Chismes jugosos

 

Aquella noche tenía que ser nuestra. Se dio con naturalidad, y gracias a unas cuantas casualidades. Mi vieja se quedaría una noche en lo de su hermana, mi hermano la pasaba en lo de sus amigos, y yo estaba chocha de haber aprobado la última materia de mi ardua carrera de psicología. Entonces, cuando mi hermana Laura me dijo que su novio andaba medio pelotudo, y que prefería quedarse en casa de sus tíos, le planteé la idea de comer unos tacos. A las dos nos gustaron siempre. Pero no los hacíamos cuando estaba mi vieja, porque nos rompe las bolas con el orden de la cocina.

¡Che, si querés le aviso a la Noe! ¡Creo que se peleó con su chongo, y está re podrida de quedarse en su casa! ¡Viste que, ahora los abuelos viven con ella! ¡La verdad, no sé cuál de los dos está más cerca de la tumba!, me dijo Lauri tras aceptar contenta mi plan. Yo le dije que no tenía drama. Noelia siempre me había caído bien. Así que, a eso de las 7 de la tarde, ya estábamos las tres echadas bajo el aire acondicionado de mi casa, tomando birra, Noe fumando, y Laura entrándole a unas papas fritas. Yo, de vez en cuando interactuaba en sus charlas. Hasta que Laura nos contó que en navidad vio a mis dos primos, Natalia y Javier, tranzándose mal, medios escondidos atrás de un árbol enorme que había en el patio de mis abuelos.

¡Sí boluda, están re locos, porque, son hermanos! ¿Entendés? ¡Yo sé que, a vos, gorda, te re calienta mi primo! ¡Pero, yo que vos, pensaría en si robarle el noviecito a mi prima! ¡Mirá que es re brava la enana esa! ¡Igual, para mí que estaban re escabios!, nos contaba entre asombrada y horrorizada, mirando con suspicacia a Noe, a quien siempre le había gustado nuestro primo, mientras ponía un canal de música. No me dio bola cuando le pedí que deje la peli de Madagascar. Siempre me hacía reír esa peli.

Más tarde, a eso de las 8, empezamos a pensar en las cosas que teníamos para hacer los tacos. Noe había traído mucha birra, las masas, algo de aceitunas y cebolla. Laura volvió de la cocina, y cuando nos agarró distraídas, nos tiró un vaso de agua a cada una. Yo, logré esquivar bastante. Lo que hizo que se moje todo el sillón. Pero a Noe le dio de lleno en las tetas. enseguida un estruendo de risas nerviosas, puteadas, cosas graciosas y berrinches nos aturdieron por igual. Laura se acercó a Noe para quitarle la musculosa que tenía.

¡Chicas, porfi, no me miren, que estoy re gorda! ¡Me morfé todo en noche buena!, decía Noelia, tratando de cubrirse con los brazos.

¡Boluda, dejá de joder, que estamos solas! ¡Aparte, yo estoy más gorda que ustedes! ¡últimamente, no paro de comer, desde que empecé a estudiar para preparar mi tesis!, les dije, observando cómo Laura le miraba las tetas a Noelia. ¿O era mi imaginación que me jugaba una mala pasada? Y, al rato las tres nos pusimos a picar carne, pollo, y algo de pescado. A freír cebollas, morrones y algunos huevos hervidos. Noe preparaba los porotos y las aceitunas en un cuenco, cuando mi hermana pasó por detrás suyo y le dio un chirlo en el culo, diciéndole: ¡Boluda, estás re acalorada! ¡Hasta acá no llega el aire acondicionado! ¡Sacate el top si querés, y el pantalón! ¡Yo, si no les jode, me voy a quedar en tanga y corpiño!

¡Sí chicas, posta, yo, creo que también! ¡Voy a mi pieza, y me cambio!, dije enseguida, procurando no mirar a las pibas. Algo me decía que, la relación de amistad que tuvieron, ahora se permitía ciertas licencias. Parecía un secreto a voces.

¡No Flopy, sacate todo ahora! ¿O te pusiste la bombacha de Barbie? ¿Y te da vergüencita? ¡Dale, sacate ese short, y esa remera horrible!, me decía Laura, agarrándome de los hombros, tras apurarse para detener mis pasos hasta mi cuarto. La miré re mal por bardearme, porque, a veces le gustaba hacerse ver frente a sus amigas, y ridiculizarme de algún modo. Pero, en definitiva, me quedé con mi bombacha rosa, y un corpiño atado en la espalda que me para bien las gomas. O, al menos como me gusta que me las pare.

