Estaba claro que las cosas con mi hermano, no iban a quedar así. En parte, porque es un obsesivo, y porque le gusta mear a sus hembras como propias, siempre que tenga la posibilidad. Sin embargo, nunca creí que volvería a casa, a pocos días de haberme sometido en mi propia habitación, del episodio en el patio mientras mi familia mateaba en la cocina, y de haberse aprovechado de mis debilidades carnales. Esa vez, yo había organizado una tarde de chicas en el patio de mi propia casa, ya que teníamos muchas cosas con las que ponernos al día. Además, hacía mucho que no nos veíamos. Estábamos súper, tomando unos mates con mi hermana Florencia, mi prima Eliana, mi prima Fernanda quién, en ese momento le daba el pecho a su bebé de 7 meses, y mi amiga Tamara. Ella ya se había ido por una emergencia cuando Pablo llegó, alterado y con los ojos desorbitados. Mis primas lo miraron con cierto terror en el rostro. Pero mi hermana y yo, que lo conocíamos muy bien, ni le dimos bola. Pablo preguntó por mi vieja, y por unos papeles de su moto. Yo le dije que ella salió con unas amigas, y que no había dejado nada dicho acerca de unos papeles, ni de su repentina visita. Él me miró como el culo, y se mandó para la cocina. Lo escuchamos revolver cosas, abrir el cajón de los cubiertos, responderle a alguien un mensaje de WhatsApp, y abrir la heladera.
¡No se preocupen chicas! ¡Anda medio merqueado! ¡Pero, no nos va a hacer nada! ¡Hace rato que boludea con la fafa! ¡A esta altura, creo que se mete más líneas que Maradona en toda su vida!, dijo Flopy en un susurro, para no levantar sospechas. A veces, el tarado se paranoiqueaba con que todos hablábamos de él a sus espaldas. Así que, luego de aquella aclaración, seguimos charlando de mis vacaciones. Hacía dos días que estaba de nuevo en mi casa, y tenía mucho que contarles. Además, el bizcochuelo de chocolate y arándanos que había preparado Fer, estaba buenísimo. Eli nos contaba que conoció a un pibe re copado que tocaba en una banda de rock, y que al menos, se acostó dos veces con él. Estaba chocha con el tamaño de su pija, más que con el resto de sus atributos. Pero, al toque vimos que mi hermano volvía al patio, con un vaso de agua en la mano, un cigarrillo prendido en la otra, y toda la expresión de una ira incontenible en sus ojos. Creo que, lo peor que pudimos haber hecho, fue un silencio rotundo.
¿Qué comen che? ¿No les va a caer pesado, tanto chocolate? ¡Están hechas unas gordas!, dijo en general, como si estuviese mirando al cielo rojizo del atardecer. Todas quisieron salirle al cruce. Pero Fer le dijo, con toda tranquilidad: ¡Igual, mucho no nos importa engordar, si comemos cosas ricas! ¡No te preocupes con nosotras, que después le damos a la dieta, y listo!, acompañando a sus palabras con una sonrisa tan dulce como toda ella. Pablo, luego de darle una pitada a su cigarrillo, me clavó los ojos en las tetas, y entonces vociferó: ¿Vieron que la Gabi está cada día más perra? ¡No sé qué carajos come la guacha esta! ¡No saben las ganas que me dan de echarle un polvito de parado a la gordita culeada esta!
Mis primas se espantaron, pero no pronunciaron ni una vocal. Mi hermana le dijo que era un desubicado, y le pidió que, si no tenía más nada que hacer, mejor se vaya y nos deje tranquilas. Yo, no fui capaz de abrir la boca. Pablo se rio de la serenidad de mi hermana, y volvió a mirarme las gomas. Tomó unos tragos más de agua, pisoteó la colilla del cigarrillo en el pasto, me dijo que tal vez volvía a las 9 de la noche para charlar con mi vieja, o, si se le complicaba, mañana bien temprano. Pero que no me olvide de avisarle a mami. Y, sin darme tiempo a nada, se acomodó para tirarme con exhaustiva puntería lo que le quedaba de agua en el vaso, directo en el escote. Eliana murmuró algo, y vi que la Flopy le pisó el pie para que no diga nada.
