Trío chancho

 

Escrito con la Gatita bostera

 

¡No podía creer que Tomi me haya hecho caminar hasta este barrio de mala muerte! En el camino casi me caí en un charco. A él le dio gracia, y me dijo que era demasiado cheta para ese lugar, y me agradeció el haberlo acompañado.  cada villero que me veía pasar me chistaba o gritaba alguna chanchada. Tomi, o bien no reparaba en ellos, o no les daba bola. Aunque, eso no me disgustaba tanto porque desde la mañana andaba con toda la bombacha húmeda. Y para colmo, durante la noche me había re pajeado en mi cama.  no sé que me pasaba últimamente pero solo pensaba en coger. Tal vez serían mis 16 recién cumplidos, mis hormonas revoloteando, los videos que miraba a solas en mi celular, o las cosas que me participaba Mily, mi mejor amiga, que se la pasaba garchando con su novio, un tipo de unos 30 años. Según ella, le hacía sentir de todo cuando le chupaba la concha y el culo, y la dejaba con las piernas temblando cada vez que la penetraba. En cuanto a mí, me daba muchas cosquillas ir al cole sin corpiño y que los profes me vean los pezones duritos a través de la chomba que componía el uniforme. También me encantaba agacharme para que algún pibito vea mis bombachas rosas, blancas o alguna que otra violeta con moños o dibujos a juegos. No me gustaba las tangas, o esos hilitos, ni las colaless. Esas cosas me parecían más acordes para turritas que no tenían nada que ofrecer. Yo tengo mucho pecho (Casi 110 de teta) que los corpiños apenas me sostenían, y una burrita que siempre recibía tremendos halagos. Más cuando me dejaba apoyar en la fila para la bandera.  Me acuerdo que una mañana, estaba esperando en dirección que la preceptora nos alcance la bandera a un amigo y a mí, para que al fin pudiéramos entrar a uno de los actos de la escuela, y el pibito me manoseó toda. Temblaba de calentura, y me sentía re contra húmeda cuando fui a colgarla. Me daba la sensación que todos los pibes me miraban, con sus pijas duras y cargadas de semen, solo para mí.

Y Tomi no me hacía sentir menos. Por más que odiaba cuando se ponía hincha bolas para que lo acompañe y lo aliente mientras él y sus amigotes corrían atrás de una pelota, me encantaba las cogidas brutales que nos mandábamos una vez que terminaba el partido. Lo que más me gustaba era ir a verlo a los entrenamientos. Siempre dijo que llegó tarde para ser una mega estrella del fútbol, pero que al menos lo haría por hobbie, o por alguna buena apuesta.  a él le gustaba cogerme en las duchas del club mientras que sus compañeros paseaban, charlaban o comían algo en el bufet. Me apretaba contra la pared y me mordía el cuello, al tiempo que su pija me quebraba las emociones entrando y saliendo de mi conchita como un rayo maligno, llenándome de leche. Le encantaba que cuando salíamos de los baños, sus amigos nos miren satisfechos, a mí con la cara colorada, y a él en un total estado de relajación.

. Además, me enloquecía cuando íbamos a jodas de boliche, o a algún pub, o a reuniones que hacían sus compañeros de la facu, porque veía como todas las guachas se le tiraban encima. Tomás es alto, rubio y está re trabado por donde lo mires. Es casi que adicto al gym, según su madre. Aunque él dice que su única adicción es hacerme la cola, y fascinarse viendo como rebotaban mis tetas cada vez que me hacía saltar encima de su pija.

