Bebota fatal

 

Se dio de forma natural, como suele ser todo en mi vida. Un viernes por la noche nos juntamos con unos amigos a tomar unas birras, solo por pasar el rato. Sabiéndonos al resguardo de mi casa sola para nosotros, y que al otro día nadie tenía que ir a trabajar, también le entramos a unas flores mágicas que convidó Matías. El Pitu renegó de que yo fuese la única mina en la reunión. Pero enseguida nos copamos a cuerear a la Sabri, a la Meli y a la Gise por ser unas dominadas por sus machos, y la madrugada parecía reírse en cada mueca de felicidad de nuestros rostros. Además, yo también me sentía mejor siendo la única mujer. No sé, era como que por dentro me encendía estar rodeada de varones. Es que, llegado un momento empezaba a irritarme que las pavas se rían tan fuerte, que griten por todo, o les dé por hablar de sus exs y sus micropenes, o que se hagan las gilas para ver si en el final de la joda, alguno de los chicos las llevaba gratis a sus casas. Como sea, igual las re queremos, porque nos conocemos desde el primario, y nos mandamos millones de travesuras juntas, y con ellos.

La cosa fue que, apenas quedaron tres latas de birra y un vino, empezamos a jugar a una especie de verdad consecuencia medio inventado por nosotros, que incluía una suerte de apuestas. La onda consistía en confesarnos cosas con las que fantaseábamos, o que hicimos pero que no le confiaríamos a nadie, o delirábamos poniéndoles otras caras, mejores tetas y culos a sus exs parejas, o flasheándola con los bultos de los comerciantes de nuestro barrio. Obviamente, señalándome como destinataria de aquellos pitos. El único que tenía novia era Nico, pero últimamente se llevaban para el traste. Así que andaba caranchando guachas por las redes, desde que encima descubrió que la fulana le fue infiel con un amigo de su hermana, o algo así le entendimos.

Finalmente se abrió el juego a las confesiones. El Pitu rompió el hielo cuando dijo que no quería morirse sin cogerse a un trava con las tetas hechas, y todos brindamos con él para que se le dé cuanto antes. Luego Nico se animó a decirnos que cuando tenía doce años se vestía con ropa de su hermana mayor y modelaba frente al espejo. Cuando fue mi turno, tomé coraje y les conté de la tarde que mi vieja me encontró en mi pieza chupándole la verga a mi vecino, todavía con el guardapolvo y la mochila, muy sentada en mi cama y con las tetas al aire. Se me re burlaron cuando les dije que me llenó el culo de chirlos y chancletazos. Matías festejó mi descaro, y desde entonces comenzó a filmar cada una de nuestras confesiones, y los juramentos de las cosas que debíamos hacer. Él decía que era la única forma de que exista una prueba firme, un testigo del que no podíamos huir de todas las cosas que pronunciemos esa noche. Y entonces nos dijo tan resuelto como al borde de atragantarse con el carozo de una aceituna: ¡Yo le chupé el pilín a mi hermano cuando tenía diez y él cinco! ¡Ni siquiera me dio asco su olor a pis! ¿Ustedes creen que por eso no me hice puto todavía?

Los cuatro estallamos en un jolgorio de risas, toses y caras estúpidas al celu que nos filmaba inocente. Yo les dije que en la escuela siempre me hacía pis cuando entraba al baño de varones a espiarlos, y Nico que en dos oportunidades le tocó el culo a la seño de inglés. Después el Pitu dijo que una mañana se despertó con el pito parado tras haber soñado que su tía Nancy le ponía sus gomas en la cara mientras su mamá le mostraba cómo le quedaba la tanga bien perdida en el orto. Nico juró que le dedicó varias pajas a la Nancy, que daría cualquier cosa por enlecharle las tetas, porque ahora con sus cincuenta y pico le parecía más putona que antes. Yo, les conté de mis chupones con mi hermana, de nuestros jueguitos y pajas juntas, que con ella fue con quien experimenté una tijerita impresionante el día que cumplí 19, y que infinidad de veces compartimos pitos con nuestras conchas y bocas. Los tres me dijeron que eso era muuuuy fuerte. Al Mati no le sorprendió, pero los otros dos me comieron las tetas con sus miradas lascivas. Nico terminó por revelarnos que al menos hacía tres años atrás se cogió a mi hermana, a la salida de un boliche, y se convirtió en el héroe de la noche.