¡Ahora, con el vestidito todo mojado, se te re marcan los pezones! ¡Hasta el guachito ese, cuando te mire las tetas, te las va a querer deslechar!, dijo mi hermano con una radiante sonrisa en sus maléficas intenciones, refiriéndose al bebé de mi prima, que seguía tomando la teta. Las chicas se pusieron en guardia, como para cagarlo a trompadas por lo lejos que estaba llegando. Mi hermana le dijo que, en vez de perder el tiempo con gordas aburridas, mejor lo ocupe en drogarse por ahí con sus amigotes. Yo, no pude decirle nada. Ni siquiera gemí al contacto del agua fría en mis tetas, porque, para colmo, no llevaba corpiño bajo mi vestidito veraniego de gasa. Solo sentía que se me calentaban los pezones, que se me humedecía la vagina, y que se me abrían las piernas solas. Notaba que las chicas me miraban, como esperando que reaccione de alguna manera. Pero ni siquiera sabía si me quedaba saliva en la boca, o si podía saborear el mate con precisión. Entonces, Pablo volvió a prenderse otro pucho, me clavó los ojos en las tetas, y luego le robó algunos colores a las de Fernanda con la mirada, diciéndole: ¡Hey, primi, vos no te pongas celosa, que también te cargás unas terribles mamas! ¡Creo que, podrías ir a amamantar a todos los guachos de Casa Cuna, y todavía tendrías leche!
Entonces, nos miró de forma despectiva a todas, y entró a la casa, saludándonos con un baboso: ¡Chau, perritas! Todas nos convencimos que se había ido, aunque ninguna escuchó a ciencia cierta la puerta de la calle. Por eso, tuvimos precauciones de no mencionarlo siquiera, hasta no estar seguras. Fernanda se mostraba implacable.
¡Si lo tenía cerca, le arrancaba los testículos, y se los daba de comer al perrito llorón del vecino!, dijo entre dientes, mientras Eliana le ofrecía un nuevo mate. Nos reímos, y enseguida Flopy dijo que no teníamos que ponernos a su altura, porque eso le daba más poder. Seguimos charlando de mis vacaciones, y justo cuando Eli me preguntó si tenía algo de hielo para preparar un fernetcito, les dije que me iba a fijar. De paso traía todo para armarlo, y me cambiaba el vestido, porque ya se me erizaba la piel por el fresquito de la tarde. Lamentablemente, no se me secaba tan rápido como esperaba. Y, bueno, allí podría enterarme si Pablo aún merodeaba por la casa. Me fijé en la puerta de calle, y estaba cerrada con llave. De modo tal que, me mandé a la pieza con toda confianza, me quité las crocs y la hebilla que me tironeaba el pelo, pensando en qué podría ponerme. Y, precisamente cuando pasé por mi escritorio despelotado, en el que lo único que valía la pena era mi computadora, sentí unas manos aferrarse a mis tobillos, un rostro que se pegó a mis nalgas, y una voz que susurró con la gangosidad que ya conocía: ¡Sabía que ibas a venir a cambiarte, caretona! ¿Le dio frío a la bebé? ¡Pero bien que, para andar en tetas frente a las pibitas, no tenías frío!
Quise sacármelo de encima. Pensé en gritar. Las chicas estaban afuera. Pero, la ventana de mi pieza permanecía cerrada. Solo usé la garganta para gemir del susto primero, y luego para chillar cuando me mordió el culo. Me la mordisqueaba a placer, totalmente seguro de que mis resistencias eran incomprensiblemente laxas, débiles y torpes. Empezó a tironearme la bombacha, a meterme dedos en la concha, a oler y mordisquear mi vestido, y a continuar con sus mordidas por mi culo. También metió su lengua entre mis nalgas, y lamió mi ojete, diciendo cosas como: ¡Qué olor a puta tiene mi hermana! ¡Qué putita te ves así, en tetas, frente a las primas! ¡Amo tu olor a culo, y a conchita! ¡Mirá cómo tenés la bombacha, putarraca!