Pero el partido del viernes pasado fue distinto. El club Los Manzanares para el que juega tomi se unió a un barrio en caridad con el fin de que los pibes se unan al deporte y dejen las drogas, la delincuencia, el vandalismo y otras adicciones o problemas sociales. De modo que iban a jugar contra unos villeros que tenían toda la fama, y pertenecían a una villa situada a pocos pasos de mi barrio. Y yo estaba sentada en primera fila, como una buena porrista, de pollera y muy nerviosa, apretando las piernas para darme un poquito de placer. tenía los pezones duros, la remera un toque sudada y la colita del pelo súper desarreglada. No había podido sacarme el uniforme del colegio. ¿Sería por eso que el villero que iba a jugar contra mi novio no dejaba de mirarme durante el calentamiento? ¿O sería porque me lo había chapado un par de veces en el boliche? ¿Se habría quedado con ganas de algo más? ¡Y para peor, lo seguía por Instagram! ¡Si Tomi se enteraba, se armaba quilombo seguro! ¡Sí, y más porque, yo me lo chapé mientras salía con Tomi! Dylan tiene 22, es dos años más grande que mi novio y le encanta subir fotos en cuero. Es un morocho alto, de cabello castaño claro, un poco largo con alguna que otra rasta mal hecha, y con unos labios enormes. ¡Me arrancaba la boca cuando nos tranzamos! Tiene una sonrisa divina, pero lo más lindo que le encontré fue el paquete. Mily siempre me decía que los tipos que sonríen mucho, generalmente tienen un lindo pedazo.  una vez estaba en la barra pidiendo un trago, y el desubicado me re apoyó aquella anaconda en la cola mientras pasaba sus brazos por mi cuello y me daba besos húmedos y mordiscos chiquitos en la cara. Después de eso le dijo al barman que todo lo que yo tomara esa noche lo pusiera en su cuenta.

El partido comenzó al fin. Mily estaba conmigo, por suerte. No sabía cómo habría podido controlar mis nervios sin ella. Tomi le había hecho dos goles al equipo de la villa, y Dylan metía duro a todo el que se le pusiera en frente. El juez no amonestaba, y eso enfurecía a todos. Mily me decía que no tenía de qué preocuparme, que perfectamente podía encamarme con los dos, siempre que no sospechen nada. Y me pedía detalles de cómo fue la última cogida que tuve con Tomi. Luego ella me confió que la noche anterior había estado peteando a tres pibes a la vez, y que por eso le dolía muchísimo la mandíbula. Entonces, otro gol de los nuestros, y el marcador se volvía cada vez más sanguinario con los villeritos. ¡Siete a cero! Tomi estaba exultante. Discutía, pero también metía goles, asistía y calmaba a sus compañeros cuando había una falta de re mala leche. Mily se tiraba besos con un chabón de la otra tribuna, y hasta se atrevía a volcarse agüita en las tetas para mostrarle cómo se le paraban los pezones.

¡Sos re puta nena! ¡Calmate un poco, que estás re zarpada en trola!, le dije, justo cuando Dylan marcaba un gol, y se agarraba los huevos en medio del festejo de sus compañeros. Mily me dio u pellizco en la pierna, como diciéndome “Mirá quien habla”, y en el momento en que me distraje viendo la marabunta de pibes celebrando, me dio un pico. ¡Si antes estaba alzada, ahora me aplaudían los labios de la concha! Obvio que lo había hecho solo para molestarme, incomodarme, o tratar de armar una guerrita entre nosotras, como solíamos hacer en casa. Solo que ahí nos revoleábamos almohadas, ropa, zapatillas, o bombachas. Era re divertido.

Y entonces el partido terminó. Habíamos ganado doce a dos, y los ánimos estaban caldeados. Tomi festejó con su equipo, y fue el menos efusivo de ellos. Supongo que no quiso ser tan irrespetuoso. Enseguida se acercó a nosotras, me dio un beso de lengua que e calentó aún más, y me dijo que me dedicaba el segundo gol.

¿Viste a dónde la metí? ¡Así te la voy a meter a vos, guachita! ¡Así que, andá yendo para el baño, que festejamos, y te meto un golcito ahí adentro, y te re chupo esas tetas!, me decía al oído, tratando de introducir una de sus manos por adentro de mi pollera. Mily se reía, porque seguro había escuchado cada palabra de Tomi, y se apretaba las tetas. Tomi volvió a la cancha para sacarse fotos y esas cosas, y yo le dije a Mily que necesitaba ir al baño.