¡No saben cómo le gusta por el culo a esa gordita! ¡Posta que, después que la saqué, y la llené toda, no sentía la chota de tanto que me cabalgó! ¡Es un terremoto culeando! ¡Vos Gabi, tenés que animarte a entregar el rosquete como ella!, me largó el descarado, mientras los otros seguían interesados en el culo de Flopy. Hasta que todos los cañones, misiles y opciones comenzaron a dirigirse a mi persona.

¡Boluda, ya sé que somos amigos y toda esa bola! ¡Pero yo te la re pongo nena!, comenzó a enrarecerlo todo el Pitu con su comentario mientras se prendía un cigarrillo.

¡Ni hablar gorda! ¡Yo tengo la pija parada de tanto mirarte las tetas! ¡Aparte, sos una HDP! ¿Tampoco te pusiste bombacha? ¡Porque, claramente corpiño, ni a gancho!, me expuso Matu mientras el rojo de mi rostro se intensificaba.

¡Pensé que era el único que lo había notado! ¡Yo también tengo la pija chorreando, culpa tuya amiguita! ¡Encima, es de noche, y andamos más solos que la luna!, ¿Vos decís que no da para que, por lo menos, nos tires la goma un ratito?, decía Nico poniéndose de pie, exhibiéndole a mis ojos la erección de su verga bajo su short apretadito. Los otros dos lo imitaron para rodearme como perros de presa. Nico me subió la remera, y el revote de mis tetas sobre la gravedad de la madrugada cada vez más permisiva lo hizo suspirar. El celular seguía filmando cuando el Pitu me ponía el faso en los labios para hacerme fumar. Matías decía que le gustaría participar y dirigir una orgía solo apta para tetonas como yo, y el Pitu me apuraba para exprese a la cámara otro de mis deseos más recónditos. Así que, luego de un par de toses y unos tragos de birra, me explayé.

¡Yo, posta que, me encantaría coger con varios tipos, pero, vestida como una bebota fatal! ¡Un rato largo, onda, que sea toda una tarde, por ejemplo! ¡Que haya mimos, cosas dulces para comer, mamaderas con chocolatada, muchas pijas para mí solita, y después, nada, que me traten como a una bebé! ¡Si toca darme la mamadera, y por ahí yo no la quiero tomar, tendrían que obligarme por mi bien!, dije, al borde de reventarme el corazón de tanta emoción. ¡Ni siquiera supe cómo me animé a tanto!

¿Perdón? ¿Vos nos estás pidiendo que te pongamos un babero, pañales, y talquito en el culo? ¿Y que te obliguemos a tomar la mema?, dijo Nico, e inmediatamente los tres se destornillaron de risa, agarrándome de los brazos para hacerme saltar en el mismo sillón. De paso me manoseaban las tetas desnudas, me hacían cosquillas, me pedían que le pase la lengua al pico de una botella vacía de fernet simulando que era una mamadera, y también que me chupe los dedos, que me los babee y me toque con ellos la cara y las gomas. Yo, fumada, caliente y fascinada como estaba les obedecía sin importarme quedar como una amiguita regalada.

¡Paren chicos! ¡Están re zarpados, como muy sexuales conmigo! ¿No les parece? ¡Aparte, ojo que somos amigos che! ¡Hace un rato me pidieron que les tire la goma!, les hablaba súper melosa entre jadeos, suspiros, chupones a mis dedos y unas tremendas ganas de hacerme pis encima. Pero ellos seguían haciéndome de su propiedad como a un títere grotesco, mientras el celu continuaba filmándolo todo. Incluso, noté que ya no podía controlar algunas gotitas rebeldes, y tuve que esforzarme para no pasar un papelón; aunque sentía la humedad de la bombacha en mi piel, y eso me excitaba peor.

¡Aaah, bue! ¡La que quiere canciones de cuna, pañales y talquito sos vos Gabi!, dijo Nico como un susurro mientras me revolvía el pelo.

