Había salido a tomar algo, sin ninguna
expectativa. Mis amigos andaban cada uno en la suya, y la guacha con la que
cogía casualmente se preparaba para rendir parciales. Ese día era sábado, y
después de haber ido al gimnasio, de pasar por mi casa y ducharme, mi cuerpo
comenzó a impulsarme a la calle, en busca de aventuras inciertas. Me whatssapeé
con otras loquitas, hablé con el novio de mi hermana, y hasta con una ex, que
suele estar deprimida porque su nuevo novio no se la coge como ella espera.
Pero todos tenían otro plan. Así que salí, y me senté a tomar una birra en un
bar. Adentro el calor era sofocante, y la música estaba tan al palo que,
preferí sentarme afuera. La rubia de siempre me trajo una birra negra con maní,
y unas papas con unos aros de cebolla apanada. Saludé a un conocido, y me
prendí un pucho. Contesté unos mensajes, le di una guita a una piba que vendía
tarjetitas de la buena suerte, y, entonces la distinguí. Mi prima Eliana
caminaba hacia la mesa en la que yo bebía para pasar el rato, más perra y
tetona que nunca. Al principio pensé que no me reconocería. Pero, enseguida nos
saludamos, y a pesar que me dijo que alguien la esperaba por ahí, se quedó
conmigo a tomar una cerveza. La última vez que la vi, fue para su cumple de 15,
y, la verdad, en ese momento no poseía una figura tan despampanante. Hablamos
de todo. Incluso de su pareja. Me dijo que se sentía sola, y que si no fuera
por su beba, tal vez ya habrían cortado hace rato. Yo, por mi parte, le conté
que estaba soltero y sin apuro, y de la nada empezamos a hablar de sexo.
Nunca me hubiese imaginado que Eliana tuviese
recuerdos de ciertos acontecimientos que se dieron cuando éramos chicos. Más
precisamente, cuando ella tenía unos 3 o 4, y yo unos 10 u 11 años. Éramos
niños, pero por alguna razón, quizás por los juegos, la química o vaya a saber
qué, nos gustaba estar juntos. Nos buscábamos. A veces tenía la sensación de
que ella me buscaba más a mí que al revés. Jugábamos a las escondidas, y ella
se dejaba encontrar porque se reía antes de tiempo. Cuando jugábamos a la
mancha, ella siempre buscaba caerse arriba mío. Pero, en esa inocencia que nos
envolvía, varios roces, frotaciones, manoseos y abrazos comenzaron a seducirnos
cada vez más. Incluso llegamos a jugar al doctor. Ella siempre tenía un
accidente con su bicicletita, y yo la socorría. Todavía me acuerdo cuando mi
tía Nuria nos encontró en pleno ejercicio de revisión. Eliana estaba tendida en
la cama de su habitación, haciéndose la herida, y yo simulaba ponerle una
inyección en la cola con una lapicera. El tema es que ella se había bajado el
pantalón, y ese día no tenía bombachita. También nos habíamos dado unos besitos
en la boca. Pero nunca las cosas pasaron a mayores. Lo extraño es que a mí se
me paraba el pito al contacto de su piel perfumada, con el sabor de su lengua
pequeñita y con la suavidad de su pelo lacio. Su timidez y su sonrisa me
atraían por igual. No recuerdo si en ese tiempo ya me pajeaba. Pero sí tengo
presente hasta el día de hoy, aquellas cosquillas que rodeaban mi glande,
humedeciéndome el calzoncillo con sus primeros arreboles.
Pero ahora estábamos en el bar, charlando de
sexo, y de otras cosas que no eran tan interesantes. Obviamente que todo empezó
cuando ella se percató de que no podía dejar de mirarle las gomas. Para colmo,
la musculosita que traía tenía unos brillitos en el escote, que resaltaban con
delicada sensualidad algunos trocitos de la piel de arriba de sus pechos..
¿Qué onda primo? ¿Nunca viste un par de
tetas?, me dijo, haciendo más coloridos los matices de su sonrisa. Yo le dije
que me gustaban, que las tenía hermosas, y hasta le pregunté si se las había
operado.
¡Ni en pedo nene! ¡Son mías, y de nadie más!
¡O, bueno, en realidad, ahora son de Pilar, mi hija de dos años! ¡Creo que, me
parece que vos comentaste mi estado, hace bocha, cuando le conté a la familia
que estaba embarazada!, me decía mientras hacía crujir las papitas que se iba
comiendo con toda la sensualidad que podía. Por suerte ni tocaba los aros de
cebolla. Le expliqué que, eso era imposible, porque yo cambié el número de
celular hace por lo menos 4 años.
¡La pesada de mi ex no me dejaba en paz!
¡Además, no era solo ella! ¡Sus hermanos, el denso de su padre, los matones de
sus vecinos… todos me rompían las bolas! ¡La mina es una depresiva, y pretendía
que yo le siga el piro!, me explayé, sintiéndome un imbécil por no haberme
enterado de su embarazo. A ella pareció no importarle demasiado.
¡Bueno nene, debe ser que no la atendiste como
corresponde! ¡Eso que dicen de las minas, que si no cogemos, nos ponemos
insoportables, es cierto! ¡O, bueno, al menos, yo, y mis amigas somos así! ¡Y
eso no significa que seamos putas! ¡Bah, bue, yo sí considero que soy media
putita! ¡Pero, mejor, dejémoslo ahí!, decía, sin olvidarse de sonreír,
contradiciéndose y mordiéndose las uñas. Ahí fue que nos pusimos a hablar de
sexo. Yo le aseguré que hice bien mi papel, o que al menos la complacía en
todo, y que, en cambio, ella no quería chuparme la pija, ni entregarme la cola.
Eliana volvió a reírse. Miraba insistentemente su celular, cruzaba y separaba
las piernas, tomaba un trago de birra y me miraba los labios.
¿Nunca supiste si había otro flaco?, me
preguntó de repente. Le dije que no, y que en el último tiempo de nuestra
relación, ya no me importaba. Entonces, ella empezó a desarrollar un monólogo
acerca de la inexperiencia de los pendejos en el tema de chupar la concha, o
las tetas. En definitiva, remarcó que prefiere coger con tipos grandes.
¡Esos saben dónde tocarte, cómo besarte, cómo
moverse cuando te penetran, y, además, pueden controlar sus eyaculaciones! ¡La
mayoría de los pendejos piensan que chupar una concha es como comerse una
naranja!, decía luego, con los cachetes cada vez más colorados.
¡Bueno, pero, las pendejas también están re
seguras que chupan la pija como unas diosas, y, te juro que la mayoría no sabe
hacerlo! ¡La que no se ahoga, te la muerde, y la que no se traga la leche, la
escupe con cara de asco, o no sabe cómo jugar con la saliva!, le dije,
reconociendo el movimiento de mi pene que reaccionaba bajo mi ropa, con el
panorama de las tetas de mi primita. La gente iba y venía, gritaba, se
saludaba, pedía más birra, o pagaba para irse del bar. Nosotros, cada vez más
intrigados, no parecíamos comprender las señales del destino. Entonces, a ella
le sonó el celu, y atendió el llamado. Fue breve. Lo suficiente como para
enterarme que tenía que partir.
¡Es mi vieja! ¡Le dejé a Pili para que me la
cuide, toda la tarde! ¡Tengo que ir a buscarla! ¡Mi marido ya debe estar por
llegar a casa, y yo todavía callejeando!, me dijo, incómoda por el llamado, o
quizás por lo acosador de mis ojos intratables.
¡Heeey, no me mires así, que no salí a
putonear! ¡Me junté con unas amigas, y bueno, justo que pensaba en ir a la
parada del bondi, te vi! ¡Pero ya me iba a lo de mi vieja!, se explicó, como si
yo se lo hubiese pedido.
¡Pero mandame un mensaje tonto! ¡Anotá mi
número!, dijo sin terminar de separar su culo de la silla, alegrando su voz con
una repentina emoción. Acto seguido, escribí el número que me dictó, y guardé
su contacto. Las manos me sudaban de los nervios. Cuando se acercó para darme
un beso en la mejilla, pude descifrar que la guacha temblaba casi tanto como
yo.
¡Estás re linda Eli!, llegué a decirle, luego
que sus labios se apretaran en mi pómulo derecho.
¡Y vos, estás quedándote pelado nene! ¡Pero
esos labios te salvan! ¡Cuidate primito, en especial de las chicas histéricas
que no entregan nada!, replicó, cuando ya había dado unos pasos, alejándose de
mí. La vi cruzar la calle, y me sentí un estúpido por no ofrecerme a
acompañarla a la parada del micro. Pero, en cuanto me levanté para hacerlo, la
veo que se pone a charlar con una rubia preciosa, y que ambas enfilan rapidito
hacia allí. Esa chica era amiga de Eliana, desde que tengo memoria. Pero ella no
fue tan favorecida por los dones de la naturaleza como mi prima. Era la típica
rubia que sabe que destaca solo por ser rubia, y nada más. De igual forma,
ahora mis ojos escoltaban al culo de mi primita. ¡El jean que se había puesto,
se lo partía en dos, como si quisiera tentar a todos los demonios de mi
abstinencia casual!
A las dos horas, ya estaba en mi casa, con un
poco de sueño y medio embolado. La noche había valido más que la pena. Pero,
ahora no podía sacarme a Eliana de la cabeza. Su voz resonaba en cara rincón de
mis oídos, su perfume todavía me acompañaba por donde me moviese, y el vaivén
de sus tetas bajo esa musculosa lila me atormentaba. Me sentía extraño. Por un
lado, algo me incitaba a llamarla, o al menos, a mandarle un mensajito. Pero
pensaba en que su marido estaría con ella, posiblemente a su lado, ambos
acostados en la cama, y tal vez, entre ellos, Pilar estuviese prendida a esas
tetas de infarto para alimentarse. Entonces, la culpa de generar un mal momento
me invadía. ¡Pero, si ella es mi prima! ¿Qué tendría de malo que su primo le
mande un whatsapp? En eso estaba. Pensaba como un pelotudo, mientras me abría
una lata de birra, la que me terminé mientras ordenaba un poco el caos que la
soltería de todo hombre solo recrea una y otra vez en su casa.
Ya estaba acostado cuando escucho vibrar mi
celular en la mesa de luz. Seguía pensando en Eliana, y odié al aparato por
sacarme de mis fantasías. Pero, entonces recordé que por ahí mi hermano me
podía escribir, ya que en esos momentos mi vieja andaba un poco jodida de
salud.
¡Al final, ni me escribiste primito! ¡Perdón
si es muy tarde! ¡Pero, quería decirte que me hizo feliz verte!, decía el
mensaje de Eliana. Tardé en reaccionar que se trataba de ella. La foto de su
perfil era inconfundible. Era su rostro, su sonrisa perfecta y su musculosa
lila, quienes volvían a lograr que se me erectara la pija. En los brazos tenía
a su beba, con un chupete en la boca, y sus ojos grandes iluminados por una
sonrisa magnífica.
¿Cómo conseguiste mi número? ¡La verdad, yo
tampoco me puedo dormir! ¿Qué onda? ¿Te retó tu marido por llegar tarde?, le
escribí, después de meditarlo largo rato.
¡Me lo pasó tu hermano! ¡No sé por qué imaginé
que, si yo no te escribía, vos no lo ibas a hacer! ¡Y, mi marido, duerme al
lado mío! ¿Por qué no podés dormir?, me escribió. No parecía pensar demasiado
en cómo replicarme.
¡No tengo idea! ¡Hace un poco de calor! ¡Odio
que se me peguen las sábanas al cuerpo!, le puse, pensando en miles de
preguntas por hacerle, o temas más interesantes de los que hablar.
¿Cómo? ¡O sea, que dormís desnudo! ¡Digo,
porque si tenés ropa, la sábana no se te pega! ¡Y, mi marido no me reta! ¡En
realidad, no me hace nada! ¿Jejeje!, me informó.
¡No nena, no duermo desnudo! ¡Bah, no sé! ¿Dormir
en bóxer es dormir en bolas? ¿Y, por qué decís que tu marido no te hace nada?,
averigüé.
¡Jajajaja! ¡Sí nene, es como dormir en
pelotas! ¡Qué bueno! ¡Te imagino en bóxer, y seguro que ni te parecés a cuando
eras mi primito! ¡Muchas veces te vi durmiendo la siesta, en bóxer! ¡Y, lo digo
porque es cierto! ¡Hace rato que, por ejemplo, no me mira las tetas como me las
miraste vos, en el bar! ¡Fue raro! ¡Por un momento, bueno, esas cosas a veces a
las mujeres nos confunden un poco!, escribió, en medio de varias caritas
sonrojadas, guiños y puños al aire.
¡Perdón Eli… te juro que, posta, yo no quería
confundirte, ni nada de eso! ¡Pero, no entiendo cómo tu marido no te mira! ¡Vos
sos un minón! ¡Y, bueno, no sé cuándo me habrás visto, pero supongo que fue
antes de tus 15!. Le escribí, empezando a temblar de pies a cabeza. Ahora el
calor de la noche se incrementaba en mi frente, y no estaba seguro de seguirle
el juego.
¿Quéee? ¡Dale primo, no te hagas el romántico!
¡No me pidas disculpas! ¡Vos sos un hombre, y yo una mujer, que tiene tetas,
culo y concha! ¡No te voy a reprochar nada! ¡De hecho, me gustó que me mires
así, con deseo, con cara de morboso! ¡Y, sí, te vi cuando dormías la siesta en
lo de los abuelos, en el verano del 2012! ¡Después cumplí los 15, y no te vi
más! ¡Todavía me acuerdo que, ni bien vos te metías a la piecita del fondo, yo
esperaba un rato, y después entraba sin hacer ruido! ¡Tenías una pija que,
guaaaau, nenitooo! ¡Si no hubiese sido tan tarada, o tan niñita, me hubiese
subido a la cama, y no sé! ¡Jejejeje!, escribió, subiéndome a un columpio de vanidades
que solo tomaba impulsos para seguir ascendiendo.
¡Toda esa carne ahí, y yo buscando ponerme de
novia con un taradito del cole! ¡Pero bueno, tampoco vos te ibas a fijar en mí!
¡Los tiempos en que jugábamos, y vos me re manoseabas, nos besábamos a
escondidas, todo eso había pasado!, escribió, con un dejo de nostalgia. ¡No
podía creer que Eliana estuviese confiándome tantas pasiones en la misma noche!
¡Aunque, tendría que haber aprovechado! ¡A vos
te encantan las nenitas, y en ese momento, yo seguía siendo chiquita!, agregó,
mientras yo dudaba si grabarle un audio, o seguir con la escritura.
¡Eli, posta que, me dejaste sin palabras! ¡No
te imagino, mirándome en esos tiempos! ¡Y, la verdad, si te hubiese descubierto
infraganti, andá a saber qué hubiese pasado!, decidí enviarle al final. Ella me
mandaba más caritas, y algunas imágenes graciosas.
¡La verdad, cuando éramos peques teníamos re
buena onda, y a mí al menos, me gustaba hincharte los huevos! ¡Es cierto que
nos besábamos, y que vos me pedías que te diera besos en la boca, cada vez que
nos quedábamos solos! ¡No sabíamos lo que hacíamos, pero yo siempre fui más
grande que vos! ¡Supongo que, por eso, a lo mejor después nos distanciamos!
¡Bue, yo me distancié de vos!, le sinceré, recordando cómo nos ensuciábamos con
barro, o nos tirábamos bombitas con agua, o nos dábamos piquitos después de
comer helado.
¿Yo te gustaba primito? ¿O sea, qué te atraía
de mí cuando era una nena? ¿Te calentaba mi olor a jabón? ¿Te gustaba verme la
bombacha, o la cola al aire cuando mami no me ponía? ¡Nunca te reías de mí
cuando usaba bombachitas de goma! ¿Te acordás?, me escribió después de 5
minutos.
¡Aaah, perdón el cuelgue! ¡Pasa que l Pili se
hizo pis, y tuve que cambiarle el pañal! ¡Ya tiene 2 años, pero todavía se mea
en la noche! ¡Ahora le estoy dando de mamar! ¿Podés creer que el hijo de puta
de Marcos duerme como un tronco? ¡No la cambia nunca!, se descargó enseguida,
mientras yo pensaba en qué responderle. Me retrotraje al verano que la tía
Nuria y Eliana pasaron en casa, y en ese momento mi prima empezaba a dejar los
pañales. La recordaba usando esas bombachas de goma debajo de las polleritas, o
simplemente sin nada encima, más que alguna remerita larga, o un vestidito.
¡No sé Eli, me gustaba jugar con vos, porque
eras graciosa, re copada, y te prendías a todas mis pavadas! ¡Sí, me acuerdo
que te ponían esas bombachas de goma! ¡Y, siempre tuviste olorcito a limpia, a
perfumito! ¡Pero, no sé qué más podría decirte! ¡Yo también era guacho, y por
ahí no tan inocente, pero los 11 años de antes no son los de ahora! ¡Y, despertalo
a ese gil, y que te ayude un poco!, le escribí, con las pulsaciones a mil. No
entendía a dónde quería llegar, pero todo esto me estaba calentando.
¡Naaaah, ni da! ¡Dejalo que duerma, así
podemos seguir hablando! ¡Bah, no sé, si ya te vino el sueño! ¡Pero, lo que
quiero saber es, si se te paraba la pija cuando me comías la boca!, escribió
sin hacerse desear.
¡No me acuerdo mucho, pero seguro que sí!, le
dije, justo cuando ella me aclaraba que por nada del mundo le grabe un audio, a
no ser que ella me advirtiera que está totalmente sola.
¡Y hoy, en el bar? ¿Se te paró mirándome las
tetas? ¡Perdón primito, pero estoy re caliente! ¡Encima esta guacha me está
sorbiendo los pezones, y eso me calienta más!, se reveló al fin, sin dejar
lugar a dudas. ¿Mi primita quería pija! Pero tenía que salir de ella. Todavía
la culpa de estar coqueteando con ella, sabiendo que su marido estaba a su
lado, no me cerraba del todo.
¡Eli, ojo que está tu marido con vos! ¡Y,
obvio que hablando con vos, ni en pedo tengo sueño!, le escribí, lleno de
revoluciones en el estómago.
¡Olvidate de Marcos nene! ¡Él ya se olvidó de
mí hace rato! ¡Todavía me acuerdo de tu pija, en lo de los abuelos! ¡Una de
esas veces, la tenías parada, y, por ahí porque yo era una guacha, pero me
parecía imposible que eso pudiera entrar en una vagina! ¿Y vos le querías meter
eso a tu ex por la cola?, me escribió, entre miles de gifs de personajes
conocidos tapándose la cara, haciendo morisquetas, o gritando.
¡Bueee, no es para tanto! ¡Seguro que fue
porque vos eras chiquita!, le dije, enviándole la foto de una parrilla repleta
de chorizos.
¡Aaay, síi, decime chiquita! ¡Me excita que me
digas así! ¡Cuando jugábamos, me decías enana, chiquita, o nenita! ¡A mí me gustaba
cuando jugábamos a la lucha, y vos te tirabas encima de mí para asegurarte de
que estaba muerta! ¡Uuuufaaa, esta guacha que no se duerme!, escribió medio a
las apuradas. Entonces, como no le respondí me preguntó: ¿Te dormiste primito?
¿Ya te aburrí? ¡Perdón, si querés, la seguimos mañana!
¡Por mí, si querés, la seguimos toda la noche!
¡Pasa que fui a buscarme un poco de agua!, le mentí, solo para hacer tiempo. A
esa altura tenía la pija afuera del bóxer, y una de mis manos peleaba con mi
cerebro para cumplir con el mandato vital de la masturbación.
¡Acabo de sacarme la bombacha! ¡No la
aguantaba más! ¿Podés imaginarme, tirada en la cama, sin bombacha, y con una
beba prendida de mis tetas? ¡Bueno, al lado mío hay un bulto, que tiene una
pija! ¡Pero que, por lo visto no quiere darme masita!, me escribió
desenfrenada.
¡Síii, te re imagino, y no puedo dejar de
pensar en esas tetas! ¡Qué loco! ¡Y pensar que tenés una bocha de leche!, le
escribí. En ese justo momento, recibí una fotito medio mal enfocada de su cara
con un dedo en la boca.
¡Mandame una foto de tu pija primito, porfi!,
me escribió, mientras me llegaba otra foto. Esta era de sus tetas. Una de ellas
estaba toda chorreada de leche.
¿Ya se durmió la gorda?, le escribí, evitando
su pedido insolente.
¡Dale primito, quiero una foto de tu verga,
ahora! ¡Seguro que la tenés al palo! ¡Ahí te mando más cositas!, me escribió, y
luego vi una foto de una tanguita blanca sobre su abdomen. Fue astuta en no
mostrarme la vulva. Entonces, sabiendo que estaba en deuda, guardé mi pija
adentro de mi bóxer negro, y traté de tomar una foto de mi erección. Dudé en si
mandársela. No quería tener bardo con su marido. Pero en ese momento la
calentura pensaba por mis acciones derrumbadas a un costado de mi cama, y se la
envié.
¡Guaaaau, uuuuuf primiiitoooo, quiero esoooo!
¡Me hace acordar a cuando te espiaba! ¡Diooooos! ¡Eso no puede ser tuyo! ¡Yo
quiero que sea mía! ¡Me estoy pajeando mirando tu foto nene! ¡Qué boluda que
fui! ¿Por qué no te hice un pete para darte vuelta de calentura?, me escribió,
luego de enviarme una foto de ella mostrando el culo, con una calza bien
ajustada.
¡Eso, porque era una nena tonta, seguro que
cagona, y estúpida! ¡Por eso no te fijabas en mí!, determinó mientras yo le
enviaba otra foto, ahora dejando que mi glande apenas asome por el elástico de
mi bóxer.
¡Aaaaay, me estás mataaandoooo! ¡No sabés cómo
le pasaría la lengüita a esa cosita mi amoooor! ¡Me hace falta una buena
mamadera como esa!, se expresó, enviándome una foto en la que mordía su bombacha.
Luego otra en la que lamía un chupete rosado, y enseguida, una tremenda en la
que intentaba chuparse un pezón.
¿Llegás a chuparlo? ¿Probaste tu leche,
primita? ¡Sos una chancha, una enana cochina! ¡Dale, quiero ver cómo te chupás
las tetas!, le escribí, envalentonado, tras enviarle una foto de mi pija, un
poco más afuera de mi bóxer.
¡Mostrámela toda, y tus huevos! ¡Dale
primitoooo, mostrame toooodoooo! ¡Y sí, puedo chuparme las tetas! ¿Te gusta
verme con un chupete en la boca? ¿Yo tenía olor a pichí cuando era nena
primito?, me escribía, cada vez más encendida, ya sin fijarse en lo legible que
fueran sus mensajes.
¡No guachita, nunca… siempre olías rico…
uuuuffff, cómo me tenés! ¡Y me encanta verte con el chupete! ¡Mordelo todo, y
metételo en la chucha nena! ¡Ahí te muestro más!, le dije, mientras ella seguía
enviándome caritas de lujuria, y algunas fotos de su cola. En una de ellas, una
de sus amigas le pasaba bronceador. Entonces, le envié una foto de mi pija
erecta pero sobre mi pubis, y luego otra con mi pija bien parada. Ella me mandó
aplausos, caritas babeando, y otras palabras sueltas como: ¡noooooo, bueeeeee,
qué riiicoooo, sos un guachoooo, con todo eso y ahí solito, quiero ese pito
primito!
¡Dale, mandame una foto de tu concha, no seas
perra!, le escribí al rato, luego de verla lamer el chupete, de alucinar con su
pezón en su propia boca, y de seguir calentándonos con más recuerdos, presente
y las cosas que nos haríamos en algún futuro improbable.
¡No primito, ya te dije que no! ¡Quiero que veas
mi conchita en vivo y en directo! ¡Si te pinta, el lunes, pasame a buscar por
lo de mi vieja, y nos vamos a un telo! ¡De paso conocés a la beba, y saludás a
tu tía!, me dijo, luego de que mi leche comenzara a derramarse sobre mi cuerpo,
ya incapaz de sostenerse bajo los límites de la paciencia.. ¡No podía creer que
mi primita estuviese sugiriéndome garcharnos en un telo! ¿Tan mal la tenía su
falta de sexo, cariño y atención? Me compadecí de ella, y le dije que hacíamos
trato. A esa altura ya eran las cinco de la madrugada. Ella, al ratito me
confió que había tenido 2 orgasmos, mientras se tocaba interactuando conmigo.
Yo me la imaginaba desnuda, toda acabadita, al lado de ese salame, y con el
chupete de su hija en la boca, y la verga se me volvía a parar como si no
hubiese pasado nada.
Al día siguiente, fue insoportable la espera.
Ella casi no me habló, lo que era de esperarse, teniendo en cuenta que estaba
con su marido. Pero el lunes, lo primero que recibí en el whatsapp fue una foto
de sus tetas totalmente desnudas. Enseguida nos pusimos de acuerdo, y a las 6
de la tarde la pasé a buscar por lo de mi tía. Eliana salió con Pilar en
brazos.
¡Te presento a Pili!, me dijo, mientras me
besaba ruidosamente en la mejilla. Su perfume era aún más embriagador que el
sábado anterior. La beba sonreía con sus rulitos preciosos, apenas en pañales y
remerita. Entonces, la acompañé para saludar a mi tía Nuria, y luego que Eliana
le diera todas las recomendaciones a su madre, salimos. A ella le dijimos que
íbamos a tomar un café para tratar algunos temas de negocios, ya que yo soy
contador público.
Ni bien nos subimos a mi auto, arrancamos al
telo más cercano que el GPS me indicó. Ella no paró de frotarme la pierna,
haciéndose la boluda todo el tiempo para llegar a mi pija. Casi no nos
hablábamos. La calentura que nos gobernaba era tal, que solo nos bastaban las
miradas para comunicarnos. Sus tetas estaban radiantes, esta vez bajo un
vestidito suelto pero escotado, y sus piernas relucían perfectas en una calcita
color verde esmeralda. Ni bien llegamos, estacionamos el coche en el garaje del
telo, y, ni recuerdo cómo fue que de pronto estábamos en la habitación.
¡Me volvía loca que me pellizcaras el culo
primito!, fue lo primero que dijo, apenas me acerqué para desprenderle el
vestidito. De pronto, los dos nos vimos en ropa interior. Ella con una colaless
chocolate, y yo en un bóxer blanco. Ella no se contuvo, y al toque le metió
mano a mi pija.
¡Es mucho más ancha en vivo primito! ¡La
quiero en la boca, quiero esa lechita, quiero mucha lechita nene! ¡Ahora podés
abusar de mí, todo lo que quieras!, me decía, acercándome sus tetas a la cara
para que se las chupe. Yo capté la onda sin inconvenientes. De modo que, durante
un buen rato estuvimos parados contra la pared, ella subiendo y bajando el
cuero de mi pija en la palma de su mano, y yo, ordeñándole las tetas,
saboreando un poco de su leche materna, la que me pareció exquisita. Tenía los
pezones calientes, duros y del tamaño de dos aceitunas verdes, de esas carnosas
y apetecibles. Entonces, en lo mejor de nuestro concierto de chupones, porque
ya le habíamos dado rienda suelta a nuestros labios, Eliana, sin ponerme al
tanto de nada, se tira al piso con estrépito, sorprendiéndome infinitamente.
¡Hey, primita, ¿Qué pasó?! ¡Dale, dame la
mano, y te ayudo a levantarte!, le dije, mientras la observaba reírse, pero
fingir que lloraba.
¡Perdón doctor, es que, tuve un accidente, y
no tengo plata para pagarle a un hospital privado! ¡Me caí de la bici! ¿Usted
sabe cómo vacunar a las nenas que se caen de la bici?, me decía, aflojando su
cuerpo para que sus articulaciones acompañen a su actuación inesperada.
Inmediatamente comprendí que lo que quería era rememorar viejos tiempos.
¡Sí, yo soy un enfermero, que sabe cómo
vacunar a las nenas que se portan mal!, le decía, levantándola del suelo para
voltearla boca abajo sobre la cama.
¿Me tengo que sacar la bombacha doctor? ¿O me
la saca usted?, me decía, aniñando su voz a instancias peligrosas. No le
contesté. Enseguida le separé las piernas, le palpé ese culo majestuoso, bien
redondito y blanco, le di unas nalgadas, diciéndole que eso era para ablandar
los músculos, y luego se lo besé. No se me pasó por alto llenarme los pulmones
con el aroma de su bombachita, mientras mis besos resbalaban de sus nalgas,
continuaban por su espalda y se detenían un buen rato en sus piernas torneadas,
sedosas y afiebradas. Ella gemía bajito con los labios apretados, y la cara
sobre la almohada. Entonces, sin darle tiempo a que siga improvisando, me subí
a su cuerpo, le separé aún más las piernas y le dije: ¡Preparate chiquita, que
por ahí la vacuna te puede doler un poquito!, y, ni bien la punta de mi glande
se franeleó con la entrada de su vulva mojada, la que todavía no había visto,
se la calcé de una, para comenzar a penetrarla, rítmicamente, a veces más
suave, y otras con un toque más de rudeza. Ella ahora gemía extasiada,
sintiendo cada centímetro de mi verga obediente. Sentía que mis huevos ardían
de felicidad, que mi pubis respondía como una máquina milenaria al contacto de
su sexo de fuego, y que mis manos se llenaban con sus tetas, las que le amasaba
y sobaba, pegoteándome con su leche materna.
¡Asíiii primitooo, cogemeeee, rompeme todaaaa,
cogeme toda, cogeme, cogeme asíii, que ahora podés cogerme, olerme, tocarme,
chuparme lo que quieras, manosearme las tetas, daleeee, garchame todaaaa!,
decía Eliana, deslizándose por la cama casi tanto como las sábanas berretas que
la cubrían. Mi pija golpeaba más y más su fuente sexual, y yo la sentía
ensancharse, como a mi orgullo de macho salvaje. Pero, antes de ofrendarle mi
leche a su fertilidad, de repente, cuando empecé a notar los primeros pinchazos
en mis testículos, me bajé de sus caderas, la agarré del pelo y le encajé la
pija en la boca.
¡Dale chiquitita, chupala toda, comeme la
pija, hagamos de cuenta que somos nenes, y que a vos te gusta mucho la lechita
de tu primo, asíii perriiitaaa, comeme la verga guachona!, le decía para
estimularla. Ella lamió mi pija, y después de darse varios chotazos en la
nariz, empezó a engullirla con una obsesión que amenazaba con robarme la
movilidad para siempre. Escupía mis huevos, recorría cada trozo de mi tronco
con su lengua, frotaba sus dientes en el cuero, se la llevaba hasta lo que su
garganta le permitía, eructaba cuando la expulsaba, gemía, hacía todo el ruido
posible con su saliva, y me pedía que le coja la boca.
¡Te encantaba verme sin bombacha perro, cuando
era una nena! ¡Yo, a veces me la sacaba, a propósito, para que vos me toques la
conchita! ¡Pero vos eras re cagón pendejo!, me dijo de pronto, cuando tuvo una
tregua más que merecida, tras mantener mi glande cerca de un minuto en la faz
de su garganta. Entonces, empecé a nalguearla con todo, sintiendo que mi
estallido seminal no podría sostenerse más. Pero, ella se levantó de la cama,
me empujó sobre ella después de jugar un rato a la luchita, y se me subió
encima, encastrando con una precisión de excelencia mi pija entre los jugos de
su concha. La tenía depiladita, caliente, empapada de flujos y con un aroma
especial. Se la vi mientras nos pegábamos, corriendo por todo el cuarto,
mordiéndonos cualquier porción que encontráramos del otro. Llegué a colarle un
dedito, y allí fue que ella me revoleó a la cama. Allí el ritmo de sus caderas
fue imparable. No tuve manera de evitarlo. Exploté adentro suyo como si hubiese
estado acumulando toda esa leche para ella, durante todos los años que no nos
vimos. Ella se arqueaba para todos lados, salpicaba saliva cuando gemía,
sacudía sus tetas pegoteadas de leche, la que también nos mojaba con su néctar,
y gritaba cosas inconexas, tales como: ¡Ahora tengo 22 guacho, así que, dale,
violame así, cogeme toda, largame toda esa leche adentro putito, así
neneeeeeee, ahora tu primita creció, y está más puta que nunca!
Una vez que mi pija comenzó a retroceder en
sus paredes vaginales, que mi leche y sus jugos se enamoraban en su interior, y
que nuestras pulsaciones se quitaban las vendas para poder sangrar en libertad,
empezamos a besarnos como tortolitos, enroscándonos en la cama transpirada, acariciándonos
con pasión, como si no quisiésemos soltarnos jamás. Pero esto no podía ser. Los
dos lo entendíamos así. Ella estaba casada, y en ese momento le ponía los
cuernos a su marido con su primo. Yo, aunque no tenía historias, me resignaba a
tenerla como a cualquier mujer. No estaba enamorado de ella. Pero sí era cierto
que, si las cosas no tenían un límite, quizás tarde o temprano pudiera pasarme.
En esa oportunidad, nos detuvo el turno del telo, sus obligaciones, y una
reunión de trabajo con mis clientes. Pero no nos privamos de tomar un café en
una estación de servicio.
¡No sabés hace cuánto que no me cogen así!
¡Vos siempre me calentaste la concha primito! ¡Pero, bueno, después no nos
vimos más, y pensé que te habías olvidado de mí!, me decía, segundos antes de
bajarse de mi auto. Claro que la dejé en lo de su madre, y ella, desde allí
volvería a su casa en taxi.
Desde ese día, no paramos de mandarnos fotos
en bolas, de escribirnos chanchadas, de tocarnos cada uno en su casa, ella al
lado del gil de su marido, y yo en cualquier sitio de mi casa. Supongo que
estuvimos unas 4 semanas así. Yo decidí que lo mejor era no vernos, para no
complicar las cosas. Pero sabíamos que ante la mínima chance, terminaríamos
encamándonos en un telo. A mi casa no la llevaba, porque desgraciadamente yo vivía
al lado de lo de su padre, y ella no tenía buena relación con él. La tía Nuria
siempre se quejó de su mal trato. Supongo que fue por eso que se divorciaron.
Sin embargo, un jueves lluvioso, recibí un
mensaje de Eli, y el corazón se me precipitó a un suicidio involuntario.
¡Venite a casa primi, que mi marido está de
viaje! ¡Tengo ganas que me vengas a poner una inyección! ¡Querés?, decía el
mensaje, y lo acompañaba con una foto de sus tetas frente a un espejo. No lo pensé.
Además, con todo el jugueteo de nuestras pajas vía whatsapp, tenía una sed de
ella que me hacía tiritar hasta el apellido. Me pasó la dirección, pagué el
café que estaba tomando con un amigo, le dije a mi secretaria que se ocupe de
los últimos detalles de un informe, y me subí al auto, rumbo a su casa.
A las 4 de la tarde ya estaba tocando bocina
en la puerta. Ella salió enseguida, mientras yo le ponía la alarma al auto.
Estaba con un vestidito azul, y con su beba en brazos.
¡Dale, entrá que llueve!, me dijo, después de
comerme la boca. Encima nos re mordimos los labios. La beba parecía mirarnos
con cierto recelo. Pero una vez que entramos, Eliana la dejó en el suelo del
living, donde se puso a jugar con algunos muñecos. Eliana trajo dos botellitas
de cerveza, y una mamadera caliente. Intuí que pronto la beba tenía que tomar
la leche.
¿Qué pasó? ¿Todavía no logran que deje los
pañales?, le dije, observando a la nena, que solo tenía un pañal, y una especie
de babero encima de una remerita negra con dibujitos.
¡Sí, más o menos! ¡Pero, ahora le puse, por
las dudas! ¡Ni quiero que me interrumpa si se hace pipí!, me decía, rozándome
los labios con sus dedos, luego de mojarlos con cerveza. Ya se había sentado a
mi lado, descalza, con su vestidito y sus piernas inquietas. Las abría y
cerraba todo el tiempo.
¡Todavía no lo notaste primito!, me dijo de
repente, mientras le explicaba que mi secretaria es de las más eficientes que
encontré en años. Entonces, puso una de sus piernas sobre la mía, señalando el
centro de su intimidad con un dedo. ¡La zorra no se había puesto nada bajo el
vestido!
¿Qué me decís nene? ¿Te gusta que te reciba
sin bombachita? ¿Como cuando era chiquita?, me dijo, haciendo saltar sus tetas
del escote del vestido al tironeárselo hacia abajo. Me dejó mudo por un
momento. Pero luego nos re chapábamos, yo metiéndole mano a sus tetas, y ella
nuevamente a mi pija, que ya se mostraba conforme con tantos chupones. No me
dejaba tocarle la chucha, y eso me ponía de los pelos. Pero la respeté.
De pronto, una vez que nos bebimos las
birritas, Eliana alzó a su beba y le puso el pecho en la boca.
¡Dale gordita, vamos a mostrarle al primito
cómo toma la teta la bebota! ¿No cierto que vos te portás bien?, decía,
volviendo a sentarse a mi derecha. Los ruiditos de las succiones de la boquita
de la nena al pezón de Eliana me desquiciaba. Y más, al mirar que sus piernitas
desnudas se frotaban con las de su madre.
¿Te gusta verla así, tomando la teta? ¿A mí
nunca me viste en pañales Primo?, me dijo de pronto, luego de un rato sin
hablarnos.
¡Me encanta verla así! ¡Hubiese dado cualquier
cosa por verte en pañales! ¡Pero, acordate que antes no había plata para estos
descartables!, le dije, en el momento que la beba se ponía a llorar, rechazando
el pecho de su madre.
¡No le des bola! ¡Llora porque, después de un
ratito de teta, quiere la mamadera! ¡Por eso se la preparé!, decía mientras
estiraba un brazo para llegar a la mamadera tibia que reposaba en la mesita
ratona. Entonces, sin premeditaciones, me sentó a Pili en las piernas, y me dio
la mamadera.
¡Tomá, dale vos! ¡Así de paso empieza a
reconocerte, y vos aprendés cómo se hace con un bebé, para cuando decidas ser
padre!, me decía, a esa altura con las tetas desnudas, y con el vestido casi en
su cintura. La dejé que me acomode el brazo izquierdo como se debe para
sostener a la beba, y me dispuse a darle la leche. Al principio no quería saber
nada. Incluso zarandeaba los bracitos para que su madre la alce. Pero Eliana me
aclaró que solo es cuestión de tiempo. Una vez que aceptó mi presencia, se puso
a succionar la tetina de la mamadera con devoción, y su madre, a ofrecerle sus
pechos a mi boca. No podía rechazar semejante oferta. Por lo que, durante un
tiempo, mientras la beba se alimentaba de la mamadera que temblaba en mi mano,
yo me nutría de la leche original de mi primita, y de la fiebre que aumentaba
en sus pezones. Además, la guacha metía su mano debajo de la cola de la nena
para sobarme la pija. De hecho, había logrado con creces abrirme la bragueta
del pantalón de vestir que traía para liberarla. Claro que no era muy cómodo,
entre la presión de mi bóxer, el cinturón, la beba y los cuidados que debíamos
tener para que no se ahogue.
¡Dale primo, bajate el pantalón, y el bóxer!
¡Quiero ver cómo se te pone la pija! ¿Pili tiene el mismo olorcito que yo? ¿Te
gusta darle la mamadera, y tomarme la teta chanchito?, me decía mientras me
refregaba sus gomas en la cara, sin resistir la tentación de comerme la boca
cuando se le antojaba. Así que, con todos los recaudos, me bajé el pantalón y
el calzoncillo, los que cayeron a mis tobillos, y en cuanto Eli escuchó que la
hebilla del cinturón tocó el suelo, se arrodilló entre mis piernas. Le dio unos
besitos en las piernas a la beba, me olió la pija, y la frotó un par de veces contra
el pañal de Pili. Yo estaba desconcertado, pero la observación de mi prima no
podía ser más real.
¡Uuupa primiiitooo… se te pone más dura cuando
la frotás en el pañal de mi nena! ¡Cómo me arrepiento de no haber usado pañales
por más tiempo! ¡Tenés una pija hermosa, y con mucho juguito en la punta! ¡Así
que, ahora te toca darme la lechita a mí!, me decía, mientras se la fregaba en
la cara, por sus labios entreabiertos y por su pelo mojado. Evidentemente se
había duchado antes de mi llegada. Al fin, mientras la nena vaciaba la
mamadera, chorreando un poco de su leche en mi camisa, Eliana empezaba a
petearme con una sed imposible de describir. Sentía el rigor de sus dientes,
cada hueco de los rincones de su boca, la curva de su paladar, lo abundante de
su saliva humedeciéndome hasta los huevos, su aliento cada vez más caliente y
profano, y sus gemiditos entrecortados en su afán de succionar, lamer, escupir,
oler y respirar. Me encantaba que introduzca su lengua en el orificio de mi
prepucio para saborear mi glande, y que le mordisquee las piernitas a su hija.
En un momento estuvo lamiéndome la cabecita de la pija, una vez que la colocó
entre las piernitas de Pilar, cada vez más pegadita a su pañal. El olor de la
beba era casi tan parecido al que latía en mis recuerdos con Eliana. Pero las
perversiones a las que habíamos arribado sin darnos cuenta, esa especie de
fetiche inexplicable, acaso potenciado por el arte de mi prima y su falta de
sexo, nos ponían cada vez más al filo de la cornisa. Así que, ni bien la beba
se liquidó la mamadera, Eliana dejó de mamarme la pija, quizás sabiendo que en
breve mi semen le inundaría el estómago. Agarró a su beba en brazos, se subió
el vestido, mostrándome que se le había empapado con sus flujos, y se sentó
sobre mi, primero para fregar su pedazo de culo en mi verga desnuda, babeada y
sensible, mientras me mordía los labios. Después, para encajarle un ratito la
teta a su nena, que al parecer seguía con hambre. Eliana enseguida me sacó de
la duda, cuando me explicó que muchas veces solo juega con la teta, que la
chupa y la babea solo por jugar. A veces se la muerde. Me contó además, que si
ella se está masturbando, y justo Pili le muerde una teta, eso consigue hacerla
llegar al orgasmo.
¡Dale tontito, metémela en la cola, y garchame
toda!, me dijo un ratito antes de meterse el chupete de su hija en la boca, sin
dejar de ofrecerle sus tetas para que juegue con ellas. A mí se me dificultaba
la tarea de obedecerle. De modo que ella levantó un poquito sus caderas, y ni
bien mi pija se deslizó entre sus nalgas, encontró con habilidad la zona más
caliente y erógena de ese culo grandioso, y, aunque costó un poco, enseguida le
entró toda. La guacha empezó a moverse despacito en principio, convidándome del
chupete que se metía en la boca. Pero ni bien se lo quité, y se me ocurrió
jugar con él en su conchita, los saltos de su culazo contra mi pija empezaron a
oírse por toda la casa. Esa cola se devoraba cada poro de mi hombría, y la
concha se le mojaba con abundantes libertades. Pili no se hacía ni drama. La
loca seguía jugando con las tetas de su madre, y en ocasiones se las mordía.
¡Asíiii, culeame todaaa primitooo, rompeme el
orto como te gusta, así, aaayaaaa, uuuuya, cogeme, cogemeeee, rompeme toda,
dame vergaaaa, más adentrooo, dale que soy tu putita desde chiquitaaaa!, me
decía, cada vez más disfónica, transpirada y atlética, dándome algún que otro
codazo, con su culo hambriento de pija. Su melena me ensombrecía el rostro, su
olor a perra en celo me instaba a no parar de moretearle las piernas con
pellizcos como las réplicas de tanta calentura, y sus labios multiplicaban
cosquillas indefinibles, desde mi boca a mis testículos. Incluso me pidió que
le dé besitos en la boca a Pilar.
¡Dale primito, besala, como me besabas a mí,
comele la boquita, dale tontooo!, me decía, y entonces, tuve que advertirle que
me faltaba poco para disparar. ¿La presión de las paredes de su culo
apretándome la verga, y la lengüita de esa bebé me conducían al mismo infierno!
¡Se parecía al sabor de la lengua de Eliana cuando era esa nena revoltosa,
empapada del agua de las bombitas! Entonces ella, se desprendió de mi mecánico
bombeo, volvió a sentarme a la nena en las piernas, acomodó mi pija contra el
pañal de Pili, y empezó a mamarla, esta vez muy suavecito, gimiendo como una
nena, estrujándose las tetas para que le saliera leche, con la que nos
santificaba al acariciarnos. A Pili la pancita y las piernas, y a mí los
huevos. Hasta que no pude evitarlo un segundo más, y empecé a estremecerme en
medio de una perpetua sensación que me secaba la boca, me aquietaba el aire que
intentaba respirar, y me entumecía las articulaciones. Una buena parte de mi
semen terminó en la boca de mi primita. La otra, ella misma se encargó de esparcirla
en las piernas de Pili, teniendo en cuenta que algunas gotas le mojaron el
pañal. Eliana estaba exultante. No paraba de decir cosas de mi pija, de mirarme
la boca, de lamerle las piernas a su beba, y de frotarse el chupete en el
clítoris. Entonces, de tanto admirar esa escena prohibida, repudiable ante los
ojos de la turba moralista, noté que la pija se me había parado de nuevo.
¿Te gusta ver tu lechita en el pañal de Pili
nene? ¿Te calienta cómo te chupo la pija? ¡A mí, me encantó que me rompas el culo!
¡Pero quiero más! ¿Te gustó la boquita de Pili?, me desafiaba, acostando a la
beba en una especie de corralito repleto de juguetes, sonajeros y pañales
limpios. Yo no le contesté. Enseguida, ni bien me pidió que vayamos en silencio
a su habitación, aprovechando que la gordita se había dormido por fin, supe que
Eli se había quedado con tantas ganas como yo. Pero en ese preciso momento, se
le ocurrió echarle un vistazo a su celular. ¡SU marido estaba en camino! Eso
significaba que la fiesta se nos podría convertir en un funeral si yo no me
vestía rápido, y ella se daba una ducha para sacarse el olor a sexo que reinaba
en el ambiente.
¡Te juro que no me importa nada! ¡No sé primo…
por ahí suena muy de puta lo que te voy a decir! ¡Pero me encantaría que me encuentre
garchando, como una trola, ensartada por el orto, y con una buena verga en la
boca! ¡O, que cuando me venga a saludar, se dé cuenta que tengo olor a leche en
la boca, o en las tetas!, me decía mientras yo me vestía, y ella se quitaba el
vestido empapado de sus jugos vaginales.
¡Voy a hacer eso! ¡No me voy a bañar ni loca,
y menos a lavarme los dientes! ¡Quiero que me huela, que sepa que cogí con otro
tipo!, seguía diciendo, ahora ofreciéndome por última vez el chupete para que
se lo frote en el clítoris. Ella puso uno de sus pies en la mesita ratona, sin
despegar el otro del suelo, y mientras yo recorría toda su vagina con el
chupete, ella se metía los dedos en el culo, se los sacaba para lamerlos, y
volvía a encularse. Hasta que, un par de minutos antes que suene el timbre,
ella alcanzó un orgasmo que por un momento la mantuvo mareada, incapaz de
resolver la situación. Por suerte, esa vez no era su marido. Se trataba de un
testigo de Jehová. Lo que me dio tiempo a razonar, pensar detenidamente, y al
fin tomar la decisión de irme. Sentía una terrible angustia en el pecho
mientras nos besábamos contra la puerta, frotando nuestros pubis. Ella notó la
dureza de mi verga nuevamente, y estuvimos al borde de encendernos una vez más,
sin importarnos las consecuencias. Pero preferimos separarnos, devolvernos a
nuestras rutinas, continuar deseándonos, escribiéndonos chanchadas por
whatsapp, y esperando el momento de volver a tener la oportunidad de jugar a
cogernos de verdad. Fin
Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.
Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
Acompañame con tu colaboración!! así podré seguir haciendo lo que más amo hacer!!
Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉
Otro relatito mas de esos bien chanchitos que me gustan amí. seguí escribiendo así te lo pido por favor, me dejan re loquito estas historias.
ResponderEliminar¡Hola Martín! Me pone contenta que te haya gustado el relato. lo único, te voy a pedir, si fuera posible, que me reenvíes el mail de la otra historia a mi nuevo mail. figura en todos los relatos de este año. ¡Dale? ¿Te espero! ¡Un beso!
ResponderEliminar