¡Che, si te vas a coger con el Tomi, yo me voy a casa nena! ¿O querés que te espere, así nos tomamos el bondi juntitas? ¡Eso sí! ¡Tragate toda la lechita, así no te manchás la chomba como el otro día!, me dijo la descarada, mientras salíamos de las gradas para analizar nuestros próximos destinos. La cosa es que finalmente fui al baño, prendí un cigarrillo solo para matar el tiempo, y esperé. Tomi no tardó en llegar. Fue casi tan necesario como tomar una bocanada de aire. En cuanto me vio se quitó la remera para revolearla, se bajó el pantalón y, con un tierno: ¡Arrodillate ahí bebé!, me ordenó que lo hiciera sobre el escalón que daba a los mingitorios. Lo hice, y su pija entró en mi boca como la mejor de las golosinas. Empecé a chupar y chupar, a succionarla con todo, mirándolo a los ojos, haciendo ruiditos cuando me babeaba o la sentía latiendo en mi garganta. Los atracones, gárgaras y arcadas, toses y jadeos como de auxilio que salían de mi boca hacían eco en todo el baño. Un pibe entró a mear, y me vio en acción. Pero eso a Tomi y a mí nos gustaba. Él sabía que yo era suya, y sus amigos tenían bien claro que yo era su novia. Por lo tanto, seguí mamando, tragando y ahogándome con sus estampidas de jugos seminales, disfrutando de sus gemidos y de los tirones de pelo que me propiciaban sus manos. Además, no paraba de zarandearme las gomas, y de friccionar fuertemente su pija contra ellas cuando me la sacaba de la boca, cubierta de baba. Al toque el pibe salió del baño, y Tomi empezó a meterme una mano por debajo de la pollera, según él para ver si me había puesto bombacha. Pero no me sacaba el pito de la boca, diciéndome con alegría: ¡Peteame nena, peteame bien guachita, y mirame! ¡Me encanta ver tu carita de perra golosa cuando me la chupás! ¡Babeate toda, así te chorrea la babita nena!

Me dio un vuelco el corazón cuando escuché la voz de Mily al otro lado de la puerta, diciéndome con un sarcasmo muy típico de ella: ¡Guarda amiga, no te ahogues tanto, ni te hagas pichí bebé! ¿Te acordaste que tenías que tomar la lechita amiga? ¡La próxima, invitame Rochi! ¡O me voy a poner celosa! ¿No cierto que vos no tendrías problemas Tomi?

¡Obvio nena! ¡Hay leche para las dos!, le gritó mi novio, clavándome la pija en la garganta con todo, para no permitirme hablar, ni reírme, ni protestar. Él sabía que yo sí soy celosa, y que, si tuviese mi voz intacta y libre de las envestidas de su pija, le haría una escenita caprichosa de celos tontos. Y entonces me levantó casi que, de los pelos, me subió la pollera y empezó a chirlearme el culo, mientras me decía que era una putita por ir a la escuela sin corpiño.

¡Sí nene, soy una trola, soy tu nena trola que le encanta sentir tu pija muy adentro, abriéndome toda la conchita!, le dije casi a los gritos, mientras me agarraba lo más que podía del lavamanos para no resbalarme, ya que el piso estaba medio húmedo. Tomi se sacudía tanto como yo una vez que su pija entró en mí sin pedir permiso, con violencia y decisión, corriéndome para un costado la bombacha. Me cogía con fuerza, con tirones de pelo, amasándome las piernas y pidiéndome que me levante la chomba. Me gruñía en el oído y me mordisqueaba el cuello. Me pedía que le chupe algunos dedos, y me daba cachetadas con sus dedos babeados. Quería verme en tetas, y yo no pensaba protestar. La levanté solo para coquetearlo, sin sacármela del todo, y en ese preciso momento entró Dylan, hecho una furia, encuerado y con cara de perro. Lo vi por el espejo resquebrajado, y eso me encendió aún más el clítoris. Era obvio que iba directo para el inodoro. Pero se paró en el camino al vernos, y se quedó apoyado un rato mirándonos. Tomi me daba cada vez más fuerte, salpicándome toda con su presemen. Los ruidos que provocaba su pija entrando y saliendo sin cuidado eran cada vez más chanchos, asquerosos y fervientes. No podía parar de gemir, de sentirme una putita, de mirarlo con los ojos vidriosos. No lograba concentrarme nada más que en su pija que se endurecía, ensanchaba y llenaba toda. Sin dejar de mirarlo por el espejo, dejé que toda la saliva que tenía acumulada en la boca me cayera por las tetas, me pellizqué los pezones duros y gemí con una especie de lloriqueo de bebé. quería tener a ese villero también acá, cogiéndome fuerte la boca. Quería que se saque la bronca de haber perdido el partido, y de haberme perdido como hembra. Veía lo tenso que estaba el morocho, cruzado de brazos, mirándome lascivamente. Juro que estuve a punto de acabar así, mirándolo mientras Tomi me sacudía, me abría y zamarreaba, bien empijada en su virilidad. Sentía las cosquillas y una felicidad inmensa a la vuelta de la esquina, pero de pronto sentí un vacío. La pija que hacía unos segundos me invadía ya no estaba. Mi cuerpo experimentó un sofocón desagradable mientras me temblaba todo, y no podía ni sostenerme en pie. Quería acabar, ahogarme en leche, con mis propios gritos, mojarme toda, gritar hasta quedarme ronca, y sacarme fotos así, toda sucia y con la ropa hecha un quilombo.

