Las perversiones de mi esposa

 

Hace diez años que Jazmín y yo estamos juntos. Tenemos una vida ordenada en general. Decidimos no tener hijos, ni mascotas, ni secretos entre nosotros. Siempre creímos en nuestras actividades en común, y en las que desempeñamos en solitario. Nos amamos, confiamos y apoyamos, y somos tan felices que, a veces nos preguntamos si lo que vivimos es real. Hoy yo tengo 37 años, soy bioquímico y profesor de química en una universidad, toco el piano para divertirme, colecciono vinilos de rock de todos los tiempos, juego al truco con mis amigos los viernes por la noche, y tengo una banda de covers de rock. Jaz, tiene 34 años, una vida mucho más relajada, porque da clases de idiomas en casa. Habitualmente asiste al gimnasio, es parte de un coro mixto, se junta con unas pocas amigas, y sigue estudiando para perfeccionar japonés. Y, entre tantas cosas alucinantes de nuestra relación, está su pasado. Un pasado que la curtió de complejos, libertades, vanidades y presunciones. Tal vez, el hecho de que fuese gordita, incluso que tuviera tetas y culo a temprana edad, cuando los pibes en lo único que piensan son en atacar a los diferentes, a los que no encajan, o a los que no se saben defender, la fortaleció definitivamente. Pero, en medio de esas tensiones de autodefensa, ella sentía que su cuerpo reclamaba otras cosas, que las chicas de su edad, o bien no comprendían, o no aceptaban, o cuestionaban. Mi suegra tuvo que tomar cartas en el asunto.

¡Mi mamá, la vez que me encontró mirando las revistas porno de mi viejo, no solo me dio varias cachetadas! ¡Me dijo que, desde ahora en adelante, tenía que tener cuidado con los chicos! ¡Según ella, a todos les iba a llamar la atención, por mis tetas! ¡Además, en esa época, yo ya me tocaba la conchita, y me meaba en la cama! ¡Imaginate, cómo iba a entender todo eso a los 10 años! ¡Una nena súper tetona que se hacía pis en la cama, sin entender por qué! ¡Y, bueno, entonces, empezaron mis indagaciones secretas!, me contó una tarde, creo que al mes de habernos conocido. Hacía calor, y tomábamos un mate tras otro bajo un frondoso árbol del parque de la ciudad.

¡Sí amor! ¡A veces andaba con olor a pichí! ¡Y, lo que me parecía re loco, era que, a ciertos nenes en la escuela, parecía gustarle eso!, me dijo, cuando yo intenté bromear respecto de sus aromas de niña en aquel tiempo.

¡Una vez, cuando mi viejo me pasó a buscar para que pase con él sábado y domingo, bueno, a la tuya le dio curiosidad! ¡En la casaquinta que tenía mi viejo con su esposa nueva, se juntaban todos los fines de semana, a comer asado, y a boludear en la pileta! ¡Ahí caían los hermanos de Marta, sus sobrinos, y algunos amigos de ellos! ¡A mí, obviamente, ni me registraban! ¡Era un garrón estar en un lugar en el que me miraban con lástima! ¡Uno de ellos me decía gorda pedorra, y me pinchaba cualquier parte del cuerpo con una rama, o con lo que encontrara! ¡Hasta con los tenedores de postre!, continuó, tras contarme que sus padres se separaron cuando ella tenía 4 años. Me acuerdo que, era imposible no rozarme la verga con semejantes confesiones, mientras ella no lo notaba. Además, ese día tenía las gomas bien levantadas con un top deportivo que te hacía alucinar.

¡Bueno, esa noche, después que todos se acostaron, y los grandes se quedaron a jugar a las cartas en el quincho, yo me escapé de la piecita que compartía con Nacho y Rocío, que eran hermanos! ¡Ella tenía 13, y él creo que mi edad! ¡Y, bueno, vi que Gonzalo y Maxi estaban fumando debajo de unos árboles! ¡Yo ya sabía que fumaban mariguana! ¡No quería probarla! ¡Pero, sí me tenía intrigada saber cómo serían los pitos de ellos! ¿Tenían 14 años, o por ahí! ¡Así que, yo gateé como 50 metros hasta llegar a donde ellos fumaban, y les hablé! ¡Se re cagaron en las patas, porque los asusté! ¡Creo que uno de ellos se quemó con el faso! ¡Entonces, cuando Gonzalo amenazó con buchonearme, yo, ¡llevé las cosas para mi conveniencia! ¡Les dije que, si ellos no me mostraban una cosa, yo hablaba con sus padres, y les contaba que fumaban yerba a escondidas! ¡Los dos me miraron re mal! ¡Maxi fue el que se mostró interesado, y me preguntó qué era lo que tenían que mostrarme! ¡Quiero, quiero que me muestren cómo son sus pitos! ¡Yo, si quieren, les muestro mi vagina, les dije! ¡Primero se me cagaron de risa! ¡Pero, como yo insistí en mandarlos al frente, bueno, creo que Gonzalo fue el primero que se corrió un poquito el pantalón, y me mostró el calzoncillo! ¡Yo rezongué, y le dije que quería verlo todo, desnudo! ¡Así que, ahí sí se lo vi! ¡Maxi pensó que iba a zafar! ¡Pero yo, ni siquiera sé cómo ni por qué lo hice, le apoyé la cabeza en la pierna, y le dije que quería ver su pito! ¡Maxi me dijo que no podía, porque se le había puesto duro! ¡Y yo, de un tirón le corrí el pantalón! ¡Ahí fue cuando vi por primera vez una pija parada, y me sentí re rara! ¡Tuve un montón de cosquillas en la cola, y en la concha! ¡Y, ni hablar que, después me tocaba mostrar a mí! ¡Medio que yo me había arrepentido! ¡por lo que, empecé a escaparme de a poquito! ¡Pero, Gonzalo me agarró, justo cuando ya me había puesto a cuatro patas para volver así a la piecita en la que dormía! ¡Me levantó, quejándose por mi peso, y me sentó en las piernas de los dos! ¡Yo tenía un pantalón corto! ¡Y bueno, los dos me lo bajaron! ¡Cuando quedé en bombacha, me empezaron a tocar, y yo también, a tocarles los pitos! ¡Fue re lindo, porque, era como el primer contacto con el sexo! ¡No sé cómo, ni por qué fue que no me delataron!, terminó de contarme, con una sonrisa radiante en los ojos, las tetas más turgentes, y una de sus manos en mi verga.