¿Viste Lauri? ¡Tu hermana es fiel a la tradición navideña! ¡Yo, hace bocha que no uso bombacha rosada!, dijo Noelia, que de pronto estaba abriendo una lata de cerveza, acercándose a mí, descalza, con una colaless roja y un top deportivo. Y en breve, hablábamos de nuestras vidas, como si todo estuviese normal. En realidad, lo estaba ciertamente. Pero, en un momento vi que Laura le metió una aceituna en la boca a Noelia, y que luego le dijo, en medio de una risa apurada: ¡Pará guacha, no me chupes el dedo así! ¡Encima que me anda faltando una pija, vos me hacés eso mamu! ¡ponete las pilas!

Al toque, mientras terminaba de lavar una sartén, me dijo: ¡Che Flopy, no le des nada de probar a la Noe con los dedos, porque te los chupa! ¿No le viste la cara de petera que tiene?

Yo le contesté con una tos intranquila. Pero Noelia le refutó: ¡Hey, guacha! ¿Tanto te movió que te haya chupado un dedo? ¡A lo mejor, mi boca despierta pasiones!, también riéndose sin una pizca de pudores en la piel.

Al rato, o a la hora, las tres estábamos de nuevo en el sillón, Noe y Lauri en el grande, y yo frente a ellas. Cada una elegía con qué armar su taco. Pero, a veces se armaba lío cuando Noe no le quería dar palta a mi hermana. Hasta que de pronto, Noe le dio una cucharada en la boca, diciéndole: ¿A ver cómo come la bebota? ¡Te entra toda putitis! ¡Y después me decís a mí, que tengo cara de comer pitos!

Las tres nos reímos, un poco por el impulso de las birras que no paraban de calmarnos la sed. Y, entonces, empezamos a charlar de cosas boludas, cada vez más gritonas, borrachas y con las bocas sucias de palta, mostaza y mayonesa.

¡Sí ñoña, te juro que la mejor pija que me cogió, fue la del Rami, el chico que iba con nosotras a la secu! ¿Te acordás?, decía Laura, golpeándole la rodilla desnuda a su amiga.

¡Bueno, OK, pero, a vos no te cogió el mariano! ¡Era ese chabón repleto de tatuajes, que laburó un tiempo de patova en el boliche al que íbamos!, le confió Noelia, orgullosa de haberse comido a semejante macho. Hacían gestos con las manos de tamaños de pijas, y medio que se pegaban cuando se hablaban. En un momento, Laura le dio de tomar de su lata a Noelia, y cuando la tarada empezó a reírse, vaya a saber por qué, le mojó todo el top. Se rieron, y en especial mi hermana le repetía todo el tiempo: ¡Sos una tonta! ¿Qué va a pensar mi hermana, la futura psicóloga de vos? ¡Si querés ser su secretaria, no te va a tomar, con el top oliendo a birra!, y trataba de secarle la piel con servilletas. Hasta que Noelia, una vez que recuperó su capacidad de hablar, dijo airosa: ¿Che, no les jode que me quede con las tetas al aire? ¡O si no, prestame algo vos, forra!

¡Por mí, no te preocupes Noe! ¡A esta altura, no me sorprende nada!, dije, más por decir que otra cosa. Ni siquiera sé por qué Noelia se chupó un dedo mientras se quitaba el top, y me miraba. Pero, en cuanto quedó en tetas, se levantó para abrir la ventana. Según Laura, afuera corría un airecito fresco. Ahí nos dimos cuenta que Laura estaba saliendo del baño. Y fundamentalmente cuando dijo, mientras volvía a acomodarse en el sillón: ¡No sé por qué mierda la birra me hace mear tanto! ¿A ustedes no les pasa?

¡Sí boluda, a mí me re pasa! ¡El otro día me hice pis ni bien salí del boliche! ¡Y eso que adentro fui como 3 veces al baño!, dijo Noelia con la boca llena, ya que justo se había mandado todo lo que le quedaba de su cuarto taco.

¡Sí amor, ya sabemos que te hacés pichí! ¡El mes pasado, te re hiciste la linda para que el morocho del kiosco, que te vio re meada, te lleve a tu casa! ¿Qué pasó? ¿Te lo cogiste así, toda cochina y pordiosera nena?, la ridiculizó mi hermana, rozándole las gomas con los hombros y los brazos al moverse por efectos de su risa burlesca.

¡No tarada! ¡No me lo cogí! ¡Ese día, aparte de meada, estaba re grogui! ¡Me pegó para el orto un trago que me dio la Peque!, se defendió Noelia, tratando de buscar refugio, o más defensas en mi mirada. Yo, no tenía fuerzas siquiera para psicoanalizarlas, más para joderlas que otra cosa.