¡Y, además, por más que seamos tus amigos, esas tetas piden guerra mamu! ¡Eso, por olvidarte el corpiño bebé!, se reveló el Pitu agitando mi remera al aire, la que algún momento lograron quitarme.

¡Igual no te asustes, que se me acaba de ocurrir una idea! ¿A ver qué les parece? ¿Qué tal si nosotros, que somos tus amiguitos del alma, te cumplimos esa fantasía de garcharte vestidita de bebé?, dijo Mati, y un extraño silencio de conformidad nos hizo flotar en una incertidumbre deliciosa.

¡Boludo, es bueníiisimo! ¡Además, no lo va a hacer con cualquier hijo de puta, loquito de la cabeza! ¡Nosotros la re cuidaríamos!, agregó el Pitu con una felicidad que se le salía por las orejas.

¡Yo creo que la re culearíamos!, alcanzó a decir Nico, sin poder controlar sus risotadas.

¡Y lo de cualquier hijo de puta, bue, nosotros no le vamos a cantar el arrorró, precisamente!, aclaró Mati, zarandeándome una teta para después encajarle un chupón con el que casi les pido que me violen ahí nomás.

¡Mmm, esa carita me dice que te re cabe mi flasheada guacha!

¿Cuándo lo hacemos? ¡Hay que poner un día y horario!

¡Sí, y si cae fin de semana, por mí mejor! ¡Tomá Gabi, ponete la remera, que, si esos pezones se te paran un poco más, te los arranco!

¡Hey, acuérdense que lo que queda filmado, se tiene que respetar, y hacerse como sea!

¡Y, además, somos tres contra una! ¡Esto siempre fue por mayoría!

¡Obvio que a las otras boludas ni les vamos a contar Gabi! ¡Así que tranqui!

¡Ni en pedo! ¡La Gise es capaz de denunciarnos con esa pajereada del feminismo y las perversiones de la mente!

¡Aunque le hace falta un buen chaschás en la colita!

¿Y la Meli? ¡Esa se va a morir de envidia por estar en el lugar de la Gabi! ¿Se acuerdan cómo beboteaba al profe de química?

¡Che Gabi, vos no te preocupes por los gastos! ¡Nosotros compramos los pañales, las cremitas, el aceitito para bebé, y todo lo que haga falta! ¡Vos, relax, y ponete en el papel de chancha que lo demás viene solo!

¡Tenemos que estar atentos, por si hace calor o frío! ¡Para saber si preparamos chocolatada fría o caliente!

¡Y de paso, ensayamos para cuando seamos padres!

Las palabras de mis amigos se amontonaban en mi cerebro como avispas molestas, casi sin dejarme emitir un sonido. Hasta que el Pitu reparó en que ya eran las 5 de la mañana, y entonces el valor acudió a mi centro neurológico al fin para decirles: ¡OK chicos, todo bien! ¡Pero ni siquiera me dejaron decidir nada! ¿Sería acá, o en un telo?

¡Faaa, se te re nota la calentura por hacerlo nena! ¡Ya está decidido! ¡Y lo hacemos acá, en tu casa! ¿Qué te parece el sábado que viene? ¡Obvio que tenés que rajar a tu vieja, y a tu hermana!, dijo Mati de un tirón, y al toque los tres empezaron a pegar la retirada. Ni me ayudaron a poner un poco de orden como otras veces. Ni siquiera recuerdo si los despedí, o si había cerrado la puerta con llave cuando se fueron. Pero sé que apenas entré a mi cama, todavía ardiendo por los manoseos de esos turros a mis tetas, fumada y media mareada, comencé a viajar con mi mente a la sensación de volver a sentirme una bebé; aunque sexual, salvaje o dominada, dulce o endiablada, pedigüeña o incapaz de hablarles. ¿Cómo lo planearían? ¿Ellos también fantaseaban con algo así? ¿Cómo fue que llegamos a semejante disparate? Y para colmo, al día siguiente Mati me reenvió el video de la noche anterior en el que hicimos el trato. Ahora sabía que no había sido un sueño. ¡Yo, bebota a los 34 años!

