"Otros ratones": La flaca

 


Escrito por el Griego

 

NOTA PARA LOS LECTORES: Este relato surge de una conversación random que tuve con Ámbar en la que me propuse crear un nuevo fetiche, al margen de mis propios intereses sexuales. Dirán ustedes, lectores constantes, si lo logré o no.

 

La Flaca, como le seguía diciendo porque nunca supe su nombre real, se conservaba muy bien para los 47 años que tenía. Se mataba en el gym y le daba un ataque cuando comía más que una ensalada, así que tampoco sorprendía aquel intervalo temporal. Nos habíamos conocido 20 años antes, cuando ella era una prostituta profesional. Las deslechadas que me pegó la muy trola. A los 30 abandonó, pero siempre tuvimos buena química así que nos seguimos hablando y viendo. Para mí era una genialidad porque, al margen de un breve paréntesis debido a un matrimonio fallido, se había transformado en una compañerita de aventuras gratis en vez de una paga. A veces pasábamos nuestras épocas sin hablar, pero cada vez que alguno descubría algo nuevo le chiflaba al otro, por las dudas.

Me había llevado varias veces a Rosalinda, un bar en el que había laburado, me tuvo que jurar 100 veces que era un lugar pasable. A mí me obsesionaba la idea de terminar con una chica que fuese víctima de trata de personas. La única pro con la que había estado era La Flaca y no quería contribuir a algo que me daba náuseas. Pero sí, tenía razón ella, eran todas minas que estaban ahí porque querían. Lo supe cuando vi al mono de seguridad, un pibe que fue a la escuela conmigo. Era inmenso e intimidante pero incapaz de matar una mosca. 

Durante los años, fui una vez cada mayo y cada mayo me sorprendió con algo diferente: mi primer trío, mi primera trans, mi primer puto, y qué cola que tenía ese pibe, por favor, me acuerdo que lo cogí en 4 patas mientras La Flaca, tirada en un sillón, se hacía la paja. Yo pensaba que ya se había quedado sin nada nuevo. Estaba equivocado.

Cuando llegó mayo, La Flaca me llamó por teléfono.

-Nos juntamos mañana o pasado-dijo-. No sabés lo que tengo para vos para lo jodita de este año, mi amor.

Le seguí la corriente por seguirle la corriente. La Flaca esta re vestida para la ocasión, con un corset que le remarcaba las tetas y una pollera muy corta. Llegamos al local y pasamos al fondo después que ella habló con el bartender. Lo primero que vi fue a dos pibas embarazadísimas.

-¿Me estás cargando, no? -dije- Esto lo hicimos hace tres años.

-No, esto no lo hicimos. Ya vas a ver, bobo-dijo La Flaca. Ella se les arrimó. Todas me miraron y se sonrieron. Una era rubia, la otra morocha. La Flaca se arrodilló al costado de la primera, ambas se sacaron sus inflamadísimas tetas del escote.

-Vení, nene- me dijo la morocha- vení que mami te va a dar de comer.

Se me paró la chota de inmediato. La Flaca, en tanto, ya estaba de rodillas. La rubia sostenía su cabeza con una mano y con la otra su teta. Mi amiga chupaba fuerte, se salía la leche por las comisuras de sus labios. Fui y me arrodillé al lado de la otra, que me dio la teta igual.

-No te hagas la paja-dijo La Flaca- tenés que aguantar.

Me iban a doler las pelotas muy pronto, pero hice caso. A fin de cuentas, nunca me había fallado. Las dos chicas se pusieron maternales con nosotros, que les doblábamos la edad. Chupamos unos minutos.  Cada tanto ellas cruzaban alguna mirada cómplice con La Flaca, que lamía y relamía, tratando de calentarme, con notorio éxito.

Ya les estaba por pagar para que me dejen cogerlas, cuando vino el bartender y le dijo a mi amiga que estaba todo listo. La Flaca se paró y las dos pibas también, con cierto esfuerzo. Las seguí a las tres a una pieza con una cama matrimonial. Ahí las pibas se sacaron la ropa y se tiraron en la cama. Yo me estaba desvistiendo cuando La Flaca miraba atentamente, analizando algo. 

-Acá-me dijo. Me agarró de la mano y me sentó casi recostado. Me agarró la pija y me peteó un poquito.

-Esta es la sorpresa de este año- dijo La Flaca y empezó a escupirme la chota. Cuando ya estuvo bastante babeada, las dos pibas se acomodaron a mis lados y apoyaron las inmensas panzas contra mi verga.