¿Y vos Flor? ¿No te meás cuando tomás birra?, preguntó mi hermana, clavándome sus ojos en la bombacha, como si ella fuese a responderle. Encima, se atrevió a decirme: ¡Aunque, no sé si es buena suerte hacerse pichí en una bombacha navideña!

¡Sí, me da ganas de mear! ¡Pero no llego a eso! ¡O, por lo menos, trato que no me pase! ¡Hay otras cosas que me hacen perder el control, al menos para llegar a mearme encima!, dije al fin, mientras Laura todavía se regodeaba de mi bombacha y su chiste. Pero, entonces las dos pusieron cara de curiosidad, y empezaron a tirarme papas, el rollo de servilletas, aceitunas y lo que encontraran para que les responda, y me explaye un poco más, al coro de: ¡Que lo cuente, que lo cuente!

¡Bueno, supongo que las mismas cosas que a otras chicas! ¡No sé, por ejemplo, si estoy bailando en el boliche, y un pibe me apoya muy fuerte la pija en la chuchi, me dan ganas de mearlo todo! ¡O, si alguien me muerde las tetas! ¡O, si me chupan las orejas! ¡Bueno, y ni hablar si el pibe lo tiene re parado, y me lo frota en el orto!, me dejé fluir con las palabras, gesticulando con las manos. Ahora, se sorprendían de mi forma de expresarme, porque yo siempre intentaba ser la seriecita de la familia. Además, ya tenía 30 años, y debía dar el ejemplo, según mi madre y abuela. ¡Para colmo, ni siquiera me sentía profesional!

¡Mirala vos a la psicóloga! ¡Usa bombachas rosadas, pero le gusta que le aprieten la empanada con el chorizo! ¡Síii, y que le mojen la oreja con salivita! ¡Y se la muerdan! ¡Y le mastiquen los pezones! ¡Pero, ojo Flopy, que si le meás la pija a un tipo, por ahí te denuncia, por, qué sé yo, comportamiento psicótico, o algo así!, decían entre las dos, mirándose cada vez más sugerente.

¡Che Flor, y… Alguna vez te hiciste pis en el boliche? ¡O sea, digo… Te chuparon las tetas, ¿o te mordieron la oreja para que te pase eso?, preguntó Noelia, que le chicoteaba la pierna a mi hermana con el elástico de su tanga azul.

¡No, las tetas no! ¡Pero, la oreja, o el cuello, sí! ¡La de veces que habré vuelto con el cuello chuponeado a casa! ¡Y, meada, bueno, cuando tenía entre 16 y 18, volví meada varias veces! ¡Porque, yo misma buscaba frotar la concha en las vergas de los tipos más grandes!, les dije, tratando de abrirme todo lo que me fuera posible a ellas. Después de todo, no tenía por qué ocultarles nada.

¿Y yo, por qué nunca me enteraba que volvías meada a casa? ¡Si siempre dormíamos juntas!, me reprochó Laura, fulminando con la mirada a su amiga para que deje de estirarle el elástico de la tanga.

¡Porque vos eras chiquita Lau, y, aparte, porque yo me cambiaba en el baño, para no despertarte! ¡Y obviamente, trataba que mami no lave mi ropa!, le respondí con un cierto sabor a nostalgia. Noelia entretanto prendía un porrito, el que no tardó en girar de mano en mano para desinhibirnos aún más, si eso era posible.

¡Pará Boluda! ¡Eso no es importante! ¡Lo que quiero saber es, si a los 16, ya te pegaban el pito a la concha, mientras bailabas!, interrumpió Noelia cuando Laura iba a replicarme. Yo me sonrojé.

¡Sí bolu, muuuchas veces! ¡Y, como les dije, la mayoría eran pijas de tipos grandes! ¡Me gustaba que me alcen en la pista! ¿Se acuerdan que yo era re flaquita? ¡Bueno, eso les hacía más fácil revolearme para todos lados, y como se les antoje! ¡Y ahí, yo aprovechaba a manotear, frotarme, y, una vez, hasta dejar que uno de los marineros, me apriete los pezones por adentro del corpi!, les confesé, viendo cómo Noelia se mordía los labios, y mi hermana se quemaba la mano con el faso, y no lo fumaba.

¿Y te measte para el marinerito? ¿Y cómo fue que no te lo cogiste después de tanta previa amiga? ¡Boluda, decime que al menos se chaparon, mientras se manoseaban! ¿La tenía muy dura el turro? ¡A esos, les encanta cogerse a las guachitas del boliche!, se encimaban las voces de las chicas en mi cabeza, mientras yo le daba una pitada al faso, que cada vez me llegaba más babeado. Sin embargo, eso no me puso de malhumor, como solía pasarme.