Me revolvía la concha como si me despreciara realmente. Pero yo me babeaba como si me estuviesen saliendo los dientes. Me hacía jadear como una loca, y tener ganas de pedirle que me ahorque con su pija enterrada en el culo. Deseaba su semen en la boca, sus huevos apretados contra mi cara, y que me abra el culo con los dedos. Su lengua no me bastaba. De hecho, me hacía sentir que le faltaba dureza, movimiento y potencia. ¡Y aún así, lo aborrecía con todo el corazón! Todo hasta que se levantó hecho una tormenta de su escondite, me agarró un poco de la cintura y de la cola, me llevó contra el ropero, me apoyó su paquete hinchado por cualquier trozo de mi cuerpo que le quedara a esas alturas, y me tapó la boca con uno de mis shores usados que manoteó de la cama. Cuando amagué a darle una cachetada, él atrapó mi mano en el aire, y me hizo tantearle el pito por adentro de su jean, diciéndome algo como: ¿Viste cómo me la pusiste?
Entonces, ya con la boca tapada, y respirando lo justo y necesario, dejé que me apriete las tetas, mientras me subía el vestido empapado y frotaba con vehemencia su pija en mis nalgas. Por momentos entrechocaba su dureza contra ellas, como si buscara saciar la calentura que seguro se le acumulaba en la puntita del pito, mientras me decía: ¡Ahora, vamos a salir de esta pieza, juntitos! ¡Te vas a sentar a upa mío, delante de las primas, y de la Flopy! ¡Y calladita la boca! ¿Entendés? ¡Te vas a sacar este vestido, y te ponés otro más cortito! ¡y un corpiño chiquito! ¡Quiero que sientas mi pija bien dura, mientras hablás con ellas! ¡Y pobre de vos que te pongas muy putona! ¡O me vas a despertar al nene, y te voy a tener que vacunar! ¡Cómo me ponen la verga tus tetas, hija de puta!
La verdad, no recuerdo cómo fue el momento en que salimos de la pieza. Solo sé que, él planeó aparecerse ante las chicas, buscándome, o preguntando por mí, como si nunca nos hubiésemos cruzado. Yo, debía esperar en la cocina, un rato, hasta que la lujuria me lo indicara. Las chicas le hablaban lo más bien, y eso me tranquilizó. Entonces, me reconocí parada en medio de la cocina, con un vestido cortito azul de breteles finos y un corpiño que me re apretaba las gomas, descalza, y con la colita llena de un hormigueo insoportable, gracias a sus apoyadas y mordidas. Así que, cuando escuché que Eli le decía que ni en pedo había visto las llaves de su moto, supe que era la hora de regresar al patio. Las chicas me miraron con precaución y sorpresa. Pablo había ocupado el asiento en el que antes yo mateaba en libertad.
¡Dale nena, vení, y sentate acá, que no muerdo! ¡No te voy a echar un polvito con la familia en frente! ¡No te agrandes boludita!, me dijo, golpeándose la pierna. Fernanda me lanzó una mirada de advertencia. Pero mis pies me llevaron hasta él, y me senté en sus piernas, como si se tratara del más placentero de los sillones. Las chicas no entendían nada. Eli se levantó como para hacerle algo. Yo le dije que no pasaba nada, que Pablo solía mandarse esas bromitas. Y, extrañamente, pudimos reanudar la ronda de mates, más o menos por 20 minutos. Flopy fue a verificar lo del hielo, ya que, con todo lo que estaba viviendo, se me re pasó. Cuando volvió decepcionada, no nos quedó otra que pensar en comprar cervezas, para más tarde. Entonces, seguimos hablando de nuestras cosas, como si nada. Solo que, Pablo me tironeaba el vestido hacia atrás para que se me marquen bien las tetas, y me agarraba de la cintura para frotar bien despacito su pija hinchada en mi culo. aquello, por momentos me hacía perder el hilo de la conversación, y cada tanto se me escapaba un suspirito, o un gemidito, el que enseguida apagaba cerrando los labios. Las chicas se re daban cuenta, porque, sus miradas habían cambiado. Ahora me examinaban como si la estuviese pasando bomba. Pablo no se percataba de ellas, pero sí se aprovechaba de mi estado de conmoción para pellizcarme las piernas o la cola, o para rozarme una goma con su encendedor, o para dar un saltito casi que, con todo su cuerpo, haciendo que exista un dulce impacto entre su pija dura y mi culo en llamas.