¿Te calienta que te cuente todo esto? ¡Yo creo que, fui muy puta de nena! ¡Pero no me arrepiento! ¡Ahora, soy tuya, soy tu putita mi amor!, me decía al oído, mientras yo le devolvía el mate vacío, y su mano intentaba transgredir el elástico de mi short. Esa misma noche, cuando ya estábamos en la cama, me contó que con esos chicos empezó a besarse en la boca, y que se escondían siempre que podían por las noches. Ellos le mostraban sus vergas, y ella su vagina. Hasta que uno de ellos se interesó en sus tetas.

¡Bueno, Gonzalo, una vez entró al baño, mientras yo hacía pis! ¡Creo que, pensaba en bañarme después de mear! ¡Así que, todo lo que tenía era la bombacha! ¡Cuando me vio, me pellizcó una teta, y me dijo, que tenía unas gomas muy lindas para ser chupadas! ¡Me gustó que me diga eso! ¡Y, más que comenzara a chuparme los pezones! ¡Yo sabía que no todas las nenas tenían las tetas que yo a mi edad! ¡Me las chupó, y metió una de mis manos adentro de su pantalón, y me encontré con que tenía la verga dura! ¡Dale gorda cerda, apretame el pito, y yo te chupo las tetas, me decía, y yo le hacía caso! ¡Pero, después, en el resto del día, no me daba ni bola! ¡Yo, re caliente, como te imaginarás, me la pasaba mirando tele, sola en la pieza, donde aprovechaba a tocarme! ¡Una de esas veces, Marta me retó por hacerme pis en la cama!, me explicaba con lujo de detalles, con su cabeza apoyada en mi pecho, su mano en mi verga, y una de mis manos en sus tetas desnudas. En ese tiempo, no entendía si lo que me contaba era para ponerme celoso, o para calentarme, o para motivarme sexualmente, o si todo aquello había sido cierto. Pero esas personas, realmente existían. Yo los fui conociendo a lo largo de nuestra relación. Mi suegra también me había dado ciertos indicios que coincidían con sus versiones.

¡Una tarde, Gonzalo y Maxi me hicieron llorar de tanto que me cargaron! ¡Eran pavadas! ¡Pero yo no lo sabía manejar! ¡Pasaban por mi lado mientras yo jugaba con mis muñecas, y me decían cosas! ¡Gorda, no te tires un pedo porque explotamos todos! ¡O, che gorda, vamos a jugar al fútbol, y necesitamos una pelota! ¿Te copás? ¡O, gordita sucia, gorda apestosa, o gorda comilona! ¡Peor desde que se enteraron que había mojado la cama! ¡Lo hice muchas más veces después de aquella! ¡Así que, yo los correteé sin dejar de llorar, y les revoleé un palo! ¡Entonces, los dos me llevaron a un auto viejo, que estaba en el fondo del terreno, para calmarme! ¡Me decían que solo querían jugar, que no tenía que ser tan mala con ellos! ¡Entramos los tres en el asiento de atrás! ¡Ellos, cada uno a mi lado! ¡No sé cuál de los dos fue el que me dijo si, no tenía ganas de unos besos en la boca! ¡Bue, imaginate cómo me puse cuando sentí la lengua de Maxi adentro de la boca, y después la de Gonzalo! ¡Maxi, encima le dijo al otro que yo tenía unas tetas muy lindas, y los dos me las tocaron! ¡Yo, quería que me arranquen la ropa, posta! ¡Y me siguieron chuponeando, tocando las tetas, y haciendo que yo les toque las Vergas! ¡Hasta que Gonzalo me preguntó si lo dejaba mirarme la bombacha! ¡Yo solita me bajé el short! ¡Gonzalo se agachó, y, me besó las piernas, mientras el otro me re transaba, y me hacía tocarle el pito! ¡Gonzalo me tocó la concha, y me hizo oler y lamer su propia mano! ¡Tenés olor a pis gordita, me dijo! ¡Pero Maxi, dejó de besarme para pasarme la lengua por la vagina! ¡Ese día, creo que no pude controlarme más! ¡Creo que ahí me di cuenta del poder de mis tetas, y de mis besos! ¡Gonzalo siempre buscaba que le coma la boca! ¡Y más adelante Bruno, Julián y Matías, los otros primos! ¡Esa vez no nos encontraron! ¡Ni esa, ni otras tantas! ¡Pero, un día mi viejo entró cuando yo me besuqueaba con Julián! ¡Me acuerdo que sentí como que el mundo se me caía encima! ¡Creí que cuando me llevó para hablar a solas al baño, me re cagaría a cintazos! ¡Aunque él jamás me levantó la voz siquiera! ¡Pero, me dijo que tenía que jugar a cosas de nenas, que soy muy chiquita para hacer esas cosas, y que ellos son mis primos, y que no era buena idea hacer eso! ¡Además, me recalcó que trate de no mearme en la cama, porque tendría que tomar la decisión de ponerme pañales! ¡Imaginate que, gorda y en pañales, cartón lleno para todos! ¡Ahí sí que me convertiría en la payasita de mis primos, más de lo que ya era!, seguía contándome, subiéndose de a poco sobre mi cuerpo, con toda la intención de que mi pija la penetre como tanto se lo estaba buscando. Entonces, empezamos a coger como locos. Al punto tal que mi cuñada, que todavía vivía en su casa, tuvo que golpearnos la puerta para silenciarnos, o que al menos, tomemos consciencia de la existencia de sus oídos.

¡En la casa de mi viejo, nunca la pasé muy bien! ¡Por eso, creo que lo que más esperaba era eso! ¡Los manoseos, juegos en la pileta, los besuqueos con Gonzalo, y las primeras veces que vi salir semen de la pija de Maxi! ¡Bueno, eso, fue en la pieza, donde dormía con Rocío, y el otro bobo!, me dijo, sembrando el misterio cuando viajábamos a Buenos Aires en colectivo. Cosa que le salía de maravillas. Teníamos que viajar por unos asuntos de papeles, ya que yo me había mudado recientemente a San Luis, donde ella vivía con su madre, hermana y abuelo. Como a esa hora todos dormían, nadie podía saber que una mano de Jazmín entraba por mi pantalón para pajearme, y que yo le manoseaba las tetas, mientras su boca seguía narrándome la historia.