¡No, no me meé esa vez! ¡Pero estuve cerca! ¡De hecho, cuando le dije que me iba a hacer pis si no iba al baño ya, él me esperó en la puerta, y de ahí nos fuimos a su auto! ¡Hicimos unas cuadras, o muchas! ¡La verdad, ni me acuerdo cuánto manejó el loco! ¡Y de repente, peló la pija, y yo le abrí la boca! ¡Ese fue el primer pete que le hice a un tipo grande! ¡Y posta que lo re disfruté! ¡Aparte, el chabón me metía la mano por adentro del vestido para dedearme la concha! ¡Yo acabé antes que él! ¡Por la adrenalina! ¡Y sí! ¡Lo tenía duro, bien gordo y caliente chicas! ¡No saben lo que era esa, señora, poronga!, les decía, aguantando la tos del fasito, y tratando de no reírme de la forma en que Noelia se pellizcaba las tetas sin darse cuenta.

¿Y eso, con 16 Flopy? ¡Al final, mucho hablar de nuestra prima, o de la hija de la profe de historia, pero, vos, eras tremenda turrita!, me dijo Laura, con una levísima nota de censura en la voz. Pero se reía tanto como Noelia, que poco a poco dejaba caer su cuerpo sobre el de ella. Laura se la sacaba de encima a los empujones, o le ponía un cubito de hielo en la pierna.

¡Parece que tenemos mucho que aprender de vos, Flopy! ¿Y nunca fuiste sin bombacha a bailar? ¡Yo sí, y estuvo buenísimo!, decía Noelia, fijándose en cada movimiento de mi cuerpo aplastado en el sillón. Sentía cada vez más calor, sed, y ganas de fumar. Pero, lo peor era que me urgían unas terribles ganas de coger, o de pajearme sola en mi cuarto, o de hacer algo que nunca hice hasta ahora. Como salir desnuda a la calle, o pedirle a mi vecino que me ayude con cualquier boludez, y pagarle con un petardo, o, morderle las tetas a Noelia. ¡Qué lindas que son, y cómo se le paran los pezones! Por momentos me abstraía de la noche, y soñaba con esas tetas golpeándome la cara, aunque nunca había estado con una chica.

¡Y bueno, ahí, en el reservado, había algunos que ya se daban masita como querían! ¡Pero a mí no me dio para tanto! ¡Así que le chupé la pija, y el muy turro me hizo tragar su lechita casi que a la fuerza!, contaba Noelia cuando mi atención volvió a mi casa, a la noche y al momento preciso que compartíamos.

¿Y todo porque se la pasó mirándote el culo? ¿Y, él supo que andabas sin bombacha? ¿O todo el boliche, gordita cerda?, le decía Laura, tras empinarse media lata de birra. Después eructó, y se burló de los hombres, porque ellos pueden hacer todo ese tipo de cosas, y nadie los reprime.

¡La Yésica se dio cuenta, y la muy zorra me pellizcaba el culo por debajo de la mini! ¡Y encima me pasó la lengua por la boca!, dijo Noelia, que volvía a fumar, casi echada sobre el hombro de mi hermana. Ella, en un arrebato la sacudió, diciéndole: ¡Basta nena, que no soy un almohadón! ¡Toy muerta de calor! ¡Y, encima vos sos re calentona bebé!

¿Y qué onda con esa Yésica? ¿Pasó algo? ¡Digo…No sé, ¡por ahí te dio cosita!, le dije, sintiendo unos pinchazos lo suficientemente excitantes en el clítoris como para regalarme a mi propio perro, si se diera la posibilidad.

¿Cosita? ¡A esta nada le da cosita! ¡Es flor de lesbi cuando quiere, o tremenda petera, o la diosa del perreo! ¡Vos porque no la viste tirar pasitos!, dijo Laura, mientras Noe se ruborizaba, tosía y abría otra lata.

¡Bueno, pero vos sos la diosa del trío, y los grupetes! ¿No cierto? ¿Vos no decías que, si es una sola pija, el sexo es aburrido?, contraatacó Noelia, después de tomar un buen trago. Entonces, mi hermana le tiró un hielo que cayó exactamente entre sus piernas para humedecerle la colaless. Noe se estremeció, pero no hizo el menor esfuerzo por quitárselo, mientras Laura nos contaba: ¡Sí, obvio! ¡Yo estuve con tres tipos, otra vuelta con 5, y, hace poquito, con 6! ¡Fue el día que armamos el arbolito de navidad! ¡Esa fue la mejor de todas!

