"Otros ratones": La poronga de mi nutri


Escrito por Diablito

 

- Qué rico perfumito!

- ¿Ah sí, te gusta?

Tenía a esa nena detrás mío con su ambo azul, y acercaba la cara a mi oído mucho más de lo que la ética profesional le permitía.

- Me recuerda a una novia mía que tuve.

Listo, me dijo que es torta, pensé. ¡Es mi oportunidad! Ni sabía qué era yo misma, pero tenía ganas de encamarme con esa bebé hace raaaato.

- A mí el tuyo, amaderado, ¡me encanta! Decí que lo usaba un pelotudo con el que salí una vez. ¡El tipo quería garchar de una, y lo mandé a la mierda!

- Jajajajaj, bueno, los tipos son así! Una no siempre sabe a lo que se enfrenta

Esa charlita quedó ahí... Pero sí, ese perfume de varón en ella me excitaba. Al igual que sus músculos prominentes, su mandíbula marcada, su pelo corto, y en especial cuando estaba de camisa y pantalón debajo del guardapolvo. Yo no me contenía nada. A mis 57 años, me consideraba sexy, ni hablar cuando me ponía las blusitas de leopardo escotadas, el corpiño rojo y alguna bota con taco. Cuando entraba al consultorio, Ary me miraba de arriba a abajo, como devorándome, y se acercaba a darme un abrazo y un beso. ¡Yo aprovechaba para acariciarle la espaldota esa, obvio! No me importaba si se daba cuenta. Ella a veces me apretaba la mano cuando le contaba algo serio, que casi siempre era mentira, pero me gustaba cómo me consolaba. Después de meses de tratamiento, donde yo cumplía al pie de la letra, me animé a encararla. Total, ya éramos casi amigas, y yo no iba a su consultorio para atenderme.

- Ary, viste cuando yo te cuento esas cosas, de mi marido, que estamos mal, y todo eso? 

Ella asintió, prestándome atención y agarrando mi mano con fuerza para que yo me sienta acompañada. Aunque no evitaba cierta sorpresa en el rostro.

- Bueno, te mentí un poquito... ¡Yo, no tengo marido! ¡Vengo para escuchar tu voz grave que me tranquiliza, y que me abraces y acaricies toda! ¡Y cuando me dijiste que salís con chicas, me morí de la intriga! ¡Perdón si me zarpo! Si estás de novia, me voy, ¡olvidate de lo que te dije! 

La cara de Ary reflejaba sorpresa y expectación, pero a la vez mantenía muy bien la calma, a diferencia mía que estaba como loca, colorada de la vergüenza y encima calentita. Ni hablar el fuego que sentí cuando mi nutri se levantó de su asiento, me pidió que yo también me levante, me dio la vuelta haciendo que quede de espaldas a ella, y con su carita reposando en mi hombro (ella era un poquitín más alta que yo), me abrazó y me dijo: - Siempre miro tus piernas y tu colita, más cuando te ponés esos mini shorts. ¡Tu escote, cuando te ponés el bordecito de los anteojos en la boca! Me volvés loca mami

Entonces me agarró la mano y la puso encima de su pantalón azul de vestir. Sentí un calorcito impresionante, y a la vez, algo durito en su entrepierna que no podía entender qué era, quizá por la emoción del momento, pero, era una pija? Claramente ya no existían inhibiciones entre nosotras, y mientras se lo empezaba a acariciar, le pregunté, sin andarme con chiquitas: - ¿Y esto durito que tenés acá?

- Es una poronga bien grande, como imagino que te gustan! ¿Querés comerte la pija de tu nutri? ¡Te dejo, es tu permitido de la semana!

Yo me la imaginaba sexual, degenerada, pero me rebasó. Tuve que redoblar la apuesta, esperando que sepa que estaba, por lo menos, en el mismo nivel de calentura que ella.

- ¡Mmm!! ¡Rompeme la concha, y te la chupo bebé! ¡Qué caliente que estoy con vos, pendeja calentona!