¡era la siesta! ¡Marta me había castigado por romper un vaso de un pelotazo! ¡Esa vez los varones me habían invitado a jugar con ellos! ¡Así que, la boluda se fue a dormir la siesta, sola, en medio de un calor de perros! ¡Mi viejo no estaba, así que no podía esperar que interceda! ¡Una vez que entré a la pieza y me acosté, y como sabía que estaba sola, me quedé en remera y bombacha! ¿No había ventiladores! ¡Aunque, no era tan calurosa la casa, porque tenía los techos muy altos! ¡Y entonces, mientras ya no sabía en qué pensar para dormirme, porque ahí la hora no se te pasa más, entró Maxi! ¡Me chistó para que no grite mientras cerraba la puerta! ¡Venía a decirme que, él le dijo a Marta que Gonzalo fue el que rompió el vaso, y que entonces, me levantaba el castigo! ¡Yo, en medio de la sorpresa, llegué a taparme las piernas! ¡Pero, él ya me había visto! ¡Fue automático! ¡Se acostó a mi lado, bien apretados en la cama, y empezamos a besarnos! ¡Dale, bajate la bombacha nena, me dijo, y yo le manoteé el pito por adentro de la ropa! ¡Nos re chapábamos, y frotábamos mal! ¡Sentí que me tocó la concha, aunque no me bajé la bombacha! ¡Me preguntó si me había hecho pis por la humedad de la tela! ¡Le dije que no, y él, se levantó diciéndome si quería mirar su pito más de cerca! ¡Le dije que sí, y entonces, se arrodilló en la parte de la cabecera! ¡Sacó su tremendo pitote, y me lo puso en la cara!, me relataba, mientras me masturbaba con una lentitud y suavidad desesperantes. Tenía ganas de rasgarle la ropa en pedacitos y empomarla con todo, para que los pasajeros nos escuchen gozar. En ese momento, como si hubiese leído mis pensamientos, ella liberó sus tetas del corpiño y se subió la remera para encajármelas en la boca.

¡La cosa es que, cuando se lo vi, tan duro y todo jugoso en la punta, me mandé, y se lo lamí! ¡El chabón se puso como loco! ¡Lo sacudió contra mi cara, me pidió que le dé besitos, y que se lo apriete con una mano! ¡Después, me envolvió toda la mano en el glande y me hizo subir y bajar, cada vez más rápido! ¡De repente, lo hice con tanta velocidad que, él jadeaba, me tocaba una teta, y me decía que era una gordita mirona, una nena cochina! ¡Y, de la nada, empezó como a enfurecerse! ¡Yo no entendía nada! ¡Y menos cuando empezó a largar toda su leche, salpicándome la cara, la almohada y la remera! ¡También me di cuenta que tenía las piernas abiertas y que él me miraba la vagina! ¡No sé en qué momento, o él, o yo me bajé un poco la bombacha! ¡Me agradeció por sacarle la leche, y me dijo que me levante, así seguíamos jugando a la pelota! ¡Pero yo me quedé, porque necesitaba manosearme la zorra, ahí, solita! ¡Estaba re caliente!, terminó de confesarme, mientras mi boca se alimentaba de sus pezones actuales, imaginándose cómo serían los de aquella nena precoz, y cómo debió calentarse ese mocoso, mirándole la concha apenas por una rendija de su bombachita corrida. Hacía meses que éramos novios, y por momentos sentía que no podría jamás avivar todo el fuego que anidaba en sus entrañas de hembra. Esa vez, los dos acabamos en ese micro que apenas se deslizaba por una ruta empapada por la lluvia. Nos mordíamos los labios cuando el orgasmo nos alcanzó, mientras sus manos se colmaban de mi semen, y su bombacha y calza se embebían de un squirt furioso que mis dedos le arrancaron de tanto trabajar sobre su clítoris extasiado. Hasta chilló y todo cuando le mordí una teta, mientras intentábamos relajarnos. Es que, ella no se las había guardado, y la tentación me envolvió con sus hechizos mortíferos.

¡Una vez, se quedaron todos en la casa de la Marta y mi viejo! ¡Fue entre navidad y año nuevo! ¡éramos demasiados! ¡Al punto que no cabíamos todos en las piezas! ¡Así que, los pendejos tuvimos que dormir todos en carpa, porque los grandes debían dormir en camas! ¡A mí me tocó dormir en una con Rocío, Nacho y Nicolás! ¡Yo ya tenía 12 años, y bueno, las hormonas como locas! ¡Así que, una vez que los adultos dormían, y algunos jugaban al chin chon, o fumaban hablando de fútbol, yo les dije a los peques que tenía que salir al baño! ¡Pero, me fui a la carpa de Maxi, Julián y Gonzalo! ¡Escuché unos gemidos de mina, y, cuando yo les tiré una piedra en el techo, chistaron a Juli para que baje el volumen, pensando que se había acercado un mayor! ¡Era obvio que veían un video porno en el celular!, me confió otra noche, en la que tomábamos un fernet en el patio de casa. Estábamos solos, porque habíamos decidido faltar al cumple de su tía. Entonces, después de mi concierto de toses por no dominar del todo las secas que le daba al porro, ella siguió con su anecdotario, mordiendo la pajita del vaso y revolviendo los hielos.

¡Entonces, cuando les dije que era yo, Gonzalo me abrió, y los otros me metieron como si afuera estuviese lloviendo! ¡Les pregunté qué hacían, y les dije que estaba aburrida! ¡Maxi me dijo que no tenía que meterme a la carpa de los varones, porque yo soy una nena, que todavía tiene que tomar mucha leche! ¿Los otros le festejaron el chiste! ¡Pero Gonzalo se fijó en que yo estaba más tetona de la última vez que me había visto, y se los hizo notar a los otros! ¡Yo me hice la boluda, y les dije que todavía soy una nena, y no tengo tetas! ¡Gonzalo me hizo caer arriba de su cuerpo, y los otros me manosearon la cola! ¡Ellos, creo que los tres estaban en calzones! ¡Gonzalo tenía la verga re dura! ¿Estaban mirando videos chanchos? ¡Se los pregunté de una, cuando el pito de Gonzalo se me clavaba en la pierna, y el turro se movía para frotarlo! ¡Julián dijo que era más viva de lo que parecía, y Maxi me levantó la remera, una vez que Gonzalo me puso boca arriba! ¡Ahora, los otros dos me miraban las tetas, y la pija de Gonza me pinchaba la cola! ¡Me puse re loca en ese momento! ¡Así que, ni me importó que empiecen a tocarme las tetas! ¡Lo loco es que, ni les importaba pajearse! ¡Y más cuando Juli y el Maxi se agacharon para, bueno, para mamarme las gomas! ¡Uno de ellos me sobaba la concha, y me ponía más puta!