¿corpa? ¿Seis tipos Laura? ¿Qué onda con eso?, le dije, tan sorprendida como excitada. Noelia se reía, le metía una aceituna a regañadientes a mi hermana en la boca, y le tocaba el pelo. A Laura le fastidiaba porque se lo ensuciaba con cebolla, birra, y todo lo que había tocado.

¡A ver Flopy, por las dudas! ¡No me cuidé un carajo, y estuvo buenísimo! ¡Así que, ahorrate sermones y todo eso! ¡No quiero que me psicoanalices! ¿OK? ¡Bueno! ¡La verdad, había uno que tenía un pitito de nene! ¡Pero cuando me largó la leche en las tetas, fue sublime!, se expresaba Laura, aflojándose cada vez más. Retó a Noelia, porque ella le había pagado con la misma moneda; solo que, el hielito se lo tiró en las tetas. y después de robarle la lata de birra a su amiga, bebió y siguió contando: ¡Pero la pija de uno de ellos no me entraba en la boca! ¡Ese fue el que me la enterró en la colita, y me hizo ver las estrellas chicas! ¡Les juro!

¿La colita? ¿O sea que, te dieron por todos lados? ¿Te acabaron en la concha, perrita sucia?, le preguntó Noelia, que volvía a estremecerse porque Laura le metía otro hielo. Esta vez, directamente debajo de su bombacha.

¡Eso es para que se te calme la chuchi nena! ¡Estás re alzada loca! ¡Sí, me cogieron por todos lados! ¡En un momento, tenía a dos chicos en la boca, uno me daba por el culo, otro por la concha, y a los otros dos, los pajeaba como para arrancarles las vergas! ¡Esa noche volví a casa llena de leche por todos lados! ¡Me acuerdo que llegué y me acosté, así como estaba!

De repente, la noche se volvió un desorden feroz, en el que nada tenía horarios, ni forma, o razones para darnos. Tal vez, más que el faso, las birras y la alegría de compartir unos tacos, no nos calentaba tanto como nuestras propias confesiones. Recuerdo que, de golpe me puse de pie, que me sentí media mareada cuando Laura repasaba una batalla de lenguas que se había librado en un boliche con 4 chiquilines de matiné. Decía que nunca le había excitado tanta saliva en su boca. Le miraba las tetas a Noe, y cómo entre las dos seguían tirándose hielitos. Sentía que los labios de la vulva se me abrían con una ansiedad que no encontraba refugios. Lauri me preguntó si me sentía bien, y le agarró las tetas a Noe, preguntándome de golpe: ¿Qué pasó hermanita? ¿Querés el postre? ¡Si te pinta, le ponemos dulce de leche, y se las chupás!

Reconozco que ese fue el disparador para todo lo que luego se volvió una guerra femenina de imprecisos sentimientos, pero de certeras decisiones. Tal vez Noelia lo estuviese esperando. Quizás, a Laura le pudo haber molestado. Pero, no supe frenarme, ni ponerles otro sabor a mis deseos revueltos que, la piel de sus tetas. ¡Sí! ¡De la nada, me acerqué a Noe y le chuponeé una teta! Ella se sorprendió, y por un momento me miró como si estuviese enamorada. Pero enseguida recobró su personalidad hilarante cuando me dijo: ¡Guaaaau! ¡Cómo chupa la teta la nena! ¡Al final, las chicas que usan bombachas rosadas, son las más picantes! ¿Querés más?

Laura no supo qué hacer, hasta que el cerebro se le volvió a conectar, y retomó con el hábito de meterle hielitos adentro de la bombacha. Hasta que, mientras yo seguía besuqueándole la goma a Noe, me dijo: ¿Vos querés un hielito nena?

No esperó mi respuesta. Agarró el último cubito que había en la hielera y lo colocó en la parte de atrás de mi bombacha, haciéndome estremecer; aunque mi boca ya estaba prendida del pezón de Noe. De repente, mi hermana le comía la boca a su amiga, y yo, tan en llamas como hacía mucho no me recordaba, les manoseaba las tetas a las dos, y me dejaba caer levemente sobre ellas con la firme intención de refregar mi vulva contra la rodilla que encuentre disponible. En cuanto di con la de Lauri, casi sin darme cuenta empecé a subir y bajar con cada vez mayores deslices, como si mi vientre reinventara una danza milenaria.

¿Qué rica lengua tenés putita! ¡Y vos, andás con la concha re caliente mamu!, nos decía Laura, teniendo a Noe del cuello para desgastarle los labios de tanto besárselos, y agarrándome con la otra mano del culo para que no me caiga, y siga frotándome en su rodilla. Y, de repente, mi hermana hizo algo que jamás imaginé que haría.