Mientras Ary me mordía la quijada y el cuello, me rompió la blusa bien a lo macho... Yo solita me apoyé contra la mesa y paré la colita. Mientras apretaba con fuerza mi plan, corrió mi corpiño hacia abajo para liberar mis tetas y me bajó el short por los tobillos. Ni se molestaba en desnudarme toda. Yo gemía sintiendo sus manos recorrerme todo el cuerpo. Tampoco le importó que alguien le golpeara la puerta un par de veces. Ary me estiraba los pezones, me estimulaba el clítoris, después me apretaba los cachetitos del culo, me metía dedos en la boca todo al mismo tiempo! ¡No entendía de dónde le nacían tantas manos! Sentí que lo mínimo que podía hacer era bajarle el cierre del pantalón y sacar esa pija para verla de cerquita al fin. ¡Cuando la vi me enamoré! ¡Ary se reía porque parecía una nena con una golosina!

- ¡Dale, toda en la boquita metetelá!! ¡Dejala bien babeada que después te la pongo!! No me quedó más lubricante. ¡Además, te quiero ver ahogándote de pija mamu!

Ahí pensé en todas las minas que se tuvo que haber garchado en su consultorio, ¡y sin ser nada, me sentía una cornuda consciente! ¡Y lo peor es que me re calentaba la chuchi saber que hoy su putita era yo!


- Ni en pedo me ponés lubricante!! ¡¡Quiero que me hagas doler toda, hija de puta!! ¿A cuántas te cogiste ya pendeja? ¿Tanto te gusta la concha? ¿O también te gustan las tetas? ¿Te gustan las mías, putoncita?, le decía mientras me arrodillaba frente a su pija y la engullía toda en mi boquita caliente. Ella no podía sentirlo, pero se lo imaginaba y ya con eso le debía bastar, porque me empujaba la cabeza contra su pubis, y se enorgullecía cuando veía mi cara lagrimeada y babeada. El olor de su sexo me enardecía lo que me quedara de moral, y sus jadeos intermitentes, mezclando desesperación y seguridad al mismo tiempo me aceleraba el corazón. Me paseaba toda la verga por la cara, y yo me daba golpecitos en las mejillas también. ¡En un momento empecé a mamarla sin usar las manos y me encantó! Ary me acariciaba el pelo o me daba cachetadas según me portara. Me hacía delirar cuando me pellizcaba los pezones, y me decía que quería empijarme las tetas. Me calentaban todos los tratos entre violentos y medidos que tenía ella conmigo, yendo de uno a otro sin escalas. Y yo mientras, me acariciaba el clítoris calentándome y mojándome la chuchita cada vez más. Como quería ser totalmente dominada, ni se me ocurrió decirle nada cuando ya quería la pija adentro, pero casualmente Ary vio su pija bastante mojadita y se bajó el pantalón por las rodillas, quedándose en bóxer, con la pija afuera de su orificio magnífico. Me levantó de las muñecas, y se sentó en la confortable silla donde atendía. Ver esa pija parada, dura y babeada por mí, y a Ary con ese porte masculino me provocó una punzada en la conchita que me susurraba con insistencia "andá y sentate en esa pija, que es tuya, y vos la babeaste toda, dale". Cuando abrí las piernas sobre las de ella y me acomodé la puntita de esa pija en la entradita de la concha, la abracé por el cuello y me la entré a chapar. Me provocaba cosas que ningún flaco en el mundo me hizo sentir. Era casi animal. Ari me chupaba las tetas con una devoción de otro mundo, me palmeaba la cola y me decía que me toque toda. Claro, pero empalada con su chota y tan caliente por la situación, los papeles tirados en el piso, el café, la ropa, el pelo de las dos hecho mierda, acabé como una trolita cualquiera. Hacía años que no acababa de esa manera. La pobre tuvo que taparme la boca, no recuerdo si con mi short, o mi bombacha, porque no sabía cómo contener a los alaridos de mis pulmones. Sentía que mi vulva se llenaba de su vergota, y que su lengua me prendía fuegos las tetas, el cuello, los hombros, y cada cosa que me chuponeaba. Parecía un adolescente ávido por debutar, o un preso que recién recuperaba su libertad, o uno de esos marineros que viven en los barcos. Acaso su secretaria, y tal vez otros clientes tuvieron que haber escuchado cómo se golpeaban nuestros cuerpos, y su pija hacía que mis jugos salpiquen como esquirlas tan seductoras como mortales. Pero lo mejor vino después

- Ay, tengo ganas de hacer pichí... ¿A vos no te pasa después de echarte un polvito?, dije recobrando la compostura, queriendo encarar para el baño, una vez que me separé del calor de sus piernas en llamas. Pero por el consultorio de Ary ya habían pasado muchas yegüitas, evidentemente. Mi nutri no era una guachita virgen. Sabía muy bien qué hacerles a las minas, y cómo tenerlas comiendo de la palma de su mano.