Cuando terminó, se me sentó en las piernas, y se dio el gusto de sacarse casi todo, menos la bombacha. Teníamos todas las ganas del mundo de garchar en el patio. Pero no podíamos, sabiendo que vivíamos tantos en la misma casa. Aunque, un par de noches, ella me hizo un pete cuando llegamos de un concierto, y la vez que volvimos re borrachos de un bar. sabía que, si le sacaba la bombacha, comenzarían a escucharse sus gemidos a distancias poco prudenciales, y eso nos excitaba por igual.

¡Bueno, y de golpe y porrazo, el Maxi se me tiró encima, me corrió el pantalón y encajó su pija contra mi concha, sin bajarme la bombacha! ¡Empezó a moverse, sin dejar de chuparme las tetas! ¡Hasta que se agitó tanto que, no tuve que fijarme para saber lo que me había dejado! ¡Después, me sentaron en una almohada, y Juli se arrodilló al lado de Maxi! ¡Los dos pelaron las vergas, y me pidieron que haga de cuenta que eran chupetines, o heladitos! ¡Total, vos todo te lo llevás a la boca, gordita chancha, me decían! ¡O, hacé de cuenta que son dos mamaderas con chocolatada, dijo Julián, mientras yo ya se las manoseaba! ¡Creo que llegué a chupar un poco la de Maxi! ¡Enseguida largó su leche en mis tetas! ¡Juli, me hizo oler y lamer su calzoncillo! ¡Después, cuando me hizo pajearlo cerca de mi cara, me acabó todo casi en el pelo! ¡Así que, después de eso, volví a la carpa con los enanos, con leche en la bombacha, las tetas y el pelo! ¡No sabés cómo los odiaba por dejarme así de alzada! ¡Pero bueno, por otro lado, yo todavía no tomaba pastillas, y ellos no tenían forros! ¡O sea que, mejor para mí, porque, me habrían embarazado! ¡Flor de despelote se habría armado! ¡Acordate que ellos, son los mimados de la familia, los que iban a escuelas privadas, a clubes chetos, y tenían lo mejor de lo mejor! ¡Menos mal que esa vez no le hice caso a mi vieja, con sus métodos de anticoncepción! ¡Ahí sí que se me habrían cagado de risa con ganas! ¿Te acordás de lo que te conté hace unos días?, me decía, ya encarnando sus instintos de hembra salvaje en mi piel, subiéndose al columpio de mis piernas para que mi daga de músculo y semen comience a calentarse adentro de su concha hermosa. En ese tiempo Jazmín pesaba unos 100 kilos, y a mí me pervertía de una forma que no podía explicarle ni a mi sombra. Entonces, recordé lo que me había contado un mes atrás, de cuando hacía travesuras en la escuela. Esa vez, también mi suegra participó en la charla. Todo se dio por una publicidad de pañales en la tele. Jazmín se mostró alegre, y hasta cantó la cancioncita, y mi suegra le gruñó, mientras preparaba unos tomates rellenos: ¿Qué pasó nena? ¿Te da nostalgia, de cuando ibas a la escuela? ¡Qué trabajo me diste, por favor!

Aquel comentario fue de lo más extraño que había oído. Jazmín, como si tal cosa, se sentó en el sillón, a mi lado, y me explicó que durante un tiempo fue a la escuela con pañales, o bombachitas de goma. Yo me eché a reír como un condenado, sabiendo que tal vez no debía hacerlo. Después de todo, ignoraba si había tenido algún problema grave en su desarrollo infantil, o si había sufrido algún trauma horrible. Pero la cara de Jazmín no auguraba nada trágico.

¡Bueno, Pasa que, yo, evidentemente, ¡era una gorda sexy! ¡Había chicos que me molestaban, me decían cosas, o me robaban los útiles! ¡Pero, también algunos me apoyaban, o me tocaban las tetas! ¡A uno le pegué una vez, y al final terminamos chapando en el recreo! ¡Yo tenía 11 años!, me contaba esa vez, tras serenarse y servirse un vaso de coca con toda la cautela del mundo, porque estuvo a punto de volcar todo gracias a nuestras risas.

¡Y sí! ¿Quién no te iba a mirar esas tetas, nena! ¡A los 11, ya tenía más tetas que sus profesoras, o las chicas más grandes! ¡Y vos sabés que yo no exagero Lucas!, aportó mi suegra, que seguía atendiendo la cocción del arroz.

¡Sí, bueno, pero eso no queda ahí nomás! ¡Ese chico, hizo que otros pibes también me quieran chuponear! ¡Yo me re dejaba! ¡Y, como toda guacha que empezaba a explorar su cuerpo, bue, me les apoyaba, y buscaba otro tipo de contacto! ¡Obvio que buscaba a los pibes más grandes! ¡De 13, 14 o 15! ¡Y, una vez, ni sé cómo fue que se dio la cosa, pero, una maestra me encontró en el patio, besándome con dos pibes a la vez, y con el pantalón por las rodillas! ¡Me re tocaban el culo, y uno de ellos me mordía la oreja, diciéndome que tenía las tetas más ricas que las de su hermana mayor! ¡Olvidate que me llevaron a la dirección, y me amonestaron! ¡A los pibes, creo que no les hicieron nada!, siguió contando Jazmín, tratando de que su voz quede en un segundo plano tras el barullo de la tele. Pero mi suegra la escuchaba con atención.

¡Cuando me llamaron, yo no tuve ningún problema en explicarles a esas boludas que, una es mujer, y que las mujeres, a veces tienen ganas de hacer cosas un poco fuera de lugar! ¡Así que, ahí me gané la fama de liberal, degenerada, y vaya a saber qué otros calificativos! ¡Pero les dejé bien claro que yo, no voy a prohibirle a mi hija que limite a su cuerpo! ¡Si tiene ganas de besar a alguien, podía hacerlo! ¡Si tenía cosquillas en las tetas, y si ella deseaba que algún pibe se las toque, adelante! ¡Y, si tenía hormiguitas en la vagina, pues, nadie es quién para silenciarlas!, intervino la mujer, dejándome absolutamente sin palabras, ni pensamientos, ni reacciones por un momento. Jazmín, en cambio, solo se limitó a retrucarle: ¡Sí, y ahí, empezaste a ponerme pañales para ir a la escuela! ¿Era para que no me cojan?