-Quedate quietito, bebé- dijo La Flaca. Las dos chicas se mecían en la cama. Y sus panzas se movían, apretadas contra mi verga. Y la frotaban. 

-Si la paja turca es entre las tetas para nosotros, y cubana para los españoles -dijo La Flaca- creo que acabo de inventar la paja uruguaya-Dije con altanería, confundido y perplejo. Estaba que le explicaba que San Martín nació en Yapeyú cuando ella agregó

-Estas dos son importadas de Colonia.

Abriendo sus brazos tanto como pudo, La Flaca apoyó una mano en cada cadera de las pibas y empezó a marcar el ritmo de su mecer y, por ende, de la paja de panza que me hacían. Ellas empezaron a manosear sus tetas. La lechita brotaba, las mojaba y me mojaba a mí. La rubia me puso una goma en la boca.

-Tomá, bebito, tomá la teta -me dijo, beboteando- así la mami y la tía te hacen sentir lindo en el pitito.

Y sí, se sentía lindo.

-Delen chicas - dijo La Flaca - deslechen al bebé así después me lo como a besitos.

Mi boca pasaba de una teta de la rubia a una de la morocha y viceversa. Yo tragaba y tragaba mientras ellas me seguían tirando leche en la cara y el pecho. Cuando tuve bastante, La Flaca se arribó y empezó a chupar la leche que de mi pecho, especialmente de los pezones.

-Acá todo el mundo tiene leche materna menos yo -dijo jocosa... o protestando, no estoy seguro. En un momento abrí los ojos y vi que La Flaca había mandado una mano adentro de la mano de la morocha y la estaba pajeando, también. La Rubia, En tanto, tenía una mano atrás de su cuerpo, adiviné que se estaría dedeando la cola.

-¿Sabés lo trolas que van a salir las hijitas de estas dos? -dijo La Flaca-. O más putos que el Jorge. Ese tal Jorge era el chabón que me había cogido con ella un tiempo antes.

-O, si tenemos suerte, son trans, bien pijudas, así de viejitos nos consuelan a los dos!

Mi verga ya casi no daba más. Las tetas en mi cara, las palabras de La Flaca, las panzas en mi verga, oh, Dios, las panzas en mi verga, había algo tan perverso en eso que me calentaba más que todo lo anterior junto.

-¿Ya viene? ¿Vas a dar lechita? -preguntó La Flaca-. Ellas dos te convidan un montón de leche, así que espero que acabés mucho, ¿eh? Dale... dale, bebé, llenales la panza de leche, pero ya, no des más vueltas, si sabés que estás por reventar.

Ella se dio cuenta y manoteó mi pija. Lancé dos chorrazos y ella alcanzó a dirigir mi verga, cosa que el primer chorro cayese en la panza de la rubia y el otro en el de la morocha. Ahí nomás ellas se recostaron y mi amiga se tiró sobre las panzas. Las limpió con la lengua, mirándome fijo a los ojos, juntaba y tragaba.

-Sigue rica tu leche, ¿eh? -me dijo.

Ahí, las dos pibas se seguían pajeando. La Flaca no terminó de limpiar a ambas cuando ya habían acabado las dos.

-¿Y vos? -preguntó la rubia.

-Yo ya me acabé tres veces-dijo La Flaca.

Si era o no verdad es algo que nunca sabré.

Nos limpiamos un poco y salimos. La Flaca habló con el bartender y salimos a la calle.

-¿Y? ¿Te sorprendo todavía? -preguntó ella, ahora ambos en la vereda de aquel extraordinario refugio. Yo le sonreí, y, como cada año, no le contesté. Era un incentivo para que se esfuerce y, claramente, funcionaba.      Fin

Comentarios

  1. El Griego26/10/25

    Lectores, no nos bajoneen! Queremos saber: ¿inventamos nuevo fetiche o no?

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    1. Esperemos que se copen, así largamos el fetiche de pancitas preñadas! Jejeje!

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  2. Excelente me re calentó....fetiches de mamis y sus bebés

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  3. Excelente hermoso fetiche, otro fetiche mamis amamtando a sus hijes

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    1. Uuuuuh, apareció el perdido! Jejejeje! Bueno, veremos qué se puede hacer! Hijes, no, por favor!

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    2. siempre estoy, anduve con miles de qulombos(sigo) pero tus relatos son mi refugio

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