- Vos no te vas a ningún lado! ¡Vos te vas a hacer pis arriba mío, mientras yo te meto los dedos en la conchita! ¿Escuchaste?

La miré con una cara de pervertida que no sé si fue más degenerada la mía o la de ella. Definitivamente la mía porque, a pesar de lo enfermizo que sonaba todo, ¡me dejé doblegar una vez más! Volví sobre mis pasos temblorosos, me senté en las piernas de mi nutricionista, y permitiéndole que hunda sus dedos expertos en mi pochi, me hice pichí, súper calentito, transparente y salado. Supe eso porque me hizo probar mi saborcito en sus dedos, y yo se los chupé y mordí como si fuesen pequeñas pijas en pleno desarrollo. Pero no esperaba ni en joda que, de pronto me sentara en su escritorio, con las piernas bien abiertas, ¡y me chupara la conchita! ¡Dios! Coger, podía coger bien, ¡pero chupando la conchita era la mejor!! Y no le importaba que estuviera colorada por la acción, mojada de pis, ni nada. ¿Cómo pudo haber aprendido tanto? ¡Tenía apenas 25 años, y sabía casi tanto como un maduro experimentado! Su lengua, que era larga y grande, me recorría toda, y cuando me succionaba el clítoris sentía que quería pis de nuevo. Incluso, fantaseaba con mearle la carita, y se lo decía.

- ¡Te voy a hacer pis en la cara nena, si me la seguís mamando así! ¡Comeme toda mami, así, dale, chupá, que te calientan las conchas de las minas como yo! ¿No cierto? ¿Querés pis? ¿Querés que te acabe como una puta perra?

¡Se notaba que para ella el cuerpo de la mujer era lo más rico del mundo! Me lo hacía sentir por cómo me olía, me sorbía, chuponeaba y mordisqueaba. Amaba que me revuelva la concha con sus dedos, o que me la cachetee mientras me lengüeteaba el clítoris, haciéndose la sorda ante mis delirantes suspiros y aclamaciones. Y si bien yo ya no era fértil, sentía mi conchita más caliente y más llena de flujo que nunca. Si ocurría un milagro de la naturaleza en ese momento, definitivamente era que Ary, mi nutricionista, pendeja y tortillera, me preñara con su pija después de darme pito, dedos y lengua.

Pero lo peor que pudo hacerme, fue dejarme así, sin acabar. Es que, en un momento, ya se hizo imposible ignorar los golpes en la puerta de su secretaria. Ary me pidió que me meta en el baño, que ella saldría a hablar con ella. ¡La chica tampoco podía entrar allí, con todo el piso meado, y nuestra ropa por todos lados! Entonces, recuerdo que me puse la bombacha y el corpiño, que me mandé para el bañito, y esperé, mirándome al espejo como si lo hiciese por primera vez. Me veía radiante, sonriente y rejuvenecida.

¡Sí Angie, lo entiendo! ¡Pasa que, me atrasé un poco con Ramírez, porque tiene un cuadro complicado! ¡Tiene que operarse, y necesita una dieta estricta! ¡Decile a las dos que quedan, que me tengan paciencia, que ya las atiendo!, la escuché decirle a su secretaria, y luego, que cerró la puerta con cierto desagrado.