¡No seas ordinaria nena! ¡No, te puse pañales cuando volviste meada de la escuela, y eso, fue como dos semanas seguidas! ¡Según vos, porque había un nene que te besaba en la boca y te metía la mano por adentro del pantalón! ¡Pero, después, preferí que uses bombachas de goma! ¡De esa forma, la señorita podía ir al baño, besuquearse con los nenes que quisiera, y permitir fricciones, roces, o todo lo que deseara, y de esa forma, su florcita siempre estaría a salvo!, agregó Juana, antes de rezongar porque no quedaba mayonesa. Yo, no sabía a quién contestarle. Pero, lo claro es que tenía la verga tan empalada que me dolía desde la base a la punta. Jazmín lo había notado, y ya me la masajeaba con dos dedos lujuriosos, mostrándome cómo mordía la pajita y dejaba que se le derrame un poco de coca en el escote.

¡Y, entonces, bueno, digamos que empecé a meterme en los baños de los varones para que me chapen, y me re manoseen! ¿Y, ya a los 12, fue la primera vez que se la chupé a uno de ellos! ¡Incluso, esa vez me dejaron con las tetas al aire! ¡Pero, obviamente, se corrió la bola de que la Jaz era la gordita puta de séptimo B! ¡A mí no me importaba! ¡Pero había algunos que querían defender mi reputación! ¡Hernán, el gordo, se cagó a piñas con un par de pibes que me decían gorda trola, o gorda chupapitos, o gordita lechera!, me contaba mi novia en ese momento, en voz muy baja para que su madre ya no intervenga, sentada sobre mis piernas, friccionando con sabiduría su hermoso culo contra mi pija. De hecho, cuando su madre empezó a contarnos no sé qué cosa de una vecina que está re chiflada, Jaz me decía al oído: ¡Clavame la pija en el culo, culeame toda amor, haceme un bebito por la cola, dale que no aguanto más, culeame mientras mi vieja habla y habla, y habla boludeces!

Recuerdo que nos la ingeniamos para que mi verga traspase todas las aduanas de su ropa y se instale de lleno en su vagina caliente. Jazmín empezó a subir y bajar suavecito, a gemir en mi oído, y a morderme los labios. Mi suegra seguía hablando, tal vez sabiendo lo que pasaba. Incluso, en un momento nos dijo: ¡Che, si van a seguir jugando a la novelita, mejor, primero vayan a buscarme mayonesa, o acá no come nadie!

Hernán, con el tiempo empezó a volverse más importante en nuestra relación. Un poco porque era el único amigo que le quedaba de la infancia. Y otro, porque fue el patovica más importante que tuvo Jazmín en aquellos tiempos.

¿él siempre me cuidaba de los que me querían hacer cosas!, me dijo cuando me lo presentó, y yo vislumbré una mirada cómplice que me pareció extraña. No había amor, ni deseo. Pero, era obvio que le había mirado las tetas. o, bueno, eso creía yo.

¡Digamos que, el gordo siempre me cuidaba cuando venían chicos a casa, a, bueno, ver pelis! ¡Cuando yo tenía 12, bueno, me encantaba besarme con todos! ¡Cuando hacía calor, y mi vieja laburaba, una vez que llegaba de la escuela, me quedaba en remera, o en vestiditos, con las tetas casi al aire, y por ahí invitaba a los pibes del barrio! ¡El gordo, como era el más grande me cuidaba! ¡Porque, bueno, yo quería tocarles la pija a todos! ¡Por eso, medio que se nos ocurrió usar una mantita! ¡Yo me sentaba en el sillón, rodeada de tres o cuatro, y nos tapábamos con esa manta, para que él no pudiera ver que yo los pajeaba! ¡Como teníamos el aire, no había problema en taparnos! ¡Pero, bueno, no solo yo los pajeaba! ¡Ellos también me tocaban, y muchas veces terminaba debajo de la manta para, bueno, para meterme pititos en la boca!, me explicaba con ternura, la noche que le hice una pequeña escena de celos absurda, porque Hernán le había dicho Gordita sucia. Tal vez allí empezó a sembrarse el fetiche más ilógico, demente o irracional de mis sentidos.

¡Bueno, me cuidaba para que ninguno me pegue una violada ahí nomás! ¡Muchas veces, bueno, yo terminaba a los chupones, y los dejaba que me chupen las tetas! ¡La vez que Hernán levantó la manta, y yo ya estaba en bombacha, se re calentó conmigo! ¡Mi vieja confiaba en él para que me cuide! ¡Pero, bueno, una tarde, los pibes, casi todos empezaron a largar su semen en cualquier parte de mí! ¡Terminé con la bombacha toda pegoteada!, me seguía contando para saciar mi curiosidad cada vez más fuera de los límites humanos posibles.

¿Y a él, nunca te lo cogiste? ¿Eeee, gordita sucia? ¿Nunca te ensució la bombachita, como esos boluditos? ¿Por qué él no te cogía? ¿Lo dejaste que te chupe las tetas por lo menos?, le decía yo, mientras le daba pija por la concha contra uno de nuestros armarios repletos de libros, DVDS y discos de vinilo. Ella me juraba que no, pero que le encantaba ver cómo se le paraba la pija mirándole las tetas, o sabiéndola tapadita con la manta, con los pitos de los demás a merced de sus manos, o su boca.

¡A los 13, fue el día más complicado para Marta, creo! ¡ese día tuvo que discutir con mi viejo! ¡Todo empezó cuando uno de los más chiquitos le fue a decir que yo tenía olor a pichí! ¿Por qué andás con olor a pis en la remera, y las manos Jazmín?, me había preguntado la mujer! ¡Esa mañana yo había estado peteando a Julián, y a Maxi, adentro del auto de mi viejo, en el momento en que se fueron a comprar leña con la camioneta de uno de los padres de mis primitos! ¡Yo, obvio que le dije que no sabía por qué, y le eché la culpa a un gato! ¡Pero la muy zorra me llevó a la pieza de los chicos, donde yo dormía, y me desnudó, completamente! ¡Obvio que tenía la bombacha empapada, porque me había meado de tanto petear! ¡Me acuerdo que me refregó la bombacha en la cara, y me dijo que me quedaría castigada allí, sin almuerzo! ¡Recién a las 5 de la tarde te voy a traer algo para comer! ¡Así que, me quedé desnuda, acostada en la cama, esperando que pase la hora, y escuchando cómo los demás se divertían! ¡Hasta que Maxi me vio por la ventana! ¡Empezó a pedirme que me acerque para que pueda mirarme las tetas! ¿Yo me acerqué, y él me las empezó a manosear, corriendo un poco la cortina! ¡No sé cómo se las ingenió para entrar a la pieza, porque, yo había escuchado que la bruja cerró con llave! ¡Pero, al toque ya estaba arriba mío, comiéndome la boca, y, más rápido de lo que pude imaginarme, metiéndome la pija en la concha! ¡Me acuerdo que me decía, cómo me gusta cogerte gordita sucia, con ese olor a pichí de putita, de nenita bebé que tenés!, me confiaba unos meses después, cuando habíamos preparado una picadita para compartir con unas cervezas. La Jazmín actual me mordía los labios, me eructaba en la boca con su aliento a birra, y me pajeaba un poco con la mano, y otro con las frotadas de su culo sin ropita interior. De modo que, esa había sido una de las primeras veces que recibía una pija por la concha. Sin embargo, Hernán nos visitaba cada vez más seguido. A veces con cualquier excusa. Una tarde, me había levantado de una de las pocas siestas que suelo tener en el año, y me los encontré, a Jazmín sentada en las piernas de Hernán. Él, acababa de decirle algo como: ¡Y cómo te gustaba empaparte la bombacha nena! ¡Era terrible! ¡Era cosa de meterte el pilín en la boca, y mearte mientras chupabas!, justo cuando yo aparecía en cámara lenta ante ellos. Hernán se puso un tanto incómodo. Pero Jazmín recobró la lucidez cuando tomó la palabra.