¿Vieron qué lindas tetas tiene la guacha? ¡La cantidad de boquitas que habrá alimentado! ¡O, la cantidad de cositas que recibiste acá, pendeja! ¿Ustedes qué piensan?, fue lo único que dijo en esos instantes. Yo les dije que no le den bola, que estaba drogado, y que no podía usar sus neuronas cuando tiene a una piba sentada en las piernas.
¡Gabi, pero, vos sos su hermana! ¡O sea, no cualquier piba! ¿Te gusta estar ahí, semi desnuda a upa de tu hermano?, dijo Fernanda, mientras Eliana y Flopy ahogaban sus palabras al reírse por vaya a saber qué. De pronto Pablo me pidió que me levante un toque, así sacaba el paquete de puchos del bolsillo de su pantalón. Y apenas lo hizo, el guacho me subió la parte de atrás del vestido, me aferró con sus manos para sentarme de golpe sobre él, y recibió un mate de Eliana. Ahí noté que el turro había liberado su pija de sus ropas, y que la colocó, o se acomodó solita entre mis piernas, bastante pegada a mi vulva. ¡Ni siquiera supe cómo fue que lo logró en tan poquitos segundos! No sucedió nada, hasta que se terminó el mate, se lo devolvió a Eli, y vociferó: ¿A que no saben lo que tiene entre las piernitas la primita, chicas?, mirando en particular a mi hermana, y a Ferchu. La Flopy le pidió que no haga boludeces.
¡Ustedes sigan charlando, que yo no tengo problemas! ¡Mientras, la Gabi me mimosea el ganso con sus piernitas! ¡Hace un calorcito por acá que, ni se imaginan!, dijo el muy cerdo, mientras yo sentía que su glande se apoyaba y frotaba en mi conchita, como si mi bombachita no existiera. Yo, sin entender por qué, les pedí que le sigan el juego, haciendo referencia a las drogas, al peligro, y a que yo podía manejarlo. Más que nada a través de gestos, y algunas palabras dichas con los labios apretados, o entre dientes. Y de repente, todo el ambiente parecía mutarse a un idilio excitante, entre todos. Las chicas, ahora no se atrevían a juzgarlo, ni a decirme cualquier cosa extraña. Al punto que, empezamos a charlar de series que veíamos en Netflix, de un par de Reels graciosos, y de una de nuestras primas, que al parecer se había hecho adicta al poliamor. Todo, intentando aparentar la mayor calma posible. Mi hermano fumaba su cigarrillo, me sobaba las tetas ante la mirada de las chicas, me abría las piernas y me las cerraba para que le apriete el pito, me olía el cuello, me rozaba los labios con un dedo mientras se tomaba otro mate, y me pellizcaba la cola, haciéndome dar pequeños suspiritos. Pero no decía una palabra. En un momento escuché a mi hermana decir: ¡Pellizcala nene, así gime la gorda!, mientras se mordía el labio, y me guiñaba un ojo.
Pensé que las otras no la habían escuchado. Pero, en consecuencia, la Ferchu murmuró: ¿En serio chicas? ¿Se la va a terminar garchando? ¿En frente de nosotras?
Pero lo extraordinario fue que, cuando estiré el brazo para recibir un nuevo mate de Eli, separé un poco las piernas de las de mi hermano, y tras ese movimiento perfecto, cuando volví a sentarme, noté que su glande atravesó el borde de mi bombacha, y se instaló de lleno en el interior de mi concha. No hacía falta nada, porque yo estaba súper lubricada. Gemí. Ni siquiera me importó sonar como una putita. Dije algo como: ¡Aaaay, qué hijo de puta, me la metiste!, y las otras tres se miraron entre ellas, sorprendidas. Incluso Eli se atrevió a decir: ¿Tenés la pija de tu hermano, adentro de la zorra?
Yo, como automatizada por algo parecido al miedo, le dije: ¡Sí bebé, la siento toda adentro! Pero pablo dijo, con toda la tranquilidad del mundo: ¡Ustedes sigan en la suya! ¿Vieron qué fácil es la pendeja esta? ¡Florcha, vení! ¡Quiero que le desabroches el corpiño, y se lo saques!!