. Una nalgada me sacó del trance en el que me tenía hipnotizada la pija de ese morocho, y a mis oídos llegó la voz de Tomi como una proeza.

¡Arrodillate guachita! ¡Rápido Rochi, que me explota la poronga!, me dijo con urgencia. Me cacheteó la cara Y lo hice emocionada. Casi que me tiré al piso como si fuera a reptar, ansiosa, salivando cada vez más, apretándome las tetas. Mi cabeza giraba de uno a otro, tratando de buscar respuestas. Lo miraba a Tomi esperando que invite al villerito, o que al menos Dylan tuviera los huevos bien puestos para cogerme sin importarle que mi novio estuviese allí. ¡No podía esperar más! Me desesperaba estar como una tonta arrodillada entre dos machos con las pijas de fierro y no recibir nada. Me molestaba la sonrisa fanfarrona de Tomi mientras veía como mi respiración se agitaba al borde del colapso. Para colmo, el turro se sacudía la pija y me torturaba en un silencio profundo. Acerqué mi mano despacito, al mismo momento que remojaba mis labios secos, abriéndolos lentamente, esperando que alguno de los dos me taladre la garganta. Sin embargo, lo único que recibí fue una cachetada fuerte que me hizo arder hasta el alma. No supe quién había sido, porque yo permanecí un rato con los ojos cerrados. Y de repente, la voz de Tomi me ordenó con toda su calma habitual que me ponga en cuatro patas, como una perra. Humillada, tonta, caliente, y con la ropa desarreglada lo hice, esperando que mi recompensa al fin llegue a mis arcas sexuales. Me puse en cuatro mirando a Dylan. El villero de mierda se mordía el labio y se apretaba los huevos, disfrutando del showcito de mi novio, y de mi cara perversa convertida en el hambre más voraz de la humanidad.

¿Qué esperás para cogerme pendejo? ¿O estás esperando que, entre la Mily, así me mostrás cómo te la garchás? ¿Eso querés tarado? ¿Llenarle de lechita la cola?, Le chillé histérica, caliente y enojada. Nunca me había hecho esperar tanto su pija, ni mucho menos su leche.

¡Si se la quería coger, creo que es tarde! ¡Tu amiguita está entretenida con un par de pibitos atrás del arco! ¡A esa gorda también le gusta la pija, como a vos Rochi! ¡A no ser que quieras que la vaya a buscar, y te deje acá solita con este! ¿O querés ir a buscarla vos, gato? ¡Yo me ocupo de la perrita que tenés acá! ¡Aparte, no es la primera vez que le hago unos tiritos a su boca! ¡Qué rico que tira la goma!, habló Dylan con voz ronca, ladina y determinante, caminando hasta dónde yo me encontraba en cuatro, con el culo en pompa. Se agachó, sabiendo que Tomi lo miraba sin ofenderse siquiera, y con una de sus manos sucias y fuertes me apretó la cara para que lo mire bien de frente. Y entonces, con su sonrisa entre cínica y orgullosa, y el brillo asesino de sus ojos que me comían me estampó contra su boca. Me forzó para meter su lengua dentro de mí, y me apretó fuerte del cuello, ahogando los sonidos mustios de mi voz. Me succionó la lengua, me mordisqueó los labios, y hasta que supo que me dejaba sin aire no detuvo su besuqueo forzoso, ni sus mordidas, ni sus chupones frenéticos, mientras me repetía: ¿Querés zorrita? ¿Te bancás mi pija? ¿O te da miedo guachita sucia?