Finalmente, no pudimos concretarlo el sábado que acordamos. Pero sí al domingo siguiente. Durante la mañana tenía una ansiedad que me desbordaba el cuerpo. Mi madre y hermana habían viajado a lo de mis abuelos, y la casa en soledad me atormentaba peor. Tuve que pajearme al mediodía mientras me imaginaba gateando para ellos, como debía recibirlos definitivamente a las 7 de la tarde, cuando el timbre suene tres veces. No podía comer de los nervios. Me corté las uñas de las manos y los pies bien al ras, me hice unas colitas en el pelo y me miré en el espejo. Primero chupándome los dedos. Luego sacando la lengua para lamerme los labios. La siesta se me hizo interminable. Pero no quería fumar ni tomar nada con alcohol. En ese tiempo me probé varios vestidos ajustados, hasta que me convenció uno rosado súper escotado con unos voladitos en las mangas que no me llegaban a los codos. Me puse un babero encima, me colgué un chupete azul, me calcé unos zoquetitos rojos y una bombacha con el dibujito de un gatito en la cola. Puse una musiquita dance para bailotear un rato, me tomé un yogurt y preparé dos mamaderas con chocolatada fría. Nico me había traído todo lo que consideraron que íbamos a usar el día anterior. Y de pronto, el timbre sonó. El Pitu me había dicho que tenía que hablar lo menos posible.

¿Son ustedes, pajeritos de mierda?, pregunté. Esa era la pregunta en la que quedamos. Ellos, o uno de ellos, golpeó tres veces la puerta con una llave, en clara señal que no podía tratarse de otras personas. Abrí la puerta, e inmediatamente me eché al suelo para ponerme en cuatro patas, con el chupete en la boca. Mati cerró de un portazo y puso el pasador.

¡Uuuuy, acá tá la bebé! ¡Miren chicos, cómo nos mueve la colita!, dijo Nico, y enseguida un torbellino de manos me sobaron piernas, espalda, culo, brazos y tetas. Uno de ellos me sacó el chupete, y otro me dio un chirlo.

¿Por qué la nena anda sin pañales? ¡Sabés bien que no podés andar apenas en bombacha Gabriela! ¡Vamos, a ponerte el pañalín!, me dijo Mati, y entre los tres me pusieron de pie para comerme el cuello, olerme la boca y pedirme que les saque la lengua. EL Pitu se re aprovechó y me re tranzó, diciendo algo como: ¡Qué putona estás amiguita! ¡Siempre quise comerte la boca!

Yo, alzada como estaba le dije: ¡Dale bebé, comeme toda, haceme el amor con esa lengua hijo de puta!

Pero Mati me zamarreó, me pellizcó una nalga y me gritó: ¡Nada de hacer chanchadas ahora nena! ¡Vamos, a pnerte el pañal, antes que te hagas cacona encima!, y acto seguido me alzó en sus brazos para llevarme a la mesa. Allí me recostó, me subió el vestido y me puso un pañal tan rápido que, parecía un padre experimentado. Le gustó mi bombacha de nena. A Nico le gustaron mis zoquetitos. Él fue quien me mordió los dedos de los pies, me puso el chupete en la boca y me devolvió al suelo.

¡Dale Gabi, queremos verte gatear, con esas gomas hermosas!

¡Sí, ahí bebé, ahí tenés el osito para jugar! ¡Subite encima, como si fuese un caballito!

¡Ojo nena, nada de sacarse el chupete, o no hay leche! ¿Entendido?

¡Qué lindo se le ve el pañal! ¡Avisá cuando te hagas pis, o quieras la chechona! ¡Hay mucha leche, y el tío Mati trajo cosas ricas!

Ellos me hablaban, sentados en el amplio sillón del living, viéndome gatear de un lado al otro, hacer monerías con la cara, subirme al peluche grandote que consiguió el Pitu, jugar con otros peluches más chiquitos, y cada tanto apretarme las tetas para que vean cómo se me paraban los pezones.