Mi hermana tardó en procesar la orden de mi hermano. Pero al fin se levantó con toda la paja, y se me acercó para quitármelo, sin ningún tipo de inconvenientes. Entretanto, yo solo sentía cómo su verga latía entre mis jugos vaginales, porque no se movía, ni buscaba largarme la leche tan rápido, evidentemente. Ferchu le tapaba los ojos a su bebé que ya no se alimentaba, para que no vea tanta atrocidad. Eso nos hizo reír. Eliana trató de frenar a mi hermana, para que no me deje en tetas, tras quitarme el corpiño con suma facilidad. La Flopy le recordó que Pablo seguro estaba drogado, y que lo mejor era llevarle el apunte, no ponerlo violento, o provocarlo. De modo que, una vez que me quitó el corpiño, se lo pasó por la cara a Pablo que lo olió, lo lamió y mordisqueó todo. Una vez que se aburrió, se lo tiró en la cara a mi hermana, diciéndole algo como: ¡Ahí tenés el tetero de la Gabi! ¡No me digas que así, en tetitas, no se ve más linda!
La Flopy tenía un shortcito en el que se le dibujaba la conchita, y al parecer lo tenía mojado. Eli fue la que se lo dijo, y mi hermana se palpó la vulva con la mano. Se re sorprendió al notar que era cierto. Entretanto, ya sin la musiquita que provenía del celular de Eliana, las observaciones obscenas de Pablo se hacían notar en la tardecita.
¿La sentís toda bebé? ¿Te gusta tenerla ahí, quietita, calentándose ahí adentro? ¿Así te la pone tu novio? ¿Así se la comés a él? ¿Deslechaste muchas vergas con esta zorrita? ¡Vos quietita! ¡Dejá la zorrita quieta, que cuando yo quiera, te voy hacer saltar hasta el cielo, putona! ¡Ya vas a ver cómo vas a gritar, como una perra alzada!
Luego, Pablo empezó a moverse muy despacito, mientras me retorcía los pezones, me olía como si quisiera robarme cada célula de la piel, y le pedía a mi hermana que le pase mi corpiño en la cara a Eli, que, por suerte lo tomó bien.
¿En serio? ¿Posta Gabi? ¿Tenés la pija de tu hermano en la concha?, preguntó Ferchu, entre ilusionada y expectante, mientras su bebé volvía a mamar de sus tetas. Mi hermano, como respuesta, me subió la parte de adelante del vestido, que a decir verdad no ocultaba demasiado, y me chicoteó el pubis con el elástico de mi bombacha. Ahí las tres vieron que efectivamente toda su verga estaba clavada en el interior de mi concha, y exhalaron un suspiro de admiración que, envalentonó a la leona en celo que habita en mis entrañas. Por eso, supongo que di un saltito, con la idea de empezar a cogérmelo, porque ya no aguantaba ni un segundo más las punzadas de mi clítoris. Pero Pablo volvió al limitarme cuando expresó: ¡Quedate quietita perra, que vas a coger cuando yo quiera!, mientras me estiraba los pezones y me mordía un hombro, haciéndome lagrimear un poco.
¡Y vos Ferchu, vení a sacarle la bombacha! ¡Así ven mejor cómo me la voy a empijar a la muy trola! ¡Bien empijadita la voy a dejar!, dijo luego, mientras Eli le pedía a Fernanda que sería mejor llevar al bebé a cualquiera de las piezas de la casa, por si acaso. Pero Fer prefirió que Eliana se ocupe de sostener a su hijo, para levantarse como dando tumbos y acercarse al fin a los vapores de mi piel, dispuesta a sacarme la bombacha. Pablo le pidió que se la pase por las tetas, que las friegue en las mías, que me obligue a olerla, luego que ella mismo lo haga, y que lama la parte que le coincidiría a mi concha. Fer hizo todo, menos lo último, y la arrojó al suelo. Mi hermana, en cuanto la miré, se sacó la mano de adentro del short, haciéndose la boluda. Supongo que, para no evidenciarse, fue a canturrearle algo al bebé, y a cuchichear algo con Eliana, que se mataba de risa. Entonces, Fer, todavía de pie a nuestro lado, repicó como un latigazo en la tarde: ¡Bueno, ya está macho! ¡Te la vas a coger, con público y todo! ¿Qué más querés?