Tenía el corazón a mil, los flujos de mi conchita mojándome las piernas, las tetas calientes, y los sentidos perdidos. ¡Y para colmo, el pajero de mi novio lo permitía todo! De pronto sentí las manos de Tomi pellizcándome el culo con fuerza, y bajándome la bombacha. Me sobó la concha como palpando el terreno fértil para sus pistilos, y, sin esperar respuesta me la metió con todo. Suspiraba, me pellizcaba y se aferraba con fuerza de mis caderas, diciéndome con pasión y calentura: ¡Uyy, rochita! ¡Que calentita te puso el forro este! ¡Tenés la concha hirviendo amor! ¡Enseñale que vos no te cagás por nadie, trola! ¡Y menos por un perdedor como este boludo! ¡Chupale la pija, que seguro en su vida nunca le hicieron un pete como la gente! ¡Es re chamuyo este gil! ¡Vos no le tiraste la goma! ¿No cierto?  ¡Mostrale de qué están hechas las chetitas fáciles como vos! ¡Dale, abrí bien las piernitas bebé, que eso te sale de puta madre!

Y no hizo falta más preámbulos. Dylan se paró enérgico y refregó mi cara contra su shorcito deportivo, y en cuanto su pija salió disparada de sus ropas, se la mojé con una escupidita, la mordí despacito, y le toqué el glande con mis pezones. Necesitaba que ya no vuelva a metérsela en el bóxer, y me la encajé en la boca. Al toque noté que se le endurecía más que a Tomi, y que parecía tan cerca de acabar que tuve miedo de quedarme con todas las ganas. Tomi me cogía suavecito, pero de repente me decía: ¡Tomá guachita zorra!, y me la clavaba con todo, mientras Dylan se encargaba de silenciarme, deslizando su pija hasta el tope de mi garganta. No podía ver ni respirar con facilidad. Todo lo que oía era la percusión del pubis de Tomi contra mi cuerpo, y mis propias arcadas, como si estuviese por vomitar de tanto que me rozaba la campanilla, y la boca se me inundaba de saliva. Además, el turro me apretaba la nariz, y me retorcía los pezones cuando los encontraba, ya que en el fragor de la cogida que Tomi me ofrecía, las tetas se me bamboleaban para todos lados.

¡Che, hacé que te chupe los huevos, y pegale con la chota en la cara, que le encanta! ¿No cierto gorda? ¡Y vos, escupile bien la pija cuando te la saque de la boca!, nos ordenaba Tomás en modo trance, sin retirar su pija de mi concha, agregándole unas furiosas nalgadas a mi culo. El ruido de los jugos succionándose entre ellos, los gruñidos de Dylan cuando al fin mi boca hizo contacto con sus huevos sudados, y mi necesidad de expresarme de otro modo que no sea gimiendo, me llevó a gritarle a Tomi: ¿Entonces te calienta que un villero se coja a tu novia? ¿Te calienta que un pelotudo como este me garche la boca, me apriete las tetas, y me ahogue con sus huevos, forro? ¡Pensé que, solo sería tu putita, tu perra!

¡Callate boludita, y seguí mamando, que yo te lleno de pija nena! ¿O no querías eso? ¿Vos pensabas que soy un idiota, perri? ¿Así te gusta que te hablen, chora? ¡Te hacés la chetita, la nena de mamá, la sabelotodo en la escuela, la que se perfuma hasta las tetas, y te calienta la concha este negro de mierda!, empezó a vociferar mi novio, mientras yo advertía un peligro que, jamás se hizo presente. ¿Por qué Dylan no reaccionaba y le aplicaba una trompada? ¡Tomi estaba ofendiéndolo, o provocándolo! ¡No era del estilo de Dylan quedarse callado!

¡Dale gorda, chupale los huevos y la chota a este zángano! ¡Qué baile se comieron! ¿Viste el golazo que hice en el primer tiempo? ¡No la vieron ni cuadrada ustedes, muertos!, insistía Tomi, abriéndome los labios de la concha con mayores estímulos, escuchando cómo me atragantaba con la acidez de los jugos de Dylan, que me perforaba hasta el paladar con su dureza. Hasta que, acaso hartos de las posiciones de sus huesos al borde de desintegrarse en mi vagina y mi boca respectivamente, Tomi sugirió: ¡Ayudame negro, así la sentamos en la pileta, la agarrás de las piernas y se la metés! ¡Pero, primero hay que sacarle la bombacha! ¡Mirá lo que usa mi novia! ¡Es una nena! ¡Mirá boludo, una bombachita bien de colegiala con olor a chicle en el pelo! ¡Pero con olor a pija en la boca, y en la concha!