- ¡Dale mamu! ¡Salí, que ya podés salir! ¿O querés que te vaya a buscar?, la escuché que me dijo. Le tuve un poco de miedo cuando la vi parada en la puerta del baño, justo cuando me había decidido a salir. Ella, volvió a poseerme, llevándome casi que sin esfuerzos hasta su escritorio. Empezó a nalguearme, a tironearme la bombacha, y a decirme que yo tendría que usar tanguitas, o colaless, y no bombachas blancas normales. Me mordió una oreja, lamió mi cuello, y me dijo que era una putita, y que no me iba a dejar salir hasta que no se llene de mis tetas. Entonces, se prendió de mis pechos mientras que con sus manos rozaba mi vulva, y también el agujero de mi culito. La escuchaba jadear, palpitar y salivar con recelo. Y, creo que metí el dedo en la llaga cuando le dije: ¿Y, guacha? ¿Qué pretende usted de mí? ¿Me vas a culear ahora? ¿También te gusta culearte a tus pacientes? ¡Sos una pervertida, una degeneradita!

Entonces, casi como si fuese un huracán, me abrió las piernas con las suyas, me corrió la bombacha, me mordió la nuca y las orejas, y después de chirlearme con ganas me dijo: ¡Te voy a romper el culito mami! ¡Tenés olor a hembra, a una mami que quiere verga de este machito calentón! ¿Te lo rompo bebé?

En ese momento, no sé qué fue lo que primó más en mi esencia de mujer alzada. Si los primeros roces de su pija en el agujerito de mi culo, si sus dedos en mis pezones pellizcándolos con vehemencia, o su otra mano macheteándome la concha sin lástima ni piedad. No era lo que necesitaba.

¡Te voy a puertear el orto hasta que te mees encima, como una colegiala caliente!, me dijo una vez más al oído, y mientras uno de sus dedos me palanqueaba el clítoris, su pija de ficción arremetió una, dos, y una tercera vez con todo en mi culo, casi que con la misma furia con la que antes me había penetrado la concha. Me la metió, y empezó a mover sus caderas al ritmo de sus ensartes, mientras seguía humedeciéndose los dedos con mis jugos como una lluvia de pasiones mal curadas.

¿Haceme un guacho, dale nena, cogeme bien el culo, culeame toda, bien culeadita dejame!, le gritaba, al borde de romperme las cuerdas vocales, y Ary me mordisqueaba, lamía, me babeaba la cara, succionaba mis labios, continuaba lacerando mis pezones, y cada tanto volteaba para meterse mis pezones en la boca. ¡Me los chupaba como si quisiera arrancármelos! Y, de repente, una oleada de libertades amenazó con abandonarme para siempre. Sentía que me moría apretujada en sus brazos que me sostenían en la gloria, entre sus músculos y su actitud cada vez más desafiante. Me cacheteaba la vagina con mayor rudeza, me repetía que era una gatita sucia, una perra mal cogida, y que necesitaba pija todos los días, y seguía entrando en mi ojete sin importarle si me desgarraba, me fisuraba o lastimaba de otra forma. Mi orgasmo estaba en la puerta de mi propia locura inscripta en mi cara desencajada. Supongo que por eso fue que empecé a mearme de nuevo, y a gritarle que me embarace con su pija de machito alzado. Al menos, eso es lo que recuerdo, en medio de tantas cachetadas, ensartes y chupones desaforados.

De pronto, estaba parada sobre el charco de mi propio pis, mareada, aturdida y llena de chupones.

¡Nena, ponete el short, y el resto de tu ropa! ¡Olvidate de la bombacha! ¡Creo que me la gané! ¿No te parece? ¡Y dale, que tengo otras chicas esperando!, me dijo, como si todo lo que pasó segundos atrás no hubiese significado nada. Pero en sus ojitos había otras verdades. Verdades que salieron a la luz en cuanto vio mi cara de puchero, y tal vez de celos, mientras me prendía el corpiño.

¡Naaaah bebé, no me hagas escenitas, que vos sos la mami más rica, más sucia, y con el pis más delicioso que pasó por acá! ¡Y, espero que te haya gustado la pija de tu nutri! ¡Así nos volvemos a ver! ¡Pedile un turnito a Angie, para la semana que viene! ¡Decile cualquier cosa, si total es una tarada!, me dijo luego, mientras me pellizcaba el culo, y buscaba mi boca para succionarme el labio, y luego darle un pequeño mordisquito en la lengua, antes de abrirme la puerta para recibir a su próxima, ¿Mujer alzada para garcharse?       Fin

Comentarios

  1. Anónimo15/9/25

    Qué cosa excelente. Qué maravilla. Somos dinamita, nena

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