¡Fuaaa, qué lindo que te frotás nena! ¡Noe, no sabés cómo lo hacíamos cuando éramos nenas! ¡Las dos nos frotábamos así, la conchita en las rodillas! ¡La falta de pitos, te lleva a cualquier cosa! ¿Viste?, le confesaba a su amiga, mientras yo intentaba taparle la boca, pellizcarle la panza, o hacerle algún tipo de daño para silenciarla. Aunque, por otro lado, me excitaba como nunca que saque a relucir nuestros jueguitos de hermana.

¿Posta? ¡Mirala vos a la psicóloga, tijereteando con su hermana! ¡Y después se hace la santa, con su bombachita rosa!, dijo Noelia, buscando mi boca para morderme los labios, y entonces librar un pequeño duelo de lenguas en mi boca, mientras mi hermana manipulaba los movimientos de mi culo para que no pare de frotarme. Además, también vi que ella misma se sobaba las gomas, y que buscaba calmar la sed de su sexo con el borde de un almohadón del mismo sillón.

¡A mí, me pueden las nenas con bombacha rosa, y con perfumito de bebé! ¡Hace poco me comí a una, que es primita de un amigo de la infancia que tengo! ¿Pueden creer que olía a bebé? ¡Y sí, usaba bombachita y corpiñito rosa, como vos, bombona!, decía Noelia, mientras seguíamos besándonos, y su mano intentaba hacer contacto con mi vulva, ya que Laura me había levantado un poquito del culo para hacerlo posible. Y, en cuanto lo logró, uno de sus dedos rozó mi clítoris erecto y preparado para cualquier combate. ¡Y menos mal que fue sobre la bombacha! Aunque, eso no evitó que, sorprendiéndome por completo, un disparo de jugos explote en la mano de Noelia.

¡Mirá nena! ¡Tu hermanita me hizo pipí en la mano! ¡Es una chancha! ¡Se merece que le arranque la bombachita con la boca! ¿Vos qué decís? ¡De paso, le damos su recompensa, por haberse recibido de psicóloga! ¡Se va a ocupar de las cabecitas de las personas! ¡Eso, es muy meritorio!, le decía Noe a mi hermana mientras se levantaba del sillón, se sacaba la bombacha, y me empujaba para que entonces, una vez que mi cuerpo cayó al sillón, entre las dos me acomodaron en cuatro patas. Me dejé hacer, porque mis instintos no me hubiesen perdonado cualquier resistencia. Enseguida mi boca colisionó con las tetas de mi hermana, quien no tuvo ni medio pudor en decirme: ¡Chupalas nena, dale, chupame bien las tetas, mientras la Noe te saca la bombachita! ¿Cómo le vas a hacer pis en la mano! ¡No sabía que tenías esos fetiches! ¡Dale, mordeme las gomas, como cuando éramos peques!

¡Che, cómo la tortilleaban ustedes, locas! ¡No me habías contado eso Lau! ¡Y vos, pará bien la colita Flopy, así te la saco! ¿Querés ver Lau, cómo se la saco? ¡Vos, preocupate por parar bien la cola, y por arreglarles las cabezas a la gente chapa, que nosotras nos ocupamos de las cabezas de los tipos calentones!, decía Noe entre risas hilarantes, misterios y nalgadas a mi cola mientras yo se la paraba como me lo pedía. En cuanto noté su rostro pegándose a mis nalgas, sentí que necesitaba urgente una pija allí, y por lo menos tres al mismo tiempo en la concha. Las tetas de Laura seguían rodando cada vez más babeadas en mi cara, y mi boca insistía con succionarle sus pezones dulces, con olor a mostaza y cebolla, ya que la chancha se las había manoseado con las manos sucias. Reconocí que, ya no tenía puesta la bombacha, y que los besos de Noe se marcaban en mi culo, piernas y espalda, y que sus manos hacían que mis tetas se golpeen entre ellas. Pero, en el momento en que su atrevimiento la llevó al centro de mis felicidades más íntimas, supe que todo se desmadraría como pasó. Es que, uno de sus dedos volvió a rozar mi clítoris, y otro chorro de jugos libidinosos fue expulsado de mi sexo con la brutalidad de un diluvio tormentoso en el suelo. Sonó como una canilla, y a Noe le dio gracia.

