anterior.
¡Qué bueno que viniste! ¡No sabés lo que te consiguió el Fede!, me dijo el Rodri cuando nos encontramos. Entramos sin mirarnos, como si estuviésemos ofendidos, y lo vi poner el cartel de “Cerrado”. Y de repente nos dirigíamos hacia arriba, donde Fede nos esperaba con las tetas que me debía.
¡Ella es Ivone! ¡Seguro que te gusta! ¿O no?, me dijo Fede, sin saludarme siquiera. Medía metro ochenta. Tenía unas hermosas tetas, y disimulaba muy bien su voz. Pero estaba más que claro que Ivone era un trava.
¡Eso no es lo que tenía en mente!, le dije, como un rezongo.
¡Todos dicen lo mismo mi amor! ¡Y después todos me llenan la boca de leche rapidito! ¡Y si sigo, me ruegan para que los deje tomarse la mía!, dijo Ivone, mirándome directamente el bulto. Rodri puso una porno, y esta vez era de travas. Después se sentó en el sillón y peló el pito. Fede se desvistió al ver que el ambiente se suavizaba un poco. Me sorprendí al verlo solo con una tanga. De hecho, cuando se arrodilló, visto de atrás parecía una mina con pelo corto. Ivone sacó sus tetas del vestido rosado que llevaba para menearlas y hacerlas saltar en sus manos.
¿Bueno bebé! ¿No venías por estas vos?, me dijo Ivone, acercándose a mi rostro. Dudé, pero al fin le manoseé las tetas, y tuve una erección casi al instante. Ella empezó a desvestirse, después de tocarme la boca con su lengua, hasta quedar en tacos y bombacha. Casi me muero cuando se puso en cuclillas y empezó a rozarme el pito con los dedos, hasta que terminó llevándoselo a la boca para petearme. En el video los travas se habían amotinado y se cogían a los tipos, como si no hubiera un mañana.
¿Te gusta eso?, me preguntó Ivone, sacudiendo mi pija entre sus labios.
¡No!, le dije muy seguro, pero inseguro a la vez. Ella se corrió la bombacha para extraer de esa tela brillante su pija y sus bolas. Ya la tenía semi erecta. Ahora, mientras me peteaba, se pajeaba la verga, al igual que Fede. Y sí, la verdad era que me gustaba ver a las trans cogiéndose a los tipos en la tele. Y me calentaba que Fede estuviese usando una tanga, y que lo estuviese retando al Rodri por tener olor a pis en el bóxer. Me mataban las ganas de decirle que la tanguita le hacía una cola divina, y que necesitaba ponerme una para que me digan esas cosas a mí. Pero tardaría un poco más en admitir ciertos rasgos de mi sexualidad.
Rodri ya estaba re caliente cuando, decidió ponerse a cuatro patas en el sillón para pedirle a Fede que le chupe el culo, cosa que éste hizo sin chistar con una lengua muy hábil y ruidosa, mientras lo pajeaba.
¿Querés que te haga eso, bebé?, me preguntó Ivone, mientras yo todavía pensaba que había escuchado mal las palabras de Rodrigo.
¡Mejor dejame chuparte un rato las tetas!, le respondí. Ella se acomodó en el sillón al lado de Rodri, y me pidió que me incline un poquito. Casi me amamantó como a un bebé, mientras me hacía una paja dulce, tierna, pero cada vez más ágil. De esa forma yo podía ver la peli de reojo. Las trans tenían a los dos tipos en cuatro enculándolos, al tiempo que ellos se comían la boca. Recuerdo que tuve unas cosquillas raras en los labios, y sentí envidia.
¡Vamos a ponernos así! Dijo Ivone. Yo me asusté, porque creí que me quería romper el culo.
¡Fede y yo en cuatro, en el sillón! ¡Ustedes nos cogen como a perras alzadas! ¡Dale?, replicó Ivone con una risita cantarina. Rodri cambió de lugar con Fede, y se preparó para penetrarlo, o al menos eso parecía que iba a suceder más temprano que tarde. Yo me negué mientras Ivone se ponía en posición.
¡Dale nene! ¡Cogela, y la semana que viene te consigo una concha de verdad!, me decía Fede mientras se abría el culo, y empezaba a comerle la boca a Rodrigo. Le dije que más le valía que no sea ni otra trava, ni una vieja de 70 años, ni una recién nacida, ni nada que no sea una mujer con una edad correcta con un cuerpo aceptable. Y, en definitiva, penetré a Ivone. La verdad, esa fue la primera vez que cogí. Ella se había dilatado y lubricado solita, así que solo tuve que meterla. Se sintió rico, apretado y caliente. La tomé de las caderas sin nada de experiencia. La envestí con fuerza, casi con odio. Me daba rabia que no fuese una mina de verdad. Y me puse peor cuando ella manoteó el rostro de Fede para besarlo en la boca. Ambos se pajeaban mientras jugaban con sus lenguas, a medida que Rodri y yo les cogíamos el culo con los pitos cada vez más duros. Él estaba más ducho que yo. Al punto que cada tanto le soltaba un chirlo sonoro en la cola.