Mientras hablaba, me ayudaba a incorporarme del suelo sin ninguna pizca de cariño, comprensión o devoción. Ni llegué a procesar cómo fue que de pronto estaba con el culo desnudo sobre la mesada de las piletas, disfrutando de cómo Dylan me revolvía la concha con sus dedos gordos, oliendo mi bombachita con cara de pervertido. Entretanto, Tomi había apoyado un pie sobre la mesada, al lado de mi cuerpo, y con una mano me sostenía del pelo para dirigir mi boca a su pija, para que se la mame con todo. No le importaba que me estuviese haciendo doler, ni que mi culo se resbalase del mármol frío, ni que Dylan, totalmente sacado, ya estuviese colocando su glande en la entrada de mi concha, diciéndome: ¿La querés perrita? ¿Te la entierro de una? ¡Querés que te haga saltar los mocos a vergazos? ¿Te hago un bebito, gordita lechera?

Tomás asentía con un repetitivo Síii entre los labios, mientras jadeaba y me pedía que le chupe las bolas, que se las escupa y vuelva a tragarme su pija. Y de repente, mi columna vertebral experimentó una sensación de rigidez total, en el exacto segundo en que la verga de Dylan me llenó la concha, y empezó a bombearme con fuerza, a moverse, a frotar su pecho bronceado y desnudo contra mis tetas súper moreteadas, y a meter sus manos entre mi culo y la mesada, cada vez más empapada de mis jugos.

¿Le vas a meter un dedo en el culo forro? ¡Dale, culeale el orto con un dedo, y clavala toda, clavásela bien hasta el fondo, que grite la muy puta! ¡Gritá gordita chancha, dale, así, cogete al villerito, dale forra, así te sacás las ganitas de tirarle la goma cuando yo no me entero!, empezó a gritar Tomás, que ahora me hacía pajearle la chota con las manos, me mordía los hombros y me chupeteaba el lóbulo de la oreja izquierda, al tiempo que Dylan seguía cogiéndome duro, acertando cada vez más alguno de sus dedos en el agujero de mi culo híper dilatado de tantas humedades compartidas.

¿Te gusta el dedito en el orto nena? ¿Eee? ¿te pone bien puta? ¡Dale, chupame la verga nena, dale, así le ganás a la trola de tu amiguita! ¡La Mily también debe andar culeando por ahí!, me decía Tomi, reiniciando el juego furtivo de su pija adentro mi boca, mientras los dedos de Dylan se multiplicaban en mi culo, y su pija se hacía gigante entre las paredes de mi sexo. Sentía que me mojaba inmensamente, y que el orgasmo estaba cada vez más inalcanzable para mis ansias pecaminosas. Y de repente, terminé sentada arriba de mi novio, que se había acomodado en un escalón que conduce a los mingitorios. Casi que no tuvo problemas en meterme la pija en el culo, mientras Dylan me golpeteaba la concha con mi bombacha, con la palma de una de sus manos, o con su verga, alternadamente. Hasta que Tomi le dijo: ¡Dale negro, cogele la concha, que yo te la presto! ¡Solo porque, les rompimos el culo! ¡No pueden perder así! ¡Dale, Rompele la conchita, que yo le hago la cola! ¡Y después de esto, a mi novia no la vez más! ¿OK?

Dylan accedió a penetrarme la concha una vez más, y ahora también se apropiaba de mis tetas para chupármelas y estirarme los pezones como si fuesen de plastilina. Ahora sí que mis gritos se tatuaban en cada rincón de los altos techos de ese baño, y el entrechoque de mi culo contra Tomi parecían latigazos desprejuiciados. Casi tanto como los pijazos que Dylan se atrevía a pronunciar en mi vagina más colorada y sensible cada vez. Y luego, empecé a sentirme aturdida, mareada y carente de todo músculo, pensamiento o razones. Sentí que el culo me ardía y se me humedecía por dentro, y que los dientes de Tomi se clavaban en mis hombros casi como sus dedos en mis tetas. Me dejaban las mismas marcas, y el mismo sabor a delirio que sus aullidos, y sus palabras repitiendo: ¡Tomala nenaaaa, toda en el culo te la deoooo, todo el culito roto nenaaa, toda rota te volvés a casaaaa, bien rota, culeada, cogida, con la boquita suciaaaa, putonaaaa!