Pablo le pidió que me agarre las manos para imposibilitármelas, y allí Pablo empezó a garcharme, aumentando poco a poco su velocidad, haciéndome saltar y gemir como una loca. En especial desde que se me escapó decirle: ¡Qué pedazo de verga que tenés, pendejo alzado! Me tapaba la boca para que no tengamos problemas con los vecinos en breve, y me recordaba que tenía prohibido hablar. A excepción que él, o alguna de mis primas lo permita. Ni siquiera supe cuándo había impuesto esa regla. La Flopy se acercó para darme un mate, y me obligaba a tomármelo, mientras Pablo bombeaba cada vez con mayor crudeza, me retorcía los pezones y me pinchaba el cuello con sus bigotes mal afeitados al besuquearme toda. Se me hacía difícil tomarme el mate. Al punto que se me caía todo de la boca, y las chicas se me reían.
¡Dale gorda, tomate el matecito! ¿Qué pasa? ¿Querés otra pija en la boca? ¡Qué pena! ¡Por lo que parece, acá son todas nenas, todas con la bombachita más meada que vos, te apuesto, mientras miran cómo te cojo! ¿Quieren que la coja más fuerte a esta basurita? ¡No saben cómo me calentaba la verga, de re guachita!, decía el muy zarpado, mientras me bombeaba, me hacía saltar cada vez más alto, me sobaba las tetas, las chicas nos miraban, haciendo la ronda cada vez más pequeña al mover las sillas. Eliana la cargó a mi hermana por frotarse la vulva, involuntariamente, y ella le dijo que se calle, que a ella seguro que también le picaba la chocha. Ferchu se les rio a las dos, y me agarró uno de los pies. El contacto de sus dedos, me hizo gemir de un placer que ya no me cabía en el cuerpo.
¡Si querés, se los podés chupar! ¡Seguro que le re cabe que le chupen las patas a esta perrita!, dijo Pablo, mientras volvía a retorcerme los pezones, y por primera vez me quemaba una goma con su cigarrillo, haciéndome chillar con sorpresivo dramatismo.
¡Dale nena, que no deben ser la primera vez que te queman la tetita! ¡En el boliche, más de uno te apagó fasos en las gomas!, dijo Eliana, sorprendiendo a las chicas.
¡Ustedes, tranquilitas che, no se peleen que no quiero bardo! ¡Lo único que quiero, es largarle la leche a esta putita! ¡Fuaaa, cómo me la apretás nena! ¡Así, abrite asíii, que, te juro que te la largo toda! ¡Y pobre de vos si te llegás a mear encima bebota!, decía Pablo, mientras Fernanda me sobaba los pies, la Flopy me pegaba con mi vestido o con mi corpiño en la cara, y Eliana suspiraba de placer, tratando de responsabilizarse del bebé lo mejor posible. Pablo seguía penetrándome, pellizcándome y mordisqueando mi cuello, ensalivándome las orejas, arrancándome chillidos cuando me quemaba la teta, o me estiraba un pezón. En un momento me babeó toda la cara con un par de escupidas, mientras miraba las chicas y les decía: ¿Quieren que le acabe adentro? ¿Les gusta verla en acción a la putona de su prima? ¿Viste Flopy, cómo se enamora de la verga tu hermana? ¡Aaaah, no saben cómo le late la concha, cómo se le moja, y cómo me estrangula la pija! ¡Así nena, dale, envergate bien la argolla mamasa!
Allí, hubo un sinfín de episodios que no puedo ordenar con precisión. Sé que Eli le dijo a Fer que el bebé se había hecho caca, que después entró, pero volvió rápido y sin el bebé, y que Eli intentó una vez más ver la posibilidad de hacer un fernet. Y entretanto, Fernanda exclamó: ¡Obvio que la queremos ver! ¡Cogelo nena, dale, sacale la leche a ese sabandija!