¡Tomá, puto, tragate toda mi verga! ¡Si serás trolo! ¡Naciste para que te cojan! ¿No? ¡Mirá, si hasta usás tanga y todo!, le decía Rodri mientras yo me preguntaba a dónde había aprendido ese lenguaje. ¿Tantas pornos de puto había visto? ¿Y su madre no se percató nunca de los VHS que tenía?
Estuvimos cogiéndonos así durante un largo rato, hasta que nos sentimos tan calientes que todo nos daba lo mismo. Solo éramos cuerpos, semen, pijas duras, manos, lenguas húmedas y ganas de acabar. Entonces, Ivone y Fede nos pidieron que nos sentemos en los sillones. Ellos se quedaron de pie, a nuestro lado, mirándonos. Los tres nos pajeábamos mirando la tele. Pero yo no paraba de mirarle la verga Ivone. Se me hacía suculenta, y me daban ganas de metérmela en la boca, aunque parecía imposible que pudiera caberme.
Rodri fue el primero en acabar, directo sobre la verga de Fede. Éste lo hizo sobre la cara inmaculada de Ivone. Cuando fue mi turno, largué toda mi leche en las tetas de Ivone, y ella hizo estallar su tremenda acabada en el pecho de Fede. Luego, nos brindaron un showsito, limpiándose toda la lefa de sus cuerpos sudados, llenos de moretones y rasguños con sus lenguas como dos gusanitos hambrientos. Recuerdo que no podía mirar a Rodri a la cara. Luego nos limpiamos y comimos algo. Fede nos invitó a quedarnos hasta la noche. Ivone y Rodrigo dijeron que sí, casi sin pensarlo. Pero yo me excusé con mis deberes escolares, y me fui. No sin antes llamar a Rodri aparte para jurarle que le rompería la cabeza si le contaba a cualquiera de la escuela de nuestra aventura. No se lo tomó bien. Ni siquiera me miró esa semana. Solo me habló el viernes para decirme que Fede había trabajado mucho para cumplir con lo que me debía. Así que, mejor que el sábado vaya a la peluquería. A lo que yo le respondí con un agresivo: ¿Y qué onda si no voy? ¿Qué me va a hacer ese puto de mierda?
Pero el sábado fui nomás. Ivone no estaba. Lo que me alegró y me entristeció al mismo tiempo. ¡Sí! ¡Me había pajeado como un cerdo pensando en sus tetas y su verga! Pero Ivone debía quedar en el pasado. Ahora estaba feliz porque, la conchita que Fede me había prometido se trataba de la morocha que trabajaba con él. Nos esperaban arriba. Ella estaba fumando, con una musculosa y una tanga negra, sonriente y despatarrada en uno de los sillones.
¿Así que este es el nene? ¡Yo soy Lorena, y vine a darte esto!, me dijo la morocha, mientras separaba las piernas, se corría la tanga y me mostraba la conchita. La tenía depilada, chiquita y brillante. Y sí, su voz sonaba normal, como la de una mina en toda regla. Rodri se sentó en otro sillón, y Fede se dispuso a petearlo como si tuviese una sed imperdonable. Yo me quedé de piedra por un momento. Por suerte Lorena no. Se puso de pie de golpe, empezó a comerme la boca mientras me desvestía, y se reía con dulzura. Yo me puse a manosearla. ¡Por dios, qué tetas que tenía la negra! Y más lo compensaba con el hecho que ya tenía el culo un poco caído. Me puso un preservativo con la boca, me la chupó y mordisqueó un ratito, y después me pidió que me la coja en el sillón, ella boca arriba y yo de rodillas entre sus piernas. Yo me sabía un crío sin experiencia, pero siempre le agradecí lo mucho que exageraba sus gemidos para mí, cuando yo me esforzaba por penetrarla lo mejor que pudiese.
Al rato, cuando la calentura ya estaba en su punto máximo, Rodrigo me chistó, murmurando sagaz: ¿Querés saber un secretito?
Le dije que no, pero él insistió. ni sé por qué me sorprendí cuando cambó de posiciones con Fede, y empezó a chuparle la verga, mirándome fijo a los ojos. En eso Lorena empezó a tocarse la concha como loca mientras los miraba. Ahí noté que no me estaba dando la atención que necesitaba. Así que me incliné y le mordí un pezón. Entonces no le quedó otra alternativa que mirarme.