¡Tranquilo amor, que está todo bien! ¡Vos sabés que, es solo recuerdos! ¡Estábamos hablando de eso, más que nada, de cómo me ponía cuando era pendeja! ¡Contale gordo, de la vez que me rescataste de dos pibas que me querían linchar, por besuquearme con un pibe! ¡Era el hermano de una de ellas, y novio de la otra!, decía Jazmín, sin moverse de las piernas de Hernán, con las gomas a punto de escaparse de su vestidito de entrecasa, y un brillo especial en los ojos. Me imaginé por un momento que al gordo se le debía haber parado la pija, y que ella disfrutaba de sentirla en el culo. El gordo empezó a contar cómo la salvó, mientras ella acentuaba su relato con risitas tontas. Hasta que al fin se levantó, medio atontada, para reponer agua en la pava y seguir con los mates. Yo me senté a la mesa, dispuesto a sumarme a la ronda. Además, tenía prevista una reunión de trabajo en una hora. Entonces, descubrí que Hernán no paraba de mirarle las tetas a Jazmín, y también que, me excitaba que lo hiciera con tal desfachatez. Quería inducirlo a que le pellizque el culo cuando pasara por su lado, o que le tironee el vestidito para dejarla con las tetas desnudas. Y, de repente, mi boca actuó sin consultármelo.

¡Che, gordo! ¿Es cierto que vos tenías que protegerla de los bobos del barrio? ¡Ella me contó lo de las mantitas! ¡Me dijo que, se juntaba con los pibes a ver pelis, y que se tapaban para, bue, digamos, para que ella pueda pajearlos!, o, dejar que ellos, ¡la toqueteen! ¿Es cierto?, disparé, sintiendo que el pantalón me oprimía la punta de la chota, absolutamente empalada. A Jazmín casi se le cae la pava de la sorpresa. Aún así buscó remediar las cosas, tal vez creyendo que yo buscaba algún tipo de pleito. Por lo que se apresuró a decir: ¡Amor, ya te dije que, está todo bien! ¡O sea, eso, nada, fue cuando era pendeja, y me quemaba la concha! ¡Pero, ahora ya está! ¡De hecho, ahora el gordo no tiene que ser mi guardaespaldas sexual!

¡Es cierto! ¡Todo lo que te contó! ¡Y yo, bueno, como tenía la confianza de Juana, digamos que, era el encargado de evitar que se desbande para el carajo! ¡La Juana no podía controlarla sola, y el abuelo, casi ni estaba en la casa en ese tiempo!, dijo Hernán, desde una penumbra inequívoca, relajada y sin ponerse nervioso esta vez. jazmín serenó el tono de sus ojos, y luego de encender la pava eléctrica, atendió el llamado de una amiga. Entonces, Hernán me puso un poco más al corriente de los sucesos de mi esposa.

¡Era incontrolable! ¡Cada dos por tres, la preceptora la encontraba en el baño con algún pibito! ¡O besuqueándose con una piba! ¡Juana, creo que ella supo la mitad de las cosas que hacía Jaz! ¡No sabía que se rateaba para, bueno, quedar con algún pibe, y encamarse con él en la casa! ¡A mí, a veces me lo contaba el mismo día! ¡Una vez, me pidió que le hiciera la pata en mi casa, porque ese día tenía ganas de coger con Bruno, uno de los pibes que tanto le gustaba en ese momento! ¡Y bue, hasta le presté mi cama! ¡Para colmo, la Juana le pedía que vaya a la escuela con bombacha de goma! ¡Como si eso pudiera evitar algo! ¡Chabón, te juro que a veces volvía con semen en todo el pantalón, las gambas, la bombacha, la remera! ¡A veces, peteaba a muchos pibes en el baño de la escuela! ¡Ya, después que yo egresé, no pude controlarla más! ¡Pero, te puedo asegurar que, era un espectáculo verla con un pito en la boca, en bombacha, toda sucia, entre las mantas o afuera de ellas, y, bue, muchas veces hecha pis!, me expresó con franqueza, y con una ineludible erección en la entrepierna. Creo que mi cabeza fue más rápida que todas las vanidades, elucubraciones, pedidos de justicia, expresiones o propuestas que se me pudieron haber ocurrido. Imagino que, por eso, ya casi sin un gramo de cordura en mis venas, ni bien Jazmín regresó a la cocina, con intenciones de reavivar el mate, le dije: ¡Gordi, mostranos las tetas, dale!

Ella, primero sonrió, y miró a Hernán, como buscando salvación tal vez. yo le insistí, y entonces se desprendió el único botón del vestidito para que las tetas queden por encima de la tela, suaves y tersas, con dos pezones ligeramente parados y en punta.

¡Y vos gordo, le veías las tetas así, cada vez que salía de las mantitas! ¿Y le mirabas la bombacha también? ¿Por qué no te la cogiste?, dije, quizás algo más fuerte de lo que esperé. Ambos se rieron algo incómodos. Pero yo proseguí.

¡Jaz, dale, acercate y manoseale el bulto a nuestro amigo! ¡Se le puso re duro recién, mientras me contaba cómo te meabas entre las mantitas, chupándoles el pito a los pibes, y dejándote toquetear toda! ¡Dale, si total son amigos! ¿No?, le dije, entre escandalizado por mi actitud, y caliente por la proeza que tal vez podría revelarles a mis ansias.

¡Creo que, no me la cogí porque, a mi hermano le gustaba! ¡Pero, también porque fui un boludo!, dijo Hernán, tan franco como valiente, mientras su cuerpo parecía no querer tener contacto con las manos de Jazmín, que se le acercaba lentamente.