¡Gabi, babeate las manitos, así te podés sacar el chupete un ratito!, me pidió Nico. Apenas me escupí las manos, Nico me llamó para que me acerque, y ni bien me atrapó de una de las colitas, me hizo chuparle los dedos de su mano, con los que luego me tocó las tetas.

¿Por qué tenés las tetas calientes bebé? ¿Tenés hambrecita? ¿O Ganitasde upa? ¡Qué hermosas gomas tiene la nenita de los papis!, me preguntaban, mientras los pies descalzos de Nico se frotaban en mi pañal, burlando a mi vestidito. El Pitu me sacó el chupete y me pidió que me escupa las tetas, y luego que gatee boca arriba, con las piernas abiertas.

¡Eso es para que te caiga mejor toda la lechita que te vas a tomar en un ratito! ¡Vamos, ponete el chupete asquerosa, y no pares de gatear!, me pedía Nico, mientras los tres se ponían de pie, peligrosamente. Pero Nico me alzó para sentarme a upa, y otra vez me rodearon para comerme uno a uno la boca. Mati tenía un chocolate, y partía distintos pedacitos para compartírmelos con sus labios. Los otros dos, de repente fueron a buscar las mamaderas. Cuando volvieron, Nico me pasó a los Brazos de Mati, y entre él y el Pitu empezaron a ofrecerme mamaderas. Cuando dejaba de succionar una, el otro me ponía la otra en la boca; al tiempo que Nico se agachaba para canturrearme una canción de cuna media siniestra, me olía, me besaba las piernas y, comenzaba a frotar mi pañal, haciendo que una electricidad me confunda los sentidos. Resultado de esto, ya empezaba a ensuciarme el babero y el vestido con leche por no poder tomar las mamaderas como correspondía. Por eso los chicos me decían: ¡Dale chancha, mirá cómo te ensuciás, cochina! ¡Tomate la lechita, que el Nico te está oliendo para saber si te measte, o te cagaste!

Mientras tanto, veía que ya mis amigos liberaban sus pijas de sus pantalones. Fue Mati el primero en hacérmela tocar.

¡Tomá bebé, jugá con esto! ¡Dale, babeate la manito primero, y después me la tocás! ¿Querés? ¡Por ahí, esa leche está muy fría! ¡Mirá, el tío Pitu también tiene otra! ¿Te gusta?, me decía Matías, mientras Nico seguía besuqueándome las piernas, hacíendome reír con sus bigotes y dándome golpecitos en el pañal. A esa altura, yo ya los pajeaba con las manos sucias de mi propia baba, de la chocolatada, y de los propios jugos de mis amigos. Cada gota de leche que se perdía entre mis tetas me hacía delirar. Hasta que al Pitu se le ocurrió una especie de paseíto.

¡Chicos, me parece que esta nena necesita tomar un poquito de aire! ¿No se hizo pis Nico?, dijo el muy atrevido. Como Nico dijo que no, los tres me aplaudieron, y casi que sin saber cómo pasó, yo ya estaba a upa del Pitu, en la vereda de mi casa, con el vestido enchastrado, el babero y el chupete colgando, con los zoquetitos, nerviosa por los vecinos que pudieran llegar a reconocerme, y a la vez serena como una bebota feliz. El Pitu me mecía de un lado al otro, subiéndome el vestido para que los otros me vean el pañal, y me decía cosas como: ¡Qué linda es la bebé del tío! ¡Qué bien se porta la grandulona! ¡Tiene una carita de nena re linda, y unas piernitas para mordérselas todo el día!

Los otros dos se reían, me compartían un fasito para fumar, algunos tragos de cerveza poniendo caras de circunstancia, y me tocaban las tetas. Mati me puso el chupete en la boca para tomar la decisión de mordérmelas. Yo gritaba, pero nadie oía mis súplicas por culpa del chupete. No me dejaban usar las manos, a pesar que obviamente mis amigos estaban vestidos. Pero me urgían unas terribles ganas de tocarles las pijas. Mati tenía un pito hermoso, y Nico no se quedaba atrás. ¡No sé cómo hacían para resistir tanto tiempo con los pitos enfierrados!