Al mismo tiempo, o tal vez algunos segundos después, una manguera insipiente, perpetua y caliente comenzaba a borbotear sus líquidos calientes en mi conchita, mientras su portador se derrumbaba sobre mi cuerpo, me pedía que le muerda un trozo de su brazo, que lo mire a los ojos, y me decía: ¡Ahí te dejo la leche, perri, toda preñada te vas a ir de acá, puta, porque sos re puta, estás zarpada en puta, petera y culeadora Rochi!

Estaba rodeada de dos cuerpos transpirados, apestosos y tensos. Sentía que la lechita de mi novio discurría por cada poro de mi culo, y que la de Dylan lavaba cada pedacito de mis culpas menos confesables. Ninguno de los dos me sacaba la pija de adentro de mis agujeros, y eso me desesperaba más. Pero entonces, un pibe entró al baño, y Dylan lo sacó a las puteadas, medio en bolas y con los puños listos para pelear si fuera necesario.

¡Vestite gorda, que te llevo a tu casa! ¡Y vos, agradecé que te la presté un ratito! ¡Pero, ahora olvídate de ella! ¿Estamos?, nos dijo Tomi, quitándome lentamente del temblequeo de sus piernas, mientras recordaba cómo volver a respirar, y me depositaba a su lado, inerte, húmeda y llena de cosquillitas por todos lados. Dylan no discutió. Es más… parecía que él y Tomi firmaban un pacto de paz con sus miradas perturbadas. Dylan salió del baño, y Tomi se arregló la ropa. Yo no podía mover un dedo. Pero como pude me puse de pie para arreglarme al menos la pollera, ponerme la chomba y la bombacha súper empapada. Entonces, comencé a caminar detrás de mi novio, que no me miraba, ni me dirigía la palabra. Y entonces, vi que el público se había marchado casi todo. Pensé en Mily, e inmediatamente la encontré. ¡Estaba peor que yo! ¡Súper despeinada, con la remera rota, descalza, con su celular en la mano, y sin su calza! ¡Sí, estaba directamente en bombacha! Su cara irradiaba una felicidad que, aún así no podía ocultar los chupones que tenía en el cuello. Estaba escondida entre una parrilla y unos árboles.

¡Amiga, estaba esperando que me vengas a buscar! ¡Fue tremendo! ¡Me cogieron tres pibes del club de los villeros! ¿Vas a tu casa?, dijo Mily ni bien la chisté para que me descubra y me siga. Me abrazó, todavía temblando de calentura. Yo le dije que no podía salir así a la calle, que tal vez convenía que se tome un taxi. Pero Tomás retrocedió unos pasos, y nos dijo con su voz triunfante, y la mirada más perturbada que antes: ¡No Rochi, ni taxi ni nada! ¡Ahora, las dos, así como están, se vienen a mi casa! ¡Me parece que a esta gordita le hacen falta unos buenos chirlos en ese culo! ¡Aparte de cambiarse esa bombacha!, mientras le nalgueaba el culo a Mily, y me manoseaba las tetas.

¡En mi casa no hay nadie, porque mis viejos se fueron de vacaciones! ¡Y, no sé si sabés Mily! ¡Pero tu amiguita me fue infiel con un villerito de cuarta! ¿Vos, no querés ayudarme a devolverle el favor, con la misma moneda? ¡Creo que, no te viene nada mal una buena pija en este culo hermoso! ¿Vamos? ¡Tengo el auto afuera! ¡Y vos Ro, tranqui, que voy a necesitar tu ayuda para alimentar a esta bebota culona! ¡A ella también hay que romperla toda, más de lo que ya le rompieron la conchita esos turros! ¿No te parece?, decía luego Tomás, cuando ya habíamos llegado al portón del inmenso club, y el olor a pichí de Mily se intensificaba como un presagio de lo que se nos avecinaba en la casa de mi novio.      Fin

Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.

Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!

Acompañame con tu colaboración!! así podré seguir haciendo lo que más amo hacer!! 

Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉

Ko-fi mundial de Ambarzul para mis lectores mundiales 😊 


Te podes enterar a través de Twitter de todo lo nuevo que va saliendo! 🠞 Twitter



Comentarios

  1. Gatita Bostera25/1/25

    Uf! amigaa, cuando volvemos a escribir algo chancho? Leer este me dejo con muchas ganas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hoooolis amiga! Cuando quieras! A mí también me gusta que escribamos juntas! Espero tus nuevas ideítas!

      Eliminar
  2. El Griego22/2/25

    Invitenmé, señoritas!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario