Por una pancita como esa!


Sonia me llamó a las 9 de la mañana de un jueves de poco laburo. Me costó cortar la fiaca y preparar mis elementos porque, me había echado un mañanero sensacional con mi esposa, antes de que se vaya a dar clases en la escuela primaria del barrio, en la que trabaja hace 5 años. Teníamos que aprovechar que los pibes no estaban.
Cuando recibo el llamado, mi esposa se estaba bañando, y yo me pajeaba oliendo su corpiño. Nunca me descubrió en esos menesteres.
¿Usted es Emilio? ¡Mire, necesito que venga a mi domicilio, si pudiera ser, hoy, antes del mediodía! ¡Habría que darle una manito de pintura al techo, y a unos sillones de jardín!, me decía la voz de una mujer, quizás de unos 30 años.
Le di el presupuesto de la mano de obra y de los materiales, y en cuanto estuvo de acuerdo con el precio apunté su dirección, decidido a desayunar y darme una ducha.
Lo bueno es que encontré la casa enseguida. Toqué el timbre y esperé. Algo me decía que no funcionaba, por lo que preferí golpear las manos.
Entonces, apareció Sonia. Una mujer delgada aunque con pancita de embarazada, con ojos marrones, muy sonriente, con varias hebillitas en su pelo castaño largo y enrulado, y dueña de un escote más que apetecible.
¡Qué bueno que golpeaste las manos! ¡Perdón, no te dije que no andaba el timbre! ¡Pero adelante, que hace calor, y debés estar cansado!, me dijo con soltura.
La seguí, y de inmediato nos pusimos a inspeccionar la parte del techo por pintar. Me trajo un vaso de jugo de mandarina con hielo, y me preguntó si tomaba mates. Le dije que sí, pero que no se preocupara.
Me dejó solo un instante mientras yo preparaba los pinceles, rodillos, etc. Al rato aparece sin su remerita celeste, solo con un enterito de jean, y sin sus zapatillas Adidas. Se sienta a mirar un canal de modas con el mate y unas galletitas, escribe algunos mensajes con su celu, y me dice que no dude en pedirle lo que necesite.
Desplegué una escalera para subirme a sacar la pintura vieja del techo de la pequeña cocina, y en breve, hubo un ida y vuelta de preguntas entre nosotros, que surgió de la nada. A mí no me molestaba, ya que estos trabajos son un embole, y muy solitarios.
¿Tenés chicos? ¿o, mejor dicho, estás casado Emilio?!, dijo abriendo el juego.
¡Sí, tengo tres, dos nenas y un varón! ¡Y estoy casado hace unos 10 años! ¡Pero, mejor decime Pitu, que así me dicen todos en el barrio, de chiquito!, le respondí. Ella se rió de mi apodo con libertad.
¿y, por qué te dicen Pitu? ¡Yo también estoy casada, y mi marido trabaja en los camiones! ¡De pedo si nos vemos los fines de semana!, dijo, adivinando lo que iba a preguntarle.
¡Mirá vos! ¡Qué pena che, digo, es difícil llevar una relación si se ven tan poco!, observé.
¡Igual, te acostumbrás! Al menos yo, digamos que… y tu esposa trabaja? A mí Juan no me deja ni a palos! ¡Mirá que se lo propuse mil veces! ¡Y tengo varias ofertas!, se quejó.
¡Sí, Marianela es docente, y nos vemos casi todas las tardes y noches! ¡No sé, a lo mejor te quiere cuidar, porque, digo, me parece que vos estás embarazada! ¿Acerté?!, le largué mientras ella me ofrecía un mate.
¡Sí, estoy de 6 meses! ¡Olvidate, ahora ni drogada puedo laburar! ¡La madre piensa igual que él! ¡Dice que las hembras tienen que quedarse en casa, cocinar, lavar, planchar, y cuidar a los niños cuando lleguen! ¡Pero bue, no te quiero aburrir con lo mío! ¿Cómo se portan tus hijos?!, averiguó a la vez que recibía el mate vacío de mis manos, y yo seguía lijando el techo.
¡Bueno che, ni que viviésemos en el campo! ¡Es una bruja tu suegra, con todo respeto! ¡Y mis chicos, digamos que se portan bien!, le dije medio embobado mirándole las tetas. La verdad, no me importaba si se daba cuenta.
¡Seguro tu suegra es más copada! ¡Y, tenés razón, por ahí los dos me quieren cuidar! ¡Pero, yo no doy más! ¡No me banco estar encerrada, y a veces sin sexo durante tanto tiempo!, dijo entonces, ya despatarrada en el sillón.
¡te entiendo! Pero tenés que hablarlo con tu marido!, le aconsejé.
¡Vos decís eso porque no lo conocés! ¡Es muy egoísta conmigo! ¡Cuando tenemos relaciones, él se sube arriba mío, se mueve un ratito, acaba y se duerme! ¡Solo me lleva 5 años! ¡Digo, no es un viejo choto como para ser tan precoz!, lo expuso mientras se reía al borde de la carcajada.
¡Encima, embarazada como estoy, parece que tengo más ganas!, agregó medio por lo bajo.
¡Mirá vos, y yo que pensaba que eso era un mito!, le dije con curiosidad.
¡Nooo, ni ahí! ¡Te juro que se te calienta la chucha, y querés meterte lo que sea!, dijo, ahora sí con las mejillas envueltas en un rojo intenso de tanto reírse.
¡Bueno, ahora entiendo entonces!, dije recibiéndole un nuevo mate, por suerte no tan dulce como el anterior.
¿Qué cosa? ¿Tu esposa se ponía igual cuando estaba embarazada?!, dijo retornando al sillón, antes de apagar el televisor.
¡No, mi esposa no quería ni que la toque en esos días, especialmente con las 2 más grandes! ¡Con el varoncito fue distinto! ¡Pero, el tema es mi hija Florencia! ¡Tiene 16, y quedó preñada la boluda, una noche! ¡Todavía no nos quiere decir quién es el padre! ¡Espero por su bien que lo sepa! ¡Aunque, creemos que es un gil medio chorrito del barrio, que a ella le gusta desde chiquita! ¡Y, por lo que vos me decís, entiendo un poco más sus actitudes!, le confié con sinceridad.
¡Uuupaaa, es tremendo drama! ¡Pero no digas que está preñada, que no es un animal!, me corrigió con toda la confianza que yo mismo le otorgué.
¡Y, más o menos! Ahora ni se arregla, y según mi esposa algunas veces se mea en la cama!, le conté.
¡Uuuuh, pobre! ¡Se hace pichí la nena! ¿Y, de cuantos meses está? ¡Igual, no la retes que, por ahí quiere llamar la atención! ¿Pero, qué otras cosas hace?!, investigó.
¡Está de 5 meses, y tratamos de hablarle con tranquilidad! ¡Y, mirá, no sé, todo el tiempo se toca entre las piernas, o se frota contra las cosas, o mira videos pornográficos en la compu de la madre! ¡Además, cada vez que la saluda un tío, o algún compañero de la escuela, se le tira encima y se les franelea mal!, me abrí aún más.
¡Me parece que está hasta las manos la Flopy! ¡Yo creo que se hace pis porque se calienta mucho cuando se masturba! ¡Y lo demás, no sé, pero es lógico, y por ahí suena mal que te lo diga, pero necesita sexo!, dijo mientras me acercaba otro mate.
¡¿Y se toca delante de ustedes, así nomás?!, me preguntó ya desde su sillón, mientras la observaba sin disimulo cómo se tamborileaba la vulva con sus dedos sobre la ropa, al estar abierta de piernas.
¡Y, mirá, por ahí está en el sillón, o comiendo algo en el patio, y la vemos que se aprieta las lolas, o que se toca! ¡Varias veces la vimos con una mano adentro de la ropa!, le dije con una mirada cargada de deseo. Ya no ponía atención a mi tarea. Casi le mancho todo el piso con pintura cuando la vi apretarse las tetas, mordiéndose los labios y aplaudiendo sin ruido con las piernas, cuando la charla tuvo unos minutos de suspenso.
¡Pitu, perdoname, pero me voy a dar un baño! ¿Sí? ¡Cualquier cosa me pegás un grito!, dijo presurosa, con el pelo revuelto y el enterito manchado con mate, mientras colocaba la pava en la cocina y los demás elementos en la mesada. Luego de eso la vi desaparecer sin más, fotografiándole con todas mis ganas ese culo maravillosamente paradito.
Seguí trabajando en silencio, un poco culpable por exponer los problemas de mi hija, atormentado por la dulzura con la que las manos de mi cliente me ofrecían sus mates y horrorizado por el estúpido de su esposo. Lijé bastante para no pensar más. Miré la hora varias veces, y los minutos parecían congelados. No tenía hambre a pesar de que ya eran las 12 y pico.
De repente la escucho que me llama desde el baño, y no podía hacerme el sonso.
¡Emiiilioooo, podrás venir un segundo?!
Busqué el baño con urgencia, consciente de su estado, y cuando lo encontré, me mandé sin permiso.
La vi sentada en el inodoro, luchando para sacarse el enterito, y supe que necesitaba que la ayude en eso.
¡Soy un desastre, un asco! ¡No puedo hacer todo sola como antes, y encima esta mierda me aprieta cada vez más!, se quejaba mientras yo tiraba de las piernas del pantalón para sacárselo definitivamente.
¿Te puedo pedir que me desabroches el corpiño? ¡Pero, no me mires ahí, porque me da vergüencita!, dijo señalándose la entrepierna. Tenía una colaless blanca por la que asomaba un bosquecito de vellos, y eso le daba pudor. En cuanto terminé de quitarle el corpiño, no pude evitar ojearle las gomas, unos pechos bien redondos, no muy grandes pero calientes.
¡No me depilo hace 3 meses, perdón!, se disculpó.
Pero, de repente, todos los leones se soltaron de los cordeles invisibles de mi mente cuando dijo: ¡Che, ¿Y tu nena se depila no?! ¿Usa bombachitas así, como estas? ¿Y, cuando la ves, se te pone duro el pito como ahora? ¡Dale, no te hagas el tonto, que se te re nota! ¡Yo me re mojé escuchándote! ¡Por eso me vine, porque, o me tocaba adelante tuyo, o me bañaba para bajarme la calentura!
No me había percatado de la erección de mi pija, aunque la sentía latiendo imperturbable. No sé cómo hizo para desabrocharme el cierre del jean tan rápido y sacar mi pija de los adentros de mi calzoncillo, mientras yo seguía con su corpiño en la mano.
¿Te gustan mis tetas?, dijo pajeándome suavecito, acariciándome los huevos y gimiendo con los labios juntando algunas gotitas de baba.
¡Quiero que me la des en la boquita, quiero pija, necesito lechita para mi bebé!, terminó de solicitarme, y entonces, yo la tomé de la cabeza para que mi pija llegue a su cara. Se la froté hasta por la nariz, se la hice oler, se la rocé contra los labios pero sin introducirla, le pedí unas lamiditas a mis bolas, unos besitos a mi tronco que volaba de fiebre y, ella misma no pudo aguantarlo más.
¡Basta, no me hagas sufrir más!, dijo antes de comenzar a succionarla entera, con su lengua chiquita y sus dientes perfectos, mientras yo le manoseaba las tetas, y ella me pedía que se las apriete fuerte.
¡Decime puta, dale cornudo, dame la lechita, que a tu nena ya se la dieron toda en la chuchita!, me dijo cuando se la saqué un ratito para que me la escupa, y entonces la devolví al calor de su boca endiablada. Era incorrecto lo que había dicho, pero me excitaban sus palabras.
¡Apretame las tetas perro, dale, quiero que me acabes en la boca! ¿Te da asquito tocarme la conchita con pelitos? ¡Dale, colame los dedos si querés!, agregó mientras ella misma se cacheteaba los pómulos con mi pija toda babeada, y volvía a chuparla. No lo hice de inmediato, porque sentí que era demasiado. Por eso enseguida ella replicó, apenas se la quité de nuevo: ¿Querés que me haga pichí como tu hijita, acá, sentadita en el inodoro, o en la camita chanchito?!
No hubo tiempo para respuestas. Yo ya le había visto la bombacha mojada con sus flujos mientras me la mamaba. Pero ahora se le empapaba de pis con tanta libertad que, yo no quise ser menos. Apenas juntó mis huevos a su cara, y al tiempo que dos de mis dedos se escabullían entre su colaless para entrar en su vagina, le largué toda la leche, en cualquier lugar menos en la boca. Le ensucié la cara, el pelo, las tetas y el cuello. No pareció estar muy de acuerdo con mi solemne decisión, pero no tenía otra opción. Los huevos ya me dolían a instancias imposibles de soportar.
Ella saboreó mi semen de todas maneras, porque lo untaba de los lugares en los que cayó, y se lamía esos dedos con arrogancia. Me pidió que la ayude a levantarse, gimiendo sutil y un poco avergonzada por haberse meado.
No solo colaboré para ponerla de pie. La puse de frente al espejo, con sus manos sobre el lavatorio y me dispuse a apoyarle la verga todavía hinchada en la cola, para que vuelva tomar vigorosidad, y para que esa perra desprejuiciada quiera desearla otra vez. Desde luego que me la iba a pedir, porque ella no había acabado, y se mostraba más caliente que minutos atrás. De hecho, me ordenó que le saque la bombacha y que le pegue con ella en la cola, la espalda y en la cara mientras le seguía fregando la pija en el culo.
¿Te la imaginaste alguna vez a tu chiquita cogiendo, o que el papi de su bebito le haya pegado con su bombachita, como lo estás haciendo vos, degeneradito?!, dijo mientras lamía mis dedos, tiraba la colita más hacia atrás para que se la apoye y se la nalguee, y se daba vueltas para mostrarme cómo se escupía las tetas.
¡Si me las chupás bien, te dejo que me cojas lo que quieras, la concha o el culo Pitu! ¡Aaah, y ya sé por qué te decían así tus amigos! ¡Pero, ¿Ellos te vieron la pija alguna vez?!, irrumpió, justo cuando mi pija le punteaba el agujerito del culo, y se deslizaba por toda su zanjita preciosa.
¡Y sí mamita, cuando jugábamos al fútbol y meábamos por ahí en el campito, ahí me la vieron, y al parecer cuando tenía 14 años, se me paraba todo el tiempo, y me re cargaban por eso!, le sinceré mientras le llenaba de chirlitos esa cola de ensueño.
De repente, hubo un concierto entre sus tetas y mi boca. Sus pezones eran deliciosos, y sus gemidos todavía más frescos que su sonrisa. Se los chupaba y mordía a su antojo, los estiraba con mis labios y soportaba que me diera tremendos tetazos en la cara.
¡Todavía no me sale lechita, pero apenas tenga, quiero que seas el primero en probarla mi vida!, me prometió con seguridad y lujuria en la mirada.
¡Lo loco, es que le vas a ver las tetitas con leche a tu Flopy, a la preñadita esa, y te vas a acordar de mí perro!, dijo sin razonar, y enseguida le pedí que levante primero una pierna y después la otra para sacarle sus medias de algodón todas meadas. Ni bien terminé, ella volvió a su posición anterior, y yo a la tarea de lubricarle el culo con mi saliva, mi presemen y sus flujos. Pero, primero, antes de atacarle ese manjar indescriptiblemente apetitoso, se la enterré en la concha, y le di bomba bien rapidito, con agilidad y sin pausa para hacerla gritar de locura y deseo. La tenía apretadita y empapada, calentita y querendona. Me pedía más, que le largue la leche adentro, que le lama el cuello y las orejas, que piense en que afuera estaba su marido pajeándose, que le pellizque los pezones y que no pare de decirle que era una puta barata.
El lavatorio amenazaba con despegarse de la pared con su cuerpo enclenque, mis arremetidas y el calor que se triplicaba en ese baño luminoso.
Cuando la pija se me salió de su vagina, porque ella se dio vuelta para ofrecerle sus pechos a mi boca nuevamente, le dije que esto no podía ser, que yo nunca le había sido infiel a mi esposa, y que me sentía mal por hablar y pensar en mi hija como en un estímulo entre nosotros.
¡Ahora no te tires para atrás Pitu, que a mí no me gustan los cagones! ¡Aparte, siempre hay una primera vez! ¡Y, todo bien, viste, pero el que se imagina las cosas que yo digo, sos vos! ¿Qué estará haciendo ahora tu Flopy? ¡A lo mejor está en la escuela mostrándole la cola a un guacho en el baño de nenas, a punto de mamarle el pitito!, dijo con una sonrisa más cínica y burlona que todas las anteriores.
Pensé que era razonable su observación, y me precipité a sentármela encima sobre el inodoro. Froté y froté mi pija entre sus nalgas, hasta que dio con el blanco exacto que anhelaba. Se la metí en el culo, y ella empezó a lagrimear de inmediato. Le dolía, pero cada vez que intentaba sacársela, ella me pegaba o me arañaba una pierna. Quería tenerla toda adentro. No le importaba nada.
¡Dale, culeame cornudo, cogeme toda hijo de puta, quiero toda esa pija en el culo, porque me porto mal, estoy preñadita y alzada, quiero pija todos los días, y nadie me garcha, dame verga nene!, decía inconsolable, sollozando, tiritando y gimiendo cada vez más agudo. En breve, yo casi no me movía. Ella había tomado la iniciativa con sus movimientos, pequeños brinquitos y quejidos, una vez que el dolor desapareció, y mi pija se deslizaba como con naturalidad. Además , la guacha se palmoteaba la argolla, se frotaba la bombacha o el corpiño por las tetas, se escupía y no paraba de pedirme más. Le dije que estaba cerca de acabar, pero ella seguía convencida de quedarse con mi leche en la cola. Sin embargo, en un momento único, desconcertante y supremo, ella solita se dio vuelta para encastrar su conchita en mi pija al borde de un infarto seminal.
No fue difícil culminar allí. Dio unos saltitos contra mi pubis, se frotó para sentir mi dureza en el clítoris, se hamacó de arriba hacia abajo, y en cuanto dijo: ¡Así quedó embarazada tu hijita papiiii, cogiendo asíii, y seguro le pidió la lechita al pibitooo, y se dejó romper el culito como yo la putona!, ahí mi semen empezó a fluir sin recato, abundante y lleno de morbosas fotografías falsas o improbables que se instalaban en mi cerebro, casi todas incluyendo a mi hija.
Gimió cuando notó que mi leche nadaba en su interior, me pidió que le muerda los pezones y que le pegue fuerte en el culo. Todavía no había acabado la yegua, aunque me aseguró que tuvo varios orgasmos.
Apenas pudimos recuperar el aliento, el equilibrio y cierta sobriedad, Sonia me pidió que la ayude a recostarse en la bañera, que tenía apenas un poco de agua caliente. Le alcancé el jabón y una esponjita, le encendí una luz más intensa que solo iluminaba la ducha, le guardé la ropa sucia en el canasto de mimbre que me indicó, y una vez más me sorprendió con su último capricho, justo antes de que decidiera cruzar la puerta.
¡Vení Pitu, que necesito que hagas algo!, dijo a media voz, sonriente y todavía agitada. Apenas me acerqué la vi colándose los dedos en la conchita, y con los ojos cerrados.
¡Quiero que me mees la pancita… dale, porfi, haceme pis en la panza nene, quiero todo de vos, meame turrito, dale que tu mujer no se va a enterar! ¡Me encantaría que mi marido me encuentre toda meada por un desconocido, con el olor de su leche, hecha una mugrienta, sucia, toda cogida y embarazadita, bien pajera como ahora!, decía, cada vez menos cerca de la realidad. Entonces, sin contradecirle nada, apunté con mi pija a su pancita maternal, y empecé a mearla, copiosamente, con ganas y muerto de calentura. Ella no me veía, y no detenía la fricción de sus dedos en su clítoris. Pero ahora sus gemidos eran más intensos. Había tenido un orgasmo que hasta la sacudió en un momento. Estaba irreconocible. La vi lamiéndose los dedos, la oí mencionar el nombre de mi hija mientras le mezclaba el agua caliente con la fría para encenderlas juntas, y crucé la puerta para seguir con mis labores, ni bien ella me dio el visto bueno. Lo último que le vi hacer fue enjabonarse las gomas.
No podía resistir un segundo más en esa casa. Pero tenía que seguir trabajando.
Al tiempo, estaba pintando con la concentración por las nubes, cuando ya habían pasado unos largos y tediosos minutos. Su ausencia no me estimulaba, y eso me hacía sentir un estúpido. Pero entonces apareció, en bombacha, corpiño y medias celestes. Me preguntó si tenía hambre, y yo ni me acuerdo si le contesté.
Se sentó en el mismo sillón de antes, prendió la tele, y, en cuanto notó que le estaba mirando las gomas, se levantó con toda la lentitud para acercarse a mí, y susurrarme: ¿Qué pasó chiquito? ¿Te quedaste con ganitas? ¡Yo también, y tu nenita seguro tiene más ganas que nosotros dos! ¡Esa sí que debe andar re alzadita! ¡Si querés, comemos algo, y después me das masita en mi pieza? ¿Te parece Pitu?!  Fin

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Comentarios

  1. ¡Hooolaaaa Ambar!, tieeempo tengo de no entrar y darme una vueltita por este magnífico blog, muy bueno este relato, tiene mucha acción y pis como amí me gusta.

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  2. tremendo este relato, tiene mucha acción y pis como amí me gstaa.

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  3. COMO SIEMPRE AMBAR UNA GENIA, COMO ME CALIENTAN TUS RELATOS, LA CONTINUACIÓN CON ELLA, FLOPY Y PAPI

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    Respuestas
    1. ¡Hola Marce! gracias por tu aporte. no es una mala idea, en absoluto! de hecho, ya empecé a trabajar con eso! ya tendrás novedades. ¡Besos!

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