Finalmente entramos, por si algún vecino me veía, y después hablaba boludeces en el barrio. No sin antes comerme la boca un rato cada uno, pasándome de sus brazos, mientras me decían: ¿Tiene frío la bebé? ¿Quiere pis la chiquitita? ¿O querés lechita caliente? ¡Para mí que quiere que la bañemos! ¡O que nos fijemos cómo tiene la colita! ¡Por ahí se paspó la vagina la chancha!

Una vez adentro me sentaron en la mesa. Mati fue en busca de las mamaderas para que me las termine de tomar. Solo que ahora también agregaron sus propias mamaderas de carne. Ni bien los tres se quedaron n pito, cada uno se acomodó en una silla para pedirme que se las huela, escupe y chupe. De modo que, mi boca alternaba entre pitos y los restos de mamadera. El Pitu me pegaba con su chota en la cara cuando tardaba en escupírsela, pero sin embargo me sonrió cuando me escuchó eructar por primera vez.

¡Uuuuy, la nena tiene provechitos, y gases en la pancita! ¿Te gusta más esta mamadera bebé? ¡Vamos, escupite bien las tetas gordita puta, y comete bien las pijas de tus amiguitos! ¿No es que nos querías mucho? ¡Bue, bah, a chupar bebé!

Creo que Mati fue el que empezó a meterme el pito entre las tetas babeadas, y re pegoteadas por el azúcar de la leche. Pero sí estoy segura que fue él quien me quitó el vestido, dejándome solo en babero, pañales y zoquetes. Y, durante unos minutos que parecieron segundos, estuve intercambiando las pijas de mis amigos, tragando y succionando, regalándoles arcadas y lloriqueos, porque me re pellizcaban las tetas, o en especial Nico me tiraba el pelo cuando no llevaba su glande hasta mi garganta.

¡Qué rica que estás Gabi, cómo chupás mi amor! ¡No sabés lo que soñaba con que me mames la verga amiguita!, me decía el Pitu, mientras Nico se pajeaba con mis tetas, mis manos se ocupaban de la del Pitu, y Nico me alimentaba con la primera de mis leches de hombre en celo. Y entonces, el primer aplauso para él.

Enseguida, Nico dijo: ¡Chicos, me parece que la nena tiene que jugar un ratito! ¿No les parece? ¡Ya se tomó una lechita!, y él mismo me hizo caballito sobre su espalda para pasearme por toda la casa, haciendo que mi pañal se frote contra él; en especial cuando daba saltitos. Después de Nico, mi caballito fue el Pitu, y luego Mati. Los tres me lamían las piernas, me prohibían sacarme el chjupete de la boca, y me hacían friccionarme toda contra sus cuerpos. Hasta que Nico vociferó, mientras me mecía sobre su espalda: ¡Che muchachos, me parece que llegó el momento de cambiarle el pañal a la grandulona! ¡Yo lo siento calentito! ¡Para mí se hizo pis, y no nos dijo nada la muy chancha!

De repente me vi recostada en la mesa, rodeada de esos tres machos desesperados. Mati me sacó el chupete y el babero, y los otros dos el pañal y la bombachita. Juro que ni yo me había dado cuenta que me había meado. No suppe siquiera cuándo había sido. Hasta tenía las piernas chorreando pis. ¡Qué vergüenza! Mati me hizo oler el pañal y luego me lo refregó completamente en las tetas desnudas, mientras me giraba la cabeza para que le chupe la pija, al mismo tiempo que los otros dos me olían la concha, me la rozaban con la puntita de la bombacha de gatitos, y me daban chirlitos, diciéndome cosas como: ¡Mmm, se hizo pipí la Gabi, pobrecita la grandulona, sos muy cochina nena!, con la voz compasiva, cargada de miel y ternura.