¡No, no cogimos, pero, igual, yo te vi la pija muchas veces! ¡Tremenda pija tenías nene! ¡Creo que, no cogimos porque, a me daba miedito que me metas esa poronga!, le dijo o Jazmín, ya con su mano sobre el bulto de Hernán, sin omitir pequeños suspiros, ni disimular un escurridizo hilito de baba en sus labios.

¿Y no querés mamársela ahora, pendeja sucia? ¡Dale, agachate y mamale la pija bebé! ¿O querés que traiga una mantita?, le dije, dándole un pellizco en el culo que la sorprendió. En ese momento, Hernán murmuró algo como: ¡Y, te olvidaste de ponerte bombacha por lo que parece!

Yo me había percatado de eso, al encontrar que un pedazo del vestido se le había incrustado entre las nalgas. Jazmín me miró como si yo me hubiese vuelto loco de repente. Me preguntó si me sentía bien, y Hernán me sonrió como si acabara de ofrecerle un millón de dólares.

¡Sí gorda, estoy bien! ¡Solo quiero que le chupes la pija a tu amiguito! ¡Se lo merece, por haberte cuidado tanto! ¿No? ¡Aunque vos, seguro que te re calentabas con su olor a pichí, y con su ropita llena de semen cuando volvía de la escuela! ¡La viste coger muchas veces por lo que veo!, empecé a decirles, sin alterarme, pero con la autoridad necesaria como para que comprendan que les estaba dando una orden. Jazmín no retrocedió. Incluso ya había colocado sus manos en el cinturón de Hernán para proveerse de su alimento más preciado. Pero el gordo se las quitó, carraspeó la garganta y trató de levantarse de la silla, aunque sin éxito.

¡Quedate ahí gordo, que ahora la Jaz te va a recompensar por haber sido un buen amigo! ¿Qué te parece amor? ¡Creo que es algo justo!, dije, entre alucinado y deseoso por empezar a cogerme a Jaz arriba de la mesa, y, de cualquier forma. Esta vez Hernán cedió ante mis delirios, y dejó que Jazmín le mordisquee el pantalón, exactamente en el sitio en que su glande se enaltecía como tal. Después permitió que le baje el jean hasta los tobillos, y que frote su cara luminosa como nunca contra la tela estirada de su bóxer blanco. Era obvio que tenía un pijón suficiente como para embarazar a una ballena, y que la pobre estaba oprimida bajo esa tela húmeda. Pero Jaz usó sus dientes, pulgares y nariz para calentarle bien la leche, y luego, le tironeó el bóxer hacia abajo, logrando que semejante trozo de carne impacte sobre su boca sonriente. Ahí nomás, casi con la tranquilidad de un terremoto a punto de estallar, le escupió la pija y los huevos; manoteó el tronco para pegarse en la cara con él, y luego empezó a atragantarse, toser y eructar en el afán de clavársela en la garganta varias veces. El gordo jadeaba, le acariciaba las orejas, apretaba la mandíbula como para que no se le escape alguna frase que pudiera irritarme, tal vez, y le mandaba manos a sus tetas desnudas.

¡Basta nena! ¡Dejá la mamadera un ratito! ¡Quiero que se la pajees con las tetas! ¡Pero primero, escupítelas bien, bien babeadas! ¡Dale gorda, babeate las gomas, y después, hacele una buena turca! ¿Te gusta la verga de tu amiguito? ¿Antes también, guachita sucia? ¿Te pajeabas pensando en ese trozo de verga? ¿Te meabas por él también?, le decía a mi esposa, mientras le subía el vestido para nalguearla, ridiculizarla por no haberse puesto bombacha, y para apoyarle la pija en el culo cada vez que ella se incorporaba un ratito sobre sus piernas, y tiraba la colita hacia atrás, meneándola como si fuese una bailarina de cuarteto. Fue inmediato. Una vez que Jaz se escupió las tetas ante nuestras miradas atónitas, agarró el pijón del gordo y lo hizo desaparecer entre ellas, para comenzar a subir y bajar, frotarse como loca, darle algún chupón en el glande cada tanto, y a presionárselo tanto con las tetas que, Hernán se liberó en algunas confesiones del pasado.

¡Aaaay, así Jaz! ¡Qué gordita puta que sos nena! ¿Te acordás cómo pajeabas a los pibes con estas tetas? ¡Y te re meabas a veces! ¡Igual que cuando te largaban la leche en la boca, o en las tetas! ¡Te hacías pichí, como una perrita alzada! ¡Así nena, pajeame más, llename la pija con esas tetas!, se expresaba a voluntad, mientras Jazmín no paraba de chistarlo para que se calle la boca, sin dejar de friccionar sus tetas hasta por los huevos de nuestro invitado de honor. Entonces, en un nuevo ataque delirante de mis revoluciones, le pedí a Jazmín que vuelva a chuparle la pija, y que se meta todo el vestidito entre las piernas.

¡Ahora, meate encima nena! ¡Dale, hacete pis como cuando te meabas debajo de las mantitas, y el gordo tenía que sacarte meada, y pegoteada de semen! ¿Te gustaba que te larguen la leche en la pancita? ¿O en las piernas? ¿O en la ropita? ¿O en la carita? ¡Dale Jaz, hacete pis, y atragantate toda perrita!, le exigí con la violencia preferida de los huracanes hambrientos, mientras le pedía que me pajee la verga, y no la dejaba por nada del mundo alejar su boca del pedazo de Hernán. Él sonreía, y se sumaba a mi pedido glorioso, diciéndole: ¡Hacele caso a tu marido nena, meate, vamos, meate toda guachita salvaje! ¡Meate, que te encantaba mearte, y que tu mami te rete por eso! ¡Yo me acuerdo que, hasta venías meada de la escuela!

En eso, Jazmín experimentaba tremendos atracones, porque el gordo le cogía la garganta como un toro, envalentonado por las emociones, recuerdos, y seguro que por la idea de volver a verla haciéndose pis. Entonces, empecé a nalguearla con cada vez mayores fortalezas. Ella se sacó la pija de Hernán de la boca, y luego de eructar se puso a lamerle los huevos, mientras nos pajeaba las vergas, y se dejaba fluir como una gatita bandida, meándose todo el vestidito arrugado entre las piernas. Entretanto, gemía suavecito en medio de los chupones, diciendo: ¡Me estoy meando toda, me hago pis, Uuuuy, síii, me hago pichíiii, Asíiii, qué cochina que sooooy!