¡Tomá Lau, la bombachita de tu hermana! ¡Olela, a ver si se hizo pis, o se acabó como una perra! ¿Escuchaste cómo cayó su agüita recién? ¿Estás segura que no te measte Flor?, decía Noe, mientras le refregaba mi bombacha en la cara a Laura, y me chirleaba la cola con todo. Hasta que volvió a frotar mi clítoris, a penetrarme la conchita con algunos dedos, y a lograr más chorros de lluvia vaginal del interior de mi alma sexual. Todo estallaba en el suelo, y mis pies descalzos ya podían notar los charcos que se iban formando. Es más. En un momento, mientras me nalgueaba, me frotaba el clítoris, y me hacía largar más y más jugos. Laura se reía, y me pegaba con mi bombacha en la cara, mientras de a poco se iba arrodillando en el sillón. Seguía dándome de sus tetas. Pero también me pedía que mis besos rueden por su abdomen, que le babee el ombligo, y de vez en cuando, me mordía los labios, sin atreverse a que nos comamos la boca. Hasta que, el aroma de su conchita depilada, chiquita y brillante de jugos perversos estuvo a nada de mis fosas nasales, y del candor de mi lengua. Jamás lo habíamos hecho, y no hubiese accedido a cometer semejante locura, aunque nos hubiesen ofrecido millones de dólares. Pero, ahora estábamos calientes, alzadas, solas, porreadas, con litros de birra en la sangre, y dispuestas a todo. Así que, ni bien Noe se percató de lo que estaba por suceder, detuvo su paliceada a mi cola y exclamó: ¡Aaaah, nooo! ¿Vas a dejar que tu hermanita te coma la chucha nena? ¡Esto no me lo puedo perder!

Laura, sin esperar a que mis neuronas alerten de esto a mi cerebro, me agarró de la cara y la pegó a su sexo, mientras su voz tomada por la excitación me pronunciaba un tierno: ¡Comé Flopy, dale, que si me la chupás, hablo con el Javi para que te haga la cola, como tanto lo soñaste! ¡Te juro que lo convenzo!

Noelia estalló en una carcajada dulce, y me obligó a dar vuelta la cara para que la mire a los ojos, supongo que para analizar la sinceridad de mi respuesta cuando me asaltó, sin dudarlo: ¿Vos querés que mi hermano te rompa la colita nena? ¿En serio? ¿Hace cuánto que te babeás por él? ¿Y por qué no me lo dijiste? ¡Te re juro que, a él, por más que ahora tenga novia, le va a encantar culearte, amiga! ¡Pero, nunca me dijiste que te lo querés voltear!

Las tres nos reímos en un brevísimo instante, en el que parecíamos volver a ser las de antes. Pero de nuevo el ronroneo de la concha de mi hermana hizo contacto con mi boca, y esta vez mi lengua traspuso todos sus límites al entrar en su humedad, rozarle el clítoris y profundizar poco a poco en ese fuego criminal que habitaba hasta en los gemidos de Laura. Noe, entretanto se le trepaba para comerle la boca, o para frotar ambos pares de tetas como si quisieran encenderse y arder en la hoguera más impiadosa de la humanidad.

¿Y? ¿Qué se siente comerle el papo a tu hermana Flor? ¿Te gusta? ¿Síiiií? ¡Y vos, gemí bebé, que ella te va a comer toda la lechita! ¡Contale a tu hermana, que muchas veces nos amamos, nos hacemos el amor, hasta en tu camita!, vociferaba Noelia, mientras hacía chillar a mi hermana por la forma que le mordisqueaba las tetas, o la boca. Yo, presa de unos fogonazos ardientes que me quemaban la piel, y totalmente flasheada con lo que contaba Noe, dejé que mi lengua se convierta en una víbora sedienta, introduciéndose cada vez más en el rinconcito de Laura, lamiendo cada gota de sus jugos, sorbiendo la fragancia que se acentuaba más cuando mis dedos le rozaban el clítoris, y logrando que mi cara se moje con sus primeros disparos de placer.

¿Viste? ¡Yo también me hago pichí en la cara de mi hermana, pendeja trola! ¡Y no muerdas tan fuerte! ¡No te zarpes guacha! ¡Aaaay, nooo, mentira, seguí así putita! ¡Y sí Florrrr, la Noe y yo cogimos en tu cama un par de veces! ¡Una fue terrible, porque yo te mojé toda la almohada! ¡Tuve que lavarla ese mismo día! ¡Por ahí ni te acordás! ¡Pero, yo te inventé que te la había meado el Tuni! ¡Qué gato de mierda que era!, decía Laura, que no dominaba los temblores de sus piernas, ni la fuerza con la que presionaba mi cabeza a su vientre. Además, cada tanto me la separaba para que le dé cachetaditas en la concha. Ahí era cuando más jugos salpicaba. Y Noe, al mismo tiempo me nalgueaba, me pellizcaba toda, me mordía alguna teta, o me frotaba el clítoris para sacarme más jugos, gemidos y chispazos de una niebla que nos cegaba cada vez más. Lo claro era que ninguna se quedaba atrás. En un momento yo cacé del pelo a Noelia para comerle la boca, diciéndole: ¡Dale nena, besame, que tengo el juguito de tu novia! ¿Así que cogiste en mi cama, chancha?