De repente Mati se incorporó del suelo y dijo como un trueno: ¡Che, antes de ponerle un pañal limpio, hay que ponerle talquito a la bebé, para que no se paspe, y no ande con ese olorcito a perra alzada!, y se me subió encima, prácticamente como una estampida. Ni bien sentí que su glande traspasó el umbral de mi vulva, su acabada fue tan feroz y desesperada que, los otros lo re deliraron por precoz. Yo no pude decirle nada, porque ahora mi boca se ocupaba de la mamadera del Pitu. Solo podía disfrutar de la sensación de todo ese semen inundándome por dentro, mientras el Pitu me atragantaba, y el otro me lamía los pies. Y de pronto, una vez que Mati se aseguró que toda su calentura entró en mi sistema de hembra, me puso un pañal limpio, y prácticamente me obligó a gatear por todo el living. Durante ese tiempo me perseguían con sus pitos parados, para que mi boca los atrape y se los chupe unos segundos. Si se los mordía, o no les chupaba los huevos cuando me lo pedían, o si eructaba o tosía con sus pitos en los labios, me pellizcaban las tetas, o me nalgueaban sobre el pañal, y me refregaban el que ya había meado en la nariz. Yo estaba tan caliente que, no podía resistir la tentación de pedirles que me cojan. De hecho, cuando lo hice, me recordaron que no podía hablar, metiéndome dos pitos en la boca a la misma vez. Fueron el Pitu y Nicolás. Y cuando justo quedé sobre los primeros escalones que conducen a las habitaciones de la casa, Nico me pidió que me ponga de pie con una pierna levantada, sostenida del pasamanos. Ahí se pegó a mis caderas, me hizo sentir la dureza de su pija en la cola a pesar del pañal, y me comió la boca.

¡Chicos, la Gabi tiene olor a pichí en las tetas! ¡Y la lengüita caliente! ¡A lo mejor necesita que le contemos un cuentito! ¡O más talquito en la conchita! ¿No cierto bebé?, decía mi amigo con los ojos desorbitados, con casi media teta derecha en la boca. Los otros lo arengaron a que me baje a upa hasta el sillón, y allí empecé a pasar de brazos en brazos, mientras me inventaban una historia de unos animales que querían hacer bebitos en el medio del campo. Pero entretanto, me tranzaban, me hacían chupar sus dedos, me mordían las tetas, y, en definitiva, me empezaban a acomodar las pijas entre el pañal y mi conchita. El primero que me aferró a sus brazos para encajarme toda su chota adentro fue el Pitu. Él se movía despacito, mientras me decía: ¡Y la perrita no se dejaba montar por el perro! ¡Así que, vino un perro más grande, le mostró su pistola, se le subió arriba, y le hizo pis, antes de decirle que la quería embarazar! ¿Entendés?, aferrándome de la cola, mientras Nico se las ingeniaba para que le chupe el pito. Después, fue el Mati quien me acurrucó en sus brazos, primero para que le pajee la pija con las tetas. Siempre me gustó apretar bien fuerte una buena pija entre mis tetas, después de babeármelas bien babeadas. Y luego, me subió a sus piernas para metérmela en la concha, en esta ocasión quitándome el pañal. Para sorpresa de todos, también me había hecho pis, aunque un poco menos que antes.

¡Yo no te voy a contar ningún cuento, gorda chancha! ¡Te voy a llenar de hijos, te voy a largar toda la leche adentro, porque te lo buscaste, bebota sucia! ¡Me vuela la cabeza tu olor a pis nena! ¡Así, cogé así nena, movete perrita, dale, que te la largo toda, y te embarazo amiguitaaaaa!, me decía Mati, haciéndome saltar sobre sus piernas firmes, dejando que el Pitu y Nico me dejen las nalgas cada vez más rojas de tantos chirlos. Nico olía mi nuevo pañal, y me pedía que le apriete la pija. Pero, el sillón ya no nos era suficiente. Por eso, en cuestión de segundos, ya estaba tirada en mi propia cama, con un nuevo pañal, y con los tres arrodillados, dándome pija por la boca y las tetas.