¡Fuaaa, si tuviéramos pija, te llenaríamos le leche Gabi!, dijo mi hermana, con la voz temblorosa de tanta calentura. Pablo la miró un par de veces, y le olió el pelo. No le dijo nada, pero también le miraba las tetas.
¿Les contaste a las chicas, que no es la primera vez que tu conchita se come mi verga, nenita? ¿O te dio vergüenza contar eso? ¿Les dijiste que te hiciste pis en el patio, acá nomás, bien cerquita de donde estamos? ¿Les contaste que de pedo nuestra tía nos descubre? ¡Así nena, abrite más, y tirame tu aliento de petera en la cara! ¡Eeeesaaa, asíii, quietita, así te escupo la lechita adentro, y te lleno la cara de baba!, me decía Pablo, volviendo a concretar sus escupidas a mis tetas y a mi rostro, cazándome del pelo con fuerzas, pegando mi boca a su nariz para que yo exhale mi aliento sobre ella, y mordiéndome el cuello. Entonces, vi que Ferchu se tocaba las tetas, y la escuché decirme: ¡Yo no tengo pija, pero tengo leche en las gomas! ¿Querés?
Entonces, Pablo me pidió, en el preciso momento en que me enterraba un dedo en el culo: ¡Metele la mano a tu hermana, y pajeala! ¿No la escuchás cómo te gime al oído?
La Flopy estaba a nuestro lado, aún pegándonos con mi corpiño, el vestido, o con mi bombacha toda pisoteada y húmeda. La Flopy me agarró la mano, y ella sola la introdujo allí adentro, mientras con su otra mano me agarraba de una oreja y me decía: ¡Tocame perra, pajeame, y rascame bien la concha!
¡No lo podía creer de mi hermana! Era cierto que habíamos hecho travesuras juntas. Pero jamás frente a mi hermano, que tanto daño había causado en la familia. Pero, ahora, todo el pasado, las estructuras y los dogmas se desmoronaban entre tantas nubes de lujuria lloviendo sobre nuestras cabezas. Recuerdo que no podía correrle la bombacha de los nervios que tenía. Pero no puedo olvidarme que estaba empapada, caliente, y con la conchita re peluda.
¡Dale putita, pajeame toda! ¡Abrime la concha, y correme la bombacha de una vez!, me pidió, quizás al borde de abrazarse a un orgasmo fatal. Pero, yo no podía controlar la fuerza, ni la dirección de mis dedos, gracias a los empellones de la pija de Pablo adentro mío, ni de los pellizcos de sus manos, ni de sus constantes mordidas a mi cuello, hombros o nuca. Eso, creo que la fastidiaba a la pobre. Hasta que Pablo, sabiéndose cada vez más cerca de ganar una guerra que tal vez ni se había propuesto, zamarreó a mi hermana de un brazo y le ordenó: ¡Mordele las tetas, a ver si se calma un poquito la pendeja!
Mi hermana empezó a mamarme ambas tetas, a olerlas y pegarse con ellas en la cara con fuerza. Al punto que podía sentir cada espora de sus huesos finos con los entrechoques. Al mismo tiempo, pude divisar que Eli se metía las manos por adentro de su pollera, y que a Ferchu se le derramaban gotones de leche, gracias a la forma en la que se apretujaba las tetas, gemía en su lugar, y se mordía los labios. Entonces, Pablo empezó a dar sus últimas señales de que se aproximaba el fuego de su ametralladora en mi interior. Y, para envalentonarlo más aún, la Flopy empezó a decirle al oído, como si fuese la voz de su consciencia diabólica, al borde de destrozarle los tímpanos: ¡Dale hijo de puta, largale todo! ¡Chorreala de leche, llenala, dale, marcala como a tu perra, meala toda si querés, llenala de semen, matala a vergazos, bombeala bien bombeadita, que le encanta a mi bebé! ¡Y, si se te llega a mear, le empijás bien el orto! ¡Te doy permiso para que te la culees toda!