¡No sabés cómo me calienta ver a putos cogiendo!, me dijo Lorena, mientras me comía la boca y me apretaba con sus piernas. Hasta que deslizó en mi oído: ¿Me hacés un favorcito? ¿Me ayudás con una cosita?
En ese momento, creo que le habría dicho que sí a cualquier cosa que me hubiese pedido.
¿No te querés coger a Rodrigo? ¿él no va con vos al cole? ¡Dale, copate! ¡Rompele un poquito más el culo, mientras él petea al Fede! ¡Regalame un show de nenes peteros!, me pidió, pasándome la lengua por toda la cara. Me pregunté si para el próximo sábado me prometerían un elefante, o una mina con cuatro tetas. pero preferí no darle más vueltas al asunto.
¡Bueno! ¡Pero me hacés terminar vos! ¿Dale?, le dije en medio de la calentura.
¡Vamos a adornarlo un poquito! ¿Te parece?, decía Lore, mientras se sacaba la bombacha para ponérsela a Rodrigo, que no paraba de mamar verga. Luego se la corrió y separó sus nalgas, mostrándome el ojete de mi tímido compañero de escuela. Se lo dedeó un poco mientras él gemía y gemía. Yo me pajeaba para que no se me duerma, y para que los huevos me duelan un poco menos. Lorena decía que nosotros dos teníamos que entrar a los baños de la escuela y sacarles la lechita a todos los chicos, y pedirles que todos nos meen la cola y la boca. Decir esas cosas, evidentemente la calentaban más.
Tras unos minutos Lore me pidió que me lo coja de una vez, y eso hice. Le mandé la pija en el culo, y le entró súper fácil. Al rodri, pensé, se lo deben haber cogido unas 50 veces para que le entre tan rápido. Entonces, le daba bomba, chirlos y más bomba, mientras Lore me besaba en la boca, cada tanto. El resto del tiempo solo hablaba.
¡Dale nene, cogelo bien! ¡Rompele bien la colita a este putito! ¿No ves que es re nena? ¿Viste cómo le gusta que lo culeen? ¡Es más trolo este Rodri! ¡Sabés que, cuando va a mi casa se pone una bombachita mía, y me ayuda con las tareas domésticas! ¿Así, en bombachita? ¡A veces se le hace bulto cuando se le para el pitito! ¡Ahí es cuando llamo a Fede para que lo consuele con su cola! ¡Y si no está disponible, bue, lo consuelo yo con un consolador! ¡No sabés cómo le gusta la leche de las pijas al muy trolo!, decía sin tomar aire. Sus palabras, y su voz de trola en celo, me calentaban mucho. Por eso le daba por el culo a Rodri sin piedad. más fuerte le daba, más me gemía. Y a Fede le parecía muy cómico.
¡Me acabo Lore!, Exclamó Rodrigo enseguida. Ella le agarró la verga y lo masturbó un poco, repitiéndole: ¡Dale, putito, dale a la tía Lore tu lechita de puto que me encanta! ¡Sabés que me encanta el sabor que tiene la lechita de los putitos como ustedes! ¡Es más rica que la leche de los machos!
Unos segundos después, Rodri se acabó en el piso.
¡Limpiala toda, maricón!, le gritó Fede. Así que Rodri empezó a lamer su propia lefa del piso con carita de bueno. La juntaba con la lengua, se la metía en la boca y se la tragaba, siempre mirándonos para saber lo que hacíamos. Cuando terminó, volvió a petear a Fede. Lorena se vino encima de mi cuerpo como un huracán. Me comió la boca y me sentó en un sillón. Se acomodó entre mis piernas y me hizo una tremenda turca con sus hermosas tetas, pidiéndome la leche como una desesperada. Al mismo tiempo, Fede acababa también en el piso, a pocos centímetros de donde había acabado el rodri. Y, cuando yo estuve a punto, Lore me hizo acabar al lado de la leche del peluquero. Rodrigo lamió y se tragó todo, con una felicidad que no le cabía en los ojos. Fede preparó mate, y prometió un segundo round. Lorena se quedó sentada en un sillón, mirando una peli de putos haciéndose una paja, mientras nosotros tres mateábamos. Ellos dos seguían en tanga.
No volví a la peluquería. Las clases terminaron al mes, y creo que Rodrigo se mudó a otra provincia, o algo así. El punto es que no volví a verlo. A Lorena me la crucé en la calle alguna vez, pero ni siquiera me saludó. Fin
La paja que me hice jajaja te hace falta mas de esto, chicos con chicos con trans, riquisimo!
ResponderEliminarAunque reconozco que no es mi fuerte, o mi estilo, prometo escribir historias como estas. Pero, por suerte hay escritores que pueden retratarlas mooooy bien! ¡Jejejeje! Gracias por escribir!
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