En la inmediatez de los hechos, creo que primero ella se levantó para mostrarnos el resultado de nuestro morbo consumado. Luego, ella misma tomó un trozo de su vestido y lo sorbió, como si se tratara de un poco de crema derretida de algún helado de su infancia. Luego, empezó a quitárselo. Pero yo se lo prohibí terminantemente.

¡Ahora, te subís a upita del gordo, y te lo cogés, así, toda meada, y con el vestido meado! ¿Querés gordo? ¿Te la querés garchar así?, les dije, mientras le amasaba las tetas calientes y repletas de saliva, y ella me pajeaba la verga. Jazmín no puso objeciones esta vez. cuando terminó de acomodarse en las piernas de Hernán, dejó que éste le palmotee la concha, que le meta algunos dedos y se los dé a probar, y que le nalguee el culo con fuerza, mientras iba acomodándole la pija en la entrada de la conchita, sintiendo que los roces del vestido meado le ofrecían la determinación absoluta de no parar de penetrarla, hasta no descargar su semen allí adentro. Mientras tanto, yo tomaba posición de su boquita sedienta, parado en otra silla, al lado de Hernán, acertando con peligrosas consecuencias mi pija empalada en toda la carita de Jazmín. No la dejábamos usar las manos; por lo que debía atrapar mi glande hinchado con sus labios, y succionarlo a su antojo, mientras los primeros bombazos de Hernán repercutían en el incendio de su conchita feroz. También se las ingeniaba para darle lametazos a mis huevos, y hasta mordiscos a mi escroto. Me escupía con cinismo, mientras le pedía más a la pija del gordo, y cada tanto sollozaba en su perfecto rol de la bebota que se hizo pis encima.

¡Dale nene, clavala toda, asíii, rompeme toda gordo, cogeme bien, abrime toda la concha! ¿Eso querías? ¿Siempre me quisiste coger? ¡Cómo te gustaba olerme cuando me meaba, puerco! ¡Dale, llename de leche hijo de puta!, le decía cuando su propio cuerpo brincaba un poco más alto cada vez, para sentir cómo se le deslizaba esa poronga por toda la concha. Al mismo tiempo, por poco sus lágrimas empezaban a mezclarse con su saliva y los jugos de mi pija, que entraba y salía de su boca caliente, del tacto de su lengua movediza, del peligro de sus dientes venenosos, y de la estrechez de su garganta sonora, cada vez más repleta de eructos y arcadas. ¡Se la tragaba toda, y cuando se la sacaba me sollozaba para que se la vuelva a clavar bien hasta el fondo! El gordo, seguía calentándole el culo con chirlos tendenciosamente imperfectos, mientras la pija se le incrustaba hasta las entrañas. Jazmín no tenía mucho espacio para gemir, cuando lo hacía, todo lo que se oía era una estampida de saliva, presemen y provechitos prolongados, junto a toses cercanas a una explosión en su interior.

De repente se escuchó algo como un desgarro de tela. Había sido el gordo que le tironeó el vestido, logrando romper los breteles. Aún así consiguió que Jazmín huela una parte de la tela especialmente mojada, mientras su cuerpo saltaba más y más sobre sus piernas, comiéndose esa pija con ganas. Jazmín lo olía y lamía, mientras decía cosas como: ¡Asíiii, garchame máaaas, rompeme todaaaaa, dejame embarazada de leche gordooooo, haceme tu nenita puta, como cuando era chiquitaaaaaa!

Entretanto, mi leche estaba cada vez más próxima a derramarse por completo en la faz de su garganta. Por lo que, en un momento de inspiración, o de intuición humana, le pedí a Jazmín que se arrodille a mamarle la pija al gordo, ya que ahora yo sería el que le iba a regar la concha con mi semen. Y así lo hicimos. Durante un rato mucho más breve que el anterior, Jazmín estuvo sobre el suelo, con la boca llena de la pija del gordo, y la concha rebalsada de mi masculinidad, que la bombeaba sin escrúpulos y piedades. Ella ahora lagrimeaba y se moqueaba toda, porque yo no le permitía que su boca expulse la pija de nuestro amigo, diciéndole cosas como: ¡Atragantate putita, tomá lechita, dale, sacale la leche a tu amiguito de la infancia, que te tiene re alzadita todavía! ¿Te creés que no me doy cuenta cómo le mirás el pito? ¿Chancha de mierda? ¡Dale, cogele la verga con la boquita amor! ¡Asíii, pedile la mamadera calentita, y que te atragante de lechita, si eso es lo que querés! ¡Hasta te meás por su pija, atorranta!, al tiempo que mi pija se instalaba en los recónditos más inverosímiles de su conchita. El vestido meado de mi esposa nos perfumaba las fosas nasales, casi tanto como la obsesión alimentaba a nuestros enloquecidos temores. Por eso, prácticamente el gordo estuvo ahorcando a mi esposa durante unos segundos, mientras su leche salía como una bala de fiebre volcánica, con la sola excusa de convertir su dulce voz en un gargarismo constante, pleno de toses y jadeos incontenibles. Y, el calor de mis testículos no podía soportar más vanidades ni delirios. Por lo que, ni bien la escuché decir: ¡Uuuuf, ya estoy bien, toda enlechada, con la boca llena de semen! ¡Mirame amor, tengo la carita toda sucia!, empecé a darle duro, sin pausa, haciendo que sus tetas se restrieguen en las piernas del gordo, que no paraba de pegarle chotazos en la cara. Cada tanto manoteaba un pedazo del vestido para olerlo, y la penetraba como enceguecido por una tormenta de verano, cada vez más próxima a nuestras libertades. Le pellizcaba las tetas, le arañaba las nalgas, y la obligaba a chuparle los huevos a Hernán, que no salía de su asombro, ni tenía otros planes para detenernos. Al fin, justo cuando Jazmín empezó a succionarme los dedos con los que intentaba rozarle el agujerito del culo, mi glande adoptó el rol de franco tirador, y se dio a la misión de disparar tantas flechas de semen en el interior de su conchita jugosa, que por momentos temí quedarme sin sangre para reponerme luego. Era una de entrarle y entrarle, de sacudirla, darle cachetadas, sobarle las tetas con furia, y jurarle que es una gordita puta calentona, mientras sentía que la pija se me desintegraba en su vagina, y que mis rodillas formaban parte del suelo, y que el pubis actuaba por sí solo, extasiado de entrechocarse tantas veces con las caderas de esa hembra humillada, meada, llena de semen y reducida a la nena chancha que había sido en algún tiempo. ¿O es que, acaso ahora no lo era?     Fin

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