Noe me lamió la cara como si fuese una perrita callejera, y enseguida Laura se sumó al besuqueo que nos prodigamos, pajeándonos entre las tres, sin importarnos qué manos eran las que se nos entrometía en las vaginas. Y de golpe, Laura y yo habíamos revoleado a Noe sobre el sillón. Cuando nos dimos cuenta, Laura estaba sentaba sobre sus tetas para pajearse fuerte y crudamente contra sus gomas, mientras yo me atrevía a quitarle la bombacha para lamerle la concha y el culo. todo eso, luego de compartirnos la última latita de birra que nos quedaba.

¡Uuuuf, qué lindo que se sienten tus tetas en mi concha nena! ¡Y vos, chupala toda, que te llene la boca de juguitos esta trola! ¡Dale Flopyyy, que te acabe todo en la boca!, decía Laura, sin pudores ni tensiones en el cuerpo, cacheteándose la chocha con las gomas de Noelia, que trataba de besuquearle el culo, y de penetrárselo con un dedo. Además, la yegua me apretaba la cabeza con sus piernas para que mis lengüetazos sean más profundos en su sexo. Por alguna razón me excitaba mucho más que tuviera la conchita peluda.

¡Che, zorris! ¿No quieren ir a mi cama? ¡Digo, ya que tanto les gusta coger en mi cama!, dije, en medio de tanta lujuria desbordada, entre chupones, frotadas y los tirones de pelo que Noelia me regalaba.

¿Qué pasó Flopy? ¿Querés que la Noe te mee la cama?, dijo mi hermana con la voz amortiguada por el culo de Noelia sobre su rostro.

¡No mi vida! ¡Ella quiere que vos le mees la camita! ¡O que las tres nos revolquemos en su camita! ¿No cierto, Flor de putita? ¡Quién hubiera dicho que, la psicóloga de la familia, tuviese fetiches con nenas!, decía mi hermana, momentos antes de pegar un tremendo alarido, y enseguidita nomás, expulsar una catarata de jugos que sonó como un flechazo en mis manos, ya que, en ese momento, mientras yo le comía la conchita a Noelia, también pajeaba a Laura, y le palmoteaba la zorra como me lo pedía. Y, en medio de tanto alboroto, calambres, temblores, orgasmos y chanchadas que nos repetíamos, inevitablemente, me pasó que, acaso por todo lo que había ingerido de birra, me hice pis encima. Aunque, ninguna de las dos se rio de mí, ni advirtió aquel detalle. Al menos, hasta que yo misma me subí al sillón para frotar mi sexo contra las piernas de Noelia, y luego en las tetas de mi hermana, una vez que Noe se acomodó de otra forma. Estábamos tan enredadas, babeadas y extasiadas que casi no nos reconocíamos.

¡Che Lauri, ahora sí que tu hermanita se hizo pis!, dijo Noelia cuando empezó a chuparme la concha, y prácticamente en el momento en que su lengua empezó a chapotear en mi fiebre vaginal, le reventé la cara con un flor de chorro pesado, abundante y caliente. Gemí como una loca, le pedí que me frote bien el clítoris, que me pegue en la chocha, que me entierre un dedo en el culo, y vaya a saber qué más, mientras Laura se reía, dándome tetazos en la espalda.

Cuando nos despertamos, las tres estábamos tapadas sobre mi cama, desnudas, húmedas y abrazaditas. Laura seguía adormilada, pero Noe y yo, ni bien nos descubrimos despiertas, nos comimos la boca. Ella buscó mi conchita, y yo la de ella.

¡Esperá nena, que Lauri todavía duerme! ¿La despertamos, y nos la cogemos?, me dijo Noe al oído. No entendía si el sueño se prolongaba, o si la realidad era una continuidad de nuestra tarde de chicas. Pero, el calor de Noelia era tan verdadero como los ronquidos suaves de mi hermana, y mi cama era mi cama. ¿Cómo habíamos terminado allí? ¿Cuántas veces acabamos entre nosotras? ¿Quién había limpiado el living, si es que alguna de nosotras lo hizo? ¡Si mi vieja llegó y nos vio, mejor ni pensarlo!   Fin

Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.

Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!

Acompañame con tu colaboración!! así podré seguir haciendo lo que más amo hacer!! 

Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉

Ko-fi mundial de Ambarzul para mis lectores mundiales 😊 


Te podes enterar a través de X de todo lo nuevo que va saliendo! 🠞 X

Comentarios