¡Así, abra la boquita bebé, vamos, así te tragás la lechona nena! ¡Sí guacha, apretame bien el pito con esas tetas! ¡Cómo te hiciste rogar nena! ¡La cantidad de veces que quise sacudirte en la escuela! ¡Qué rico olor a nena villera, a bebé con la conchita caliente Gabi! ¡Sos una gordita puta! ¿Sabías? ¡Dale, eructá, tosé, volvete loquita mami, escupime bien las bolas pendeja! ¡Haaam, asíii, más grande, vamos guacha! ¡Dale que te entra toda la pija en la boca! ¡Meate encima en ese pañal, cerda cochina! ¡Y si querés cagarte, hacete caquita nena! ¡Qué flor de gata resultaste Gabi! ¡Dale perraaaa, apretá más con esas tetas que te acabo todooooo!, me decían eufóricos, listos para enlecharme de la forma más artística y morbosa que se me hubiese ocurrido. Ya ni sabía qué pija chupaba, cuál se anidaba entre mis tetas, ni qué dedos eran los que me penetraban la concha por encima y debajo del pañal. Sé que me pellizcaban, mordían, lamían, me chuponeaban, nalgueaban, estiraban mis pezones, me apretujaban sus huevos en la cara, y me escupían casi tanto como yo a ellos. Al tiempo estaba de costado, con una pija en la concha y otra en la boca, mientras mis manos pajeaban la del Pitu con tanta pasión, que por poco lograba quedarme con su estallido seminal. Luego, estaba en cuatro patas, con Matías pegado a mis caderas, bombeándome como un toro embravecido, mientras mi boca se deglutía como podía las otras pijas. Creo que Nico acabó en mi boca, y no me dejó tragarla.

¡Escupítela toda en las tetas bebé, así, dale, ensuciate con la lechita!, me decía el eco de sus palabras, mientras la pija de Matías me hacía gritar, porque me la metía con todo, haciendo que el pañal se convierta en un trozo de plástico carbonizado en mi piel, porque ni me lo habían quitado. Al ratito estaba parada, comiéndole la boca a los tres, mientras el Pitu me re cogía la concha, metiéndome un dedo en el culo. Eso empezaba a desesperarme. Al punto que le dije: ¡Dale guacho, culeame si querés!

Pero todo lo que me gané fue un tirón de orejas, y otro de pelo. Otra vez volví a la cama, boca abajo, con el pañal bien puesto, y regresé a chuparles los pitos a Nico y al Pitu. Matías se había subido sobre mí, y mientras me decía: ¡Dale nena, calentame el talquito, así te encremo bien el culito!, se frotaba con fuerzas sobre mi culo. En ese momento sí fui consciente que me hacía pis encima, atragantada por las pijas de mis amigos, y harta de la presión de Mati sobre mi espalda. Pero fue justo cuando su glande finalmente hizo contacto con el agujero de mi culo, sufriendo aún la presión del pañal, que en medio de tantas sensaciones me meé. Y Mati logró puertearme la cola, y luego introducirlo un poquito más, y un poco más, y un trocito más. Empezó a moverse despacito, porque sabía que me dolía una banda. Y no cambió el ritmo, hasta que inesperadamente acabó allí, casi sin poder disfrutarlo del todo, al mismo tiempo que mi boca se llenaba con el semen del Pitu.

¿Te la culeaste nene? ¡Faaa, le hiciste el culo a la Gabi!, le decía el Pitu, tratando de controlar sus jadeos tras enlecharme la boca y la cara. Mati se levantó de mi cuerpo cada vez más inerte, me arregló el pañal, y les informó a mis amigos que yo me había vuelto a hacer pis. Desde ese momento, las tensiones bajaron, a pesar que yo seguía mamando la verga de Nico. Según alguno de ellos, ya eran más de las 10 de la noche, y mi vieja estaría al caer con mi hermana.

¡Amiguita, no te podés quejar! ¡Mirá cómo te dejamos! ¡Con la boquita llena de leche, hecha pis en tu cama, pero en pañales, y bien alimentadita! ¡Y entalcadita! ¡Y con la cola rota! ¡Ahora te parecés más a la yegua de tu hermana!, me decían los chicos, presagiando un final que yo jamás quería que suceda, mientras Nico acababa entre mis tetas.      Fin

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Comentarios

  1. Bebooota, que rico yo si estaba te hacía comer nestún desde mi pito así te alimentabas mejor.

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    1. Bueno, digamos que ahora hay muuuchos postres modernos, mucho más ricos que ese! ¿No? Jejejeje! Graciaaaas por escribir, y leerme siemnpre!

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