Pablo empezó a sujetarse de mi pelo, como si yo fuese una yegua mañosa, o un pedazo de hierba envenenada. Ahora me hacía saltar con todo, salpicándonos jugos, saliva, restos de presemen, miguitas de bizcochuelo, y gemidos atorados, porque, la Flopy me pedía que le muerda los dedos, sin abandonar el calor de mis tetas, ni permitirme sacar mi mano de los adentros de su bombacha. El golpeteo de nuestros cuerpos rompía a cada molécula de oxígeno que nos quedaba; por lo que se nos dificultaba demasiado seguir respirando con normalidad. Hasta que, al fin, Pablo rugió como el peor de los animales feroces sobre la tierra, y me hizo dar tremendo salto, mientras su pija parecía engrandecerse a límites insospechados, y sin salirse ni un centímetro de mi concha extasiada.
¡Fuaaa, mirá la verga que tiene el guacho! ¡Y la concha de la nena! ¡Mirá cómo se la abre! ¡Boluda, ahora yo quiero coger! ¡Y yo, ni hablar! ¡Qué prima más putita que teníamos che! ¡Y se re deja con el hermano! ¡Por ahí, de chiquitos que se cogen! ¡Seguro, los dos andaban alzándose entre ellos!, decían Fer y Eli, mientras nos miraban asombradas, híper coloradas y con las piernas abiertas, ambas frotándose las vulvas, haciéndose las boludas. Yo, entretanto, permanecía con mi mano en la concha de la Flopy, mientras Pablo me sostenía del culo, sentadita en sus manos, con su pija vomitando semen y más semen en lo más hondo de mi moral cuestionable.
¡Ahí la tenés putitaaaa, toda enlechada te voy a dejar! ¡Miren ustedes, perras! ¡Miren cómo la lecheo toda! ¡Miren cómo se la traga toda esta conchita!, decía Pablo, entre jadeos, respiraciones como de muerte, equilibrio y más chorros de semen a mi sexo. Y, tal vez, mientras yo también gemía presa de un orgasmo que me nublaba hasta la capacidad de sentir, noté que mi mano derecha se acalambraba, o más bien era triturada por las piernas de mi hermana, y que no tardaba en arder bajo un chorro caliente de lava femenina. Ella también gemía, me mordía las tetas, me chuponeaba la panza, y me golpeteaba la concha, todavía con la pija de Pablo adentro. Las otras dos, casi no podían hablar de la estupefacción. Y yo, me habría quedado toda la vida, alzada en las manos de mi hermano, recibiendo cada espasmo seminal como un puñal a la enfermedad incurable de mis voluntades más vehementes.
Cuando quise acordar, estaba sentada en la silla, en bolas, toda machucada, pellizcada y babeada, con la vulva llena de semen, al frente de Eli, que miraba algo en su celular, y de Fer, que volvía a tener a upa a su bebé. La Flopy estaba sentada en el suelo, a mi lado. No había rastros de mi hermano, aunque su perfume y sus huellas flotaban en el aire. Ni siquiera supe bien cuándo había sido el momento en que partió de casa, ni qué nos dijo, ni si tuvo algún otro detalle más. Sé que, de repente mi hermana se levantó y nos dijo: ¡Chicas, ya vengo! ¡Me voy a cambiar! ¡Creo que, cuando me acabé, me hice pis! ¡Y, vos Gabi, lavate la mano, que te la meé, cochina!
Ahora, la voz de mi hermana sonaba como la de Pablo. ¡No podían haberse puesto de acuerdo! ¡Ella nunca permitiría lo que Pablo me hizo! Y, las chicas, todavía no sabían cómo dirigirse a mí. Al punto tal que, me preguntaba si todo aquello había sido real.
¡Boluda, te re garchó tu hermano al final! ¡Y te llenó de leche!, dijo Fer al fin, recobrando algo de sentido en mis elucubraciones extraviadas, una vez que las cuatro estuvimos juntas, con la ronda un poquito más apretada que antes.
¡Sí chicas, me re garchó el guacho! ¡Y esta otra, me meó la mano! ¡Somos un desastre!, dije, recuperando algo de mi alegría, riéndome como una loca.
¡Yo, daría cualquier cosa por estar en tu lugar! ¡Quiero la pija de tu hermano entre las tetas!, Dijo Eli, tal vez, dándose cuenta que al fin podíamos retomar aquella charla de chicas, para la que nos habíamos dado cita. Solo que, ahora, la verga de mi hermano sería el tema central. Fin
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